III. Epístolas de Andrés.



[N/A: Posee una narrativa a modo de textos personales en 16 escritos, tal que decidí no implementar signos; obviare los asteriscos (*) en palabras coloquiales. Todos los modismos que aparezcan y me percate, se resaltarán al final del capítulo y bastantes 🥰].

(1)

23:17 p.m.

02 de Noviembre.

Si Fernando estuviera viéndome ahora, ¡Ufff! No dudaría ni un segundo para ventarme la madre por los días en los que me burlé de él cuándo un tiempo escribía su diario.

«¡Pero ésto no es un diario!», le diría en mi defensa. Ésto es... ¿Mmm? ¿Anotaciones...? Diría cartas.

Como hoy, después de haber dejado el cementerio y a mi familia allí, no tuve las fuerzas de regresar a casa. No quería volver. No podía... No lo soportaría.

En parte por los recuerdos, y otra por el desgano de encarar a los salíos de los vecinos que, obviamente, deben estar al tanto de mi pérdida. Aunque sospecho que los detalles se habrán encubierto bajo embustes elaborados tipo socialistas: surreal. Capaz que a todos esos se les quemen las tajadas para averiguar acosándome o me dediquen miraditas de pena, ¡Lo cual no necesito en estos momentos!

Así que, huyendo de peos, le pedí al Abuelo Chuntaro que me permita ir con él. Bien no hubo necesidad. De todas maneras me llevaba consigo... soy menor de edad al fin y al cabo. Se convirtió en mi tutor legal al ser mi único pariente vivo.

En la casona de 4 pisos propiedad del abuelo, la cuál, en mi punto de vista, parecía todo un albergue de personas raras, nadie de allí me dirigía la palabra, ¡Ni siquiera la mirada! Ignorado.com.

He intentar iniciar una conversación con el propietario, o sea, el abuelo, me daba ladilla. Es muy amargado, así tipo serio e indiferente. Muy aburrido. Sólo meditar y hablar en rimas es lo que hace.

Tal que, para no perder un tornillo hablando solo en voz alta y estar echao' en la cama y pensar en cosas tristes, decidí, apartir de ésta, y cuando tenga la necesidad, escribir una secuencia de cartas para tener mis ideas ordenadas.

Buehhh, no sé cómo cerrar. ¿Me tengo que despedir acaso? ¿De quién si estoy solo? Nunca he escrito esta clase de vainas. ¿A las cartas sin destinatario se les despide? ¿Se dice destinatario...? ¡Argh! Parezco loco, haciéndole preguntas a una hoja.

Lo que sea, mañana empiezo mi entrenamiento... Tengo que descansar.

Andrés Bedoya.

(2)

22:30 p.m.

03 de Noviembre.

¿Yo dije entrenamiento? Si claro.

Hoy el Abuelo Chuntaro, como costumbre al hablar, dijo: «Para aprender un arte, se debe instruir en sus bases», y yo quedé «¿What?» ¿Bases? ¿Arte? ¿Qué coño...? Sinceramente, imaginé patadas y coñazos, pero no esperé regresar a la escuela.

Me metieron en una especie de salón de clase, sin pupitre, para sentarme en el rústico suelo con una colchoneta asiática que ni idea su nombre y que de igual modo deja el culo acalambrado.

Hubieron otras personas en ese espacio, con edades variadas cuyo promedio oscila los 14 y 17 años. Se nos asignó una «sensei» (como nos obligó decirle) asiática de procedencia reservada, cuyo nombre es, si bien dudo escribirlo, «Kanao yo-no-sé-que-más».

Ella informó que la «educación teórica» tomaría dos semanas cuando mucho y que esperaba grandes cosas de nosotros, así tipo dramática.

El primer tema fue: La Historia Secreta de la Sociedad de la Cuchilla del Alba. ¡Raro!

Explicó que todo comenzó hace más de millones de años, tan antigua como la civilización misma.

Muy Doctor Stranger (nótese el sarcasmo).

En la primera Era, la sobrenatural amenaza extraplanar de los Demontre era más evidente y caótica que hoy en día. Una dictadura totalitaria, dijo; tipo chavista.

Ha ésto nació la necesidad de defender y proteger la humanidad, librarse del poder maligno.

Surgieron los Primeros Maestros, los Campeones Originales, los Héroes del Alba, Los Celestiales Primigenios; 16 guerreros legendarios que descubrieron las ventajas que ofrecía el Universo. Fueron los que dieron la cara.

Sangre bélica cubrió valles, ríos, mares y montañas. Y en lo especial, eso fue algo que me pareció exagerado por parte de ella, pero ¡Shhh! No la interrumpí por ningún motivo. ¡Siempre carga una regla de madera!

Batallas fantásticas que la mujer expresó con un romance fanático que me acordó a la Abuela Christine en los domingos de misa. Intensa.

«Y victoria», según. Una falsa victoria, ya que esas criaturas continúan al acecho desde las sombras.

