Escéptica

Soy bastante escéptica en casi todo y no solo en lo divino. Mi escepticismo abarca entre otras a las personas que confían en algún día ser alzadas al cielo y convertidas en constelaciones o en las que creen que añorando lo que quieren lo obtendrán, como si el pensamiento tuviera garras. Soy escéptica de los escépticos, que dicen ser capaces de vivir bajo las leyes físicas sin un poco de fantasía (soy bastante escéptica sobre eso). Tengo la nula creencia de que el azar existe, como si no fuéramos capaces de decidir lo que entra y lo que no a nuestra vida. Soy escéptica a otro nivel, escéptica sobre el cambio, sobre las personas que dicen ser capaces de remodelar el mundo (acabar con la guerra, el hambre, la discriminación) y se enfrascan tanto en su propia figura que olvidan que los cambios deben evolucionar, que el único tiempo de cambiar algo es el futuro, y el único medio es entregando lo que somos a los siguientes. Soy escéptica con los sentimientos, con las amistades a lo largo del tiempo y la distancia, cuando la verdad es que un amigo se pierde al mes y al kilómetro, y en su lugar solo queda espacio para el recuerdo y de vez en cuando una tarjeta en navidades. Soy escéptica con el amor verdadero, el amor predestinado, dudo que tenga la suerte de encontrar entre mi millón de conocidos a mi amor ideal, en especial cuando restan más de siete billones de personas a las que nunca tendré la oportunidad de saludar. Soy escéptica de todo, y así vivo bien. Cuando dejas de creer en Dios, dejas de creer en cualquier cosa que de lejos huela a divino y te las arreglas para construir tus propias creencias, yo, en mi caso, he formado un glorioso castillo de escepticismo.

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