V. Camelias.
Habían optado por descansar debajo de la sombra que un viejo y fuerte roble les ofrecía, colocando la manta para sentarse y pasar el rato. Las hojas verdes se movían al compás de las ráfagas del viento, los pájaros cantaban y risas se podían oír en el escenario, una maravillosa vibra de alegría que se esparcía por el lugar, algo que descolocaba a Shinsou pero hacía el esfuerzo por no intimidarla con su usual semblante indiferente e inmutable, aunque ella no le daba mucha importancia porque así lo había conocido y era su esencia lo que aumenta su incentivo para rodearle de flores. Más que alejarla —como él creía— lo que hacía es que le parezca adorable y sumamente tierno; sus cabellos púrpuras desordenados, sus iris de una tonalidad un poco más oscura y el conjunto de rasgos que lo vuelven muy atractivo a sus ojos.
En ese instante el adolescente tocaba los suaves pétalos de las flores que le había regalado, preguntándose cual sería su significado en específico y ansioso por escuchar la explicación de su parte, la faz brillando de entusiasmo e ilusión que le acariciaron el alma. Así que las dejó a un lado, clavando su penetrante mirada sobre la fémina que sonreía por el sonrojo efímero que tiñó sus pómulos.
—¿Tienes curiosidad, verdad? Es muy evidente.
—Sí, así es. Por eso estoy esperando que vengas con tu súper respuesta retórica y vibrante, para decirte lo que opino sobre ellas —respondió, sus fosas nasales llenándose de la fragancia a jazmines que provenía de Blair.
—Me gustan las camelias porque revelan a quien se les otorga que la persona contraria siente una profunda admiración por ellos —expresó, su luz irradiando un color tornasol—, por eso es que las escogí del montón. Es una de las cosas que siento por ti y quiero que lo sepas.
—¿Por qué? Mi quirk consiste en el lavado de cerebros y control mental, no es la gran cosa si lo piensas bien —cuestionó el muchacho, arqueando una ceja y pasando por alto la indirecta que le había soltado.
—Shinsou, mi admiración va más allá de lo que opino sobre tu particularidad —exhaló la azabache, colocando un mechón de su cabello detrás de la oreja y le sujetó la mano—, sino que he sido afortunada al poder ver en ti la fuerte convicción que hay, lo firme de tus ideales y la candidez que hay en tu corazón aunque aparentes odiar la presencia de todos. Mi madre me enseñó a analizar a la gente y desarrollar un ojo clínico para no equivocarme con ellas, por eso es que sé que eres una buena persona y serás un gran héroe si continúas perseverando.
Permanecieron en un agradable silencio que parecían disfrutar, sus manos unidas sintiendo la calidez que provenía del contrario y las mejillas rosáceas por tal declaración de Blair. Sin duda no se imaginaba que la estudiante del curso de héroes tuviera esa imagen de él, la cual ni siquiera se esforzó en demostrar porque ciertamente le importaba un pepino lo que pensaran. Sin embargo, una vez más venía ella con su actitud distinta y dulce que lo enternecía de una manera inefable, así que no era difícil distinguir la irregularidad de sus latidos cardíacos cuando estaba junto a la de tez trigueña y lo que le transmitía con un vistazo cargado de sentimientos.
—¿Una de las cosas que sientes por mí? —repasó y clavó sus luceros morados sobre ella de nuevo, queriendo que le respondiera con plena honestidad—¿Acaso hay más? Me gustaría saber, Blair.
—Hablo de admiración, cariño, respeto... esa clase de cosas, ¡sí, eso es! —titubeó sonrojada, mordiéndose el labio cuando su tono inseguro la delató pero aún así no quiso profundizar su respuesta.
—Me parece que te referías a otra clase de sentimientos, pero está bien. No te presionaré a que digas algo con lo que no te sientes cómoda —musitó sonriendo de lado, imaginándose varios escenarios donde ella revelaba lo que era evidente según sus compañeros ocasionales en la academia—. Por otro lado, debo aclararte que también siento cosas respecto a ti, sin embargo, te lo revelaré cuando lo crea conveniente.
—¿Eso qué quiere decir, Shinsou? —cuestionó la azabache, su rostro rojizo por la vergüenza y sus orbes abiertos desmesuradamente por tales palabras de su amor secreto.
—Tómalo como mejor te parezca, ¿eh? —participó, su sonrisa se mantuvo invitándole a levantarse y sacudir la hierba de su falda— Ya tendrás el tiempo suficiente para darle vueltas, éste no es el momento para ello. Así que cambiemos radicalmente de tema y vayamos por un helado para contrarrestar el calor.
La brisa fresca revolvió sus cabellos, cuando sus ojos se cruzaron un chispazo los invadió cual escalofrío en el pecho. Blair todavía estaba anonadada y confundida por lo que le había expuesto, comprobando una vez más que Hitoshi era bastante misterioso y extraño de una buena manera aunque quisiera negarlo. No obstante le siguió la corriente, obviando sus interrogantes porque... eso se podía categorizar como una insinuación de que le gustaba ¡pero era demasiado bueno para ser verdad! Y más que todo por la sencillez con la cual se lo expresó, lucía taciturna y sus colores llamativos aumentaron en cuanto estuvo debajo de los cálidos rayos solares.
