CAPITULO 4
Cuando abro los ojos, por alguna razón espero toparme con el rostro de Nicolas Benedict, pero, no es así, me paseo por toda la habitación sin encontrarlo, ¿acaso fue todo producto de mi imaginación? Nunca antes me había pasado algo parecido, probablemente debería tener miedo, pero lo cierto es que no. Trato de centrar mis sentimientos y aclarar mis pensamientos, anoche sentí miedo, pero, Nicolas no me ha hecho nada, quizá Mary tenga razón ¿y si Nicolas no es malo? No da la sensación de ser un fantasma malo, al menos no es como esperaba que se sintiera un acontecimiento de esos, ¡pero qué tonterías pienso! ¡los fantasmas no existen! Desesperada ante mis propios pensamientos decido tomar una ducha, quizá así piense todo más claramente.
Es que, sencillamente no hay lógica para lo que ocurre, el agua cayendo por mi cuerpo relaja todos mis músculos, analizo toda la situación y llego a la conclusión de que los fantasmas o existen o yo me estoy volviendo completamente loca, en cuanto desayune subiré al ático, si Nicolas Benedict se encuentra ahí, los fantasmas existen y entonces no sabría qué hacer.
Mientras desayuno ignoro casi todos los comentarios de mi hermana, en el navegador de mi celular busco el significado de alma en pena, los resultados que arroja se acercan un poco a lo que me ha sucedido, ¿está el alma de Nicolas perdida? Una extraña sensación de pesar me invade, esa canción que toca es una melodía muy triste, si Nicolas transmite lo que siente a través de esa canción debe estar muy mal, me sorprendo al sentir preocupación por alguien por quien debería sentir miedo. Entre los resultados hay un blog que se titula ¿por qué un alma queda atrapada entre los vivos? Me llena de curiosidad y empiezo a leerlo.
Culpas, miedos, promesas no cumplidas, venganza, esas y muchas otras causas se enumeran en un largo listado, podría ser cualquier cosa, quizá la historia que contó Valerie fuese cierta, pero algo en mí me decía que no, y esa parte curiosa quería saber la verdad. Sé que cualquier otra persona huiría de este lugar, pero, hay algo que me incita a buscar a Nicolas, después de todo, si él fuera malvado ya hubiera hecho algo, además ¿Cómo es que solo yo puedo verlo?
—¡Evy! — grita Mary, estaba tan distraída leyendo el blog que no me percaté de lo que me decía.
—¿Qué quieres? — digo hablando como normalmente lo hubiera hecho.
—¡No me has prestado atención! — chilla molesta— da igual, lo haré yo sola.
—¿Hacer qué? — le pregunto, pero ahora es ella quien me ignora.
Observo que mi hermana sube rápidamente las escaleras para al cabo de unos minutos volver a bajar, esta vez con un morral a su espalda.
—¿A dónde va? — le pregunto a mi papá, este se encoge de hombros.
Espero media hora hasta que mamá y papá se van, es domingo, cuando Mary y yo éramos más pequeñas los domingos eran día familiar, pero, desde que somos un poco más grandes mis padres decidieron hacer el domingo familiar dos meses al mes y el resto de días los disfrutan los dos, sus planes son pasar el domingo afuera y regresar el lunes temprano. Quedarme sola me pone algo impaciente y nerviosa, mis padres se marchan y luego de algunos minutos me armo de valor y empiezo a caminar hacia el ático.
La madera cruje a pesar de que mis pasos son lentos, cuando me acerco el olor a madera se intensifica, abro la puerta lentamente, aunque probablemente si Nicolás está ahí ya ha de saber que me acerco, adentro todo está oscuro, tras iluminar con la linterna de mi celular puedo dar con el interruptor que enciende las luces en el lugar, observo todo, pero no veo a nadie, mi ritmo cardiaco se normaliza y doy la vuelta para regresar, pero mi sentido de curiosidad es más fuerte y me quedo mirando algunas cosas.
El ático es un lugar lleno de polvo y cajas, hay muchas, solo cuenta con una ventana por la que escasamente ingresa la luz, en un rincón hay una silla y sobre el piso una guitarra, me acerco, no hay que pensar mucho para deducir que es la guitarra de Nicolás, la tomo entre mis manos, es color siena con una media luna grabada, está algo vieja, me sorprende que aún funcione, acaricio sus cuerdas e imagino los dedos de Nicolas tocando aquella canción que tanta curiosidad me causa. Cuando me agacho para dejar la guitarra en el lugar donde la había encontrado, el ruido de cajas caerse me sobresalta y sin poder controlarlo grito.
—¡No grites! — dice Nicolas saliendo de detrás de un montón de cajas —¿Por qué siempre gritas?
Me quedo congelada sin saber qué decir, se ha aparecido así de pronto y se queja porque grito.
