El laberinto de las ilusiones

Una llamada de emergencia lleva a todos, o casi a todos, de vuelta a los baldíos. Marcos es el último en llegar. En cuanto entra, todos lo miran en silencio, como si respetaran tranquilamente su dolor.

—Miren, alguien finalmente se dio un baño —exclama Elías rompiendo el silencio y la opresión que Marcos lleva consigo.

—Vete al diablo, Elías —responde el médico con una sonrisa nada simpática y mucho menos alegre—. ¿Qué pasó?

Xander le extiende una fotografía impresa de él de pequeño: se ve sentado en un columpio mientras come una galleta. Vestido con un vestidito verde y floreado, su cabello peinado en una corona de trenzas. En una esquina de la fotografía hay un texto a mano que dice: “¿Listo para volver a casa, amor?”

—Parece que la dejaron salir del manicomio donde estaba —murmura Xander.

—Bueno, eso ya lo sabíamos gracias al loco pedófilo que está ahora en prisión —comenta Marcos antes de devolver la foto—. Entonces, ¿ahora vamos tras ella?

—Exactamente —exhala Amelia.

—Osea, ¿ellas nos van destruyendo en grupo y nosotros las tiramos una por una? —reprocha Elías.

—¿Tienes una mejor idea? ¿No, verdad? —reclama Amelia casi escupiendo fuego—. ¡Entonces te callas!

Elías sonríe con vanidad, aun así, se encoge de hombros y espera las indicaciones de Amelia: incluso después de tantos años, Amelia sigue siendo la única figura de autoridad a la que respeta.

—¿Y cuál es el plan? —pregunta Gyan.

—Pues… anotaron una dirección en la parte trasera de la foto, así que… iremos —responde Amelia, simple.

—¿Todos? —cuestiona Marcos tenso—. ¿No crees que pueda ser una trampa para que Irán se quede solo?

—Marcos, no te ofendas pero, ¿qué pueden querer hacer con tu esposo que apenas y tiene actividad cerebral? —apunta Amelia con incomodidad.

—¡Matarlo!

—En eso tiene razón, Amelia —comenta Gyan con una mueca tensa.

—Mmm… bien —exhala Amelia—. Amélie, ¿puedes quedarte cuidando a Irán?

—Con gusto —asegura la mayor de las trillizas Martínez.

—Ahora, necesito alguien que vaya contigo. No, Marcos, tú no. —Marcos cierra la boca en cuanto Amelia hace ese comentario—. Gyan…

—Ni loco voy a dejar a mi hijo —salta el aludido sin dudarlo.

—¡Pero Xitlali tampoco y necesito a alguien que pueda pasar desapercibido! —reclama Amelia.

—Podemos ayudar —menciona de pronto Zoé.

Tras una investigación que duró más tiempo de lo planeado, descubrieron que los mellizos Herrera tenían poderes de manipulación biológica y funcionaban tanto en ellos mismos como en los demás. De esa forma, habían logrado darle a Xander un tono de piel que, él mismo, había nombrado como: “menos cancerígeno”. Asimismo, un tono más oscuro de azul en sus ojos para que no le lastimara la luz solar.

—Bien, ¿quién es más discreto de los dos? —pregunta Amelia. Ambos señalan a Zuri—. Hecho, entonces: Zuri, vas con Amélie. Zoé, vienes con nos otros.

—Hecho —responden los mellizos a la par.

—Mikel, Irene, se quedan ustedes, como siempre, y su niña. Junior viene con nosotros —indica Amelia con confianza—. ¿Les puedo encargar a Irina?

—Claro, quien quiera atacarla deberá enfrentar el poder de la naturaleza en mis manos —asegura Mikel con confianza.

—Los mellizos Castillo podrían quedarse también… —murmura Amelia.

—No voy a dejarlos —sentencia Elías—. Mikel es muy poderoso, igual que María, pero Irina e Irene no. Si vienen por ellos, Mikel podrá resguardar a las tres, pero no creo que también a ellos y ellos tampoco pueden.

—Bien, pero se quedarán lejos, igual que Karim que no querrá alejarse de su primo —indica Amelia. El aludido asiente mientras toma el hombro de Xander—. Uriel, Omali, saben que hacer.