—¿Me estás escuchando? —tanteó su cita, deteniéndose enfrente del carrito de helados y dándose cuenta que la alegre aspirante a héroe yacía en un silencio sepulcral— Cuando estás callada das hasta miedo, no es muy típico en ti.
—Es que no vi eso venir —comentó frunciendo el ceño por unos breves segundos y luego su faz demostró la energía que suele desprender—, lo que pasa es que a veces al estar vulnerable a situaciones que dan giros inesperados me pasmo y quedo procesando la información por unos minutos. Es peculiar o eso dice mi padre, pero intento que no se note mucho.
—No te preocupes, está bien. Por lo que percibo en ti, eres una personalidad bastante estrafalaria e intrigante —opinó el de ojeras, pidiendo dos paletas de mandarina.
—Creo que eso es un halago, así que ¿gracias?
—No exactamente, no me dejaste terminar —rió con suavidad, empezando a caminar por el sendero de graba y admirando el paisaje primaveral—. Añadiéndose a eso, puedo decir que eres una chica inteligente, adorable e incluso singular en el buen sentido. Todavía no sé como es que soportas a los idiotas de la clase 1-A.
—Oi, Kaminari no es tan malo —carcajeó, recordando las desventuras de su amigo eléctrico y sus bromas malísimas—, es un buen amigo apesar de que me ha metido en problemas en diversas ocasiones por sus locuras. La BakuSquad es divertida, solo que difícil de comprender porque "el líder" —alegó, enfatizando el título y haciendo comillas con los dedos— tiende a ser voluble y temperamental, pero así lo apreciamos. Es como tener un lindo gato con rabia.
—Eso es una comparación irónica e inusual, sin embargo, supongo que lo entiendo —respondió Shinsou, admirando el rostro deslumbrante de Blair que comenzaba alumbrar mucho más allá de lo que se imaginó alguna vez, un radio más amplio alcanzó su resplandor.
El lunes llegó como un golpe a la realidad de los estudiantes quienes deseaban regresar al fin de semana, el montón de tarea aumentaba a medida que avanzaba el día y sus expresiones llenas de fastidio era lo que ambientaba las aulas de clase. Pero para Shinsou no representaba una molestia asistir a la U.A y que hubiese la probabilidad de encontrarse con Blair, habían charlado por mensajes luego de su exitosa salida en la que se conocieron un poco más y los sentimientos florecieron, dándole el mérito a la estación colorida y apacible del año que era la responsable de flechar personas. Sonrió cuando vislumbró las notas adhesivas pegada a su casillero y un pétalo anaranjado de lo que seguramente sería de una rosa junto a los papeles.
"No podré ir hoy, así que encargué a alguien la noble tarea de que colocara esto en tu casillero para no perder el hilo.
Te regalo un pétalo naranja, sí, esta vez no es una flor como tal ya que el idiota de Kaminari arruinó el resto y tuve que remediarlo... ¡igual tiene el mismo sentimiento! Esta anuncia la alegría, lo extrovertido y amabilidad. Por eso la elegí, es para que te contagie.
Con cariño,
Blair."
Exhaló en gesto de decepción, porque siendo sincero quería poder ver su sonrisa benévola y risueña, atender su venerable y encantadora voz que parecía encender hasta el más oscuro paisaje, en un júbilo de tonalidades vivarachas y animadas. La personalidad que ella posee era como un imán que lo atraía cual metal, por más que existieran diferencias abismales entre sus cualidades y caracteres, algunos decían que esto les jugaría en contra. Sin embargo, ahí se hallaban conectados uno al otro por un lazo indivisible.
Su rostro flemático y agrio se ablandó, algo que varios compañeros notaron ya que Hitoshi solía ser desdeñoso todo el tiempo y eso los espantó, otros bromearon con que un meteorito colisionaría contra el planeta ya que dicha anomalía acontecía, tonterías como esa y muchas más susurraron los pubertos. Aunque esto no afectó el estado del chico de cabello alocado púrpura, yacía imperturbable, incluso podía decirse que una burbuja lo rodeaba e impedía que alguien le enojara. A lo mejor buscara al problemático de Denki para que saber que había ocurrido respecto a la azabache y su extraña ausencia aprovechando la hora del descanso, aparte de que le atinaría su palma abierta con fuerza en la nuca, por haber dañado la rosa del color del amanecer que le obsequiaría la muchacha.
En un orden distinto de ideas, se hallaba abstraído y meditabundo sobre la causa que hubiera tenido la joven para abstenerse de asistir a la academia. No era muy normal que se preocupara por las personas, en realidad, porque siempre las limitaba a un espacio que contenía poca relevancia y quizás por eso es que no se consideraba una persona muy sociable, más bien bastante introvertido y apático porque la gente lo inquietaba. Muchas veces sus padres pensaron que era una fobia a relacionarse con los individuos, pero lo descartaron al instante en que vieron el comportamiento del chiquillo; era inalterable, escrupuloso y circunspecto. Pese a eso, visiblemente cuando a la de pecas y tez tostada se refería los términos y condiciones se transformaban.
Sí, había un sentimiento abrumador y dulzón que prospera en su centro, no mengua ni merma. Más bien segrega placidez, concluyendo que la está empezando a querer.
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