La tienda de música

Al día siguiente a media tarde el teléfono de la casa comienza a sonar muy insistentemente, yo estoy sentado en el sillón mirando la televisión y mi papá es quien se levanta a responder.

—¿Bueno?... Sí, está aquí conmigo… Un momento. —Mi papá aleja el teléfono de su oreja y voltea a verme—. Xander, ven, te llama Marcos.

—¿A mí? —exclamo incrédulo acercándome para tomar el teléfono —. Hola tío, ¿qué pasó?

—Hola Xander, perdón por interrumpir —saluda la voz de Marcos con algo de nerviosismo—. De pura casualidad, ¿sabes dónde está Karim?

—Eh… ¿por qué?

—Salió hace casi cuatro horas y no ha vuelto ni contesta su teléfono —explica Marcos—. Irina no está, así que supuse que estaba contigo.

—¿No han sabido nada de él en casi cuatro horas? —exclamo incrédulo—. No está conmigo, no me habla desde ayer.

—¡¿Qué?! ¿Entonces dónde está?

Me muerdo el labio nervioso mientras acudo mi pierna pensando antes de exhalar una opción apresurada.

—Salgo a buscarlo, te aviso en veinte minutos si lo encontré —anuncio lanzando el teléfono para que mi padre cuelgue.

Tomo mis llaves con prisas, salgo de mi casa y me subo a mi auto, tan pronto como enciende, piso el acelerador a fondo y maniobra el volante para salir de casa, agradeciendo tener un auto con llantas esféricas.

Así como yo tenía mi lugar seguro en el parque de la arboleda del sector Límites, Karim tenía su propio refugio, la tienda de música donde solía trabajar; así que conduzco hasta allí.

Mientras me acerco a la tienda, exhalo un suspiro de alivio al ver el Nexa cobrizo de mi primo, es un auto relativamente sencillo de reconocer ya que es un modelo viejo y en un color poco habitual, pero es muy duradero y mi primo lo adora.

Estaciono con cuidado y le envío mensaje a mi tío avisando que encontré a Karim y lo llevaré a casa en un rato, levanto la puerta de mi auto para salir, cierro con cuidado y me asomo dentro del vehículo de mi primo.

No están las llaves, la pantalla de comandos está desactivada y el sistema de calefacción evidentemente tiene mucho tiempo sin funcionar puesto que los cristales están helados, veo el teléfono de mi primo en el asiento del copiloto; escucho la música salir de la tienda, inhalo profundo y entro al local.

La visión de diversos instrumentos de última generación y los grandes anaqueles azules con vitrinas semi prismáticas es hipnotizante; hay una pequeña multitud de gente arremolinada al centro de la tienda, que es de donde viene la música, me acerco con curiosidad.

En el centro de la muchedumbre veo a mi primo tocando los últimos acordes de una canción en una guitarra eléctrica, la gente aplaude con entusiasmo, entonces, Karim se acerca al teclado virtual colocado cerca, se sienta en el banco y comienza a tocar otra vez.

Sus manos se deslizan con maestría sobre las teclas mientras canta con sentimiento, no hay una sola nota fuera de ritmo y maneja la pantalla con rapidez; un pequeño brillo de ilusión y alegría se nota en sus ojos, acompañado de una sonrisa pequeña en sus labios mientras se concentra.

Tan pronto como la canción termina mi primo se levanta rápidamente y se acerca a la batería, hace girar las baquetas entre sus manos un par de veces, da tres golpes en el aire y comienza a tocar, se escucha en ese momento que ponen una pista musical en las bocinas.

La gente aplaude y celebra el talento de mi primo y yo me les uno, cuando la pista está por terminar, Karim comienza a pasar la vista por el público con una mirada de orgullo; justo cuando da el último golpe, sus ojos se encuentran con los míos y su mueca cambia a una mezcla entre nervios y molestia, la gente aplaude, Karim saluda con prisa y baja corriendo del escenario rumbo a la salida.

—Karim —llamo, pero me ignora olímpicamente—¡Karim, espera!

Me escabullo entre las personas que empiezan a dispersarse y salgo de la tienda, deteniendo a mi primo del brazo justo cuando está a punto de acercarse a su auto.