—¡Sí, señora! —indican ambos.

—Entonces… todos a las afueras —exclama Amelia y todos empiezan a desaparecer hacia sus respectivos lugares.

El sector de las afueras nunca se ha caracterizado por ser particularmente habitable. Si bien, después de la década de oro de la ciudad, había prosperado bastante hasta llegar a poder considerarse “decente”, seguía teniendo muchos rincones abandonados. Uno de esos rincones es el destino que marca la foto.

El grupo está separado: Uriel vigila desde el aire mientras Omali rodea el perímetro. Gyan, Elías, Karim y Marcos acompañan a Xander a la locación mientras Xitlali, Zoé y Amelia observan de cerca. Eliah y Úrsula se mantienen tomados de la mano en el asiento de un auto donde también están Zoraya, Carmi e Ian, listos para arrancar en caso de que sea necesario.

El lugar no tiene una forma definida, pero parece el terreno ideal para construir una casa grande. En el centro, hay un pequeño papel que Xander se agacha para tomar. Es una foto de la madre de Xander cargando algo que parece un bebé, aunque sólo se ve la manta.

—Bien podría ser mi hermana o yo —murmura el chico con timidez antes de voltearla para leer lo escrito atrás—. “Llegaste solo a este mundo y te arrebataron de mis brazos. Ahora yo te arrebato para que vuelvas solo a mi regazo”.

—Si no estuviéramos hablando de una mujer con una seria psicosis post-parto, podría considerarlo hasta romántico —comenta Marcos. Gyan asiente de acuerdo.

Empiezan a separarse un poco, buscando qué otra cosa hay cerca y, en un punto, Gyan no puede avanzar más, como si hubiera algo bloqueando el paso. Antes de que cualquiera pueda preverlo, varias murallas azul eléctrico se alzan frente a todos; Elías es el único que alcanza a reaccionar para quedarse junto a Xander y Karim.

—¿Qué es esto? —pregunta Karim asustado mientras toma la mano de su primo.

—No tengo idea —murmura Elías notando que las barreras empiezan a mostrar líneas que parecen dibujar algo.

—¡Cuidado! —grita Xander mirando al cielo.

Elías alza la vista y ve un montón de rocas que caen sobre ellos. Alcanza a levantar las manos y crear su escudo justo a tiempo para que no los impacten, pero las rocas ejercen presión sobre él.

—¡Catcher! —grita con esfuerzo mientras trata de mantener el escudo en pie. Xander y Karim se juntan más para estar resguardados.

Se escucha un ruido extraño, similar a una onda de energía y Elías siente que la presión de las rocas disminuye un poco hasta que vuelven a caer todas de golpe contra él, lo que hace que sus rodillas se doblen bajo la presión.

—MARCOS —llama de nuevo, con más fuerza.

Tras unos segundos de espera que se sienten eternos, una poderosa ráfaga de aire comienza a levantar las rocas hasta que finalmente se las lleva un tornado y Elías puede bajar las manos. A su espalda, la barrera azul ha desaparecido y “Mikel” está transformándose en Xitlali.

—Bien hecho, gemela —aprueba Elías, agotado. Xitlali le da un pulgar arriba—. ¿Dónde diablos está Marcos?

—Ni idea, no responde —explica Amelia mirando a los campos eléctricos que siguen activados.

—Chicos, perdí a Amélie —informa Irene.

Todos intercambian miradas tensas. Segundos después, aparece Zuri con la ropa chamuscada y a medio camino entre la consciencia y el desmayo.

—Mi tío Irán, despertó —susurra antes de desplomarse en el suelo.

—¡Omali, Uriel! —llama Amelia con prisa—, ¡y alguien averigue qué son esos muros!

Una corriente de aire y energía eléctrica pasando por su lado les hace saber que Omali pasó corriendo rumbo al hospital. Zoé se acerca corriendo y empieza a revisar los alrededores mientras Xander se agacha a revisar a Zuri.

—Necesita frío, estará bien —indica Amelia antes de frotar sus manos y que, de estas, salga una luz blanca muy suave y viento helado.