Cuenta que retrocedieron a la dimensión dónde provenían y que sellaron la brecha por la que ingresaban. Sin embargo, sectas de aguaos intentaron contactar a los malos, por poder, fortuna o vaya a saber qué, por medio brujería, rituales o vainas así, no sé, es más complicado. Muchos terminando poseídos, convertidos, devorados o descuartizados junto a sus familias al no medir las consecuencias de sus acciones. Así, nuevamente, incontables criaturas volvieron a nuestro mundo a ocultarse en él.

Éstas personas me dan lástima. No es que los esté justificado, pero, quizá, tuvieron problemas hasta el ahorcamiento y confiaron ciegos que se los resolverían y les usaron, para sufrir inmenso dolor. Es triste.

Allí, tal cual, los Primigenios se vieron obligados a estructurar una sociedad estable, pues el contraataque demoníaco fue feroz y repentino. Estos fueron los orígenes de la Sociedad de la Cuchilla.

A cada Miembro se le asignó una responsabilidad en ese entonces, Divisiones para satisfacer muchas de las necesidades que fueron surgiendo dentro de esos heróicos actos y, que a su vez, fueron adaptándose al paso del tiempo y la civilización. A estas se les conoce como: Inmaculados, Brújulas, Orquestadores, Monarquístas, Cardinales, Fámulos, Horóscopos, Sinfonías, Astrales... Tantos sobrenombres locos que para mí significan lo que significan.

Lo cierto es que se volvió un círculo vicioso. Por un lado, héroes famosos, reconocidos en las mitologías debido a sus atributos y gallardía, enfrentan a los Demontre con astucia. Por otro, las necesidades humanas confieren desesperación y atraídos por la promesa de resolver los calvarios, caen en la tentación e invocan a más de estos males. Y se repite y se repite durante milenios.

Así Kanao transcurrió echando cuento. Habló de la India, guerreros de África, mitos cristianos/hebreos, la religión asiática en general y, luego de hablar sobre Heracles (Hércules) junto a la mitología grecorromana, me perdí.

Me enfoqué en mis compañeros. Ví a esxs chicxs concentrados en la explicación de Kanao-sensei.

La verdad yo lo estuviera si la historia cómo materia no me causara sueño. O sea, comprendo que el pasado es importante y así, pero hablar paja desde las 6 a.m., hasta las 5 p.m., con una chiquito tiempito para sólo comer, ¡Uff! Es un dolor de cabeza.

Si pienso gafedades... A lo que iba.

Ver a mis compañeros me hizo reflexionar en los jóvenes que eran, al igual que yo. Pudieron haber tenido una vida común. ¿Qué les habrá ocurrido? ¿Qué cicatriz se oculta detrás de esas miradas de interés? ¿Acaso sufrieron una gran pérdida? ¿La tragedia los alcanzó como a mí? Me pregunto en la cantidad de personas sufriendo alrededor del mundo por estos seres... Y me lleno de rabia. Me lleno de impotencia.

La vida es de por sí dura, como para agregarle al guiso esos repulsivos males. Se debía y tenía que hacer algo de una vez por todas. Definitivo.

Andrés Bedoya.

(3)

21:57 p.m.

16 de Noviembre.

Estás pasadas 2 semanas fueron difíciles.

Yo siempre había vivido con mis padres y hermanos, y siempre me había visto rodeado por al menos uno de los integrantes de mi hogar; nunca antes me había separado de ellos durante tanto tiempo, ni de viaje, ni una vez en un plan vacacional del trabajo de mi mamá. Al menos tenía cerca a uno, aún si fuera el odioso de Fernando, allí estaba haciéndome saber indirectamente que estaba acompañado.

Aunque el Abuelo Chuntaro se esfuerce por hacerme sentir a gusto, algo que agradezco, me siento deprimido.

He tenido un sueño recurrente: una pesadilla. En ella estaba rodeado de mis seres queridos, riendo, disfrutando de la compañía de cada uno, cuando de repente cae la noche y nos envuelve la tragedia.

Siempre que reconozco aquella maligna risa, me levanto y me doy cuenta que la pesadilla no es solo una ilusión de mi subconsciente cruel, sino que es real, afirmando lo que ya sabía, lo que aún lamento, lo que aún duele... Saber que no los volveré a ver a mi lado... hiere.

He soportado ese malestar durante semanas. No me he sentido yo... ¿Cómo siquiera encontrarme? ¿Cómo hallar una vez más lo que fuí? Eso que fue brutalmente arrancado de mis manos junto a la imágen descuartizada de mi familia... ¿Cómo recuperar los fragmentos? ¿Cómo volver a construirme?

Aunque intenté prestar atención a Kanao-sensei, fue poco lo que pude aprender.

Recuerdo que nos habló de la ética y los valores morales detrás de nuestros actos. Sobre el compromiso y la mentalidad de luchar día a día para preservar la humanidad y establecer un mundo mejor, pacífico, para las generaciones próximas, siempre con honor, paciencia, dedicación y entereza, no por fama o reconocimiento.

Nos aconsejo deshacernos de la avaricia, el egoísmo, la indiferencia; dijo que, aunque seamos humanos llenos de defectos, como escudo y espada del mundo, teníamos que ser mejores.

Nos explicó a detalle sobre las Divisiones que componen la Sociedad. A lo que comprendí que todo era como un estructurado Gobierno súper secreto.

