Cena de navidad
Sentados como en la última cena, nos encontramos de extremo a extremo, ocupando cada sitio disponible de la larga y amplia mesa del comedor de esta mansión. Como todo, es de madera, aunque mejor cuidada curiosamente, con un mantel rojo que cubre casi por completo la superficie. Por encima, hay platillos de deliciosa y lujosa comida que comúnmente solo se come por estas fechas. En cualquier otro día, sería considerado un total despilfarro de dinero, a tal punto de ser una grosería. Pero en Navidad, parece que todo es justificado, si se trata del desmedido consumo a los pies de la egocéntrica humanidad.
Pavo, puré, ensaladas y guisados. Platillos, y cubiertos de plata, vasos de cristal, y copas de vino para cada invitado. En total, nueve. Con bastante espacio unos de otros. En el extremo derecho se encuentra Frodde como anfitrión, seguido de Vennus, después yo. A mi otro lado se encuentra Ammiro e Inna y en el otro extremo se encuentra Vertta. Del otro lado está Cailan, Lisa y Cattiveria, como si un lado fuese el cielo y el otro el infierno. Cattiveria está justo frente a mí, Lisa frente a Vennus, seguro esto será tal espectáculo, que pagaría por ver. Una cena que está destinada a convertirse en una serie de insultos bravos y guerra de comida. Mientras tanto, me quedo detrás jugando con mi celular para aparentar no pertenecer a esta familia.
Frodde toma una de las copas de vino, la suya es especial, de oro puro, se nota realmente pesada. Las demás son de simple cristal, aunque muy modernas y lujosas, una sola copa seguro cuesta más que un riñón mío. Se levanta de la mesa y golpea la copa suavemente con uno de los cubiertos de plata. Carraspea la garganta y se acomoda su larga gabardina.
—Muchas gracias por haber venido desde tan lejos, a mi humilde morada —Parecerá broma, pero juro que lo escuche reírse internamente. Es sin duda el más afortunado de toda la familia. La mía no es especialmente adinerada y actualmente Ammiro está pasando por una mala racha. Y del otro lado, Vertta apenas trabaja, no le gusta, prefiere viajar y divertirse. En cuanto a Cailan, no tengo grandes esperanzas en él—. Hoy, es un día de gozo y festejo, una tradición que hemos mantenido viva todos estos años. El reunirnos hoy día, y pasar momentos inolvidables juntos. Como familia, hay que estar unidos, y no hay mejores oportunidades que esta, para reforzar ese inquebrantable vinculo. Espero que el próximo año sea mejor que este, y todos cumplan sus más profundos deseos y sueños, que en ocasiones no podemos llevar a cabo. ¡Salud!
Todos levantan sus copas, repletas de vino rojo, casi cual sangre, y las chocan unas con otras, haciendo ese característico sonido. Cailan es obviamente, el primero en beber de su copa, seguido de Cattiveria que curiosa, prueba el alcohol por primera vez, al parecer no le gusta. Por no quedarse atrás, Lissa también bebe, pero a diferencia de Catt, a ella si le gusta el sabor, incluso se lo acaba. Sigue Ammiro que lo toma cual bárbaro para hacer la broma, e Inna, avergonzada de su actitud infantil, toma cual princesa o dama de alta estirpe. Vertta, que no es fanática del alcohol, apenas le da un sorbo y lo deja de vuelta en la mesa. Solo faltábamos nosotros, y es Vennus la que da el paso, toma un poco, no le agrada mucho el sabor, pero se lo termina todo, aparentemente por la fuerza.
Veo la copa, y el rojizo vino, a la vista no se ve apetecible, pero su olor es extrañamente dulce. Procedo a tomar un poco, para darme cuenta de que tiene un delicioso sabor, indescriptible, es dulce, y suave a la vez. A diferencia de otros vinos que he tomado, este es con diferencia el que más me ha gustado. Y con esto, el brindis termina, y volvemos a nuestros asientos para dar paso a el consumo desmedido y casi bestial de la comida.
Cuando estás en una cena familiar, esperas que se trate de algo ameno, algunos pidiendo la sal y otros pasándola mano por mano. Compartiendo cada pedazo, con suficiente cantidad para todos, e incluso de sobra por si acaso. Alguno sirviendo a otro, de forma alegre y cordial, otro sirviendo las bebidas y uno más pasando los aderezos. Pero saben, Canne, mi perro, no está debajo de la mesa por casualidad. Hay algo que él sabe, y es que, esta familia, no es nada similar a todo lo que acabo de describir. Pues, como animales, toman todo lo que pueden sin dejar un pedazo, arrancan las piezas del pavo con fuerza, la ensalada se la sirven en montones, y cualquier otra cosa, salpica por la voracidad con la que todos se avecinan ante la mesa para tomar todo lo que puedan. Pareciera que el salón entero temblara, y como pintura moderna, los muros son decorados con pedazos de comida que salen volando. No es muy raro que algo pueda llegar a tocarte en el ojo, o que por meterte de más recibas una mordida. Mientras comida cae al suelo y Canne aprovecha para tomar todo lo que puede.