—¡Déjame en paz, Xander! —reclama tratando de soltarse—. ¿Qué haces aquí?

—Tu padre me llamó preguntando por tí, saliste de casa hace cuatro horas y no respondes las llamadas —respondo, al escuchar el tiempo, Karim revisa rápidamente su reloj.

—Mierda —murmura viendo la hora antes de zafarse de mi agarre—. ¿Cómo me encontraste?

—Para tu desgracia, primo, te conozco muy bien —reclamo con una mueca—. ¿Qué te pasa?

—Nada que te importe —reprocha con molestia.

—Sí me importa, algo no está bien —insisto.

—No es tu problema, Xander —exclama con sus mejillas tornándose rojas de enojo—. Déjame tranquilo.

—Karim, quiero ayudarte.

—¡No quiero tu ayuda!

—¡Al menos dime qué pasa! —pido tratando de tomarlo otra vez.

—¡No es de tu incumbencia!

—Karim, por favor, habla conmigo. Tú no eres así.

—¡Pues que te valga madres, ¿no?!

—Vas a hablar conmigo por las buenas, o por las malas —sentencio frunciendo el ceño, él me mira con una mueca burlona.

—¿Y qué vas a hacer muñeco de nieve?, ¿secuestrarme?

Tan pronto como acaba de decir eso le doy un puñetazo en la cara que lo tira al suelo, sacudo mi mano, adolorido, mientras él sigue tirado, sobándose la mejilla.

—Bueno, ya que insistes —murmuro encendiendo mi auto y presionando el botón para abrir la puerta del copiloto.

Me agacho para tomarlo del cabello y el cuello de la playera y lo jalo hasta mi auto, donde lo aviento contra el asiento y cierro la puerta, bloqueandola para que no pueda salir.

Me subo del lado del conductor y me preparo para arrancar, Karim me dirige una mirada fulminante antes de mirar por la ventana y cruzarse de brazos.

—¡Oye, mi auto! —reprocha cuando me preparo para irnos.

—Volveremos por él después de que hablemos —respondo simple, Karim suelta un bufido y recuesta en el asiento sin descruzar los brazos.

Comienzo a manejar dando vueltas por la ciudad sin un rumbo real, de vez en cuando volteó a ver a mi primo, quien mantiene su pose cerrada, su mueca molesta y su mirada en la ventana; cuando me canso de dar vueltas, estaciono cerca de la arboleda.

—¿No vas a hablar conmigo, entonces? —inquiero con frustración, Karim no me devuelve la mirada—. Bien, como quieras.

Nos quedamos en silencio un momento, yo miro con aburrimiento por el espejo retrovisor de mi auto mientras Karim suelta bufidos ocasionales, por las muecas que hace supongo que se está pasando la lengua por los dientes.

—Respondeme algo —exclamo de pronto, mi primo levanta la barbilla una vez—; cuando trabajabas en la tienda, ¿te pagaban por hacer lo que estabas haciendo?

—Ujum.

—Por eso nunca nos invitaste —murmuro comprendiendo, él asiente—. Karim, no entiendo, ¿por qué ocultas tu talento? Te aseguro que ni siquiera los Castillo se burlarían de eso.

—Lo sé —responde inflando las mejillas y comienzo a notar los puntos rojizos alrededor de su ojo.

—¿Y entonces?, ¿cuál es el problema?—cuestiono confundido.

—Ese, justamente, que me habrían apoyado a seguir con eso —murmura y su respiración comienza a acelerarse.

—¿Y qué tiene de malo?

—¡FUE MI MAMÁ QUIEN ME ENSEÑÓ A TOCAR! —exhala con frustración antes de apoyarse sobre el tablero y exhalar un sollozo.

Aprieto los labios con un poco de lástima comprendiendo su actitud, Karim adoraba a su madre, siempre habla de ella como una gran persona y sobretodo una gran madre, su familia era pequeña, solo eran sus padres y él, pero eran muy unidos y felices.

Sin embargo, cuando Karim tenía seis años lo llevó al orfanato con una maleta y la marioneta de músico que hasta la fecha tenía y lo dejó ahí con la promesa de que volvería, una promesa que jamás cumplió y de la cuál mi primo jamás se recuperó.

