Bondad.

JungKook ya tenía once y era tan solo un cachorro.  Siendo mimado por aquellos dos cazadores los cuales aún no pensaban en entrenarlo para ser el alfa que querían que fuera, comportándose algo duros pero demostrando su cariño en cada acto.

TaeHyung ya tenía doce años ahora y era todo un pequeño travieso al que le gustaba asustar a las gallinas y hacer rabiar un poco a la anciana pero tierna abuela Jina.  Era un omega pero eso no le impedía ser igual de temerario que un alfa y hasta ágil al momento de jugar.

—¡TaeHyung, deja de asustar a las vacas! —Grito Jina con el rostro rojo molestia mientras agarraba a su pequeño diablillo del brazo —Te he dicho mil veces que...

Antes de que pudiese seguir gritando el omega abrazó una de las piernas de la alfa y escondió su rostro en esta, en un ingenioso plan para salvarse del castigo.

El rostro de la mujer volvió a su tono natural mientras intentaba mantener su enojo, pero, al sentir los cariños del omega le fue imposible.

—Eres un tramposo, TaeHyung —afirmó tomando entre sus brazos al menor, abrazándolo con cariño —Nunca me dejas estar enojada contigo.

Jina no tenía ninguna vergüenza en admitir que el omega sabía cómo manipularla y librarse de los castigos con facilidad.

—Te aprovechas de mi amor —siguió diciendo.

—Eso no es cierto, abu —se quejo el menor, sonriendo con travesura a tiempo que la alfa lo bajaba.

—Ya, vete a jugar un rato mientras yo arreglo este desastre —pidió a lo que TaeHyung ni lento ni perezoso obedeció —¡No estés muy lejos y tampoco hagas mas travesuras! —advirtió antes que el omega se fuese en su totalidad.

—¡Si, abu Jina! —grito como respuesta, acercándose a los pequeños matorrales que eran propiedad de aquella amorosa anciana.

Con rapidez el menor se acostó en el pasto, cerrando los ojos y disfrutando los rayos del sol que acariciaba su rostro, le encantaba aquello, ese sentimiento de libertad que tenía cada vez que se encontraba entre la naturaleza.

Debió de quedar dormido porque cuando volvió a abrir los ojos una mariposa se encontraba apoyada justo en su pequeñita nariz.  TaeHyung carcajeo ante tal maravilla pero inconscientemente asustó al insecto, que con lentitud empezó a volar directo al bosque, revoloteando sus alas de una manera que parecía que invitaba al menor a seguirla.

—¡Hey! —se quejó el niño haciendo un pequeño puchero para luego volver a reír, mostrando su bella y peculiar sonrisa —¡Espérame, linda! —pidió y de un salto se levantó, hipnotizado y confiando en su nueva amiga la siguió, balanceándose en una danza que solo él y la mariposa compartían.

JungKook estaba tomando un vaso de leche cuando la dulce fragancia llegó a sus fosas nasales.  Era un aroma peculiar, la combinación de lavanda, manzanilla y cananga odorata que dejó completamente cautivado al pequeño alfa quién sin darse cuenta ya estaba buscando el lugar de donde provenía tal olor.

—¿Que sucede, niño? —pregunto NamJoon al notar que JungKook estaba saliendo de la casa sin siquiera avisar.

—¿No hueles eso? —pregunto el menor.

El hombre asintió.

—YoonGi Hyung nos cocinara pollo con patatas —hablo.

JungKook negó, este olor era mucho más agradable que cualquier pollo con patatas.

—No, no es eso —dijo aspirando el aire.

NamJoon rió.

—Creo que en olores aun tienes mucho que aprender, JungKook.

El menor torció la boca en una mueca, él era terco y si pensaba que había un olor peculiar iría y lo buscaría.

—¿A dónde vas? —pregunto NamJoon notando como el menor se levantaba de su asiento y se dirigía hacia la puerta.

—Solo investigare un poco, vuelvo en un momento —aseguro y sin esperar una afirmativa salió de la casa, dispuesto a adentrarse al luminoso bosque para la búsqueda de aquella cautivadora fragancia.

TaeHyung estaba moviendo sus pies descalzos al ritmo de la música que sonaba en su cabeza en el momento que aquel joven desconocido se presentó en su campo visual.  Sin pensarlo y con rapidez se escondió detrás de uno de los árboles y miró al intruso con curiosidad y algo de temor, suspirando de alivio al notar que su presencia no había sido detectada por ese pequeño alfa.

Los grandes ojos de TaeHyung revoloteaban con nerviosismo, su abuelita siempre le dijo que nunca debía acercarse a un desconocido ni dejarse ver por estos y aunque no le dio la razón de aquella advertencia el menor obedecía al pie de la letra la orden, siendo cuidadoso y sigiloso al momento de estar en el bosque y despabilando con rapidez a los hombres que se atrevían a entrar a los territorios de Jina, escapando antes de que ellos siquiera se dieran cuenta que no estaban solos.

