Irina Dantès

Escucho que tocan a la puerta y abro lentamente los ojos, apenas entra luz por la ventana y el cielo se ve nublado.

—Hijo, ya nos vamos —habla la voz de Irán al otro lado de la puerta.

—Voy —respondo debatiéndome entre si levantarme o volver a dormir cuando otra voz se hace presente.

—Karim, levántate, ahorita puedes volver a la cama —exclama la suave voz de Marcos y exhalo un suspiro.

—Vale —acepto y me incorporo de la cama para salir a ponerme la compresa en el ojo.

Al salir, veo a Irán cocinando y Marcos arreglando la sala como de costumbre, ambos llevan puestas sus batas de hospital, pero solo Irán lleva una pijama quirúrgica bajo esta.

Hace años que ellos dos no atienden pacientes a menos que sean de alto riesgo o prestigio, sus puestos son más de índole administrativa; sin embargo, ninguno de los dos a querido despegarse del distintivo que los hace personal de la salud pues eso es lo que ambos querían realmente, aún así, Marcos al tener un puesto más cercano al jefe que el de Irán, tuvo que renunciar a su uniforme por las formalidades.

—Ven aquí —llama Irán y me acerco a él.

Saca la compresa nuevamente caliente y me la coloca entre el ojo y la sien, la sostengo y busca una venda para mantenerla en su lugar.

—Si vuelves a dormir, para cuando despiertes podrás quitártela —menciona una vez que termina.

—Gracias pá —respondo simple y volteo hacia Marcos, que al verme contiene una risa.

—¿No querías vendarle ya la cabeza completa? —pregunta sarcástico a su esposo —Parece pirata por Dios

Yo suelto una carcajada e Irán voltea y con una mirada lo manda a callar, mi padre se encoge de hombros y se sienta en su lugar mirándome risueño.

La relación que llevo con mis padres no es mala, pero tampoco es lo suficientemente fuerte como para que parezcamos una verdadera familia. Con Irán es con el que más hablo, Marcos tiende a concentrarse en el trabajo, y si llega a hablar conmigo es para educarme o bromear. Irán siempre dice que es porque no se le dan bien las charlas casuales, yo lo dudo.

Irán sirve los platos y Marcos pasa las tazas con café, mis padres se sientan juntos en el lado de la barra que da hacia la sala y yo quedo dentro de la cocina, comemos en silencio.

Cuando mis padres acaban se levantan de su lugar, Marcos lava los platos e Irán termina de recoger la mesa, yo los miro aún desayunando, para cuando acabo, ellos ya están listos para irse.

—Adiós hijo —despide Irán dejando un beso en mi coronilla —¿Vas a volver a dormir?

—Probablemente —acepto encogiéndome de hombros.

—Pero no mucho tiempo —advierte Marcos con una sonrisa —Cuídate hijo

—Sí papá gracias —respondo dándole un abrazo —Adiós pá

—Adiós Karim —contesta Irán y mis padres salen por la puerta poniendo la llave.

Exhalo un suspiro, dejo mis trastes en el fregadero y me dirijo a mi cuarto para lanzarme a la cama y dormir otro rato.

Irán

Casi están por dar las diez de la mañana cuando entro a la oficina de Marcos, él está sentado en su escritorio revisando algunas cosas en la computadora, alza la vista y al verme sonríe.

—Hola —saluda y vuelve la vista al aparato.

—¿Listo para aplicar las entrevistas a tus nuevos pasantes? —pregunto acercándome a él.

Marcos exhala un suspiro y apoya la cabeza en el escritorio haciendo que yo suelte una carcajada.

—¿Tengo que aplicarlas? —pregunta aún apoyado en el escritorio —¡Odio las entrevistas!

—Lo sé, pero tienes que —respondo haciendo una mueca —Somos uno de los mayores exportadores de pasantes graduados y son buenos, el problema es que nosotros nos quedamos sin ellos

—Ya lo sé —acepta frustrado —¿Cuántos son para hoy?

