La irresponsabilidad de Vertta

Vertta, oh Vertta, ¿qué puedo decir de ella? Hasta ahora siempre la consideré la más cuerda de toda la familia, pero llegado este punto, ese título no vale nada. Es la tía divertida, que goza de la vida sin ningún tipo de restricción ni deuda, sin arrepentimientos o penas. Eso era lo que pensaba, pero visto lo visto, ella es parte de algo que hasta ahora nunca habían contado, y parece la más culpable. En este momento, ya ni me interesa buscar un culpable, ni me importa Canne. Estúpido perro, ir a buscar una granada activa confundiéndola con una pelota. Debí quedarme quieto y ver el espectáculo para terminar diciendo «Que perro más tonto, pero fue divertido». Pues, hasta ahora todos son culpables, Cattiveria por soltarlo, Ammiro por sugerirlo, Inna por desearlo, Lissa por querer matarme y Cailan por lanzar una granada. ¿Qué habrás hecho tú Vertta?

Caminamos por los pasillos del hospital, hasta una zona silenciosa, prácticamente abandonada, parece una sección antigua del hospital, está totalmente arruinada. Los muros llenos de hulla, y el techo quemado. Hubo un incendio, y seguramente todos murieron, por lo tanto, el culpable, puede que sea el vecino, y nunca lo sabremos. Nos sentamos, Vertta un tanto más recatada, y yo, quizá muy rebelde, pero no importa, por lo que tome varios asientos para acostarme.

—Danniel, antes que nada, debes saber que no eres culpable de nada de lo que ha sucedido hasta ahora —dice, torpe e inocente.

—¿Ah no?, yo creo que sí. La locura de Inna fue en parte por mi mera existencia, la de Ammiro por mi nula capacidad de agradecimiento, la de Cattiveria por aislarla de mí y considerarla un virus, la de Lissa por tener lo que quiero y no hacer nada con eso. —Una respuesta clara y sincera, de nada me sirve mentir. Cierto es que yo no soy inocente, para nada, soy bastante culpable, en realidad se puede decir que soy culpable de creerme la víctima.

Vertta se nota incomoda, mucho. Quiere hablar, pero las palabras se las traga, y se muerde la lengua para obligarse, pero resulta imposible. No puede, porque no quiere. Llega un punto que es hasta molesto, trata de mantener una imagen pulcra ante mí, pero no puede engañarme, está a un paso de terminar como todos. Si pudiera verme en un espejo, lo más probable es que mi rostro, me recuerde a Ammiro antes de tratar de asesinarme, a Inna antes de prenderse fuego a sí misma, a Cattiveria, antes de decir toda la verdad, o a Lissa, antes del accidente. Un rostro de total perdida de la cordura, y es porque ahora mismo, me siento tan ajeno, tan fuerte pero tan falso. Algo en mi interior, quiere lo que yo más deseo, y no sé cómo reprimir eso. Quizá es lo que Vertta trata, es lo que intenta, o quizá, también sea su forma de manifestarlo. Antes de todo, casi todos contaron sus historias, Cattiveria me relató todo lo que hizo, ella solo no podía mentir, podía ahorrarse toda su estúpida historia, pero igual me la contó. Ammiro, también me relató sus penas, dudas y deudas. Lissa hablo poco, pero no esperaba menos. Y por último Inna, quien también me dio un último cuento antes de dormir. No sé ni como están o donde, no me importa, se lo buscaron. ¿Quizá yo también debería contar mi historia?, no tengo nada particular que contar, pero quiero participar.

—¿Dirás algo sobre Vennus y yo? —pregunto—. De ser así, déjame contarte que fue ella quien empezó. Se desnudó frente a mi justo anoche, y no fue una la ocasión en la que trató de entablar contacto físico conmigo. Yo solo le di lo quería.

—Danniel, esto ya ocurrió. Y quiero ayudarte, porque estoy segura, estás en un grave peligro —responde, ignora casi por completo lo que ocurre con Vennus, no me sorprende, la verdad es que, tampoco quería su opinión.

