La locura de Lissa
Debole me sigue por los pasillos de la mansión varios pasos atrás, y Vennus aún más atrás. Voy solo, con mis pensamientos, en total silencio. Aunque eso es mentira, no sé ni qué pensar, mi mente se ha ido muy lejos, de vacaciones, mientras camino en piloto automático, tratando de digerir todo lo visto.
El pasillo es realmente largo, no me había dado cuenta de que esta mansión se ve mucho más grande por dentro que por fuera. Sus pasillos, parecen eternas maldiciones. Como antes, es como si tuviéramos que resolver algo antes de continuar, extraña arquitectura. Pero, esta vez no se trata de algo chistoso o divertido, no se trata de Vennus y yo, se trata de algo mucho más complejo, y no sé cómo resolverlo. Tengo miedo, pues sé que mientras más busque más encuentro y solo espero llegar a una pared sólida y detenerme, que el pasillo se termine y nunca más vuelva a ocurrir algo similar.
Mi familia no es perfecta, eso lo sé, pero ahora añoro con lo más profundo de mi alma, que todo esto sea una terrible pesadilla, y que despierte, justo en mi habitación, de noche, con Vennus abrazando mi abdomen y Canne sano y salvo acostado junto a mis pies. Quizá podría evitar todo lo que sucedería después, podría esquivar el destino y podría tener una maldita cena en paz. Pero, cuanto más me pellizco, el dolor se hace más intenso y real, por lo que, no, no estoy soñando. Algo también curioso, es la acústica de estos pasillos. Podemos escuchar lo que sucede en la última habitación de toda la casa, aun nos encontremos en el recibidor. Excepto mi habitación, la cual está en cierto sitio donde yo no escucho nada, y nadie me escucha a mí. Al fondo, se escucha un estruendo. Los tres volteamos a ver de qué se trata, pero no vemos nada. El ruido se acerca, es de golpes, metálicos contra madera y entre sí, no puedo distinguir, pero sé con certeza, que se acerca muy rápido. Lentamente, un pequeño destello aparece al final del pasillo, el cual, avanza, y se acerca y mientras más lo hace, más vemos lo que es, y no dudamos en correr.
—¿Qué demonios? —pregunto.
—Corre... ¡Corre! —grita Vennus, quien sobrepasa a Debole y me toma del brazo, mientras los tres corremos al unísono.
La razón, aquello que nos está siguiendo, es la desquiciada de Lissa, vestida con una armadura improvisada de trastes, sartenes y ollas, con un completo arsenal de cuchillos, tenedores, y la combinación de un encendedor y un aerosol para el cabello, que resulta en un letal lanzallamas. Nos sigue, de una manera como un depredador caza a su presa. Lo que más me sorprende es que nadie intenta detenerla, ¿dónde está mi familia cuando se le necesita?
—¡Hay que separarnos! —grito, es la mejor solución, la mansión es muy grande, y los tres no podemos correr a nuestra máxima velocidad juntos, pero separados, solo puede perseguir a uno. Debole se va por el pasillo, hacía las habitaciones, quizá con la intención de esconderse en alguna. Yo me voy por las escaleras, para salir al patio y quizá perderla en la inmensidad del bosque. Vennus en cambio trata de salvarse en la cocina, buscar algo con que armarse y pelear.
Los tres corremos con toda nuestra fuerza. Lissa evidentemente ignora a Debole y nos sigue a Vennus y mi. Para nuestra suerte, su increíble armadura la hace lenta en las escaleras, y conseguimos cierta ventaja para escondernos. Vennus decide meterse en una gaveta de la cocina y esperar a que Lissa se aleje para poder armarse. Viendo su plan, decido atraerla, con la intención de darle más tiempo a Vennus. Lissa me sigue, trato de perderla entre los árboles, pero a ella poco le importa, lo quema todo. Pero la nieve no permite demasiado el paso de las llamas, y el incendio se extingue rápido. Pasan los minutos, estoy escondido debajo de una gran raíz. Me siento un poco como un enano, en un largo y épico viaje, para destruir un anillo. Pero en lugar de un caballero, me enfrento a algo peor, una niña, con armas.
—¡Danniel! —La escucho llamarme, con un tono psicópata, cual asesina, llamando a su víctima—. ¿Dónde estás?
Me pregunto si realmente cree que le diré dónde estoy, no creo que exista persona realmente estúpida y responda a la pregunta. Me muevo lentamente, la nieve me ayuda, pues las ramas y hojas están tan mojadas, que no se escucha su crujir con mis pasos. La niebla es densa, no puedo ver mucho, me guio un tanto por mi imaginación.
