La crueldad de Cattiveria

El regreso a la mansión fue quizá la experiencia más tensa de toda mi vida. He pasado exámenes de matemáticas, pláticas con mujeres, calificaciones con mis padres, hasta el desasosiego de casi morir, y nada de eso puede compararse a un largo camino con dos chicas totalmente locas, que además se odian a muerte por razones sumamente infantiles. El largo trayecto se vio rodeado de una intensa guerra fría entre ellas, con una constante búsqueda de mi atención cual competencia. La carrera espacial se queda corta, ante los monumentales esfuerzos de las dos para obtener el mejor tema de conversación. Vennus comenzó con algo como mi salud, preguntándome mis síntomas y preocupándose de mi bienestar. Debole respondía con algo relacionado, pero no tan condescendiente, un poco más como una madre reprochando a su hijo o una esposa replicando a su esposo. En todo caso, me mantenía varios pasos por delante sin aligerar mi velocidad, para llegar lo antes posible.

Y de nuevo, parece que el sufrimiento y soledad resulta en uno de mis mayores problemas y constante suplicio cada noche, recordando con amargura mi existencia y tratando de dormir para dejar en silencio a mí siempre amable conciencia. Pero de igual manera, estoy ignorando por completo a dos hermosas mujeres que se pelean por mi atención. Hay algo en toda la situación que me grita «¡Eres un idiota, esta noche podrías tener cama cálida con dos mujeres!», una más intensa que dice «Elige a tu amiga, la otra es tu prima». Y en una cantidad casi minúscula, sonando como timbre descompuesto y falta de aire «¡Son seres humanos, no objetos!, trátalas como se debe».

—¿Alguna vez han pensado que pelearse por un chico no es lo más adecuado?, digo, ambas pueden existir fácilmente sin un hombre, no entiendo porque tanto alboroto. —Quizá no pensé lo que dije, es probable que me haya equivocado. Generalmente te haces el interesado, y conservas la pelea hasta el último momento. Te acuestas con una, le prometes amor eterno y a la semana te acuestas con la otra. Después se enteran, una finge un embarazo y la otra nos mata a ambos. Parece la historia que todo hombre quiere vivir, una donde sea él, quien resulte tema de pelea, y locura de dos mujeres o más.

—Esta pelea no es por ti don egocéntrico —responde Vennus.

—¿A no? —pregunta Debole. Llegado este punto, creo que ni recuerdan exactamente porque pelean, simplemente lo hacen, y su forma de darse golpes y patadas es usándome como guante de boxeo. Gana quien mayor atención gane de mi parte, lo que me hace pensar que en realidad no gano nada si llego a darle el favor a alguna de las dos.

—Entonces ¿qué provoca esta rivalidad? —Creo que me apresuré mucho al dar por hecho ser el objeto de su pelea. Si, fui egocéntrico, no es para menos, era lo más parecido. Pero después recuerdo que, algunas personas, en la mayoría de las ocasiones: mujeres, tienen una extraña forma de existir, a tal punto que la obviedad resulta en grosería y lo impensable en obviedad.

—Simplemente no me agrada, es muy... ella. —Wow, me sorprende tanto la forma de ser despectiva de Vennus, que apenas puedo comprender como es posible su nexo sanguíneo con Frodde, un genio al respecto.

En una feria, Cailan falló todas y cada una de las pelotas que le dieron para ganarse un peluche. El juego tenía maña evidentemente, y él pensaba que debía hacerlo muy bien para ganar. Frodde se dio cuenta del truco de inmediato, y de un solo disparo consiguió el peluche más grande. Vertta miraba con cierta pena a Cailan mientras este, seguía intentando desesperadamente obtener el mismo premio, al ver que era real lo intento muchas veces sin éxito alguno. Gastó tanto dinero en el juego, que podía haber comprado más de veinte peluches en una tienda regular.