—¿Ah sí?, vamos, cuéntame tu historia. Porque en mis manos está el declararte culpable, y pedir una pistola para dispararte —digo, sin pena ni remordimiento. Es la verdad, sería una ruta fácil—. Tú trajiste a Cailan, quien, por cierto, tenía una aventura con Inna, y Lissa es producto de ello. Para tu información.

Vertta esta petrificada, me ve como un monstruo, y no la juzgo, es lo que soy. Visto lo visto, voy para allá. Estoy a unos pasos de hacer lo que yo desee. No sé si quiero evitarlo, puede que no pueda, y ¿para qué hacerlo?, total, ocurrirá. Se recoge un poco su cabello, trata de mantenerlo arreglado.

—Hace años, Ammiro, Inna y yo, éramos grandes amigos. Se nos unió otro chico, Giovanni, era guapo, alto, fornido, de cabello dorado y ojos azul. Entre él y yo, ocurrió algo, compartimos todo, incluso la noche —cuenta, hay un breve momento donde parece que pensó que iba a decir. Como una pausa—. Poco después, nos embriagamos todos. Y de lo que recuerdo, es que Ammiro e Inna entraron a una habitación, yo con ellos. Al día siguiente, Inna estaba desnuda, Ammiro igual, y yo junto a ellos, de la misma forma.

Ya no sé qué pensar, todo parece tan telenovela, que estoy seguro entrará una mujer latina al hospital gritando «!Mi hijo, mi hijo!», para encontrarse que no era su hijo, y era resultado de una relación secreta con su antiguo amante, mientras su esposo ve la escena apantallado. Seguramente tendrían nombres largos y apellidos muy típicos. Los repetirían una y otra vez como si no quedara claro, y después harían escenas tan falsamente dramáticas, que terminas por reír que por llorar. Para hacer un corte y pasar a una escena feliz, quitándome por completo todos los sentimientos que tenía de la escena anterior. Quizá aparecería una rosa blanca de la nada, y preguntarían sobre su procedencia. Para después idiotizarse viendo un programa aún peor en la televisión. Pero, esto no es una telenovela, y hay algo que no termina de cuajar. Sé que mi familia es rara, lo he dicho innumerable cantidad de veces, pero, es como si todo estuviese planeado desde el principio.

—Al poco tiempo, noté que estaba embarazada. Uno de Giovanni y al poco tiempo, otro... de Ammiro —dice Vertta, arrepentida y apenada, trataba de no decirlo, pero ciertamente no podía omitir ese pequeño, ligero, casi innecesario detalle—. Todo ocurre como en aquella ocasión, ahora todos hacen lo que más desean. Catty, decir la verdad. Lissa, tomar el asunto en sus manos. Ammiro, liberarse. Inna, arrepentirse. Y yo, trataré de resolverlo. Danniel, no sé qué es lo que más deseas, pero no dejes que te consuma, no permitas que eso te llene y tome las decisiones por ti. No amas a Vennus, solo la deseas, y de ser así, jamás serán felices juntos.

—Yo no sabía que tenías hijos, ¿Quiénes son? —pregunto, reflexivo.

—Uno está en este hospital, hace años lo abandoné aquí, para liberarme de mi propia irresponsabilidad. Es tu hermano, mi hijo con Ammiro. Quizá debas verlo, yo trataré de resolver algunos asuntos —dice, mientras se levanta y se retira. Con la cabeza en alto, pero no el orgullo. No esperaba eso, Vertta, la más cuerda, la más normal, resulta que hizo quizá lo peor. Abandonar a su hijo, y del otro, aun no sé nada. Lo que me deja algo claro, no me lo ha dicho todo, se sigue guardando algo, más para su protección, que por descubrir la verdad. ¿Será necesario saberlo?, hay cosas que es mejor no saberlas. Creo que debo dejarlo todo aquí, no seguir, pero, algo muy dentro me pide, implora, ruega y obliga a continuar. Quizá ese es mi deseo, quiero saberlo todo, o en su lugar, demostrar algo. Vertta se retira, pero antes de irse, me dice unas cuantas palabras más.

