Paseo por el cementerio
Su cabello ondeaba con la brisa suave, se mecía por su rostro. Su sonrisa era suave y cálida, ahuyentaba las sombras que aún se cernían sobre la pradera. El terror y los gritos se disiparon. Sus ojos eran lagos que almacenaban dolor como mares olas, pero aun así se distinguía en ellos un atisbo de amor y dulzura. Cuando tomó mi mano supe que el frío se alejaba, supe que los días vacíos y las noches oscuras retornaban a sus verdaderas luces. No he visto a nadie danzar como a ella por entre los muertos (que enterrados yacían a nuestros pies). Una flor pálida y de tallo seco, una tumba fría oculta bajo los pastizales y una chica cálida que devolvía la vida, que bajo tanto tormento nos fue arrebatada.
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