La verdad
—Inténtalo —ordena Vennus. Veo al cielo, tratando de imaginarme que el pasado, algún día me dejará en paz. Quiero ser un buen esposo y padre, lo hago con todo lo que tengo. Pues no quiero que mis hijos pasen por lo que nosotros. Nunca, jamás, antes prefiero ser asesinado—. Crees que estás protegiendo a tus hijos. Pero no. Debes terminar con esto correctamente Danniel, solo así tus hijos estarán seguros. Quiero saberlo, necesito saberlo, y la vida fluirá con normalidad. Jamás volverás a verme.
¿Déjà vu?, no te culpo, era necesario repetir esta parte para que sepas en donde te encuentras parado. Hasta ahora, siempre he dicho: «Y le conté la verdad». Pero no te la he contado a ti. Ya la sabe Debole, Vennus, Mattias, la vecina, mi abuela adoptiva, mis suegros, mi hámster, la rata de la cocina, la cucaracha, la mosca que pasaba, e incluso la camarera, todos excepto tú. Qué vergüenza. No te culpo, pero si te crees listo, entonces ya debes dilucidar lo que aguarda detrás de la historia que no te he contado. Si no es así, permíteme esclarecerte la vista.
Regresemos a aquel entonces, en mi juventud. Justo después de irme del hospital, dejando a Vennus con Mattias, ya podía deducir que todo era culpa de aquel que nunca llegué a juzgar, ni siquiera lo contemplaba. La pregunta es el cómo y por qué. Hay varios elementos en común con ambas historias, y creo, son parte del mismo problema. Aquella noche cuando Vertta, Ammiro e Inna se embriagaron e hicieron locuras impensables para ellos. Y esta misma navidad, donde la familia enloqueció ya por completo. Hay un elemento casi sobrenatural que coincide con ambas historias; todos hicieron lo que deseaban, aunque no lo querían. Me dirijo a la mansión, trataré de buscar justo ese elemento sobrenatural. Seguro muchos pensaran que el alcohol ya es suficiente para hacer locuras, pero... no lo suficiente para lo ocurrido. Un borracho puede hacer muchas cosas mal, pero dudo que prenderse fuego o intentar asesinar a tu hijo sea parte de esas cosas. El camino fue algo frio, no tanto como esa misma noche. Ya estaba oscureciendo y el crepúsculo era tenue, ya cansado, a punto de desaparecer. Entro, subo las escaleras, y me dirijo al último cuarto de todo el pasillo, ese que antes me parecía infinito y ahora es tan corto. Puede que mi deseo siempre fuese resolverlo todo, querer saberlo todo, intentar algo, no lo sé, pero esos pasillos infinitos eran solo un truco psicológico para que lo intentara. Siempre que había un problema, y no le daba solución, estos pasillos se hacían eternos, no lo eran, pero así los sentía.
¿Qué hay en esa habitación al final del todo?, se encuentra el despacho de Frodde. El cual solo usa como biblioteca. No trabaja, no requiere un despacho. Es más el sitio donde va a descansar, tomar un poco, fumar, y quizá leer. Lo único que sé, es que ahí, puede que se encuentre la solución a lo que, en antaño, me parecía un enigma. ¿Saben qué?, en efecto, lo encontré. Abro la puerta de golpe, y...
—Tardaste mucho en venir. Ya me estaba aburriendo —dice Frodde, sentado en su escritorio, ordenando una baraja inglesa—. ¿Y, qué tal te ha ido?
Una pregunta obvia, con un fin de burla. Es Frodde, te puedes esperar cualquier cosa de él, y justo por eso, nadie llegó a sospechar. Era demasiado obvio, siquiera para tomar en cuenta. Algo más complicado tenía que resultar, algo más, lógico. Pero como dije antes, la verdad no suele tener sentido, es la mentira la que parece tenerlo. Recordemos que fue Frodde quien impuso la demanda, no tiene sentido hacerlo si eres el culpable. En todo el día, jamás lo vi. Comenzaba a dudar de mi familia, conforme ellos aparecían, o algo me recordaba.
No parece que tenga intenciones de levantarse, sigue barajeando con total tranquilidad, con luz ambiente bastante tenue y un ambiente ligero, seco, con cierto olor a libro y madera. Me acerco lentamente a su escritorio, cauteloso de cualquier acción rápida, aunque Frodde es más de tomarse las cosas con la tranquilidad que impera. ¿Cómo es posible que tenga tanta paz después de todo esto?, me enferma verlo, y a la vez, lo admiro. Ha conseguido más que cualquier otra persona, separar a una familia, casi asesinar a varios de ellos, y...