~Campeones de la Cuchilla Inmaculada o también dicho Inmaculados, pude saber que son los guerreros que imponen su vida para enfrentar directamente a los Demontre. De ellos se habla y se respeta.

~Brújulas, antiguos Inmaculados ya entrados en cierta edad, como el Abuelo Chuntaro cuya vida invirtió a la causa, ahora imparten sus conocimientos, además de juzgar a sus discípulos.

~Orquestadores, fueron los constructores de cada leyenda y mito en las culturas del globo, dando orígen a las religiones y actualmente son los que resguardan, conservan y censuran La Historia Humana.

Tantas o más de las Divisiones, Kanao-sensei se esmeró por explicarlas, tan amante de su trabajo que me pareció tierna. Que si que Monarquístas, Cardinales, Sinfonías, Fámulos, etc.

Pese a la demás información dada para saturar el cerebro, lo escrito es lo único que ahora recuerdo. Sinceramente, es difícil prestar atención. No me pare la cabeza para intentar guardar todo lo que la «sensei» nos dice.

Solamente me mortifica pensar e imaginarme con ellos una vez más... Un pensamiento tóxico tal vez. ¿O es normal?

Quizá consiga paz durmiendo, ¿Será qué esas ilusiones «oníricas» me den tranquilidad aunque me duelan?

Andrés Bedoya.

(4)

22:47 p.m.

28 de Noviembre.

Ultimadamente, antes y después de dormir, he estado pensando en una especie de melodía que se repite en mi cabeza una y otra vez. Es una canción pegadiza. Emotiva. Una composición muy bonita capaz de aplacar a un perro rabioso, pero ¿De dónde la saqué?

No recuerdo haberla escuchado de algún sitio y me confunde, porque desde que tengo conciencia de ella, he logrado dormir sin pesadillas. ¿Tendrá relación alguna?

Quizá la inventé por el cansancio.

El cuerpo lo tengo hecho mierda. No sé ni cómo sigo vivo.

Hace ya un par de meses que iniciamos el entrenamiento con el Abuelo Chuntaro y ¡Vaya que entrenamiento!

Él dijo que cualquier estilo marcial es aceptable para enfrentar a un Demontre. Con brevedad nos contó que, básicamente, la Sociedad le dio orígen a las distintas artes marciales, sólo que se adaptan en menor escala a la «miopia» de una región, cultura y tradición específica.

Bueno, entre los diferentes estilos que muchas Brújulas enseñan, él personalmente imparte Jiu-jitsu, Kendo, Kung fu y Tai chi; según para el reforzamiento interno y la versatilidad externa con piernas, puños, llaves, armas... además de establecer en nosotros disciplina y todo eso.

La rutina es severa. Desde bien temprano en la mañana, al levantarse, se ponen en práctica los fundamentos básicos tanto de Jiu-jitsu, Kung fu y Kendo. Y es así durante todo el día, para entrenar el cuerpo entero ¡Hasta las 5 p.m! Después nos hace realizar movimientos suaves con una respiración pausada, evitando azararnos, meditar haciendo Tai chi; como quién dice: es la calma después de la tormenta.

Yo que pensaba que las películas chinas y de por allá, dónde mostraban a los personajes esforzándose al extremo en un entrenamiento desquiciado, eran exageradas, Jummm... ¡No ajusticia a la realidad! ¡Ésto es todavía peor! ¿Dónde quedó ese proverbio «mucho de algo es malo»?

El Abuelo Chuntaro no se compadece. Nos deja mamao'.

¡Pero no importa! Si me ablando, nunca cumpliré mi promesa y no salvaré a los que amo.

Andrés Bedoya.

(5)

23:58 p.m

31 de Diciembre.

Me siento mal...

Estábamos en pleno fin de festividad. ¡Semana de navidad y año nuevo! Épocas para pasarlas en familia...

Con un inmenso vacío en el pecho que tengo horita, pensé que la cicatriz en mi corazón no dolería, pero una vez más me equivoco. Duele tanto que deja sin aire, mientras las lágrimas inundan mis ojos y el pulso me tiembla para escribir.

Ya las 12 campanadas vienen y lo último que hago en lo que me queda de año es recordar como de niño decoramos el arbolito, muy iluminado y colorido; recordaba también a mis amigos como en estas épocas nos concentramos en lanzar tabaquitos y cohetes por doquier, riendo y llenando nuestros pulmones de pólvora.

Aunque me empeñé en perfeccionar las katas día y noche; aunque entrené hasta que no pueda más; aunque toda una madrugada practiqué Tai chi, para sentir menos agobio, como si fuera un escape a toda la realidad y un pase a la anhelada paz; nada de lo que hacía alejaba todo esa tristeza que me sigue carcomiendo el alma.

Sólo hay 2 cosas que han sucedido y que me han hecho pensar, al menos por un rato.

Hace un par de noches, mientras desocupaba la mente e intentaba copiar los movimientos fluidos del abuelo, a mis oídos llegó el suave canto de la voz acústica de una mujer.

Tarareaba sin desafinar un bello ritmo romántico, como un vals dulce que me enterneció, que causó en mí un satisfactorio sentimiento de plenitud. Y reconocí la música, era la misma con las que a veces me distraía y que, por raro que fuera, me ayudaba a concentrarme.

