Reencuentro agridulce
Después de que la mujer se fuera, mi tío y Amelia me dejaron comer, pero tan pronto como terminé, ella tomó mi tenedor y comenzó a buscar alrededor de la habitación; en este momento, se encuentra frente a la puerta tratando de meter un alambre por la cerradura.
—¿Tú sabías forzar cerraduras, verdad? —cuestiona mi tío al verla.
—Ajá—murmura concentrada.
—¿Necesitas ayuda? —pregunta acercándose a las escaleras.
—No por ahora —responde ella.
La veo tomar el tenedor y comenzar a picar con uno de sus dientes en la cerradura, de pronto se escucha un golpe de metal con metal y ella lanza el tenedor y se incorpora.
—De acuerdo, no vamos a salir por la puerta —exclama apoyándose en la pared.
—¿Qué pasó? —cuestiona mi tío.
—Es una cerradura falsa, está bloqueada —explica ella con frustración evidente —. Necesito volar el bloque para tener acceso a la cerradura real.
—Si Elías estuviera aquí podría volarla —murmura mi tío pensativo.
—Estoy de acuerdo, pero no está aquí, ¿o sí? —reclama ella.
Ella baja las escaleras mientras mi tío camina en círculos alrededor de la estancia, debe haber una forma de salir de aquí, necesito salir de aquí y correr al piso de arriba, necesito saber qué le pasa a Irina y por qué solo yo puedo oírla.
Me quedo sentado cerca de la pared pensando en todo y en nada al mismo tiempo y de pronto solo siento cómo mi mente se queda en blanco, se escucha una respiración agitada, un par de cadenas y agua, mucha agua.
—Agua —susurro de pronto saliendo de mi trance —¡Eso es!
—¿Qué se te ocurrió, niño? —cuestiona Gyan.
—¿Por qué no utilizas tu poder y causas un rayo en la casa? —propongo mirando a mi tía.
—Creo recordar que ya habíamos intentado ese plan —repone ella con el ceño levemente fruncido.
—No, no me refiero a un rayo adentro, sino afuera —replico con emoción, los adultos me miran confundidos —. Una tormenta, me refiero a una tormenta, afuera, en la ciudad. Y un rayo cayendo sobre la casa por bastante tiempo.
—Sería una pista sobre nuestro paradero —exclama mi tío comprendiendo —. Y puede que tenga un efecto similar al del hospital psiquiátrico cuando lo volamos.
—O nos encuentran o salimos por el techo —murmura Amelia's con una pequeña sonrisa asomando sus labios —¡Brillante!
Sonrió con orgullo y mi tío se acerca a tomarme de los hombros, Amelia se para erguida y cierra los ojos concentrada. Puedo ver cómo poco a poco su cabello comienza a electrificarse y los vellos de sus brazos se erizan, la puerta y el techo retumban, sacudidos por un aire intenso.
—Aléjense de cualquier cosa metálica —advierte ella aún con los ojos cerrados; mi tío me acerca al centro de la habitación.
Amelia estira las manos, entonces, la puerta vuelve a retumbar y varios rayos se extienden por las paredes, miro impresionado el espectáculo cuando ella abre los ojos de pronto, estos están completamente blancos y parece que brillan y eleva las manos al cielo, lo que hace que la habitación se llene de rayos blancos y azules.
—¡Cúbrete, cúbrete! —advierte mi tío instando a qué me agache y él me cubra.
Pasa poco tiempo hasta que ella cae al suelo de rodillas y todo termina.
—Wow —exhalo sorprendido y con la respiración agitada.
—No sabía que podías hacer eso —exhala Gyan acercándose a darle apoyo a Amelia para levantarse.
—Yo tampoco —admite ella sosteniéndose del hombro de mi tío.
—¿Sus poderes crecen con ustedes? —pregunto bromista, aunque también en cierto modo curioso.
—Probablemente —acepta Amelia —No lo descartaría.
—Y no los hemos usado en veintiún años, así que… —mi tío deja la frase inconclusa y se encoge de hombros.
—Espero que eso sirva de algo —comenta Amelia, en eso, suenan toques en la puerta.
—Definitivamente sirvió de algo —apunta mi tío, lo siguiente que ocurre es que vemos como se infla la cerradura y entra un poco de luz por el agujero.
—¡Alejense de la puerta! —ordena la voz de mi tío Elías.
Todos retrocedemos lejos de las escaleras, Gyan voltea hacia Amelia con una sonrisa traviesa.
—Ocúltate, será una sorpresa —propone Gyan, Amelia asiente y se aleja un poco más de nosotros para ir a perderse entre los muebles.
De pronto, solo se escucha un estruendo, me coloco de espaldas a la puerta y siento a mi tío abrazarme, envolviéndome con su cuerpo para protegerme mientras la puerta sale volando y se estrella contra la pared cercana, mis tíos Uriel y Elías aparecen sonrientes en el marco de la puerta.
—¡Los encontramos! —anuncia Elías gritando hacia el pasillo.
—¡Uriel! —exhala Gyan emocionado dejándome de lado para ir a abrazar a su mejor amigo.