—Se encuentra en la sección de tratamientos mentales. Está encerrado, pero aquí, nadie vigila.

Me levanto, salgo del sitio abandonado, y ella ya no está. Voy a una habitación, aleatoria, y me encuentro con alguien recostado sobre la cama. Se nota que estaba conectado a varios aparatos viejos que le mantenían vivo, pero alguien lo desconectó y dejó, sin más. Era alguien joven, como de mi edad. Nada especial, otro más que muere, por una ley que mata. En una silla, me encuentro con su ropa, y algo destaca. Una chaqueta negra, larga, muy bella. «Los muertos no hablan», digo. Tomo la chaqueta, me visto con ella, me siento tan malo, y vuelvo a la habitación de Debole. Esta vez, quizá con otra perspectiva de las cosas. Recapitulando, algo ha provocado que nuestros deseos más profundos salgan a flote, de una manera prácticamente instintiva y sin control alguno. Estos deseos, no son inocentes, ni sanos. Son más aquellos que reprimimos durante años, pensando el día, hipotético, en el que puedan salir. Día que jamás ocurre, y evidentemente, morimos con esos sentimientos. ¿Cuál es el mío?, saberlo todo, puede ser, pero no lo parece. Es más, algo que siempre quise, pero nunca pude hacer, por mi propia manía de arruinar mi vida. Soy de los que delegan sus problemas y situaciones a otras cosas o personas. No suelo tomar el control de la situación y mucho menos, decidir por mí mismo. Ahora veo, que siempre lo desee. Curioso e irónico, me da algo de risa, y entro sonriente a la habitación. Vennus sigue ahí, trata de evitar verme, no quiere, y Debole sigue acostada. No sé cómo arribaré el tema, pero debo hacerlo. Hasta ahora, la evidente atracción de Vennus a mí, se la he dejado solo a ella, un peso muy grande para sus hombros, la ayudaré. Quizá no sea lo más correcto, pero si mi madre se pudo encender a ella misma en llamas, creo que yo puedo tratar con una mujer.

—¿No era lo que esperabas? —pregunto. Sentándome frente a ella, junto a Debole. No me responde, me ignora completamente, no por molestia, es por vergüenza. No sabe que decir, impresionante que así la haya dejado uno de mis besos—. Vennus, no puedo amarte, jamás lo haré. No como quieres. Al verte, solo veo dos cosas, a mi prima, y una chica atractiva. Trato de luchar y conservarte como una sola, mi familia. Pero hoy día, esa palabra carece de significado para mí. ¿Qué soy para ti?

—No lo sé —responde, cortante.

—Hoy, me he enterado de muchas cosas. No te las he contado, porque creo que te pueden lastimar. Son suposiciones, pero quiero comprobarlas yo mismo. Y para eso, necesito que me acompañes —digo. Soy un idiota, cierto, y ahora mismo, un envalentonado. Pero, aun quiero ayudarla. Si puedo luchar contra mi más profundo deseo por ella, creo que podré resolver todo esto.

—¿A dónde? —pregunta. Ella también quiere saber algo, no me ha dicho el qué. Pero creo que ya supone lo mismo que yo.

—A la sección de tratamientos mentales. Podemos dejar a Debole, estará bien. Ya no corre peligro con Lissa e Inna incapacitadas, y Cattiveria dudo quiera hacerle algo. —Vuelvo, empiezo a reconocerme. Curioso, pero todos pasamos ese efecto. Hay algo, un catalizador, que nos devuelve a la normalidad. Como una cura a un veneno, la realidad a la ficción o incluso, una respuesta a una pregunta. «¿Qué soy para ti?», ¿por qué hice esa pregunta?, curiosamente no recuerdo haberla hecho. Pensé que había dejado claro mi punto, pero no, hice una pregunta. Y su respuesta fue ambigua. Exacto, no la hay, no existe porque nunca se había formulado. La respuesta a todo es un número, pero no por serlo en sí, es porque la pregunta no fue hecha de la manera correcta. El enfoque debe ser distinto, hasta ahora he estado buscando al culpable de mi accidente, pero ¿y si todo es parte de un conjunto?, es decir, lo que ocurre, y lo que ocurrió, resulta en algo más grande. Sé que mi medio hermano, sabe algo, pues, está aquí, curiosamente, por divina coincidencia.