No obstante, al intentar hallar la causante de tan preciosa sinfonía, lo verdaderamente extraño fue no verla por ningún lado de la casona. Era como si la hubiera imaginado, pero juro que si existe.

Otro asunto interesante fue la revelación que nos dió el Abuelo Chuntaro a la clase. Dijo que después de año nuevo nos iríamos de viaje a Mérida.

No sé si lo hizo para levantarme el ánimo, pero no creo que halla algo en estos momentos que pueda hacerme sentir bien.

Las fuegos artificiales resuenan, oigo a la gente celebrar... ya son las 12, así que... ¿Feliz... año pa' mí?

Andrés Bedoya.

(6)

22:57 p.m.

20 de Enero.

Si alguna vez creí que el viaje sería por vacaciones, me equivoqué enormemente.

Yo siempre quise ver la nieve, jugar con ella junto a mis hermanos, hacer pelotitas y muñecos. Como la Capital de Mérida es el único Estado venezolano en el que cae la nieve en algunas temporadas y aunque he ido, con mi familia nunca llegue a tener el gusto de ver una nevada.

No pensé que mi primera experiencia con ella fuera con poca ropa. Expuesto a bajas temperatura.

Subimos al Pico Bolívar para continuar el entrenamiento en aquellas condiciones insoportables. Vestimos monos holgados y franelillas Ovejitas; sin zapatos, ni siquiera alpargatas. ¡Demasiado desprotegidos!

El frío fue horrible, la densidad del aire fue un problema respiratorio y las piedras del suelo fue una ladilla para mis pies descalzos.

Si ese día no morí de hipotermia y no contraje bronquitis o algo así, de seguir aquí pasará.

Por ello, el entrenamiento en la montaña más alta del país era pésimo y agotador. Mil veces peor que las prácticas de fútbol. Allá arriba y durante la mañana, llevábamos en nuestras extremidades pesas de 7 kilos, y se nos obligaba a lanzar golpes y patadas por un par de horas, después nos amarraban cauchos al cinto para correr cuesta abajo con ellos. En la tarde seguíamos las formas comunes.

Según el abuelo, un Inmaculado debe conciliar cualquier clima, condición o temporada de nuestro alrededor, ya que un Demontre puede sacarle provecho al ambiente, volverlo a su favor, beneficiarse. ¡No podemos permitirlo!

Gracias a la ayuda del único pariente, he aprendiendo a regular el calor corporal y el ritmo cardíaco. Actualmente y para mí asombro, aumentó mi resistencia al frío.

Mejore la respiración para soportar la falta de oxígeno. Y, además, pude enfocar mi concentración en algo específico.

Soy mucho más fuerte que antes.

Andrés Bedoya.

(7)

22:15 p.m.

28 de Febrero.

El Estado de los Gocho no fue el único destino que visitamos.

Para acondicionar nuestros cuerpos a diferentes climas, recorrimos algunos lugares del país: Falcón, Nueva Esparta y Bolívar. Es decir, luego de entrenar bajo el frío intenso y poco oxígeno, sobreviví al Sol abrasador de los Médanos de Coro, luché contra la corriente del embravecido Atlántico, y trepé la mortal ladera de una cascada, ¡La cascada! El Salto Ángel.

Creo que el Abuelo nos quería asesinar y encubrir con un accidente.

Aunque al final volvimos... pero no al hogar que crecí.

Hoy no he salido de la habitación. Me han tenido que traer la comida, porque la verdad no quiero ver a nadie. Quizá todos afuera creen que estoy descansando, aunque no es del todo mentira.

Me estoy hiriendo a mi mismo con mis pensamientos, pero es inevitable y más en este día.

Con mis familiares llegué a tener una pequeña tradición. Dicen por ahí que celebrar un cumpleaños antes de la fecha es de mala suerte y que no es bueno y sabrá que tantas cosas más. Pero igual, ese en especial lo festejamos cada día anterior, muy a pesar a las supersticiones y oposiciones de la Abuela Christine.

Cómo yo nací un 28 de febrero: un año bisiesto; en los años comunes no esperábamos al primero de marzo.

Recuerdo el año pasado; fue tan hermoso y bisiesto después de 4 largas temporadas.

Cómo en todo carnaval, desde la mañana jugamos mojándonos en la calle con pintura, jabón, agua ¡De todo! Recuerdo cuando salimos después a contemplar las carrozas festivas.

Saito, aunque ya era mayor, se disfrazó de Donatello, la tortuga Ninja; Fer se vistió como el Power Ranger azul de Dinotrueno; Vivi la vistieron de la Sirenita (hasta usó una peluca roja) y yo del Zorro. Fue tan chévere, viendo las comparsas y recibiendo caramelos. Reíamos.

Al final volvimos a casa para cantar el «ésta noche tan preciosa» y picar la torta... ¡Vaya que sí era feliz!

Ahora éste es mi primer cumpleaño sin mi familia al lado: el primero de muchos.

Los extraño.

A veces me siento desamparado, como si no tuviese razón para seguir viviendo. Aunque el Abuelo Chuntaro me quiera a su manera, es inevitable no pensar en el cómo sería mi vida si no hubiera perdido a nadie, si no hubiéramos ido a ese partido o marchado de aquella fiesta de victoria.

