Sipnosis.
El chico de cabellos violáceos era bastante retraído y callado lo cual intrigaba a Blair, quien desprendía brillos por donde quiera que pasaba, era un pronunciado contraste cuando se cruzaban y sus iris de distintos colores colisionaban, generando una chispa que no supieron identificar. Uno transmitía una vibra depresiva y oscurecida mientras que a escasa distancia de él se encontraba la azabache irradiando luz, alumbrando hasta el rincón más oscuro del lugar y sonriendo efusivamente.
Nadie sabía a ciencia cierta como es que la muchacha se había encariñado con Shinsou, ya que siempre tenía esa actitud apática e indiferente la cual solía incomodar a la mayoría y generaba más dudas al ver que ella pertenecía al curso de héroes, ignorando por completo los cotilleos de sus compañeros al acercarse e intentar sacarle conversación, sin interesarle que éste respondiera con monosílabos. ¡Lo seguiría haciendo! En algún determinado momento le agarraría el hilo a su elocuencia.
No era demasiado complicado tratar de entenderlo o tal vez sí... pero había aceptado el desafío de llenar a su enamorado de pétalos amarillos; ¿por qué amarillo? Porque ese era su color favorito y representaba la felicidad, aquella que deseaba experimentara el adolescente cuando viera los pétalos que dejaba para él, abandonando todo rastro de amargura que sintiera y teniendo la certeza de que llegaría tan lejos como se lo propusiera.
—Ten un girasol que te haga feliz, no lo digo yo, lo dice Van Gogh —exclamó Blair, dándole una de sus llamativas flores.
—No creo que eso marque una diferencia significativa —respondió el de profundas ojeras, aceptándolo de todos modos.
Y sí que lo haría, solo que después lo descubriría.
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