Seis

-Llámame si necesitas algo. Solo aprieta ese botón y estará manducando. He guardado mi numero en marcación rápida.

Me he cambado tan rápidamente, que mi pelo ha quedado hecho un desastre. En realidad, nunca ha tenido un orden, es solo una ida de mi mano peinándolo hacia atrás y ya está. La camisa a cuadros azul ya está comenzando a hacerme sudar y dudar a la vez.

Mi madre me mira frunciendo el ceño y suelta una misa suave y yo ladeo la cabeza. Me lanzo hacia atrás, recostándome en la pared. Cierro los ojos.

-Avísame cualquier cosa. -añado. Mi madre musita una si y yo me acerco a darle un beso en la frente. Ella se acomoda y le subo el edredón hasta los hombros.

En cinco minutos mas, ya está dormida.

La casa en la siempre festejábamos, quedaba a solo una hora de donde vivo. Subo al autobús que me dejaría a solo una cuadra y me siento en los últimos asientos.

¿De verdad querrían que me pasara? Digo, no he ido allá en meses y de verdad no creo que esté para festejar nada, pero mi madre ha insistido en que salga y me divierta. Aunque precisamente no creo que vaya a divertirme.

...

La casa está con todas las luces encendidas y la música al máximo volumen. Siempre, aunque fuera día de semana, había fiesta en esta maldita casa. Con una sonrisa de medio lado, por los recuerdos, subo al porche de la casa. Saco el llavero de mi bolsillo trasero del pantalón y busco la llave azul.

Todos los que estamos desde el inicio de esta maldita casa, tenemos una llave de entrada. No somos mas de 10 ni menos de 7 pero la verdad es que nunca quise botarla.

Si, estuve a punto de lanzarla a la mierda juro con toda mi vida pasada cuando me di cuenta de que todo tenía que cambiar. Pero aquí estoy, con las llaves en mis manos meditando todo esto. Suspiro e inserto la llave en el pomo que giro de inmediato.

La música me llega con mayor intensidad al igual que la poca luz que está dentro. Cierro la puerta atrás de mi ya que no hay nadie en la entrada. Aparte de unos cuantos tipos besándose.

Lo primero que se ve al entrar la casa, es la puerta de la cocina. La luz del fluorescente ha sido cambiada por una azul así que ahora todo se ve de ese tono. Las botellas de alcohol están abarrotadas en la encimera y unos vasos en el piso. En el refrigerador, cuelgan algunas fotos de todos nosotros desde hace 4 años.

Niall y yo botados en el piso, ambos borrachos y sonriendo a mas no poder mientras que Natalie se estira sobre nosotros. Meneo la cabeza y empujo la puerta con salida al vestíbulo.

Y entonces la música proveniente de aquí, cesa.

-Oh por Dios. -murmura alguien detrás del sofá rojo.

-No puede ser. -añade una chica de cabello rubio a la cual no he reconocido.

-Pues si, si puede ser. Está aquí, señores y señoras, el legendario Harry Styles. -comenta Niall levantándose del suelo cubierto de moqueta. Se balancea un poco y se dirige hacia mi. -Bienvenido otra vez, amigo. -y me entrega su vaso rojo de plástico.

El fuerte olor a vodka inunda mi nariz ya acostumbrada a él, pero por el tiempo excluido de todo esto, hace que lo sienta aún más fuerte.

Y sonrío ampliamente. La música vuelve a sonar y la gente que había venido a protestar por la falta de esta, se detiene en la entrada del vestíbulo para verme.

Hay muchas caras desconocidas pero también hay muchas conocidas. Tanto como, Niall -obviamente-, Louis, quién sonríe con es ceño fruncido, está acostado en el sofá, Natalie con su larga melena rubia y su linda sonrisa. Todos ellos, incluyendo los desconocidos, levantan sus vasos hacia mi.

-Bienvenido, Harry. -dice ella tratando de reprimir una sonrisa entre sus blancos dientes. -Y espero que esta vez no vuelvas a irte.

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