Admito que lloro. Sin embargo, no puedo definir el sentimiento; ¿Pena? ¿Rencor? ¿Soledad? ¿Melancolía? ¿Frustración? No lo sé. Sólo tengo claro la fuerte emoción aplastando mí pecho, sometiendo órganos, pero que también me motiva aguantar los constantes golpes del entrenamiento.

Por más que mis compañeros renuncien, yo jamás lo haré.

Andrés Bedoya.

(8)

22:30 p.m.

15 de Mayo.

Aquel grupo silencioso con el que inicié desertó, ninguno aguantó los golpes físicos y psicológicos del Abuelo Chuntaro.

No obstante, todo no fue tan malo. Para entrenar me reagruparon junto a un grupo de gente avanzada: aquellos que alguna vez ví en el jardín de la azotea.

¡Por fin pude hacer amigos! Sintiéndome sociable, una vez más después de tanto tiempo, en éste grupo conocí a Nico (Nicolás) Medina, Sebas (Sebastián) Romero y Chicho (Gregorio) Sandoval, personas honestas y experimentadas con las que me llevo calida, pues, no sólo corrigen los errores que hago, sino que me alentan con pasión a seguir adelante.

El entrenamiento junto a esta gente es diferente, riguroso, tanto que nos obligaban a cargar 24/7 una especie de espada de bambú que, según, se llama Shinai.

A veces combatimos en prácticas, aún así los golpes dejaban grandes moretones. Sin embargo, mayormente seguíamos un horario estricto. Durante los días de Marzo y Abril combinamos las doctrinas de las artes marciales aprendidas, afinando con esmero nuestros movimientos y así pretender grabarlos en el cuerpo para volverlos «parte» de la anatomía; hacerlos espontáneos. Posterior, en éste último mes, para mí extrañeza, debimos aprender a desglosar y definir los aspectos a nuestro alrededor: aromas, vibraciones y presentimientos.

Se me antoja fastidioso intentarlo, porque lo veo imposible, o sea, ¡El mundo está lleno de miles de millones de olores, sonidos y sensaciones! ¿Cómo alguien es capaz de precisarlas todas? ¡Es una reverenda estupidez!

Aún así, para mí suspicacia, un chico en el grupo, mayor que yo por 2 años, oriental por sus rasgos que, según mis amigos, su nombre es Shoichi Kuwajima, cada que le preguntaban por un olor, ruido o algo, pese a las vendas que colocan en los ojos, acierta casi a la primera. Yo opino que hace trampa, pero quizá me equivoque.

Intenté varias veces hablar con él, para saber sus secretos, pero me ignora, así que ya no lo intento de nuevo. No sé si sea sordomudo; tan siquiera sé que ese pana es muy serio, taciturno, odioso, se enfoca estrictamente en sus asuntos.

Bueno, si es verdad que él puede reconocer las percepciones en el ambiente como aparenta, yo también puedo. Supongo que tendré que esforzarme todavía más para alcanzar su nível.

Andrés Bedoya.

(9)

23:50 p.m.

10 de Noviembre.

Por primera vez después de meses y meses de un duro e ininterrumpido entrenamiento, dónde sigo intentando reconocer y aprender un sinfín de percepciones, el abuelo lo pausó hoy.

Él nos dijo: «La vida de un Inmaculado es una constante lluvia de sangre» y puedo tener una vaga idea. Aunque oír el: «son necesarios» implica que sin ellos, la estabilidad como se conoce, sería cuán peor que caminar bajo gotas del líquido carmesí.

No lo quiero ni imaginar.

Nos explicó que la otrora (palabra nueva para mí) influencia del alma o el espíritu con la energía del propio universo, ¡El cosmos mejor dicho! Es conocida como «astral» también llamada «magia», no actúa como la pintan o creen algunos. Es menos soñadora que en las películas, libros y la creencia popular.

Por ejemplo, cada una de las invenciones existentes de la gran pantalla, como dar vida a objetos, transmutación, controlar a los muertos, revivir gente, telequinesis, ir a otras dimensiones o mundos paralelos, ¡Crear eclipses mediante conjuros y así! Es pura ficción. O sea, toda esa fantasía se resume a acciones curativas, bélicas o ilusiones.

En el caso de jugar con el espacio a voluntad, rediseñar la realidad cual ingeniero o intervenir con el cause del mismo tiempo (manifestaciones cósmicas omnipotente) han de tener un alcance cuya magnitud de control supera los límites de un humano, pese a estar entrenado o «trascendido». Sólo el «Caos» (Magia Demoníaca) es capaz de rasgar por encima de estás fuerzas absolutas, aunque ha de ser nada sorprendente.

Dijo que en nuestra mortalidad y delicada influencia místicas, los Primigenios descubrieron cómo el universo nos ofrecía controlar un aspecto elemental de nuestro mundo.

Me devolvió las ilusiones con aquello, pero la infancia la mató al contemplar nuestras limitaciones humanas. Reveló que, con una dichosa «Trascendencia Cósmica» llevada acabo en una especie de prueba o algo (no entró en detalles para mí extrañeza), las almas se funden de por vida con su elemento destinado, sin derecho a cambiarlo.

