Pájaros en el tendido eléctrico

Una tarde después de la lluvia vi a los pajaritos sentados en los cables eléctricos. Pensaba que eso solo ocurría en escenarios ficticios de tardes después de la lluvia, pero no. Estaban ahí, eran un montón, llegaban dos y se iban dos, así sin rechistar, hacían oscilar el cableado de arriba a abajo. Imagino que nadie tendría la gran idea de sentarse debajo de los pajaritos, qué locura, con tanto movimiento seguro llevaban el estómago hecho un asco. Pero bueno el tema es que estaban ahí los pajaritos, y entonces me pregunté si acaso podrían volar y sentarse en mi cerca, ya saben, a conversar un rato. No es que yo hable mucho con los animales, no vengo de ninguna peli de Disney, y no les sigo el idioma, pero sería interesante. La de cosas que me contarían, todos esos secretos, esas personas, porque claro, cualquier animal me hablaría de las personas, si es que no podemos ser más raros, la verdad. Curioso es que mientras veía a los pajaritos pasaba por la callejuela el camión que se lleva la basura. Ya ven, en la vida real puedes estar disfrutando de un atardecer, de la lluvia y de un grupo de pajaritos charlando en el tendido eléctrico, cuando de pronto llega algún camión de basura por ahí para recordarte que sigues en la Tierra y que no has viajado a ningún universo paralelo. La cosa es que después de pasarse la tarde lloviendo la basura huele terrible, las bolsas navegan en un mar verdusco, y hay papeles, botellas y todo tipo de extraños objetos flotando por ahí, por eso cuando el camión de la basura pasa, no hay manera de que no lo notes, en especial porque mientras más se aleja más llega a ti el olor a podredumbre que carga. Eso sí es curioso, como desafiar el efecto Doppler, pero cambiando las ondas por basura. En fin, en fin, en fin. Los pajaritos ya se han ido, también es mi culpa por pasar una hora divagando, no sé a dónde quiero parar. ¿Las cosas buenas duran poco? ¿Lo bueno siempre está matizado por lo malo, pero lo malo nunca es suficiente para acabar con lo bueno? En realidad no sé qué clase de lección quiero hacer llegar, quizás que de vez en cuando uno tiene que detenerse a mirar a los pájaros, como se detiene a oler las flores —y es que nadie se detiene a oler las flores—. Quizás el mundo sería más bonito si hiciéramos las cosas que se hacen en los libros, como saludar a los desconocidos, enamorarse de un extraño, entrar a un bar porque sí, viajar haciendo autostop, oler las flores, cantar en público, contar pájaros o intentar mantener conversaciones inteligentes con animales silvestres. Yo voto por Disney, ahí se ven todos muy felices.

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