«No te preocupes si tus padres compartían parientes. Decían que en una época el ácido fólico escaseaba y la leche materna producía tumores cerebrales. Por suerte saliste ileso de aquellos días, pero yo que tú, no trataría de sorprender a una mujer, no querrás salir de la piscina genética por mérito propio». Frodde es un genio con las palabras, y aunque no haya dicho ni una sola grosería, su parafraseo fue tan despectivo que resulta gracioso en todos los sentidos. Lo mejor de todo fue que el juego era imposible de ganar, a menos que el dueño lo permitiera. Frodde le convenció de dejarle ganar, a cambio, Cailan seguro gastaría tanto dinero, que el peluche se pagaría con sobrada diferencia. Lo que resultó de maravilla, Frodde obtuvo un peluche gigante casi regalado, el dueño obtuvo veinte veces el valor de ese peluche y pudieron burlarse de Cailan por el resto del día. Siendo así su padre, Vennus debería tener el justificado honor de ser su legítima heredera. Pero más allá de su poca percepción de la moral cotidiana, ella no comparte mucho con Frodde.

—Pues... pues... tú eres... una... este... —Debole es incluso hasta tierna cuando trata de insultar a alguien. Su timidez le permite a lo mucho, dar la cara al viento. Pero cuando es un huracán o algo más grande, suele abrazar sus rodillas y dejar que la corriente se la lleve. No es muy ducha en la pelea, mucho menos en el arte del insulto, pero lo intenta algunas veces, con terribles resultados.

La mansión, nunca me había parecido tan hermosa. Quizá se vea acabada y llena de imperfecciones, pero es un lugar donde poder esconderse de todo, y dejar que la vida fluya con naturalidad. Lo más inquietante es que, al abrir la reja de la entrada, su sonido es intenso, es decir, todo se encuentra en total silencio, y no hay luces prendidas. Parece una muy pesada broma o unos segundos antes de un cumpleaños sorpresa, pero no es mi cumpleaños y esto no parece una broma.

Debole también siente en cada hebra de su cuerpo la misma sensación de vació y dolor. Como si la mansión guardara en su interior a un monstruo hambriento, o una terrible historia. Vennus, un tanto más tranquila pero algo nerviosa, entra primero y prende las luces del recibidor. Parece que no hay nadie. Desde el hospital, no he visto a nadie más que a Vertta, ni mis padres, ni a Cailan, tampoco a Frodde. Me hubiese gustado más atención siendo sincero, casi muero y parece que a nadie le importa, a tal punto que volví caminando.

—¿Hay alguien? —pregunto, sin respuesta—. ¿Sabes a donde fueron?

—Según ellos, se quedarían aquí. Frodde está en los juzgados y Cailan quizá escapó, pero los demás... —La respuesta de Vennus no me complace, al contrario, me preocupa. Subo las escaleras a mi habitación, en búsqueda de algunas cosas como mi teléfono celular, y algo que me cubra del frio, es posible que la gabardina se haya arruinado. Encima de mi cama, se encuentra la correa de Canne, como un recordatorio del día de ayer. En estos momentos pienso en todo lo que quiero decirle a Cailan, y quizá golpearlo hasta quedarme a gusto, pero no es lo correcto. Quizá meterle una granada por el...

—Un momento —digo, observando algo muy curioso. La correa de Canne está intacta, no tiene ni rasguño o forcejeo. Era relativamente nueva, la compré hace unas semanas. Y sigue igual, exactamente igual. Tanto Vennus como Debole no entienden lo que yo estoy viendo, me ven con cara de loco, diciendo algo como «Es solo una correa».

—¿Sucede algo? —pregunta Vennus, viendo mi rostro, entre enfadado y furioso.

—La correa, está bien... —respondo. Para este momento, Vennus ya había entendido la situación—. Cattiveria era quien llevaba a Canne, pero parece que ni trató de detenerlo. Al contrario, simplemente lo soltó.