—Que gusto verte de nuevo, Gyan —responde el aludido bajando las escaleras para abrazar a su amigo.
—¿Cómo está mi hijo?
—Xander está bien, tranquilo —asegura Elías aún desde el marco —Que bueno verte, Garcés.
—Tuvo un pequeño percance, te explicamos luego —apunta Uriel sin darle mucha importancia, mi tío asiente, entonces, se escuchan pasos apresurados en el pasillos.
—¡Karim! —exclama Marcos aliviado al verme, después de empujar a Elías para asomarse.
—¡Papá! —grito en respuesta corriendo a acercarme a él.
Marcos baja corriendo las escaleras y me recibe en brazos con fuerza, acaricia mi cabello y me da un beso en la coronilla, escucho otro par de pasos acercándose y al voltear un poco veo a Irán uniéndosenos.
—Karim, estás bien —murmura Irán uniéndose al abrazo.
—Los extrañé mucho —admito antes de separarnos.
—Y nosotros a ti, pequeño —afirma Marcos pellizcando mi mejilla.
Miró a mi padre con cariño e ilusión al sentir su tacto, mi corazón cálido por el reencuentro con mis padres, quienes pese a no ser perfectos, son grandiosos; entonces un sueva carraspeo nos interrumpe y Marcos mira a Gyan con una sonrisa suave.
—Hola de nuevo, Gyan —murmura con una inclinación de cabeza.
—Espero que hayas cuidado bien a mi hijo en mi ausencia, Oliveira —advierte mi tío acercándose peligrosamente.
—No tan bien como me hubiera gustado, pero hice lo mejor que pude —admite Marcos encogiéndose de hombros ante se soltar una risa.
—Es bueno volver a verlos —adirma mi tío antes de saludar a mi padre con un abrazo.
—Niño, alguien quiere saludarte —anuncia Elías antes de que los dos huracanes que tiene por hijos se asomen por la puerta con sonrisas landinas.
—¿Eliah, Úrsula? —exclamo incrédulo al verlos —¿Qué hacen aquí?
—Salvándote el pellejo, por supuesto —responde Eliah con obviedad.
—¿Qué más si no? ¿Admirando el paisaje? —complementa su melliza.
—Un gusto verlos chicos —murmuro con una sonrisa de confusión.
—Marcos, por aquí hay alguien a quien seguro te encantará ver —anuncia Gyan, mi padre frunce el ceño confundido y yo sonrío con emoción.
Se escucha cómo se mueven los muebles de un poco más al fondo y de pronto Amelia emerge mirando al suelo y cuando alza la vista veo aparecer en sus labios una sonrisa dulce que expresa un profundo cariño.
—Marcos —exhala ella con ilusión.
—¿Amelia? —exclama mi padre al verla, la sorpresa en su rostro es evidente.
Ambos se acercan el uno al otro, pero antes de que ella pueda abrazarlo, él detiene su avance y le extiende la mano en un saludo formal que nos deja a todos sorprendidos, incluso a ella; ese es un gesto que mi padre solo hace con las personas con quienes debe lidiar, pero no confía.
Amelia se ve sorprendida un momento, pero retrocede un paso y le estrecha la mano con cordialidad y media sonrisa, tras dos breves sacudidas se sueltan y mi papá le abre los brazos para abrazarla.
—Que bueno verte de nuevo, Marcos —murmura ella con una sonrisa afable rodeando el cuello de Marcos con sus brazos.
—Lo mismo digo, Amelia —responde mi padre en el mismo tono acariciándole la espalda.
Entonces se escucha un ruido como el de un motor nuevo arrancando y al voltear, veo una nube de polvo levantándose y un par de pies en llamas salir por la puerta.
—Bueno, no es por ser aguafiestas, pero esta casa no es nuestra —comenta Eliah aún asomado por la puerta.
—El niño tiene razón —acepta mi tío Gyan —Hay que irnos, y pronto.
—Asumiré que Uriel se fue a vigilar —exclama Amelia, mis padres asienten —De acuerdo, todo el mundo fuera de aquí, ahora.
Todos salimos con prisa del sótano, nos recibe un pasillo largo, enfrente, a unos cuantos pasos hay una puerta de madera y a un lado están las escaleras, al fondo del pasillo, una mujer a quien solo había visto una vez en mi vida nos esperaba de brazos cruzados.
—Amelie —exclama Amelia pasando por nuestro lado y corriendo hacia ella.
—¡Amelia! —exclama mi tía con una sonrisa antes de recibir a su hermana en brazos.
—Para ser hermanas idénticas son fácilmente distinguibles —comento mirando a Irán.
—El cabello hace milagros —responde él, yo asiento en confirmación.
—Bien, ¿cómo llegaron? —pregunta Amelia después de saludar a su hermana.
—Ellos cuatro, en auto —contesta Marcos apuntando a Elías y sus hijos —. Nosotros cuatro, con ella —finaliza apuntando a mi tía Amélie.
—¿Cuatro? —cuestiona Amelia incrédulo.
—Oh, claro.