Lo cómico, es que todos toman conforme a su personalidad, pero con el mismo fin, es decir: Vennus usa su cuerpo como pretexto, si llegas a tocarla te hará un escándalo, por eso se mete sin decir nada, con toda su cadera por delante y toma todo lo que puede. Ammiro usa la fuerza bruta y empuja a todo aquel que se encuentre en su camino, algo similar a Cailan. Frodde ya había guardado su ración en el refrigerador, y solo debía ir por ella y calentarla. Cattiveria envía a Lissa por la comida de ambas, aprovechando su agilidad y tamaño. Vertta simplemente toma todo de manera ágil, como evitando criaturas peligrosas, incluso hasta domarlas, e Inna, toma pedazo por pedazo de manera elegante y sutil, como una reina entre bestias.
En mi caso, bueno, soy más de los que espera a que termine la estampida y tomar lo que sobre. Llegará un punto en el que se cansarán de luchar y yo podré entrar a tomar algo mucho más tranquilo y sin problemas. Y en efecto, eso sucede. Cual carroñeros, dejaron muy poco, pero suficiente para un platillo decente. Me levanto y paso entre los gruñidos de estas criaturas hambrientas y tomo lo que puedo. Para regresar a mi asiento y comer.
Generalmente, en restaurantes u hogares tres segundos normales, se suele escuchar el sonido de los cubiertos. Aquí, nuevamente es la excepción, pues entre gruñidos y pláticas escandalosas, la comida pierde cierto sabor que realmente tiene, pero la compañía no suele ser la indicada. Y mucho menos, cuando sientes como algo sube por tu pierna y sabes que no es la lengua o nariz de Canne. Poco a poco hasta la rodilla, es algo sólido y tiene cierto movimiento recto. Vuelve a bajar y repite el proceso, acariciando mi pierna. Extrañado y muy incómodo, levanto el mantel para darme cuenta de que se trata de Vennus, con su pie. Volteo para ver, pero ella aparenta que nada sucede, está comiendo, sin inmutarse. Con mi mano la empujo y se puede ver el movimiento en su cuerpo. Lissa nos ve fijamente, con sus ojos críticos y buscando cualquier pretexto para hacer otro comentario digno de ella. Vennus, molesta, pone su mano en mi muslo y vuelve a acariciar, esta vez sin querer aparentar demasiado.
Preocupado, miro a todos lados, pero la familia entera está distraída en sus propios temas. Inna, Ammiro, Vertta y Cailan platicando, Cattiveria respondiendo mensajes, y Frodde degustando su comida con los ojos cerrados. Solo Lissa nos mira fijamente, en una batalla contra Vennus, que se torna muy personal y parece que yo soy el árbitro de tan épico combate. Aunque, siendo sincero, preferiría irme a comer a la sala. Aun sin entender por qué Vennus combate usándome como objeto. Dudo mucho ponga celosa a Lissa, en todo caso debería tocar a Cattiveria, eso la pondría furiosa. Pero más que celos, está provocándola, haciendo justo lo que ella espera adrede, haciendo que sea menos divertido evidenciarlo. O eso creo.
Por ahora, lo único en lo que puedo pensar es que la mano de Vennus sube cada vez más, abarcando más mi muslo. No estoy muy seguro cómo reaccionar, si quito la mano de Vennus, probablemente la ganadora sea Lissa y no quiero eso. Quizá la respuesta obvia es dejarlas hacer lo que quieran, hasta ahora no estoy perdiendo nada, al contrario, muchos pueden considerar que soy un absoluto afortunado. Pero, esta es mi vida, y si no es infortunada por naturaleza propia, yo mismo la hago así.
—¡Oh dios! —grita Inna, enojada más que asustada. Porque tome el vino y muy descuidadamente lo tiré sobre toda mi ropa, de tal forma que pareciera un absoluto accidente. Seguramente seguiría un gran escándalo por parte de mi madre, quien, no contenta de evidenciarme y regañarme cual crio frente a todos, posiblemente me desvista y me obligue a ir en paños menores con este frio en el patio. Pensándolo bien, creo que no era tan malo el masaje que me estaba dando Vennus gratuitamente, puede que ni ella se atreviera a llegar más lejos y dejara la situación así. No lo sé, y ahora nunca lo sabré.