—Está bien, iré —responde Vennus. Quien, se levanta conmigo, y salimos juntos de la habitación a los infinitos pasillos del hospital. Otra vez, aparece la maldición, pero ahora entiendo que no es así. Es una ilusión, que yo mismo me he impuesto inconscientemente, para resolver mis propios problemas, resultado de mi deseo. Ya decían que el tiempo y el espacio son relativos, ¿qué tanto puedes sugestionarte, al punto de pensar que todo se ha detenido y algo es infinito?

Caminamos con naturalidad, pero en silencio. Cuarto por cuarto, siento que cada vez entro más al verdadero infierno. Estar con mi madre en llamas en una capilla, no se compara a la sección de tratamientos mentales. Es más, una prisión que un hospital. Lo explico, cada puerta es de metal, los muros, se notan tan gruesos como un edificio, casi no hay luz, y la que hay es artificial. La pintura es de hace años, la decoración está destruida, los pisos están totalmente sucios, pero no algo reciente, es mugre que se ha acumulado durante años y ahora es parte de todo un entorno, que te recuerda a la película de terror más fiel. Aquí, fue donde Vertta dejó a su hijo. No puedo ni imaginar a alguien haciendo eso, pero ya ocurrió. ¿Quién será?, hay tantos, tan locos, desquiciados. Por las puertas, hay pequeñas ventanas, cerradas con barrotes, que nos permiten ver el interior. No hay nadie alrededor, ni un solo doctor o enfermera, parece que todos aquí, viven apenas de lo humanamente básico.

En una habitación, se puede ver a un hombre, cubierto de sus propias heces, se come los dedos, literalmente. Está arrinconado y asustado, de algo que parece, está viendo en la otra esquina. A veces, y lo he comprobado hoy mismo, la mente nos juega bromas muy pesadas. En otra habitación, hay una mujer, sin cabello, se lo ha arrancado todo. Está de un lado a otro, hablando con ella misma, algo normal, de no ser que su conversación trata de algo que apenas puedo entender en un idioma extraño. No es algún idioma conocido, creo que lo inventó ella, son prácticamente balbuceos, pero tienen sentido, estructura. Vennus, está aterrada, normalmente estaría totalmente amarrada a mi brazo, pero trata de mantener la distancia conmigo. No es para menos, fui un idiota al besarla de esa manera. No sé qué me ocurrió, simplemente lo hice sin pensar. Llega el punto, que creo, una habitación tiene mi nombre, está abierta, esperando por mí. Y yo, entraría sin dudarlo, no sé qué puedo llegar a ser capaz, si hace unos momentos, el que ocupaba mi cuerpo, no era yo.

—Ptss —escucho, alguien nos llama— ¡Ptss!

Nos extrañamos, pero yo ya sabía que sucedería. De una u otra forma nos encontraríamos. Y sí, ahí está. Su cabello y ojos son idénticos a los míos, pero tiene un detalle, su rostro está ligeramente mal formado, y sus manos, están totalmente deformadas. Resultado de una relación incestuosa claro está. Cuando hermanos tienen hijos, los defectos genéticos son más probables, y me extraña que haya sobrevivido hasta ahora. Su celda no tiene nombre, no hay nada, como si no existiera. Pero me reconoce, al vernos, somos muy similares.

—No esperaba verte algún día hermanito, soy Mattias —dice con dificultad, tal parece que apenas aprendió a hablar, como un niño pequeño—. Y tampoco esperaba verte a ti... hermanita.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top