—¡Danniel!, solo quiero hablar —Ya, y yo solo quiero huir—. A veces pienso, lo afortunado que eres al tener una hermana tan increíble como Catty, y tener dos pretendientes tan hermosas como Vennus y Debole, pero... como eres un increíble idiota, desaprovechas todas tus oportunidades. Sin embargo, tampoco dejas que otros las aprovechen.
Ahora lo entiendo. Lissa no estaba celosa de Vennus en la cena cuando veía que ella me tocaba la pierna. Ya veo que ella tampoco me odia porque Cattiveria se lo haya pedido. No puedo decir que no estoy sorprendido, de saber que todo este tiempo, era de mí quien sentía celos. A ella le gusta Cattiveria, también Vennus y aparentemente Debole entra en sus gustos. Eso ahora tiene mucho más sentido. Y también la hace más peligrosa. Voy con mucho más cuidado, tratando en la medida de lo posible, no alertarla. En este escenario yo tengo la ventaja. La nieve es profunda, bastante, mis pies están completamente hundidos, pero ella con su armadura, debe tener un movimiento mucho más limitado. Podrá intentar alcanzarme con el lanzallamas o lanzarme cuchillos, pero en todo caso, vuelvo a tener la ventaja de movilidad.
Trato de rodearla, y entro de vuelta a la mansión. Puedo ver que Vennus ya está más que lista para el combate. No tiene un lanzallamas, pero tiene algo más potente, una pistola. No es de balas reales, pero si puede lastimar con salva. Ella también sabe dónde se guardan los cuchillos grandes.
—Cuando venga, refúgiate en el armario de escobas. Esa loca no dudará en matarte —dice Vennus.
—Entonces ¿ya sabes que va por mí? —pregunto, confundido.
—Claro, eres tú su contrincante para... conseguir... el amor de... Cattiveria, eso —Sincera hasta cierto punto. Digamos que su afirmación es parcialmente cierta—. Escóndete porque ¡ya viene!
Cuando me doy cuenta, tengo a Lissa justo detrás de mí, y trata de carbonizarme, pero consigo evitarlo y esconderme. Intenta seguirme, pero Vennus se interpone, y con un disparo consigue quitarle el encendedor de su mano. Nunca me pareció tan interesante una lucha entre caballeros de plateada armadura. Ambas, pelean con cuchillos mano a mano, tratando en lo posible de evitar ser lastimadas. Sin embargo, las cosas se ponen turbias cuando en un forcejeo por quitarle la pistola a Vennus, ella dispara accidentalmente y le da a la rodilla izquierda de Lissa. La sangre no tardó en venir, y entre quejidos, y berridos, Lissa trata de incorporarse, pero le resulta inútil. Vennus abandona la pelea para tratar de ayudarla, pero la locura no le permite ver a Lissa lo que puede suceder.
Los botes de aerosol suelen tener indicaciones. A diferencia del champú, estas suelen ser útiles. Una de las más importantes es, no usar la lata por continuos lapsos, es preferible usarla en pequeñas dosis, y, sobre todo, nunca acercarla a una fuente de calor, pues son extremadamente inflamables. Y quizá la más importante, nunca la uses de cabeza. Se arrastra velozmente hacia el encendedor, y al tratar de usarlo como lanzallamas contra Vennus quien intenta ayudarla. Provoca una pequeña explosión que deja a Lissa en llamas. Salgo del armario y junto con Vennus tratamos de apagarla. Tomamos las toallas de la cocina y con ellas mitigamos el fuego. Los gritos de dolor de Lissa son indescriptibles, jamás había escuchado tal sufrimiento y dolor, hasta pensar que mi accidente se queda muy corto. Cattiveria baja lo más rápido posible al escuchar a Lissa. Vennus y yo nos alejamos al conseguir apagarla, mientras Cattiveria la toma en sus brazos y la calma. Debole baja también, para ver la piel quemada de Lissa. Para su mala fortuna, su armadura no solo no la protegió, dificultó el poder apagarla. Vennus trata de hablar, pero no puede, quiere decir que no fue su culpa, y que no tenía esa intención, pero, incluso Cattiveria sabe que fue así.
—Váyanse, yo me quedo con ella —dice Cattiveria.
—¡Hay que llevarla a un hospital! —grita Vennus.
—¡Qué se vayan!, yo me encargo. —Si algo sabemos, es que poco podíamos hacer. Cattiveria la carga con dificultad, y sube al auto para llevársela. Algo que me deja intranquilo es saber que ella puede manejar, y es menor que yo, que no puedo. El rostro de horror de Vennus no se desvanece, al contrario, se convierte en uno de total culpa y absoluto arrepentimiento. Se sienta en el sofá de la sala, y pone sus manos en su rostro, quizá tratando de olvidar lo sucedido. Debole, a pesar de todo, se sienta a su lado y la abraza. Consolando sin palabras, y yo, no puedo hacer nada. Recapitulando, fui un absoluto cobarde, me escondí y poco hice para ayudar.
