No tengo mucho que ofrecer,
ni siquiera un par de mentiras condimentadas.
No es que yo sea uno de esos amores crípticos,
no soy una persona compleja, ni siquiera una persona difícil,
pero soy yo,
y con eso basta para arruinarlo todo.

No tengo la valentía para hablar,
incluso las palabras tiemblan cuando las escribo.
Soy más de sentarme a sopesar las posibilidades,
a pensar que vendrás
y que no tendré que ir a buscarte,
a aprovechar las pequeñas oportunidades,
y retractarme cuando parece que alguien me nota,
porque soy así:
llena de esperanza en los momentos absurdos
y desesperanzada cuando los caminos se abren.

Estos versos a diferencia de los demás
no están hechos para ser leídos.
Escribo esto como mi última posibilidad de crear un vínculo,
de que escuches tu nombre bien escondido entre mis palabras,
y que vengas a ver quién, con tanto empeño, te nombra en silencio.

Si ves esto, por favor, no me escribas,
no me llames,
no me hables,
no me mires,
que si veo un poco de interés en ti,
voy a terminar huyendo.
Porque así soy yo, como un cervatillo,
como cualquier otro poeta.
Mi única esperanza es vivir de sentimientos imposibles,
así que si puedes, pasa de largo.
Con suerte sacaré otro poema de eso.