—¡Irán se ahoga! —grita de pronto la voz de Carmi desde el auto.

—¡Uriel, busca! —ordena Amelia—. ¡Zoraya, sácalos de aquí!

Un motor arranca y, en los cielos, se ve una estela de nubes como señal de que Uriel estuvo ahí y partió como un avión.

—¡Hey! Esto es el plano de una casa —exclama de pronto Zoé.

—¡Lo tengo! —anuncia Uriel.

—Vayan, yo veo de qué habla el mocoso —exclama Elías.

Zuri empieza a moverse en ese momento. Amelia asiente y ella junto a Xitlali y Karim corren hacia donde Uriel les indica. Xander se queda vigilando a Zuri mientras Elías ve a qué se refiere Zoé.

Algunos metros más lejos del lugar hay un pozo comunitario que, afortunadamente en estos momentos, casi siempre está lleno. Uriel está en la orilla tratando, sin éxito alguno, de sacar un cuerpo de ahí.

—¡Papá! —grita Karim en cuanto lo ve. Sin dudarlo, corre a ayudar.

Amelia se une al grupo y, entre los tres, consiguen sacar el cuerpo inconsciente de Irán del pozo. Karim, al haber crecido prácticamente en el hospital, inmediatamente empieza a hacer compresiones en su pecho.

Tras unos segundos, Irán empieza a toser y escupir agua. Karim suelta una risa de alivio pero Amelia nota un brillo naranja neón en Irán e inmediatamente toma al menor de los hombros y lo aparta de un jalón.

En cuanto Irán abre los ojos, se ve el mismo destello naranja en sus iris, así como una neblina de confusión. De inmediato, Amelia le lanza un rayo a la cara que lo vuelve a dejar semi inconsciente.

—Oye, tampoco había que ser tan radical —exclama Uriel.

—Todos sabemos que Irán es el único con poder suficiente para vencernos a todos, más vale prevenir —responde Amelia con firmeza antes de agacharse sobre el enfermero.

Amelia empieza a revisar el cuerpo de Irán con cuidado, no sabe exactamente qué es lo que busca pero tiene claro que debe encontrar. Cuando sus manos empiezan a buscar en la cabeza, Irán vuelve a abrir los ojos y le toma la muñeca con fuerza. Un brillo naranja neón empieza a aparecer en su mano y se traslada por el brazo de Amelia.

—Irán, Irán, suéltame —exhala Amelia tratando de soltarse con desesperación: conforme el calor gana terreno, Amelia pierde fuerza. —¡Xitlali, su cabeza!

Tarda unos segundos, pero Xitlali se transforma en Amelia y lanza un rayo eléctrico que impacta directo con la cabeza de Irán. Un destello azul en la base de la nuca les indica una concentración de la electricidad en esa zona al tiempo que Irán exhala un grito de dolor y suelta a Amelia.

Mientras Amelia trata de reestabilizar su temperatura corporal, Xitlali y Uriel se acercan a Irán y levantan su cabeza rápidamente; Irán empieza a forcejear. Karim, sin saber qué hacer y sin mucha fuerza, pisa una de las manos de Irán mientras sostiene la otra. Uriel consigue quitar algo de la cabeza de Irán y este vuelve a caer semi inconsciente contra el suelo.

—Ya, suéltalo, Karim —murmura Uriel con un suspiro de alivio—. Amelia, ¿estás bien?

—Sí, gracias —musita con la mirada algo perdida—. ¿Qué encontraste?

—Esto —exclama mostrando una especie de chip—. No sé qué es ni para qué funciona pues quedó algo quemado, pero parece ser la razón de por qué se comporta así.

—¿Tú y Elías pueden estudiarlo? —pregunta Amelia.

—Es más fácil que lo haga Omali, pero sí, veremos qué descubrimos —asegura Uriel.

—¡Problemas en “la casa”! —avisa la voz de Carmi.

—¡Cuidado con que suene una vibración! —advierten los mellizos Castillo.

—Ahm… —Amelia se queda paralizada sin saber qué hacer, entonces, Irán comienza a reaccionar.

—Hm… ¿qué pasó? —murmura el pelirrojo confundido.

