Nadie se termina de aceptar en la vida, todos guardamos un poco de desconfianza, ya sea en el sostén con relleno, en el tinte de cabello, en el labial rojo, en los rizos falsos, en las uñas de porcelana, en las fotografías con retoques. Un viaje a la playa puede ser un viaje a través de nuestras inseguridades, un espejo en el cuarto de baño puede convertirse en un espejo de feria, de esos que distorsionan la imagen. Nadie se termina por aceptar a sí mismo, pero todos batallamos porque al menos las personas a nuestro alrededor se fijen en las cosas buenas, ocultamos los errores como se oculta el polvo debajo de una alfombra, y esperamos, esperamos a que los años justifiquen nuestras carencias.