—Solo dos, son mujeres —tranquilizo —Será fácil tratar con ellas, se ve que son listas, se graduaron jóvenes

—¿Qué tan jóvenes? —cuestiona girando su silla hacia mí.

—¿Cuántos años teníamos cuando nos graduamos?

—Yo veintitrés —contesta inmediatamente —Tú… veintidós

—Una de ellas tiene veinte —exclamo con una sonrisa —Y las mejores calificaciones de su generación

—Wow, muy impresionante —acepta asintiendo suavemente.

—¿No has leído sus currículums? —pregunto incrédulo.

—No me los han dado, es más… —Marcos se agacha al comunicador y presiona el botón para llamar a la secretaria —María, ¿me envías los documentos de las pasantes por favor?

Sí señor en un momento —responde la mujer al otro lado de la línea —Le envío el de la primera chica puesto que el otro se traspapeló, pero en unos momentos lo envío

—Muchas gracias —contesta Marcos cuando su lector suena recibiendo el archivo.

Marcos abre el aparato y frente a él se despliega el documento nuevo y empieza a leerlo.

—Tenía veintidós —reclama leyendo —Buenas calificaciones en un instituto de medicina privado, no dudo que esas sí sean por mérito propio

—Si no lo fuera serían decentes o extraordinarias —repongo y Marcos asiente dándome un punto.

—Bastante impresionante la verdad —acepta mirándome.

Doctor, la primera chica ya está aquí —avisa María y ambos miramos el reloj; 10:01.

—Puntual —comenta Marcos antes de responder —Gracias María, hazla pasar

Sí señor

Marcos acomoda sus cosas en el escritorio y yo lo miro, la puerta abriéndose se escucha y una voz femenina habla.

—Buenos días

—Buenos días… —respondemos ambos pero nos interrumpimos al ver a la chica que entró.

No sé qué piensa Marcos, pero lo que yo veo es aquella chica con la que perdimos contacto desde el día de su boda, todo es igual, el tono de piel, los ojos, los lentes, incluso el corte de cabello, ella es…

—¿Amelia? —exclama Marcos en shock.

—Eh… no —contesta la chica, ambos sacudimos la cabeza saliendo de nuestro estado.

—Sí, lo siento —murmura Marcos y revisa el expediente —Rebecca, ¿cierto?

—No, tampoco —exclama la chica y Marcos voltea a verme confundido.

Ante su mirada yo solo me encojo de hombros, él exhala un suspiro de fastidio y se aprieta el puente de la nariz con los dedos.

—Un momento por favor —excusa y sale de la oficina apresurado.

—Siéntate por favor —indico a la chica señalando la silla frente al escritorio, ella me ve y asiente.

—Sí, muchas gracias —acepta siguiendo la indicación y sentándose cuidadosamente.

—Lamento eso, pero parece que hubo un problema con los documentos —explico con una mueca y la chica asiente.

—Claro, sin problemas —tranquiliza con una sonrisa —De hecho, creo que llegué antes

—¿Por qué? —pregunto confundido.

—Es que soy nueva en la ciudad y vine hacia acá temprano y llegué antes —desarrolla la chica moviendo las manos —Y no quise irme por miedo a perderme y me dijeron que pasara

—Es que una chica debió llegar a esta hora —comento viendo el reloj —Deben haberte confundido con ella

—Tal vez

—¿Y qué te trae por aquí? —inquiero interesado.

—Mi mamá dijo que aquí se formaba a los mejores médicos del mundo, que debía intentarlo —cuenta asintiendo —Además dijo que los trabajadores eran amables

—¿Ha estado aquí tu mamá? —cuestiono confundido.

—Sí, vivió aquí hace muchos años —responde con una sonrisa y yo asiento pensando.

Marcos entra en ese momento con una sonrisa apenada y la chica vuelve a levantarse para recibirlo.

—Una disculpa por eso —dice al entrar —Siéntate

—Gracias —responde la chica y vuelve al lugar al igual que Marcos.