—¿Qué quieres que haga? ¿Qué me ría? — digo después de salir de mi asombro— ¿Cómo...? ¿Cómo hiciste eso? — le pregunto mirando las cajas en el piso, las ha hecho caer —Lo has hecho para asustarme.
Camino intentando acercarme a la puerta.
Nicolas sonríe.
—No, me he tropezado y se han caído— responde y camina interponiéndose entre la puerta y yo.
—¿Has tropezado? — le pregunto recordando como anoche le lancé un objeto que lo atravesó completamente ¿Cómo puede tropezar con algo?
—Sí... — Nicolas empieza a hablar, pero yo corro intentando llegar a la puerta tomándolo por sorpresa, pero, la sorprendida soy yo cuando al intentar pasar a través de él su cuerpo impacta con el mío y caigo de espaldas.
—¡Auch! — Nicolas se queja y yo lo miro sorprendida desde el suelo —¿Estás bien? ¿por qué hiciste eso? —pregunta extendiéndome una mano la cual evito y me pongo de pie gritando.
—¡No grites! — dice algo malhumorado— Se que me tienes miedo, pero, de verdad no voy a hacerte daño y creo que lo sabes porque de no ser así no estuvieras aquí ¿o a que has venido?
—Yo... — tartamudeo —¿Cómo es que puedo tocarte? ¡eres un fantasma! ¡no debería poder tocarte!
Nicolas sonríe y me explica que solo puedo tocarlo porque estamos en el ático, él tampoco sabe la razón, en ninguna otra parte puede suceder, solo en este lugar, siempre ha sido así.
—¿Siempre? — pregunto—¿Desde cuándo?
—Desde 1860— responde con naturalidad —al principio era difícil, bastante complicado, ahora no es fácil, pero ya tengo algo de práctica, sabes, en todo esto de ser un fantasma.
—O sea que ¿sabes que eres un fantasma? — pregunto confundida, había leído en Google que algunos fantasmas no sabían que lo eran, no sabían que vagaban por el mundo, pero, Nicolas es consciente de su situación.
—Por supuesto— dice despreocupado, camina hacia el fondo del ático y se sienta sobre el piso tomando su guitarra.
—Pero ¿por qué no te has ido? Tú, moriste ¿verdad?
Nicoles suelta una carcajada.
—Si soy un fantasma es porque estoy muerto, ¿a dónde no me he ido? — me pregunta.
—Pues, a donde van las almas, al cielo o al infierno, se supone que no debes estar aquí, no a menos que quieras venganza— suelto y Nicolas vuelve a reír, esta vez más fuerte, al parecer todo esto le parece muy divertido.
—¿Venganza? — dice riendo y dejando a un lado su guitarra y luego se encoge de hombros, camina lentamente hacia la pequeña ventana— la verdad no sé porque sigo aquí, ni siquiera sé cómo es que fallecí.
Entonces es un alma confundida, que no ha aceptado su muerte, recuerdo lo leído en el blog y mencionaba que muchas almas no se van porque siguen aferrándose a la vida no aceptando el hecho de haber muerto, al pensar eso una enorme tristeza me invade, observo el rostro de Nicolas, no parece estar triste, tampoco parece alguien malvado, solo parece un chico perdido, me gustaría preguntarle sobre la historia que me contó Valerie, pero no me atrevo.
—¿Cómo es posible que no sepas? — le pregunto y Nicolas se pone algo nervioso.
—Lo importante no es eso— dice huyendo de mi pregunta— lo importante es que tú puedes verme y no te doy miedo, ¿sabes cuánto tiempo llevo sin hablar con alguien?
—No lo sé... — respondo dudosa —¿Cómo así? ¿Hablas con otras personas?
—Con algunos ex dueños de mi casa, logré hacerme amigo de algunos, eso hace mi vida fantasmal un poco menos aburrida.
—¿Tienes que estar siempre en esta casa? — le pregunto y mi pregunta le resulta graciosa.
—Esa es una de las preguntas que siempre me hacen, y la respuesta es no— Nicolas habla con naturalidad y se sienta sobre el piso del ático, ya no me da miedo, y aunque suene lo más loco del mundo tengo cierto interés en conocerlo, lo cierto es que no me siento insegura, Nicolas no parece un ente malvado que podría hacerme daño. Había leído muchos libros en mi vida, en ellos cosas como estas pasan, por supuesto que son solo fantasías y mi realidad es un tanto diferente, aun así no puedo detenerme y no mostrar interés por lo que me está sucediendo — En realidad puedo ir a cualquier parte del mundo, pero por alguna extraña razón solo en esta diminuta parte me materializo.
—¿Tienes idea de porque pueda ser?