Mi padre descubrió en Karim un patrón emocional algo peculiar, cualquier tipo de mención a su madre lo llevaba a comportarse de nuevo como una versión suya anterior, dependiendo de qué tan fuerte o lejano fuera el recuerdo, era la época a la que volvía, por ello la mayoría de las veces se comportaba como un niño pequeño, pero ésta vez en particular, recordaba más bien a la época de sus quince o diecisiete años, cuando era un adolescente malhumorado y rebelde.

Acerco mi mano a su hombro y le doy un suave apretón antes de acariciar su espalda sin saber exactamente qué decir para darle un poco de consuelo, Karim se sorbe la nariz y se frota los ojos antes de mirar al techo del auto exhibiendo la piel enrojecida de su ojo derecho.

—Mi mamá era maestra de música en la preparatoria —cuenta con la mirada perdida—, mi papá era el maestro de teatro, cuando era niño no iba a la escuela, así que me llevaban con ellos a sus clases. Mi papá me enseñaba cosas de escenografías, luces y esas cosas y mamá me enseñaba a tocar.

»Lo primero que aprendí a tocar fue el xilófono, mi mamá lo hiló con el piano, así que básicamente me entrené en ambos al mismo tiempo; tenía talento, así que seguí practicando, con batería, guitarra, bajo y me quedé a la mitad del violín.

Karim se calla un momento, mirando a través del parabrisas, la marca en su ojo se va haciendo cada vez más evidente y algunas lágrimas corren por sus mejillas, de pronto exhala un suave suspiro y una pequeña sonrisa nostálgica aparece en su rostro.

—Recuerdo que solía decirle que algún día iba a ser el mejor músico de todos los tiempos —prosigue y un nuevo sollozo escapa de sus labios—. Y ella siempre respondía que cuando lo fuera, estaría en la primera fila de todas mis presentaciones… y entonces, se fue, y jamás volvió.

»Y ahora, bueno, ahora ninguna de las dos cosas es cierta, ni yo soy el mejor músico de todos los tiempos, y aunque lo fuera, ella no estaría nunca en mis presentaciones.

—Karim —exhalo con pena al escucharlo—. Primo, por lo que me has contado de ella, de ambos, ustedes eran una gran familia, estoy seguro de que si no volvieron por ti debió ser por causas mayores. ¿No habría sido bueno seguir ese sueño por ellos?

—¿Para qué?, ¿para recordar el resto de mi vida a una familia que ya no tengo? —reclama con frustración—. ¿Para experimentar por siempre el peso de una promesa rota?

—Para honrarlos, para llevar su nombre en alto —apunto con interés—. Karim, a diferencia de los míos, tus padres sí tienen motivos para ser recordados.

—Los tuyos también, que sean buenos o malos motivos es otra cosa —comenta con seriedad y yo hago una mueca dándole un punto.

—El punto es —repongo tratando de conectar con él—, tienes talento, queda claro que te gusta y trae de vuelta recuerdos de buenos momentos, ¿por qué no sigues con eso?

—No sirve de nada si ella no puede verme —responde exhalando otro sollozo.

—Estoy seguro de que desde donde quiera que esté va a verte.

—Pero yo la quiero, ¡aquí! ¡Conmigo! —reclama antes de soltarse a llorar de nuevo.

Me acerco con cuidado a él y lo atraigo en un abrazo para darle un poco de consuelo y permitirle que se desahogue con libertad.

Unos cuantos datos relevantes a tener en cuenta antes de que el volcán explote.

¿Qué les pareció el capítulo?
¿Qué opinan de la historia de Karim?
¿Qué creen que haya pasado con sus padres?
¿Qué creen que pase ahora?

PD: La condición psicológica de Karim actualmente está reconocida como parte de los síntomas de un trauma, "la regresión".

Por otro lado, la cuestión de su ojo es una condición que no sé si esté descrita médicamente (si alguien sabe, haga el favor de decirme), pero es muy común en mi familia; es un tipo de mancha en la piel que se camuflajea la mayor parte del tiempo salvo bajo ciertos estímulos (emocionales o ambientales) en los que toma un color rojizo o moreno.

Espero les guste.
Atte: Ale Bautista.

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