Marcos busca en los bolsillos de su pantalón hasta sacar una llave y la lanza al aire, cuando está cayendo, comienza a transformarse hasta que aparece la figura de su hermana, mi tía Zoraya.
—Un gusto verte, Amelia —exhala mi tía con una mueca.
—Zoraya —repone Amelia con una sonrisa falsa —. Pues… supongo que nos iremos casi igual; Gyan, ¿te molesta irte a pie?
—No me vendría mal después de tanto tiempo encerrado —acepta mi tío.
—¿Uriel puede irse solo? —cuestiona Amelia, mi tío Elías asiente —. Perfecto, Karim se va con sus padres y yo me voy con Elías.
—¡Genial! —responden todos simple.
Estamos a punto de salir cuando escuchó de nuevo un grito que clama mi nombre.
—¡Esperen! —grito deteniendo a todos —Irina.
—Karim, no creo que ella siga aquí… —exclama mi tío Gyan.
—No, no, no, yo la oí , lo juro, sé que la oí —suplico interrumpiéndolo.
—¿De qué hablan? —pregunta Marcos confundido.
—Karim asegura que escucha gritar a Irina aún dentro de la habitación insonorizada donde estábamos —explica mi tío.
—Papá, por favor —ruego mirando a Marcos —Yo sé lo que oí, por favor.
—Bien —accede Marcos tras dudar un momento, sonrío con alegría dispuesto a seguir a mi padre al piso de arriba cuando Eliah grita desde el pasillo.
—¡No hay tiempo! —todos lo volteamos a ver confundidos, él mira por la ventana de la sala con miedo —Ya viene.
—¿Qué? ¿Cómo que ya viene? —cuestiona Irán incrédulo —¿Cómo lo sabes?
—Escuché el auto —murmura Eliah corriendo a abrazar a su padre.
—Uriel —llama Elías tranquilizando a su hijo.
Veo a mi tío Uriel bajar volando a través de la ventana al fondo del pasillo, abrirla e introducirse mientras sus tenis están activados como propulsores.
—No sé qué auto escuchó el niño porque no pasó ninguno —inicia una vez que está de pie frente a nosotros —. Pero efectivamente, ya viene.
Todos abrimos los ojos con preocupación, Marcos me toma por los hombros y me pega a su cuerpo, yo coloco mis manos sobre las suyas; Elías abraza más fuerte a Eliah y Úrsula se une al abrazo; las hermanas Martínez retroceden un paso y por un momento parece que nadie sabemos qué hacer.
—¿Cuánto tiempo tenemos? —pregunta Amelia.
—Dos, tal vez tres minutos —responde Uriel.
—Bien, es suficiente —asegura con prisas —Amelie, llévate a los niños y a Gyan.
—¿Vuelvo por ustedes? —cuestiona la aludida mientras nos hace señas con las manos para que nos acerquemos.
—A la estación —contesta Amelia.
Marcos me empuja hacia Amélie mientras los mellizos la toman de las manos y Gyan la agarra por el hombro.
—Pero, papá…
—Volveremos por ella, Karim, lo prometo —asegura mi padre —Pero ahora necesito que salgas de aquí, no te perderé una segunda vez.
Asiento con tristeza y tomo a mi tía del hombro, siento como si mi vientre estallara suavemente, como un globo a medio inflar; al momento siguiente, los cinco estamos en los baldíos.
—¡Papá! ¡Karim! —grita una voz que reconocería en cualquier lado.
—¡Xander! —exclamamos mi tío Gyan y yo, al unísono.
Mi primo se acerca corriendo hasta nosotros y nos envuelve en un abrazo efusivo que respondemos igual.
—¿Están todos bien? —cuestiona Irene al vernos.
—Todos bien, tía —aseguro sin soltar a mi primo.
—Hermano —saluda Mikel acercándose a Gyan.
—Mikel —responde mi tío alejándose un momento de su hijo para abrazar a su hermano.
—Gyan —exhala Xitlali un poco más atrás con una sonrisa tranquila.
—Tlali —susurra Gyan antes de acercarse a su esposa para besarla.
—Amelia —murmura de pronto Mikel, todos volteamos y vemos que mi tía Amélie ya volvió con los mayores.
—Hola chicos, que gusto volver a verlos —saluda la aludida con calma.
—¡Lia! —grita Xitlali emocionada corriendo a acercarse a ella.
Los seis adultos que se habían quedado en el lugar se acercaron a saludar a la recién llegada mientras Uriel y Elías se acercaban a sus hijos, Zoraya a su esposo y mis padres a mí.
—Es bueno estar de vuelta —asegura Amelia —Pero desearía que fuera en otras condiciones.
—Necesitamos un plan —exclama Omali.
—Y pistas —secunda mi papá.
—Bueno… a trabajar —sentencia ella con una sonrisa calculadora —Debo encontrar a mi hija.
Señoras y señores, es de mi agrado informarles que, a partir de este momento... Inician los problemas 😈
¿Qué les pareció este capítulo?
¿Les gustó el reencuentro?
¿Qué pasará ahora?
¿Cómo escuchó Eliah el auto?
Espero les guste.
Atte: Ale Bautista.
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