—Supongo que es porque aquí morí— responde y se ríe ante mi expresión de asombro, según la historia de Valerie Nicolas se quitó la vida en el ático.
Por alguna razón me ruborizo y Nicolas dice que es extraño que me ruborice puesto que esperaba que gritara como siempre.
—¿Y cómo moriste? — tengo muchas preguntas por hacer y a Nicolas parecía no importarle hasta que hice esa.
—No me preguntes eso— responde esquivando mi mirada.
—¿Por qué? ¿te molestaste?
—No—vuelve a mirarme — Es que es de mala educación — Nicolas se pone de pie y en cuanto ve que voy a formular una pregunta me pide que espere, empieza a buscar entre una enorme caja y yo me pregunto qué tan mal debo estar de la cabeza como para observar a un fantasma hurgar entre un montón de cosas y pensar que es algo completamente normal— Mira aquí lo dice— él me lanza lo que parece ser un libro que acaba de sacar de la caja.
Por suerte logro detenerlo antes de que impacte sobre mi rostro, es un diario con una vieja portada en donde graba un título <<Guía de como fortalecer tus relaciones fantasmales, has que tu relación con un fantasma no sea espeluznante, escrito por Nicolas Benedict>>
—¿Qué es esto? — digo confundida.
—Yo lo he escrito— responde Nicolas orgullo de sí mismo— Lee la primera.
Hojeo el diario y la primera página escribe <<Regla número 1: Nunca preguntarle como murió (es de mala educación)>> y luego vuelve a escribir en letras mayúsculas <<ESTA REGLA ES MUY IMPORTANTE>>
—¿Cuándo escribiste esto? — le pregunto sorprendida por su extraña forma de ser creativo.
Nicolas duda pensativo.
—Como veinte años después de morir, más o menos, tengo que ocupar mi tiempo en algo, tuve algo de ayuda, como te dije, no todos los que han vivido aquí me temen, algunos se hicieron mis amigos.
—¿Y qué pasó con ellos? Disculpa, es que tengo tantas preguntas— le digo.
—Eso es bueno— Nicolas sonríe— al menos no tienes miedo y quieres conocerme.
A Nicolas le encanta el hecho de hablar conmigo, imagino lo solo que debe sentirse, parece un chico... un alma... un fantasma o lo que sea, feliz, pero su canción es triste, me hubiera gustado preguntarle sobre eso, pero creo que he hecho demasiadas preguntas, a él no le molesta, pero no quiero parecer una acosadora de fantasmas o algo por el estilo. El tiempo pasa volando, ni siquiera he bajado a almorzar, a la hora de la cena cuando voy a prepararme algo de comer Nicolas baja conmigo, estando abajo su presencia se vuelve más liviana y no puedo tocarlo, arriba parece un ser humano totalmente normal, disimulo para que no note que lo observo.
—¿Mi hermana no puede verte? — pregunto.
Nicolas niega.
—Tranquila, solo puede verme si sube al ático y estoy ahí, de hecho, tú no deberías verme aquí— responde y aunque no entiendo la respuesta dejo la explicación para después.
—¡Mary! ¡A cenar! — grito llamando a mi hermana menor pero no obtengo respuesta, entonces recuerdo que está mañana salió ¿no ha regresado? Subo de prisa las escaleras hasta su habitación, Nicolas me sigue.
—¡Mary! — toco la puerta y no responde, entro y la habitación está vacía, inmediatamente empiezo a llamarla, pero su celular está fuera de cobertura.
Camino desesperada por la habitación, ¿A dónde ha dicho que iría? Estaba tan distraída esta mañana que no le he prestado atención a las palabras de mi hermana.
—Mi hermana no está— le digo a Nicolas.
—Buscaré en las habitaciones de aquí arriba, tu busca abajo— me dice y rápidamente atraviesa una de las paredes, saliendo de mi asombro me dispongo a buscarla en el primer piso.
Pasado unos minutos me vuelvo a dirigir a su habitación, en ella se encuentra Nicolas con la mirada perdida en una de las paredes.
—¿Del uno al diez que tan curiosa es tu hermana? —me pregunta en tono serio.
¡Mil! Pienso.
—Mucho más que eso, ¿por qué? ¿Qué pasa?
—Evelyn, puedes levantar eso—dice señalando una parte que sobresale de la pared, asiento y lo hago al mismo tiempo que me pregunto cómo es que sabe mi nombre, no recuerdo habérselo dicho.
La madera se desprende con facilidad, cuando lo hace adentro observo un espacio vacío.
—No hay nada— digo y miro el rostro preocupado de Nicolas—¿Qué pasa? Digo también preocupada.
—Tenemos que encontrar a tu hermana antes de que cometa un error— me responde y mi preocupación crece. Dentro de todo esto hay un secreto que quiero averiguar.
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