Salgo de mi habitación con hambre de respuestas, puerta por puerta, buscando aquella que me recuerde a Cattiveria. Todas son iguales, simples puertas de madera, cada habitación parece indistinta, pero yo sé que cuando me encuentre frente a ella, sabré cual es. No me dispongo a tocar al principio, pienso que es mejor simplemente tirar la puerta, pero luego reflexiono al respecto, puede que no sea lo que pienso. La correa puede no tener forcejeo porque Cattiveria no se esperaba que Canne saliera corriendo tras la granada, y eso provocó que no pudiera detenerlo. Pero luego, me doy cuenta de que eso no tiene el más remoto sentido. De haber sido así, la correa hubiese salido disparada junto con Canne, por lo tanto, estaría destrozada por la explosión, pero no lo está. Eso significa que la correa jamás fue con Canne, por ende, no solo lo soltó, lo desató.

Vennus tiene la llave, eso no lo había contemplado. Y al entrar nos encontramos con una Cattiveria que puede fácilmente representar a cualquier paciente de un psiquiátrico. Está demente, hecha un desastre, su cabello no tiene forma, su rostro se nota demacrado, sus ojos cansados y su mirada exige, implora, pide a gritos, misericordia. Su ropa tiene notables episodios de ira, rabia y locura. Su blusa era de sus favoritas, ahora parece más un simple pedazo de tela arrugado y deshilachado, al igual que su suéter y falda.

Al verla, no podemos si no preguntarnos, qué ha pasado aquí. Apenas anoche, se encontraba de lo mejor, feliz incluso, no estaba molestando a nadie para variar, se mantuvo con Lissa y no hizo nada más. Jugó con la familia, disfrutó con la familia y hasta se reía con Ammiro, con quien había tenido una pelea horas antes. Para Cattiveria eso resulta raro, pero es incluso más raro, verla en este estado de total descontrol, para la reina del control.

—¿Qué te ha pasado? —pregunto, casi olvidando lo que sucedió con Canne, pero preocupado, porque algo tenía que ver.

—Yo... no puedo —responde. Sinceramente, esperaba una respuesta más lógica, o al menos que diera un pequeño atisbo de algo. Pero lo único que dijo, solo hace que se incremente el aura de misterio que nos rodea el día de hoy.

—¿No puedes qué? —Mi pregunta ya se escucha más molesta, como si no quisiera jugar con ella, y es que no quiero. No pretendo seguirle su juego, quizá todo sea parte de una buena actuación para que la perdone, no sería la primera vez que hace algo similar. Ya lo ha hecho varias veces, por ejemplo, en una ocasión me hizo pensar que yo era el culpable de la muerte de una de mis mascotas. La razón: murió de un paro cardiaco, mientras jugábamos a las atrapadas. Ella me dijo que, por mi culpa, por exigirle tanto, por hacer correr a mi pequeño perro, simplemente murió. Fue años más tarde cuando me enteré de que ella le había dado chocolate. La reacción fue lenta, y mi perro quizá por diversión, no se enteró de sus evidentes síntomas. Y yo, por corretearlo, tampoco. No pude notar su temblor, ni su evidente mareo, solo pude verlo tieso en el suelo. Cattiveria, a pesar de ser una niña muy pequeña, pudo fingir no tener culpa alguna, aunque lo sabía perfectamente, no lloró, y me culpó con una increíble facilidad, sin soltar si quiera una gota de arrepentimiento.

—No puedo, mi espejo... —Y sigue, empieza a molestarme de verdad. No dice nada, solo sigue con su actuación, de niña loca—. No puedo mentir.

—¿No puedes? —pregunto con cierto tono de sarcástica sorpresa. Ella no solo puede mentir, vive de la mentira, su realidad son mentiras, nada excepto la mentira es real para ella. ¿No puede mentir?, claro, y yo no puedo dejar de ser optimista—. Si no puedes hacerlo, entonces no te molestará que te haga unas preguntas. Empecemos con algo sencillo, ¿quién fue el que rompió mi consola de videojuegos?

—Fui yo. —Una respuesta clara, aunque era algo que ya sabía, ella jamás había aceptado su culpa.

—¿Quién me culpó ante el director de la escuela por mi supuesta implicación en el caso de los tacos robados? —Una más difícil. Cierto es que Cattiveria jamás acepto la culpa de esto, pero curioso era que nunca tuviera hambre al volver de la escuela. Y sus amigas, subieron al menos cinco kilogramos después de eso.