—¿Estás pensando que todo esto es mi culpa? —pregunta Frodde, en vista que no le respondí su pregunta anterior—. Danniel, de todos, sabía que serías el único en venir. Eres listo, pero en ocasiones, das por hecho las cosas muy pronto.
—¿Si no es tuya, de quién es? —pregunto molesto, naturalmente. Al estar cada vez más cerca del escritorio, puedo ver tres fotografías. Generalmente deberían estar visibles para quien esté sentado en el escritorio, pero estas eran visibles para los visitantes, como una invitación a verlas, como el nombre del director sobre la mesa o un esquema del cuerpo humano en el consultorio médico. La primera fotografía es de hace un tiempo, nuestra familia, todos juntos en mi casa. Parecemos tan felices, si no fuera por el contexto que yo conozco y la fotografía no revela.
Aquel año, las deudas de mi padre eran cuantiosas. Cailan había llegado a la familia y Lissa era un dolor de cabeza para la gran mayoría. Frodde, entonces, contrató un servicio de mariachis, algo raro en Italia. Para finalmente culminar la fiesta entre risas, bailes, y jovial diversión, olvidando por completo nuestras penas. La segunda foto era cuanto y menos curiosa. Se trataba de dos niños, un hombre gordo y asqueroso, además de una mujer notablemente cansada. Parece que fue tomada hace años, y se nota en la calidad. Incluso, tiene una de las esquinas algo quemada, cerca del rostro de la mujer. Era fácil reconocer a los niños, uno era Frodde y la otra era Inna. Ambos tienen un aspecto casi decrepito, notablemente lastimados e Inna con golpes en el rostro. La tercera foto, una confirmación de lo que yo predecía. Eran Cailan, Ammiro, Inna, Vertta y Giovanni, todos juntos posando en una graduación de la universidad. Parece que pasaron de año. Giovanni es un hombre de cabello rubio, ojos azules y piel tersa. Tomando de la mano a Vertta, quien parece estar feliz, auténticamente feliz. ¿Por qué tendría Frodde esa foto?
—Eres Giovanni, el que empezó con todo hace años —digo como detective descubriendo la pista fundamental del caso. Solo me hace falta una pipa y un compañero que me diga una frase que jamás dijo, para que finalmente pueda sentirme inglés.
—¿Empezar? —pregunta Frodde—. Si quieres respuestas las tendrás, pero solo si juegas al póker conmigo.
—¿Por qué lo haría?
—Porque tengo una pistola bajo este escritorio y dispararé si te retiras o si pierdes —responde Frodde con una mirada difícil de contemplar. Es una confianza excesiva combinada con un increíble poder, que amedrenta a cualquiera. Sus ojos parecen tornarse más verdes, y su sonrisa se marca de mejilla a mejilla.
—¿No tengo más opciones cierto? —pregunto algo resignado.
—Morir —responde con total obvia sinceridad.
Se juega la primera baraja. Con Frodde tengo una increíble racha. He perdido cada partida de póker con él. No es raro que escoja el juego que mejor le va. Tiene las cartas, sabe como funciona, puede manipular el juego a su gusto y a la vez, hacerte pensar que perdiste por tú culpa. Si eso no encaja con él, no sé qué lo haría.
—¿Cuál es tu primera pregunta? —pregunta Frodde. Con su característica calma. No le molesta darme respuestas, finalmente he de morir y nada más se sabrá. La probabilidad de ganar una ronda de póker contra él es cercana a la probabilidad de que cada ser humano en la tierra, esté de acuerdo en algo. Usando internet como medio de difusión. Tan cercana al cero absoluto, que es casi infinito. Tardaría más en escribir la cantidad de ceros a la derecha del punto, que mi vida entera, la de mis hijos, nietos, bisnietos y tataranietos. Hay menos cifras en la edad del universo que en la cantidad de ceros en esta ínfima probabilidad. Por lo tanto, siendo algo tan evidente, quizá aprovechar antes de morir no sea tan mala idea.
—¿Quién es él? —pregunto apuntando a la foto del hombre gordo junto a él cuando pequeño. Estas tres fotografías son respuestas en sí. Pasajes de su vida que le han provocado hacer esto. Y estoy seguro que de todos en la familia, él debe ser el culpable. Ese mórbido hombre.
—¿Por dónde empiezo?
«Hace años, vivía con mi padre y mi madre, en una gigantesca mansión. Hasta el día, que mi madre murió por una terrible golpiza que le dio mi padre. Quedó en el suelo tras recibir un impacto moral en el cuello. He de decir que no se trataba de su esposa, en realidad era su amante, por lo que yo, soy el bastardo que tuvo con ella. A su esposa la engañó innumerable cantidad de veces, y seguro tuvo más hijos. Pero no le costaba abortarlos o asesinarlos una vez estuvieran en el hospital. Soy la excepción, y no por amor, fue por reputación.