—Ven, acompáñame. Tengo ropa que puede te quede —dice Frodde, quien me acompaña a su habitación, antes que Inna explote en mil pedazos y podamos ver sus sesos repartidos por toda la casa. Ahora mismo, lo veo como mi héroe, pues me salvo de Inna, por querer salvarme de Vennus, quizá después de todo, mi vida no sea esa gran basura que veo.
Frodde es, con diferencia, con el que más conecto de toda la familia. Entiende mi humor, bromeamos juntos, y puede salvarme en numerosas ocasiones de grandes aprietos como este. Su único problema, es no darse cuenta de lo enferma que está su hija, pero quitando eso, es casi perfecto. Caminando por los pasillos puedo ver su larga gabardina que choca con sus talones. Es muy delgado para su increíble estatura, siendo el más alto de toda la familia. Pero con gran porte y elegancia incluso al caminar. Al verlo, a la distancia, no puedo dejar de imaginarme la gran cantidad de secretos y misterios que guarda tras su desquiciada sonrisa. El secreto de la inmortalidad, quizá de la riqueza, pero algo es seguro, su secreto es muy grande y no alardea de él.
—Me recuerdas tanto a mi cuando joven, ¿ya te lo había dicho? —La pregunta es retórica, pues esa misma frase la repite cada vez que nos vemos. Siempre dice que soy igual a él, aunque no sé en qué sentido. A decir verdad, sé muy poco de su historia, incluso parece un secreto a voces que solo Inna y él saben con certeza. Lo único que he escuchado es que Frodde se separó de su familia en algún punto de su juventud, y vivió alejado de Inna durante todo ese tiempo, hasta hace poco donde se reencontraron y reunificaron.
Se equivoca y por mucho con su afirmación, no soy igual a él, no tengo su coraje o valentía. Frodde se separó de la familia, lo cual no es algo muy claro. Nuestro abuelo era un gobernador acaudalado, y mi abuela una mujer realmente amorosa. Según se cuenta, tenían formas de pensar diferentes, aunque tal parece su pasado es difuso. Puede que su gran fortuna hiciera que el abuelo fuese represivo, y combinado con los mismos delirios religiosos que tiene Inna, no creo que haya sido el padre modelo. En cambio, del otro lado de la familia, mi abuelo paterno era de lo mejor. Mi amor a los documentales o al conocimiento se lo debo a él, y mi abuela es bastante cariñosa, melosa, del tipo de abuela que sostiene las mejillas de sus nietos hasta ponerlas negras por necrosis. Lo que explica el carácter de Ammiro y Vertta, mucho más divertido, abierto y aventurero.
—Para nada, es la primera vez que te escucho decir eso —respondo, el sarcasmo es nuestro lenguaje, casi nunca hablamos normalmente. Llega un punto en el que no sabemos que es o no sarcasmo, y si llegamos a hablar en público, podemos dejar a más de uno con la duda.
—Pues te mentía, yo era más guapo —dice, mientras entra a la habitación, fúnebre y amarga, incluso más que la de Vennus. Se nota como el cuarto principal de un jefe de la mafia más cruel que se pueda encontrar en toda Italia—. Toma lo que te quede del ropero, seguro habrá algo de tu talla. Y si no, lo corto para ti.
Sin ser una gran sorpresa, toda su ropa era una psicótica combinación de verdes y negros, tonos esmeralda o bosque, con negros tan profundos que hacen imposible ver entre prendas. La mayoría son pantalones, chalecos, camisas y gabardinas, algunos abrigos y uno que otro saco. Decido tomar el pantalón más pequeño, que igual me queda enorme, una camisa blanca y un chaleco muy angosto. En el fondo se puede ver una capa con mangas, muy vieja y usada, con cierto tono gótico, pero a la vez elegante. Esta curiosamente limpia, inmaculada a pesar de su estado, y para mi suerte, es de mi talla exacta.
—Me gustaba más tu esmoquin de niño bueno y obediente que seguro eligió Inna para ti —comenta Frodde—. Pero supongo que un estilo descuidado y gótico pueda quedarte. Quizá eso es lo que necesitas para dejar de ser el último en la lista de citas.
—¿Tú que vas a saber? —pregunto algo ofendido por su muy cierta observación.
—Porque yo tampoco fui muy popular con las chicas —responde—. Tienes suerte de tener buen parecido, pero, así como me ves, era de pequeño. No soy el tipo de príncipe azul, caballero de plateada armadura con un fino y bravo corcel, cabalgando por las montañas para alcanzar a la... digamos, princesa.