Para darnos un asombroso ejemplo, mis ojos fueron testigos impresionados de él con una Katana prendida en llamas, cortando de un solo tajo a un grupo de largos palos de bambú y el apagar su sable al blandir, así tal cual.

Algo que me dejó loco, fue cuando nos explicó que la «Astral» escala niveles arrechos, ya que al espíritu fundirse con los elementos, usando diferentes estilos de técnicas, ya descubiertas a lo largo del estudio de antiguos guerreros, se pueden hacer ataques tan poderosos para borrar ciudades enteras en cuestión de minutos (en el caso de los más experimentados Inmaculados).

Se convive en otro reino, el cual me sorprende el hecho de que continúen siendo seres mortales.

El Abuelo Chuntaro clasificó los Poderes Elementales en 3 grupos: habituales (que parecen siempre estar presentes), perennes (capaces de ser creados de manera instantánea) y los conflictivos (los que se atreven a intervenir con la voluntad y los sentidos de un ser vivo o copiar sus virtudes).

Los habituales serían los elementos Enlil (Viento), Sūrya (Sol), Abzu (Abismo), Guruthva (Gravedad) y Qin (Música). Mientras que los elementos Pyr (Pira), Mayim (Agua), Líthos (Piedra), Craidné (Herrero), Raijū (Rayo), Adamantem (Diamante), Fimbulvert (Invierno), Virus (Veneno/Tóxico) y Xóchitl (Planta) son perennes. Dejando como conflictivos a los hermanos, el menor, Theerion (Bestia) y el mayor, Manas (Mente).

A primera instancia nadie sabe a que elemento se inclina su alma, aunque se dice que las almas copian la Guía de su Brújula, sin embargo, solamente en la Trascendencia Cósmica se descubre. Por lo que mi abuelo nos aconsejó seguir entrenando nuestros sentidos y cuerpos, porque facilita la receptividad cuando llegue el «momento».

Por lo tanto, de ahora en adelante durante la noche, iré a recorrer Valencia, una ciudad poblada de sensaciones, sonidos hasta decir basta y millones de olores, para entrenar todavía con más esfuerzo.

Andrés Bedoya.

(10)

21:28 p.m.

23 de Noviembre.

Desde los 5 años, más o menos, siempre fantasee con los superhéroes. Lo sensacional que son y la victoria trás victoria lograda contra los villanos. Era emocionante para un niño.

Mi mente me imaginaba siendo Superman o el Capitán América, también fui Hulk, Flash, Wolverine, Shazam, Spiderman... No me cansaba de soñar con esos personajes de ciencia ficción. Que eran yo. Que yo conseguía grandes cosas. Que era reconocido y querido por las masas.

Ilusiones de pequeño... Que tierno.

No esperé ser la versión sobrenatural de un Bruce Wayne, con la pérdida de la familia entera por obra de entes demoníacos.

La verdad, Batman nunca me gustó, lo veía tétrico, desconfiado, un básico traumado. Si, es un genio e hizo cosas impresionantes, pero era un mortal más. No obstante, ahora lo considero. Vio morir a sus padres y aún así salió adelante, se superó como persona, se convirtió en héroe.

Ésta vida es muy diferente a las comiquitas. Aquí no se trata del heroísmo ni el reconocimiento, ni usar seudónimos carteluos; se trata de sobrevivir, de resguardar a la humanidad y comprometerse con impedir que esas bestias se harten de almas humanas. Es una deber que recae en su plenitud sobre los hombros de los Inmaculados.

No se consideran héroes, sino guardianes de un nuevo mañana, de un próximo amanecer, de un futuro pacífico: El Alba. Velan por esa promesa. Sacrifican sus vidas por esa promesa.

Por lo mismo, junto a los muchachos del grupo, nos esforzamos día a día para ser aceptados por el ojo crítico de nuestra Brújula: el abuelo.

Pero ¿Aceptado para qué? Una vez me pregunté eso, así que a.

Descubrí algo sobre una Prueba de Idoneidad, la cual es la prórroga obligatoria para volverse Inmaculado, dónde debíamos ser dignos para soportar la carga cósmica dada por un evento en una circunstancia maravillosa: La Trascendencia Cósmicas.

Básicamente es la exposición satisfactoria de nuestras almas ante una anomalía del mismísimo universo. Así de sencillo.

Explicaciones científicas de muchas mentes importantes (y que fue toda una sorpresa descubrir su participación en la Sociedad) dicen que la anomalía nace en el pasado, por el maltrato del espacio-tiempo-realidad, dejando así una masiva reunión amuñuña' de energía dimensional por todos lados.

Esas energías que pasaron a formar parte de nuestro mundo, fue el efecto al mezclarse las dimensiones, y en La Tierra existen puntos específicos donde abundan.

Se creería que el sólo estar allí es suficiente exposición, pero no, sino cualquiera con buena condición física pudiera obtener tal bendición. Las partículas cósmicas encargadas del fenómeno están dormidas, pero se activan por la vorágine influencia de superpoderosos Inmaculados mediante un ritual o algo así.