—Ella, ya me había dicho lo que sentía por mí, y yo ya sabía lo que sentía por Cattiveria. La rechacé y no lo tomó muy bien —dice Vennus, con un tono de cansancio y dificultad para hablar. Apenas puede, su voz se corta, tiene un nudo en la garganta. Debole y yo la acompañamos a su habitación para que se recueste y duerma llorando. Queríamos quedarnos, ver que estuviera bien, pero visto lo visto, creo que es mejor que continúe mi camino en búsqueda de un culpable, sin ella. Y qué mejor que hacerlo mientras está dormida.
—Quédate con ella, comprueba que no le suceda nada —digo a Debole, quien parece estar totalmente de acuerdo.
—Danniel, cuídate. Algo raro sucede, tu familia es rara, sí, pero ahora es distinto. Muy distinto, eso siento —dice Debole, preocupada, sentada a un lado de Vennus.
Me retiro, cierro la puerta con cuidado, y pensando en lo que dijo, no sé qué pueda llegar a suceder. Ammiro fue quien pidió que Canne saliera herido, no sé si esperaba que yo también saliera así. Algo es seguro, hasta ahora poco tiene sentido. Cattiveria no puede mentir, cuando lo ha hecho toda su vida. Lissa deja ver su sexualidad, y enloquece al punto de querer asesinar. Sin mencionar que Cailan, pensó que era una gran idea lanzar una granada, aunque eso es comprensible, porque él no es muy brillante.
El día que Lissa llegó a nuestras vidas, fue el mismo día que Cailan se presentó ante la familia. Vertta lo mantuvo como un gran misterio meses atrás, pero por fin habíamos conocido al valiente, portentoso, varonil e inteligente hombre que ella nos había contado durante mucho tiempo. Al final, la decepción no fue solo mía, Vennus y Cattiveria también se decepcionaron, mucho. Es fuerte y muy musculoso, cierto, pero no es valiente, tampoco muy inteligente. Mis padres lo tomaron alegres, Inna quizá menos, se sentía quizá agredida o confundida por la elección de Vertta, no sería la primera vez que le molesta que alguien tome una decisión y esa no sea la óptima según Inna.
Ese mismo día, parece que un vínculo se creó, pues Lissa y Cattiveria, se llevaron bien desde el principio, y aunque no lo pareciera, Vennus también se llevó bien con ella. Era a mi quien siempre odio. Ya desde entonces, Cattiveria y yo teníamos una relación poco amable, y Vennus ya me trataba de manera muy especial. Pero quizá por mi constante mala costumbre, de ver siempre lo malo solo en mí, no me di cuenta de lo que ella sentía. Nunca le presté atención, solo me enfocaba en su poca delicadeza al tratarme específicamente a mí, posteriormente a Vennus. Tampoco me di cuenta de los sentimientos de Cattiveria al principio. Lo que me hace pensar, si tampoco estoy viendo ahora mismo, algo evidente por seguir pensando solo en mí. Quizá tampoco soy tan brillante, y me asemejo más a Cailan que a Frodde.
Camino, nuevamente por estos infinitos pasillos, y la maldición continúa. Sé que, si descubro algo, se acaba, y el pasillo vuelve a ser finito. Pero ¿qué?, ¿qué debo descubrir?, ya no lo sé. Trato de recordar, pensar, imaginar, sospechar, cualquier cosa, pero nada. Estoy en blanco, como un cuaderno nuevo, sin pluma, ni lápiz. Una constante niebla me anubla, y no puedo ver más allá de los primeros tres arboles del bosque. ¿Por qué soy así?, tan egoísta, y narcisista, solo pienso en mí. Incluso ahora, que debo pensar en algo más, no lo hago... ¿Por qué? Mis padres pueden tener la respuesta a esa pregunta, pero ni ellos mismos pueden resolver sus propios problemas. No es noticia ajena, saber que Inna y Ammiro no son la pareja perfecta, por lo que tampoco tengo un buen referente respecto a que buscar en una relación. Quizá eso haga que sienta miedo de estar cerca de Vennus, o aparentemente no darme cuenta de los sentimientos de Debole. Es porque tengo miedo, de terminar igual que ellos. Desgraciados, tristes y hasta cansados, de la rutina diaria de una vida familiar disfuncional. ¿Qué sucede?, ¿por qué?, no lo sé, y es que un padre jamás le dirá a su hijo que hay problemas. Nunca, no sucede, no quieren perder lo que ellos consideran respeto, pero más que nada es terror.
¿Hay algo que deba hacer?, quizá lo hice. Pues, extrañamente, he llegado a la habitación de mis padres, y el pasillo, vuelve a ser finito.
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