—Larga historia, ahora ven, tenemos que buscar a tu marido —sentencia Amelia antes de tomar camino de vuelta.

A medio camino de vuelta, Gyan los encuentra, su rostro se ve alterado y sus manos tiemblan. Xitlali corre hacia él de inmediato.

—¿Irán? —exclama el moreno, confundido al ver al pelirrojo ahí.

—Hola —saluda el aludido.

—¿Qué? ¿Cómo…? ¡Bueno, no importa! Vengan —apresura Gyan antes de dar media vuelta y regresar por donde vino.

Todos aceleran para volver al lugar. Ahí, Elías y Zoé los reciben con las manos alzadas y una indicación firme.

—¡Nadie se mueva! —ordenan ambos.

—Efectivamente, trazaron una especie de plano de una casa y en cada esquina hay sensores de movimiento que activan y desactivan las barreras —explica Elías—. Logramos sacar a Gyan y a Zuri, Amélie vino por ella, pero volvimos a encerrar a Xander y no encontramos a Marcos.

—Tengo la teoría de que está en la esquina, donde no se han movido las barreras —señala Zoé apuntando a una zona un poco más lejos donde las murallas tomaron un color azul más intenso—, pero no sabemos cómo llegar hasta allá sin encerrarnos todos.

—¿Y si rodeo hasta allá? —propone Karim.

—Podría funcionar, pero no hemos revisado ese lado, podrías quedar encerrado también —aclara Zoé con una mueca.

—No descubriremos nada si nadie se mueve —apremia Karim y comienza a rodear.

El resto comienza a caminar lentamente hacia la otra dirección, tratan de mantenerse lejos del perímetro que marcan Zoé y Elías. De ellos dos, ninguno se mueve: probablemente pueden activar uno de los sensores.

De pronto, una de las barreras de la esquina emite ondas de energía y se escucha una vibración intensa. Zoé y Elías intercambian una mirada preocupada y la primera reacción del mayor es empujar lejos a Zoé. Un montón de murallas eléctricas rodean el lugar… con Elías, Xander, Karim y Marcos dentro.

—¡Fuck! —grita Elías con rabia dándole un golpe a la barrera.

En ese momento, las cuatro murallas a su alrededor empiezan a mostrar la imágen de una habitación de paredes rojas.

—No, no esto… —murmura Elías aterrado al ver el cuarto donde los Valmore lo encerraron cuando estaba a su merced.

Todo es igual, como si nunca hubiera salido de ahí, incluso la cama donde lo encadenaban aparece ahí. Su corazón late con fuerza y sus orejas vibran. Al dar una vuelta puede ver un par de cadenas en las patas de la cama que se estiran hacia sus pies.

—No, ¡no! —grita y corre hacia la puerta.

La puerta no cede, como si estuviera cerrada con llave, Elías no duda un segundo y la hace explotar para cambiar de cuarto. Llega a algo que parece un ático oscuro extrañamente bien ordenado.

—¿Elías?

Frente a él, oculto tras lo que parece ser una especie de armario con escritorio, puede ver a Marcos encadenado a la pared.

—¿Marcos? —exhala incrédulo—. ¿Qué haces aquí?

—¡Suéltame! —reclama Marcos tratando de soltar sus manos esposadas, sin éxito alguno.

Elías se acerca y hace explotar las esposas que atan a Marcos, este se aleja de la pared sobando sus muñecas y sólo le da un pulgar arriba a Elías en modo de agradecimiento.

—¿Qué haces aquí? —repite Elías, incrédulo.

—Me encerraron —suelta Marcos —. Podía deshacerme de las esposas pero la habitación siempre mataba y volvía a encerrarme.

»No sé cómo funciona, pero estas cosas están diseñadas para transformarse en una habitación en donde tengas malos recuerdos, mientras más te quedes en ella, peor se pone.

—Sí, ya me dí cuenta —murmura Elías mirando hacia la habitación de la que salió.

—¿Hay alguien más aquí? —pregunta Marcos.

—Tu hijo está al lado —apunta Elías señalando hacia donde hay una pared—. Y… Xander.