No podía decirlo de otra forma, y es así como lo imaginaba. Quizá con un peinado totalmente pegado a su cuero cabelludo, perfectamente delineado y con cierto toque de «mamá estuvo aquí», con su tez pálida y ojeras. Escondido entre los arbustos durante el receso, alejado de todos, hablando con los pájaros y animales, quizá recitando algún rito satánico. Y en el salón, incluso la profesora lo veía con un rostro de asco, los compañeros se alejaban de él, y le jugaban bromas muy pesadas, por ser delgado apenas se podía defender y solía vivir con el constante miedo de la próxima travesura, que hacen los «inocentes» niños de una escuela, con sus juegos tan tiernos.
Me acomoda mi ropa y hace pequeños ajustes, con aguja e hilo modifica el pantalón, recorta la camisa con tijeras sin miedo, y me postra frente al espejo, para asegurarse que mi vestimenta quede perfectamente simétrica. Similar a un padre cuando viste por primera vez con un traje a su hijo, es quizá un momento tan íntimo entre hombres, donde se comparten los conocimientos de porte y etiqueta al siguiente de la generación. Tengo miedo de preguntarle muchas cosas, porque sé su respuesta, y no estoy seguro si es lo mejor para todos. Me pregunto si alguna vez quiso tener un hijo, o alguien más en su familia. Mudarme a esta mansión, a pesar de la distancia no me sería molesto. Pero cuanto más lo pienso, más aparece cierto nombre en mi frente, que me recuerda mi lugar. Vennus.
De vivir juntos, no estoy muy seguro cual sería la barrera, el límite, la frontera. Y tampoco estoy muy seguro hasta qué punto lo quiera o pueda impedir. Dormir con ella, vivir con ella, estar con ella. No estoy seguro, pues su nombre no deja de estar enlazado con una gran cadena de metal indestructible: un título. Que yo no le di, ni ella se lo dio, nos los impusieron de pequeños como un muro impenetrable. Ese título es: familia, y tiene tantas implicaciones que llega un punto donde es hasta ilógico.
—Deberías dejar de pensar tanto Danniel —dice Frodde, de la nada, mientras prepara esencia para perfumarme—. Vive, y no le tomes demasiada importancia a las cosas. Lo que suceda, sucederá, y da muy igual cuanto lo pienses, en ocasiones es inevitable.
Ya desearía pláticas así con Ammiro, más cercanas al ser que al hecho. En lugar de hablar solo de ciencia, que me gusta, también algo más cercano, pero seguro no lo vería con los mejores ojos, pues no es algo propio de un «hombrecito». ¿Cierto?
—Estás listo, quizá a Inna le tome tiempo recuperarse, pero traté todo lo que pude para que te vieras lo mejor presentable posible, incluso con esta ropa —dice Frodde, que toma todas sus cosas y las guarda donde las tomó. Sostiene mis hombros y me mira una vez más de arriba abajo, para dar por terminado su trabajo y estar satisfecho con el resultado. Como un maniquí en un aparador, o un perrito antes de un concurso.
—Gracias por salvarme, otra vez —agradezco, no es para menos.
—Procura no volver a derramar adrede vino en tu ropa, hay otras formas de alejar a Vennus —responde, con tal tranquilidad que no sé si reír o llorar. Lo sabía, sabe de su hija y sus incestuosas ideas, sin preocuparse lo más mínimo. Y esa es la diferencia entre su familia y la mía. A ellos no les importan las etiquetas o grandes cadenas de metal indestructible, pues ellos mismos rompen esos muros impuestos al nacer que parecían impenetrables, se deslindan de todo lo que está predefinido, omiten los arquetipos y coexisten con su propia naturaleza, aceptando lo que son. Algo es seguro, su lugar es en esta alejada mansión a lo alto del monte. La sociedad los recriminaría, aplastaría y juzgaría sin piedad alguna. Puede que no estemos listos para su forma de ser, o ellos no lo estén para la nuestra. Sea cual sea la respuesta, la distancia suele ser una buena forma de resolver estos conflictos, vivir y dejar vivir.
Ambos volvemos al pasillo, para regresar al gran salón, y continuar con la fiesta navideña. Con ciertas dudas en mi cabeza sobre mi próxima jugada. Seguro Frodde ya sabe lo que haré, aunque yo no lo sepa. Él ya ha planeado estrategias y contra estrategias, yo apenas he movido un peón del juego, y mi contrincante es algo contra lo que quizá no pueda jugar.
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