Lo cierto es que al alma trascender, el cuerpo humano adquiere cualidades sobrehumanas, pero, repito, se debe tener la condición «idónea» para que la radiación de ésta carga no resulte perjudicial.

Y entiendo el motivo de una buena instrucción y el nuevo grado de entrenamiento que el abuelo va a implementar.

Andrés Bedoya.

(11)

03:25 a.m.

12 de Julio.

Las horas, los días, las semanas y los meses han transcurrido tranquilamente, ensimismado en esa nueva manera de entrenamiento.

Fue hace un tiempo que el abuelo nos hizo subir el cerro detrás de la casona por unas escaleras, hasta la punta y nos indicó descender por dentro del monte.

Al principio creí que sería pan comido, o sea, es una montaña normal, ¡Pero nojombre que equivocacion! Dentro de las matas, en el piso, ¡Oculto en todos lados! Se hallan una cantidad incontable de obstáculos y trampas mortales... ¡Mortales! Flechas, péndulos hechos de troncos, fosas, misiles de piedras y un largo etc.

Fue una odisea bajar, por poco muero, sino fuera por haber adiestrado mis sentidos con tanta urgencia, no estuviera escribiendo ahora; no hubiese podido determinado que cada trampa escondida genera un sonido específico, un olor característico e incluso no hubiese tenido la capacidad de tomar en cuenta ese escalofrío de mi piel ante una cercanía.

Recuerdo haberme sentido orgulloso aquella primera vez, aunque fui el último y más maltratado.

No terminaba con el cerro. El valle colindante a la casa, en ese espacio, en ese jardín trasero, continuaban las trampas, así lo demás es historia.

Entre todos, quien superó mejor el campo de obstáculos, fue Shoichi, casi sin heridas más que rasguños en uno que otro lado y con un tiempo destacado.

Al llegar con el Abuelo Chuntaro «Ya he inculcado mis conocimientos, es cuestión de ustedes convertirlos en aprendizaje» dijo y desde entonces, dejó de enseñarnos.

Muchos no supieron que hacer de allí en adelante, se desesperaron sin la guía del Abuelo, pero yo decidí regirme con lo que había aprendido a lo largo de éstos casi 2 años. Con los muchachos e incluso con la presencia de Shoichi, continuamos subiendo y bajando la montaña, compitiendo entre nosostros, mejorando nuestros récords personales.

En mi caso, también salía a recorrer la ciudad, iba y venía entre calles, barrios y sectores, practicaba la respiración junto a la concentración, tal cual en mis viajes por el país y como hoy, duraba hasta buenas horas en la madrugada. Sin que el Abuelo lo sepa (según yo) me he metido en algunas peleas interrumpiendo asaltos, violaciones, abusos y bueno, yo los considero prácticas, porque esa gente no sabe ni pelear.

Sé que aún me falta mucho camino por recorrer, tan siquiera para alcanzar el nível de Shoichi, pero no me rindo... seguiré adelante.

Andrés Bedoya.

(12)

00:13 a.m.

06 de Marzo.

Alentado por los recuerdos, por los terrores, en estos cortos (para mí) 7 meses he intentado aumentar mi ritmo. Pongo en acción todo lo que creo saber y aquí sigo.

Tengo más resistencia: mañanas en la montaña, seguido de corregir mis katas y volver en las tardes a las trampas, han dado sus frutos. Soy más rápido. Aquel tiempo principiante lo dejé bien olvidado, me sorprendo a mí mismo al poder captar todo sonido y olor particular, sea sutil, grave... Allí estaban para avisarme. Y con el apoyo del Shinai he tenido la habilidad de incluir las maniobras del Kendo con la destreza aerodinámica adquirida.

Todavía no he superado a Shoichi, él es muy rápido y ágil, también mejora constantemente. Sin embargo, digo con orgullo que casi le sigo el paso, he avanzado al grado de tener la misma velocidad de mi amigo Nico. Antes los 2 desaparecían por la distancia, pero ahora mantengo al caraqueño a mi lado y al nipón de frente.

Por eso escribo hoy, por la emoción que todavía tengo, pues, por primera vez logré igualar el récord del asiático ese. ¡Uff! Me enorgullece recordarlo. Su cara siempre insípida y seria, aparentemente un robot sin emociones, manifestó por primera vez una cambió en sus gestos, por un pequeño segundo, ¡Pero lo ví! En cuanto, Nico, se impresionó por mi audacia y me felicitó.

Es que fue una cosa imprevista.

Al bajar del cerro por dentro, siempre lo hacía corriendo estrictamente por el suelo boscoso, esquivando árboles, raíces y las trampas en ese sitio. Nada de otro mundo. Pero hoy pasó algo que interrumpió ese patrón y me obligó a improvisar.

Nuevos obstáculos nos tomaron desprevenidos, el Abuelo Chuntaro se esmeró colocando más. Entre los cuales, una especie de catapulta me arrojó unas piedrotas tamaño ahuyamas, ¡Cómo 8 a la vez! Justo cuando en el piso había una fosa cuyo fondo tiene lanzas sobresalientes.

Reaccioné por la circunstancia y me trepe a una mata cercana ¡De un salto nojoda! Y no me quedó más que adaptarme para no bajar la velocidad, en pocas palabras, cuál mono, saltaba tan rápido que apenas las matas crujían por mi peso.

