10. El cuento de la luna

Hace 17 años

Leo

Estábamos en la casa más pequeña que yo haya visto, no había mucha comida, la madre nunca limpiaba, y los padres nunca cuidaban a la niña ni estaban en casa, no tengo mucha experiencia con los humanos pero en general creo que son amorosos con los niños, no sé qué les pase a ellos.

La niña de 5 años corría por la casa, no notaba lo deplorable de la situación, su inocencia e imaginación la hacían ver todo por el lado amable, a veces creo que puede verme, pero ella monta unicornios, que vea un demonio/ángel no es tan raro.

Tenía que buscar comida, odio que la niña se vea tan débil y oír pequeños sonidos de su estómago, salí sólo un momento, cuando regrese oí llanto, llegue lo más rápido que pude y ví a la pequeña en el suelo con una raspada en su pie, que alivio, pensé que un demonio la había lastimado. Me senté a su lado, y cure su herida, la niña sonrió de inmediato, se paró y siguió jugando, al poco rato le dió hambre así que puse un plato de sopa en la mesa, ella se acerco y devoró la comida, ver su cara de felicidad es todo lo que necesito para saber que protegerla es lo correcto.

—¡Kassel que desastre hiciste!— oh no, sus padres ya llegaron, a veces quisiera matarlos, mi instinto de demonio sale en su presencia, ni siquiera yo podría gritarle a la niña, solo hace falta ver sus grandes ojos marrones para que toda ira salga de tu sistema. No puedo matarlos pero eso no significa que permita que la hagan llorar, juré protegerla. Con un fácil hechizo obligue a que sus padres se callaran y la dejaran en paz, prefiero que se vayan a que sólo se queden a gritarle.

La niña al principio estaba asustada, pero al ver que sus padres no la molestaron ni le hicieron caso, siguió con sus juguetes. Al anochecer la niña bostezo, aprendí que ella no se queda despierta después de las 8pm, siempre duerme muy bien.

—Vamos a tu cama Kass.— Sé que no me escucha, pero su naturaleza obediente siente mi energía y usualmente hace lo que le pido.

La niña un poco adormilada se dirigió a su pequeño colchón en una esquina, se acostó y me puse a su lado, como siempre para que no pasará frío. Adoro verla dormir, es tan pacífico, le quite un mechón de su cabello de la cara y su respiración tranquila me dijo que ya se había dormido.

Nosotros no dormimos, recuperamos nuestra energía con la comida, o absorbiendo la energía de otro lado, los​ demonios al matar usan la vida de esa persona, con el tiempo aprendí que una sonrisa de Kassel, escucharla suspirar o compartir sus sueños, es toda la energía que necesito.

Es una niña muy linda, sé que va a crecer y se convertirá en una mujer muy hermosa, me encargue de ello, tuve que darle la imagen de la reina Aria. A veces me arrepiento de darle a una pequeña tan inocente una carga tan pesada, pero confío en que podrá con ello, aún no lo sabe pero es muy especial.

De repente la niña se comienza a mover y quejar, con los ojos aún cerrados algunas lagrimitas comienzan a rodar. Debe de estar teniendo pesadillas, siempre las tiene, la moví un poco para despertarla y entonces tengo unos ojos marrones viéndome.

—Hola.— Dijo la niña tallándose sus ojos.

—Hola Kassel.— Fuí un poco descuidado y me hice visible sin darme cuenta.

—¿Vienes por mí?— Lo dijo señalando mis alas. Yo sentí un nudo en la garganta y tuve que obligarme a no llorar.

—Oh no, no, nada de eso princesa tú estás destinada a grandes cosas, serás muy feliz y estarás bien, te lo prometo.— La niña en respuesta sólo sonrió y se me quedó viendo, no creo que se duerma en un buen rato.— ¿Quieres escuchar un cuento para dormir?— Ella asintió y se acomodó para escucharme, siempre le han gustado las historias.

Hace mucho tiempo aparecieron dos astros, seres de magia pura que eligieron usar su poder para dar vida a la Tierra, el sol era luminoso, fuerte, con mucha energía y muy hermoso. Los humanos usaban su poder para los cultivos, y en general para sus tareas diarias, a esa etapa le llamaron día, era la favorita de todos, siempre estaban tan despiertos y con energía para hacer grandes cosas.

La luna salía cuando el sol debía irse a descansar, era más pequeña, sin tanta luz ni calidez, pero era mucho más hermosa, lamentablemente nadie la veía, cuando ella salía todos dormían.

Los humanos alababan al sol, le rezaban y le agradecían por tantas bendiciones. Nadie le agradecía a la luna.

Una noche la luna lo entendió, ella estaba triste y veía fijamente hacia la tierra, entonces en la orilla del mar vió a un joven, estaba igual de triste que ella, observaba el agua, no podía dormir por estar pensando en un amor perdido. La luna observó al joven por largo rato, y se dió cuenta que estaba observando el mar, siguió su mirada y encontró su reflejo.

A partir de ese momento decidió quedarse y seguir apareciendo cada noche, nunca se sabía cuándo alguien podría necesitarla. Porque ahí entendió que no se hace lo correcto para que alguien lo vea, se hace lo correcto para que tú te veas.

En cuanto termine el cuento, la niña ya había cerrado sus ojos y dormía tranquilamente.

—No te preocupes pequeña yo siempre te voy a cuidar.

***

Isa

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