—¡Mi hijo! —exclama Marcos yendo hacia el lugar—. ¿Cómo atravieso una pared?

—Hagamos algo —propone Elías—. Como ves, la habitación no reacciona si hay dos personas en ella. Tú sal de aquí y trata de llegar con Xander, yo busco a tu hijo cuando cambie.

—Suerte —exhala el mayor antes de correr al cuarto rojo. La habitación comienza a cambiar al cuarto principal de la mansión Valmore.

Elías corre de inmediato a la puerta lateral, donde se ve un cuarto de baño y a Karim en él, agazapado en una esquina.

—¡Tío! —exhala con sorpresa.

—Ven acá, corre, no hay tiempo.

Por su parte, la habitación de Marcos cambió a una cocina y, en la sala, frente a él está Xander.

—Xander, estás en una sala —exclama Marcos—. Corre a la puerta.

Xander asiente con nerviosismo y se levanta tembloroso antes de salir por la puerta. Karim aparece en el comedor; Elías, en la sala. Esta empieza a transformarse en un color rojo oscuro muy horrible.

—¡Elías, la puerta! —apunta Marcos. El pelirrojo se levanta y sale corriendo. —Karim, ¿puedes salir por la cocina?

—Por la ventana —afirma el menor.

—Pues ven, corre —apremia Marcos, puede ver el temor en los ojos de su hijo—. Tranquilo, estoy aquí.

Karim se acerca a la cocina a gatas, su avance es lento pero continuo. Cuando está cerca, estira su brazo y Marcos lo jala a la cocina al tiempo en que él sale apurado rumbo a la sala. Karim trepa inmediatamente por el fregadero para salir por la ventana. Marcos corre hacia la puerta al ver que su hijo escapa.

Los cuatro salen apresurados del lugar y se alejan lo más posible. Gyan y Xitlali corren a ver a su hijo mientras que Uriel desciende de los aires junto a su esposo. Marcos se aparta un par de pasos con las manos en los bolsillos hasta que alza la vista, su rostro apático muta a uno de sorpresa en cuanto ve a su esposo.

—¿Irán? —exhala sorprendido avanzando lentamente hacia el aludido. Irán sonríe.

—Hola —exclama nervioso acompañando el gesto con su mano.

—¿Eres… tú?

—Sí, soy yo —asegura el más alto mirando con ilusión como su esposo se acerca a él—. Sé que esto es raro, yo… yo tampoco entiendo muy bien lo que pasó pero estoy aquí y…

Marcos pone su mano en la mejilla de Irán y, antes de que este pueda decir otra cosa, lo atrae en un beso tímido y nervioso. Irán tarda un momento en responder, pero lo hace.

—Sí eres tú —murmura Marcos, separándose un poco, con alegría apenas contenida—. De verdad eres tú.

Con fuerza y emoción, Marcos lo toma del rostro para volver a besarlo con una alegría e intensidad que rozan casi en lo juvenil. Irán sonríe en medio del beso y coloca sus manos sobre los hombros del mayor para apartarlo un poco.

—Wow, si así me vas a recibir cada vez que me vaya por un tiempo, voy a tener accidentes más seguido —comenta el pelirrojo en son de burla.

—¿Quieres callarte por una vez en tu vida? —reclama Marcos entre risas antes de volver a besarlo.

Irán levanta sus manos en evidencia de que, aún durante el beso, está riendo. Acto seguido, toma a Marcos: una mano en la cintura y otra en su espalda mientras este lo abraza por el cuello. Las risas alrededor comienzan a escucharse y hacen que ambos se detengan y miren al resto.

—Marcos, tú te casaste con él —señala Amélie con una sonrisa burlona—. Deberías saber que no hay poder humano que sea capaz de callar a Irán.

—¡Oye…! —reclama Irán. La mirada de cejas alzadas de Amelia le hace detener su reproche—. No hablaba tanto…

—Claro, porque no eras el tipo de alumno que, ¡en la universidad!, los maestros pasaban a platicar con el pizarrón porque no se callaba —reprocha Gyan mirando burlón a Irán. La segunda generación ríe.

—En mi defensa…

—No tienes defensa, cállate —sentencia Marcos con una sonrisa. Irán lo mira sorprendido.