De los hijos anteriores nadie se enteró, matarlos resultaba sencillo, y sus amantes nunca dirían nada por temor a morir. Pero en esta ocasión, altas figuras políticas se enteraron de mi nacimiento, gracias a mi madre, en un esfuerzo sobrehumano por salvarme. De esta forma, mi padre se vio obligado a conservarme, ya que todos sabían sobre el gran hijo, de ese completo imbécil. La paliza que le dio fue justamente por eso, ella dio su vida por la mía. A la semana, su esposa se enteró del engaño, y pretendía divorciarse, pero... que tonta fue. Días después se le encontró en un bote de basura, solo su cuerpo, sin vida ni alma. Tenía claros estragos de una pelea y posterior violación. De esta forma parecería de esos frecuentes asaltos y asesinatos, donde violan a una mujer por estar sola en la calle. La justicia de mi ciudad lo trató como tal, y le dio poca importancia a pedido de mi padre, cuya influencia, corrompía en todos los niveles, a todos los sitios posibles.
Mi vida no fue feliz con él. Nada similar. Era un miedo, y terror constante de no saber cuándo llegará mi hora. En algún punto, se inventará que fui secuestrado y posteriormente, me asesinará el mismo, sin antes torturarme, violarme y acabar con toda mi humanidad en un solo día. A él no le agradaba que yo viviera de su dinero, por lo que rara vez me daba de comer. Tenía dos habitaciones, la real y la falsa. En la real dormía y vivía, se trataba de algo similar a un ático lúgubre sin luz ni decoración. La falsa, era donde llevaba a los hijos de sus compañeros políticos o empresarios, quienes ingenuos, creían que vivía en el paraíso. Era una habitación hermosa, grande y lujosa. Pero tenía terminantemente prohibido entrar si no era con visitas, era más para apantallar y dejarlo bien, que por mí. No me convenía retarlo, en cualquier momento él podía jalar del gatillo.
Pasaron los años y se casó nuevamente, después del trágico accidente de su anterior esposa, o al menos eso creían. Lo peor, era que nadie recordaba a mi madre. Al ser una prostituta, de la calle, abandonada. Jamás preguntaron por ella o su nombre, Bonnta. Era más el fantasma de un descuido, y el recuerdo de un error. Con su nueva esposa, tuvo una hija, esta vez planeada. Inna, mi hermana pequeña. Digamos, mi sustituto, ella sería su verdadero legado y yo, una vez cumpliera los dieciséis, tenía que irme lo más lejos posible y evitar me encuentre. Porque ese era su plan, matarme llegada cierta edad, algo que le produciría un placer indescriptible. Su nueva esposa quería mantenerme como su hijo, pero cada vez que intentaba acercase a mí, ese gordo y asqueroso hombre, la alejaba a punta de golpes. Ella solo debía dedicarse a Inna, y solo a ella. Creció, crecí. Inna se volvió bella, heredando las características de su madre. Yo en cambio, heredé los desagradables ojos verdes de mi padre. Atractiva, delgada, inteligente, callada. Vivió durante toda su vida, como chinche a su madre para jamás tratar con el horror que era mi padre. Y su yugo, era justamente lo que la mantenía a raya. Tanto así que ni dios, o el diablo, eran siquiera cercanos al terror que infundía ese hombre.
Una noche, pude escucharlo. Belle, madre de Inna, gritaba con toda su fuerza. Pues mi padre, se llevaba a Inna a su habitación. Estaba ebrio, y después de un golpe que la tiró de las escaleras, Belle se quedó callada, dejando que su hija, aún de doce años, fuera brutalmente violada por ese monstruo. Ella gritaba, imploraba, rogaba. Sus gritos eran agonizantes, no podía ni soportarlos, era algo inhumano. Bajé de mi habitación, fui a la cocina viendo a Belle en el suelo, sangrando de la nariz. No sabía dónde guardaba sus armas, pero la vida de ese bastardo, tenía que terminar. Tome un cuchillo, algo sencillo. Y entré a la habitación, mientras veía su morboso cuerpo, moviéndose de arriba abajo violando a Inna. Ella, desnuda, sangrando, con heridas y moretones, estaba en la cama sin conciencia, en coma. No por las heridas o un golpe mortal, el hecho fue tan traumático, que quedó totalmente deshumanizada, sin reacción ni emociones.