—Entonces… —Marcos revisa el nuevo expediente —Irina

—Sí, esa soy yo —afirma la chica con una sonrisa —Irina Dantès

Marcos hace una pausa un momento como intentando recordar y finalmente niega con la cabeza y ve a la chica.

—Bueno Irina, mucho gusto —saluda con una sonrisa —Yo soy el doctor Oliveira, jefe del departamento de cirugía del hospital y él es el doctor Castro del departamento de enfermería

—Mucho gusto —saludo haciendo una pequeña inclinación.

—El gusto es mío

—Bueno, tu currículum es muy impresionante —comenta Marcos leyendo —Graduada, con veinte años en la carrera de medicina, solo me preocupa que no hiciste muchos semestres prácticos

—Sí, mi maestra de primer semestre dijo que tenía la habilidad para estar en tercero y por eso no tengo los primeros —cuenta la chica moviendo la s manos pero tranquila.

—Y no hay tanto problema, los primeros semestres son simuladores, ayudan a entender qué debes hacer pero como entrenamiento… no son muy útiles —explica Marcos —Me preocupa el último, el práctico con pacientes, no lo tienes y puede ser un riesgo

—Sí, lo sé —acepta la chica bajando la mirada —¿Sería un problema para estar aquí?

—No, en absoluto —tranquiliza Marcos —La política del hospital es "Mejores ideas no mejores personas" así que aunque no seas una persona ejemplo si tienes habilidades para estar aquí, tendrás un lugar

—¿Osea que estoy contratada? —pregunta la chica emocionada.

—Aún no —sentencia Marcos —Tendrás un mes de prueba para demostrar que lo que dice aquí es cierto, si lo pasas estás contratada

—Mientras tanto deberás comportarte como un médico de planta —advierto serio —Entras a las 7 y sales a las 4 y tienes una hora de comida que puedes usar de 10 a 2 cuando tú la necesites, solo debes avisar

—Y como sabrás, si es necesario, tu horario se sostiene a las necesidades de los pacientes —finaliza Marcos y la chica asiente —¿Alguna duda?
 
—¿Hay algún código de vestimenta? —escupe al momento.

Marcos y yo intercambiamos una mirada rápida y nos encogemos de hombros.

—Bata —respondemos al unísono.

—No hay algo en específico pero por cuestiones de… —Marcos se interrumpe y piensa en cómo expresar lo que piensa —Higiene, se sugiere evitar prendas holgadas

—Ya sabes, shorts, pants, faldas, vestidos —enumero y la chica baja la vista apenada hacia el vestido floreado que lleva.

—Lo lamento mucho —se disculpa totalmente apenada y nosotros reímos.

—Tranquila, no es ilegal —suaviza Marcos —Pero es para evitar… malos entendidos

—Sí claro, lo lamento —murmura la chica y ambos sonreímos —Entonces, ¿nada más?

—A menos que tengas otra duda… —la chica niega y Marcos asiente —Bienvenida al hospital general, te vemos por aquí el lunes

—¡Muchas gracias! —celebra la chica emocionada poniéndose de pie.

—Gracias a ti —respondo con una sonrisa.

—Puedes dar una vuelta por el hospital para familiarizarte —propone Marcos —Un gusto conocerte

—El gusto es mío —responde y da la vuelta para irse.

Apenas sale por la puerta, ambos exhalamos un suspiro e intercambiamos una mirada.

—Es idéntica a…

—Amelia, sí —interrumpo cortante y asombrado.

—¿Habrá alguna posibilidad de que ella la haya enviado? —pregunta Marcos y yo lo veo con las cejas arqueadas.

—No hemos sabido nada de ella desde su boda Marcos —recuerdo serio —¿La crees capaz de enviar a su hija aquí solo porque sí?

—Supongo que tienes razón —acepta Marcos —Pero de verdad, fue como viajar en el tiempo

—Estoy de acuerdo

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Uy uy uy, se vienen los recuerditos, ¿No?

¿Qué les pareció el capítulo?
¿Irina será o no será hija de Amelia?
¿Qué opinan de ella?

Espero les guste.
Atte: Ale Bautista

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