—Yo lo hice. —Para mi sorpresa, si dice la verdad, pero también es verdad que las respuestas son secas. Por lo que, también es verdad, que no se arrepiente. Es hora de subir el nivel exponencialmente, y comprobar cosas de las que no estoy seguro, pero puede que ella tenga algo que ver.

—Sobre Emma, ¿por qué sabía dónde se encontraban mis ahorros exactamente? —Quizá no lo dije, pero Emma no solo se llevó mi corazón, también tomo mucho dinero que tenía ahorrado para comprar... otra consola de videojuegos. Con ese dinero fue con el que escapó, y lo único que hizo fue dejarme una nota. Más que de disculpas, era de justificación. Dijo que tomo cada centavo como pago por estar conmigo.

—Yo le dije, ya sabía que ella se iría, y también le dije como irse. Le di la ubicación exacta de tus ahorros, la ayudé a evadir a todos y también fui quien la juntó con tu mejor amigo —Su respuesta, era algo que no me esperaba—. Ella, se estaba enamorando de ti. Y yo, hice todo lo posible para que se fuera.

Vennus y Debole están, cuanto y menos, completamente petrificadas. Al ver que yo no tenía una clara respuesta, en un estado similar al shock. Tome a Cattiveria de su blusa y la levante con toda mi fuerza contra la pared. Ella trató de soltarse, pero no podía, yo solo pude sentir que perdí toda mi humanidad por completo, en un solo acto. Tenía pensado azotarla contra la pared hasta cansarme, o lanzarla por la ventana del segundo piso. Pero, aun no tenía clara mi respuesta.

—Canne, ¿lo soltaste la noche de ayer? ¿Soltaste su correa? —Mi voz suena increíblemente gruesa, seca, ronca, como la de un lobo, a punto de devorar a su presa.

—Sí. Lo hice. —No pudo terminar, antes de que azotara su cuerpo entero contra la pared varias veces hasta dejarla de rodillas en el suelo, tosiendo y respirando agitada. Vennus y Debole me tomaron por la espalda y brazos para alejarme de ella, con dificultad, lo consiguieron.

—¡¿Por qué?! —pregunto rabioso.

—¡Porque te odio!, ¡te odio! —responde gritando, entre ira y tristeza, una combinación que jamás había visto en ella, y algo que jamás pensé ver. Lágrimas, rodando por su rostro—. Siempre perfecto, pero más cínico que yo. ¡Te crees la victima!, pero eres el culpable. ¡Yo solo quería un hermano mayor!, y lo que obtuve, fue a un idiota con mi apellido. Jamás me quisiste, y siempre me viste como una amenaza. Nunca te hice nada, nunca te lastimé, y aun así me repudiabas. ¡Por eso te di verdaderas razones para hacerlo!, maté a tu perro, te alejé del amor de tu vida, rompí todo lo que más amabas. Pero te lo mereces, porque tú me rompiste a mí. Aprendí a mentir porque no podía decirte nunca la verdad. Y ahora, solo puedo decir eso...

La escena es dramática, el silencio se adueña una vez termina de hablar, lloriquear, berrear y gritar. No sabía si sentir lástima, o culpa. Es verdad, desde que llegó a mi vida jamás la traté como a una hermana, siempre la mantuve alejada, aunque se esmeraba en estar conmigo. Nunca me sentí cómodo con ella, sentía que invadía mi vida, como un parasito, como un virus. Es mi culpa, cierto, yo provoqué todo desde el principio.

—¿Por qué?, tu no odiabas a Canne —vuelvo a preguntar.

—Porque papá me lo pidió. Me dijo que soltara a Canne, que lo dejara correr, y yo... —Sé que dice la verdad, no puede mentir, y eso la destroza. Tan acostumbrada está, que cayó en lo más bajo por no poder decir ni una sola mentira incluso a su espejo. Creo yo, que ambos hemos pagado nuestros errores, yo perdí lo mío, y ella lo suyo. Ahora el problema es otro, resulta que mi padre, Ammiro, está también involucrado. Llegado este punto, no estoy muy seguro si Cattiveria realmente es culpable, y si Cailan, lo sigue siendo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top