Traté de clavarle el cuchillo, pero me vio, y era evidente lo que iba a suceder después de eso. Tuvimos un forcejeo, pero su tamaño y fuerza eran superiores a los míos. Yo era un enclenque sucio, con hambre de venganza y muerte. Él, un asesino consumado. Me quitó el cuchillo y trató de asesinarme, pero mi agilidad y velocidad eran superiores, lo que me permitió huir. Bajé las escaleras y el me perseguía desnudo. Fue a la sala y de un compartimento secreto sacó una escopeta. Y con ella, comenzó a dispararme sin siquiera apuntar.
Belle subió a la habitación, y al ver a Inna en tal estado, rompió el llanto. Tomó unas cobijas y con el cariño que solo una madre puede dar. La arropó y cargó, para irse lo más lejos de la casa y de ese monstruo. Inna nunca recordaría este momento; su mente, para protegerla, borró este recuerdo. Y ambas huyeron en el auto. Era de noche, y estaba lloviendo. Los disparos de escopeta se pierden con los relámpagos de la tormenta. Escuché el sonido del automóvil, mientras corría por el patio hacía la salida. Traté de huir lo más rápido, pero fue imposible. Un disparo me dio en la pierna, fue un dolor indescriptible. Caí al lodo mientras la lluvia mojaba mi rostro por completo y era casi imposible ver. Escuche otro disparo, esta vez falló. Belle en el auto llega a mi lado y abre la puerta. Nos dispara a ambos y consigue acertar en el vidrió de atrás. Subimos rápidamente al auto con dificultad y huimos.
En el asiento de atrás, esta Inna, como una muñeca sin vida, cubierta por varias cobijas. Puedo ver sus heridas y la sangre. No puedo evitar llorar al verla de esta forma, perdiendo su inocencia de una manera inefable. Yo igual, al ver a tantas personas morir, por una pistola, una escopeta, brutalmente golpeadas o incluso envenenados. Llegamos a una esquina y Belle pidió un taxi, resulta que el auto era rastreable y ella lo sabía. Juntos, nos fuimos a un hotel en otra ciudad.
—Debes huir con Inna, no descansará hasta encontrarlas y matarlas. No le conviene tener dos testigos de sus actos ruines. Y tampoco traten de acusarlo a la justicia, ya la tiene de su lado por completo —digo, una vez estamos en el hotel. Belle prepara a Inna para darle un baño y yo me quedó viendo al vidrió que refleja la gran ciudad.
—¿Qué harás tú? —pregunta Bell, genuinamente preocupada. Una gran mujer para tan terrible destino.
—Iré por mi cuenta. Solo podrán estar seguras si alguien acaba con él. Soy su hijo, en parte comparto su enfermedad —respondo.
—No te conviertas en lo que él —dice Belle, quien deja a Inna recostada sobre la cama, para curar mis heridas. Toma un botiquín del baño del hotel, un sitio bastante rustico y barato. Levanta mi pierna y trata de curarla lo más que puede. Es imposible dejarla perfecta, pero retira las balas y limpia mis heridas—. No eres igual. Eres mejor, puedes ser mejor. Ve con nosotras, y podremos vivir bien, en algún país donde tu padre no tenga poder. Inna no podrá sin su hermano.
Volteo para verla, aun no reacciona y no estoy seguro cuando recuperará la conciencia. No está dormida, tiene los ojos abiertos. Pero su rostro no refleja nada y sus ojos están totalmente opacos. Violar a una mujer ya es un acto imperdonable, pero violar a una niña, agrava el problema tanto, que no solo es imperdonable y se merece lo peor, es, además, el prefacio del infierno que nos hemos inventado. Es una si no la peor de las cosas que puedes hacer en toda tu vida. Y de hacerlo, eres menos que humano o animal, la basura tiene más valor, incluso un cero a la izquierda tiene más valor. No mereces lo peor, debes obtener lo que sigue. Morir resulta en un favor y la prisión en redención. No hay, palabras para describir el castigo que debes recibir, no las hay.
—No hay de otra. Solo un monstruo puede acabar con otro monstruo —respondo, mientras trato de levantarme y tomo una tabla de la pared para sostenerme—. Espero ser el último que viva para contarlo. Y morir con este pecado.
Acto seguido, me voy de la habitación. Belle no trata de detenerme, sabe que igual voy a hacerlo. Y con dificultad, bajo una lluvia más ligera, camino por las calles. Encontrando a personas sin hogar rodeando basura quemándose. Otros tantos inyectándose y esnifando polvo. Algunos más tirados en el suelo totalmente borrachos y veo hacía el horizonte, donde esto nunca termina. Lo que provoca la corrupción, es tan poderoso, que no puedo evitar tener miedo. Me enfrento ante el mal que ha provocado todos estos males.
Pero no me detendré hasta que eso ocurra.»
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