Dos

"Wasn't it easier in your luchbox days?"

A penas bajo del bus, pienso en retractarme. Puedo mezclarme fácilmente entre todos los tipos de por aquí. Mi altura y los tatuajes que inundan mi cuerpo no son mas que una faceta común.

Saco mi teléfono mirando por el rabillo del ojo si alguien viene. Si bien no tengo un buen teléfono ni el último de la moda, es lo justo y suficiente. Me sirve para contactar a los doctores de mi madre, a la farmacia por el tema de la medicina.

Si me quitan esto, sería aún más difícil.

Busco entre los mensajes, uno con el nombre de receptor como Niall. Lo había conocido en la escuela y cuando me lo encontré el año pasado, y le conté todo el drama que estaba pasando, me mandó el dato en un texto.

"Dicen que está entre las ruinas de un edificio abandonado y una especie de almacén. Algo casual. La gente suele pasarse por las ruinas, pero si quieres entrar por primera vez, debes tocar."

Guardo en celular en mi bolsillo trasera y recuerdo que Niall me había mandado después otro. Vuelvo a buscarlo y lo encuentro.

"Nunca digas su nombre"

¿Cómo se supone que lo diga si ni siquiera lo sé? Como sea, tomo aire comienzo a caminar por las calles ni desiertas ni pobladas. El sol golpea con intensidad pero sin emitir calor sobre la acera en la que camino.

Una mujer junto a su pequeño -hijo, supongo. -pasan a mi lado y me sonríen. Me obligo a no mirar hacia atrás porque si lo hago, volveré hacia atrás completamente. En la esquina de la calle, veo a un hombre sentado en una banca a un lado de un buzón leyendo un diario.

-Disculpe, señor. ¿Sabe usted dónde hay un almacén? -pregunto. El hombre se voltea y me sonríe ampliamente. Tiene puesta una especia de boina burdeo y un bigote poblado un tanto gris.

-Pero ¡claro! -exclama emocionado. Se des cruza de piernas dejando el periódico a un lado y se levanta para ponerse a mi lado. Se aclara la garganta levanta el brazo en dirección al Norte. -Debes seguir en esa calle hasta el final y luego doblar a la izquierda. Está en la esquina mirando hacia ya, jovencito.

Trato de recordar la ruta y memorizarla para siempre. El hombre se apoya en mi hombro y me da una llamada en la espalda con la otra.

-Muchas gracias. -murmuro.

-No hay de qué. Qué tengas un lindo día. -responde y vuelve a sentarse en su lugar y abre el periódico nuevamente.

He notado que la gente suele tratarme mejor que nunca antes de conocerte o de conocer lo que harás.

Me limito a sonreírle y seguir mi camino hacia delante. El sol aquí ya golpea de manera mas tenue y hace que sienta un poco de frío, aunque sé que es psicológico. Doblo en la esquina y efectivamente, veo el negocio. Tiene una mesita redonda en la parte e afuera pero está vacío.

Los pequeños tacos de mis botan suenan por el eco de la calle vacía y me obligo a caminar con mas sigilo y rápido. Llego a la línea que separa la casa del negocio para dar inicio a una gris color asfalto. Hay una puerta de metal roja y me planto frente a ella.

Suspiro sonoramente deseando con todas mis fuerzas que esto sea mucho más fácil, casi como cuando era adolescente. Ojalá esto sirva y valga la pena. Toco con mi puño con los anillos que alguna vez mi madre me regalo, y que son todo para mi, pero si los empeño, no son ni un grano de arena; la puerta de metal y espero.

La bandana que rodea mi cabello está haciendo que comience a sudar por los nervios que devoran mi cuerpo. Han pasado ya minutos y nadie abre, pero de la nada, escucho cómo el cerrojo se abre del otro lado. Miles de cerrojos.

Una rejilla del tamaño de un rectángulo de 15x5 se abre a la altura de mis ojos.

-¿Nombre? -pregunta el hombre de los ojos castaños.

-Harry... Harry Styles -consigo decir con la voz rasposa. Niall no me dijo que tendría que decir mi nombre, pude haber inventado uno.

Pero lo habrían sabido de todas formas.

-¿Quién te ha enviado? -pregunta de nuevo la voz ronca.

M quedo mirando los ojos penetrantes en los verdes míos. Bajo la vista y me muerdo el labio. La verdad es no me ha enviado nadie. ¿Me dejarán entrar?

Decidido tomó aire y lo boto mientras digo lo siguiente:

-He venido por cuenta propia.

Veo que los ojos del hombre comienzan a achinarse y junto a ellos, por el rabillo, a salir finas arrugas. Está sonriendo. La rejilla se cierra de un golpe y la puerta se abre con un estruendo infernal.

Estiro un pie y veo cómo la punta de mi bota café comenzar a oscurecerse al entrar cada vez más en el lugar. Entro completamente en una oscuridad gigantesca.

Y una vez que entras, ya no puedes salir.

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