Pero esta vez era diferente, no era un hombre el que se encontraba frente suyo, no era alguien intimidante ni que pudiese hacerle algún daño.  Era un niño, con el pelo negro azabache, nariz prominente y piel pálida.  Un niño con el cual podía jugar, jugar de verdad no como lo hacía con Hoseok y Jimin siendo estos ya adolescentes los cuales aunque lo intentaban no tenían tanta imaginación o paciencia para soportarlo mucho tiempo.

—¿Qué haces? —no pudo evitar preguntar TaeHyung al notar que el chico parecía estar oliendo algo, saliendo de su escondite gracias a la curiosidad que sentía.

—Estoy buscando algo —respondió el pelinegro de inmediato, muy inmerso en lo que olía para prestarle atención al omega o siquiera darse cuenta de que este le acababa de hablar.

—¿Qué buscas? —volvió a preguntar TaeHyung con una pequeña sonrisa en los labios.

El alfa se acercó al rostro del rubio y al tener casi sus narices juntas lo noto.  Abriendo los ojos desmesuradamente sonrió.

—¡Eres tú! —grito para luego aullar con alegría.

TaeHyung lo miró sorprendido.

—¿Por qué haces eso? —preguntó curioso.

—Los alfas hacemos eso al encontrar lo que estábamos buscando —respondió recitando las mismas palabras dichas hace un tiempo por NamJoon, al fin pudiendo admirar a su "tesoro" en su totalidad.

JungKook quedó petrificado y sus mejillas se colorearon.  Estaba seguro que el niño que estaba frente suyo era de su edad pero también estaba seguro que la belleza de este no era algo normal.

Con sus labios de un color rosado que se igualaba a algunas flores en el bosque, cabello rubio que parecían pequeñas cascadas de oro líquido y una caperuza roja que le quedaba excesivamente grande, tapando con esta todo su cuerpo.  Parecía un muñequito de porcelana, demasiado hermosa para ser real.

—¿Qué eres? —Pregunto y sin poder detener sus instintos se acercó al cuello del omega, haciendo que este de la sorpresa cayera al suelo con JungKook sobre él —Hueles muy bien —susurro con sorpresa, provocando que el rubio se sonrojara con intensidad.

—Soy un omega y me llamo TaeHyung, ¿y tú? —pregunto, exponiendo su cuello para que el menor pudiera olerlo mejor, TaeHyung no se sentía incómodo y estaba feliz de complacer a quién esperaba sea su nuevo mejor amigo.

Omega.

JungKook podía recordar haber escuchado esa palabra antes pero no sabía de dónde.

—Soy un alfa y me llamo JungKook —informó, hundiendo inocentemente su rostro contra la piel del rubio.

TaeHyung sonrió, observando el cielo mientras una agradable sensación le recorría el cuerpo.

—JungKook, ¿quieres jugar a las escondidas conmigo?

El menor aún hipnotizado por el olor asintió, inconscientemente acariciando con la nariz el cuello del omega.

—Pero si uso mi olfato te encontraré de inmediato.

TaeHyung negó.

—Yo me encargare de que no me encuentres.

El pequeño alfa sonrió, dudaba de las palabras del rubio pero aun así se alejó y cerró los ojos.

—Uno, dos, tres...

Con rapidez el mayor se escondió pero antes impregnó su olor en otras partes del territorio, en un intento de confundir un poco a su nuevo amigo.

—¡Salí! —grito JungKook.

Levantándose con rapidez se dispuso a encontrar al rubio, siguiendo su olfato camino hacía unos árboles y su decepción fue grande al notar que el mayor no se encontraba ahí, pero, no se rindió, vagando por el terreno en búsqueda de su "presa".

Se detuvo de golpe al captar finalmente la verdadera dirección, fue como si una voz le susurrara dentro de su cabeza donde se encontraba el piel acaramelada, un instinto imponente.

Se agacho con lentitud y con cuidado de no hacer ruido miró entre los matorrales.

Por un segundo la respiración del pequeño JungKook se detuvo y su corazón empezó a resonar con fuerzas.  Desde los matorrales unos grandes y rasgados ojos color miel le devolvieron la mirada, tan profundos que parecían tener estrellas adheridas en las pupilas y la noche dibujada en sus iris.

Y aun a su corta edad JungKook supo que la mayor obra de arte estaba justo frente a sus ojos.

—¡Me encontraste! —Grito TaeHyung causando que el menor lograra al fin salir de su ensoñación —¡Fuiste muy rápido, JungKook!

Ante el halago el nombrado sonrió, sintiéndose orgulloso.

—Otra vez —pidió el pelinegro haciéndole entretenida la idea de buscar al rubio, cerrando los ojos con fuerzas para volver a jugar —uno, dos, tres, siete...

El omega rió mientras corría a esconderse de nuevo, siendo encontrado siempre por JungKook momentos después, aunque algunas veces eran más complicadas que otras.

Y así jugaron toda la tarde, aquel omega y aquel alfa sin ser conscientes de sus diferencias y solo disfrutando de sobremanera pasar tiempo juntos, creando una amistad tan pura como la que solo unos niños pueden tener, sin prejuicios ni penas.

Aunque claramente eso no duraría para siempre. 

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