—Que amable eres, amor —exhala sarcástico antes de agacharse a la altura del oído de su esposo para susurrar—. Creo que aún puedo callarte a besos, o mejor… no callarte.

Marcos sonríe y se ajusta el cuello de la camisa con nerviosismo mientras un leve tono rojizo colorea sus mejillas. Aparta la vista y le hace una seña a Karim para que se acerque a abrazarlo. Irán ríe.

—Bueno, muy lindo todo pero… seguimos en territorio enemigo y no sé ustedes pero yo quiero llegar a mi casa hoy —interviene Amelia tronando los dedos para marcar que es hora de irse.

—Me parece buena idea —afirma una voz que se acerca por el oeste. Todos se quedan paralizados—, pero me parece, que se llevan algo mío.

Las barreras vuelven a levantarse encerrando a todos, menos a Xander. Esta vez, el azul es de un tono tan bajo que permite ver a través de él. Gyan golpea la muralla y grita el nombre de su hijo.

—Es inútil Gyan, el sonido no atraviesa los escudos —avisa Marcos—, y también anulan nuestros poderes.

Elías lanza una bola de fuego hacia el escudo, pero este rebota y hace su camino de vuelta. Gyan, Amelia y Karim intercambian una mirada rápida.

—El campo de fuerza de América —menciona Gyan. Amelia asiente—. Nuestros poderes no lo afectan.

—¿Y el mío? —propone Zoé—. No actúa sobre el campo…

—Sino sobre Xander —finaliza Gyan—. Inténtalo.

Zoé cierra los ojos y levanta las manos en dirección a la espalda de Xander, una pequeña vibración sacude sus manos mientras aparece un pequeño brillo verde neón.

—Mi niño. —Escucha Xander y empieza a acercarse la silueta de una mujer.

Cuando está lo suficientemente cerca, Xander puede ver la piel morena y los rizos recortados de su madre. Sin poder evitarlo, se acerca a ella con pasos temblorosos.

—¿Mamá? —murmura con voz casi infantil.

—Ven acá, mi pequeño —exclama la mujer casi con ternura—. Volvamos a casa.

—No, mamá, ven conmigo —pide el menor al sentir el agarre de su madre en su muñeca—. Estoy en casa, sólo ven conmigo.

—No —responde la mujer apretando su agarre—. Eres mía, mía, tienes que venir conmigo.

—Mamá, mamá, suéltame —pide Xander antes de que ella lo tome también por una oreja.

—¡No! ¡Mi Carrie Anne, ¿qué te hiciste?!

Xander siente como si un montón de espasmos sacudieran su cuerpo y, por primera vez, el nombre de su hermana no le trae tristeza o miedo, sino rabia.

—Mi nombre. Es. ¡Xander! —grita antes de levantar las manos y empujar con fuerza.

Entonces, toda la electricidad de los campos de fuerza se mueve, como invocada por las manos de Xander, e impacta contra el cuerpo de la mujer, causando que ésta salga despedida metros más lejos. Marcos levanta una especie de lona que yacía tirada ahí y con ella atrapa a la mujer.

—Buenos reflejos, Marcos —aprueba Amelia. Marcos sonríe brevemente.

Gyan y Xitlali corren a ver a su hijo, quien sigue recuperándose de la impresión que acaba de llevarse.

—Zoé, ¿qué le hiciste al muñeco de nieve? —pregunta Elías.

—Lo convertí en uno de nosotros —responde Zoé—. No planeé que tuviera ese poder, sólo muté sus células y eso salió.

—¡Hey, no es justo! —reclama Karim en broma al ser el único Superhumano Meta que queda en el grupo. Todos ríen.

—Gyan, creo que debes remitir a alguien al psiquiátrico —apunta Marcos señalando al bulto envuelto a sus pies.

—Con mucho gusto —asegura el moreno.

—Bien, una menos —exhala Amelia—. Quedan dos.

Bueno, bueno, nuestros Superhumanos finalmente ganaron una ronda, ¿Cuántas faltan?

¿Están listos para lo que se viene?

Espero les guste.
Atte: Ale Bautista.

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