Aunque si habían trampas molestando... no sé, creo que por el impulso de algunas ramas, no estoy seguro, sólo tengo claro que desde allá arriba fui más veloz que en otras ocasiones, lo suficiente para competir por primera vez con el Kuwajima.

¡Que satisfacción! Comprendí que ha mis capacidades les puedo invertir un poquito de creatividad.

Eso me emociona un montón. Sin embargo, aún con el entusiasmo, estoy nervioso por lo que el abuelo nos dirá dentro de unas horas, ayer estaba como raro, enigmático.

Andrés Bedoya.

(13)

21:52 p.m.

21 de Junio.

Esquivo los dardos silbadores con ayuda del palo de bambú o haciendo acrobacias. Proyectiles de madera que podrían traspasar mi cuerpo de lado a lado, parecidas a lanzas indígenas, ya he perdido la cuenta de cuántas veces las he esquivado con facilidad. Las fosas con «sorpresitas» en el piso no son más que un hueco que brinco sin problemas. La velocidad de mi descenso a crecido, bastante y no es inconveniente para coordinar mis sentidos.

El campo de obstáculos ya me parecía un juego de niños; la dificultad quedó en el olvido.

A pesar de esa vez que alcance al taciturno Shoichi, el egoísta ha tomado precauciones para que no vuelva a pasar. En conclusión, no le he vuelto seguir el ritmo a la par, ¡Que eso no me desanime! Le piso los talones.

Pero el entrenamiento no se resume a eso.

Recuerdo aquella mañana del 6 de Marzo, cuando el Abuelo Chuntaro dijo con voz firme y autoritaria «Sebastián, Eliannys, Nicolás, Pedro, Shoichi y Andrés, son ustedes los seleccionados para la capacitación astral» y ello conllevó al sentido de todo.

Ese día volvió a mostrar su Reliquia Espiritual. Si bien recuerdo, las reliquias son armas específicas para cada alma, únicas, naciente luego de haber trascendido a Inmaculado, así como la noción de un elemento. Se trató de aquella katana.

Con su sable, explicó, con palabras más y palabras menos, que la razón de agudizar nuestros sentidos y acudir a las percepciones, era para comprender el flujo extracorporal de la energía cósmica en el entorno y tener la capacidad de redirigir ese cause a favor.

«¿Cómo hacerlo si aún desconozco mi elemento?» fue la duda que expresé. «Todo ser vivo, toda alma pura o impura, toda consciencia posee intrínseca conexión con el universo» y fue su respuesta.

Finalmente enseñó las 3 Técnicas Básicas, esas entre el arsenal de un Inmaculado que cumplen una misma función a pesar de la diferencia de elemento: ofensiva, domadora y defensiva, respectivamente. Instó a aprender los efectos sensitivos que infunde estás habilidades, hacerlas orgánicas a nuestro ser y hallar un nível de armonía adecuada en cuerpo-alma.

Desde ese entonces el físico ha pasado a segundo plano, aunque no lo despreciamos claro está. Ahora nos evocamos en fortalecer nuestras aptitudes astrales para adentrarnos en esa formación esotérica, oculta con recelo para los invidentes.

Intimida pensar en todo aquello, siendo sincero conmigo mismo. Aún así, por el recuerdo de mi familia y por mi promesa, lo lograré.

─Andrés Bedoya.

(14)

23:49 p.m.

19 de Septiembre.

Al principio pensé que, como al entrenar los músculos, el aprender a «visualizar» el flujo astral sería cuestión de tiempo, pero no.

Cada quién buscó hacerse más fuerte a su manera, independiente a los demás. Yo me mantuve en lo que sabía. Seguí en el campo de obstáculos, rompiendo cada nuevo récord. Continué saliendo por las noches, incrementando mi memoria y cognición, intentando guardar los olores: metálicos, plásticos, secos, húmedos, óxido; junto a la agrupación de tantos sonidos.

Aún así no conseguía captar al dichoso «cosmos». No avanzaba de dónde estaba estancado. ¡Era frustrante! Todavía más cuando sentí algo en Shoichi fortalecerse, como su aura.

Una vez ví a escondidas cómo por arte de magia, ese japonés hacía encender unas velas en su habitación con los ojos cerrados. Averigüé de metiche, lo admito y no me arrepiento. Aunque pensándolo, ¿Será qué tenía los ojos abiertos? Los tiene tan chiquitos... ¡Bah! Nunca lo sabré.

¡La cuestión es que él había conseguido conectarse! Y en ese instante supe que si era posible, pero ¿Cómo lo logro yo?

Entonces, después de tanto tiempo, volví a oírla.

Era esa voz femenina, la de aquella vez, tarareando la misma reflejante melodía, a veces cerca, a veces lejos, agradable y con la destreza de no desafinar. Provenía de todos lados y de ninguno a la vez. Era raro.

Al principio no le paré bolas. La ignoraba. Aún así ella no interrumpía su concierto privado. Seguía y seguía. Incluso llegué a notar su distintiva forma de tararear mientras entrenaba. Fue así por al rededor de 8 días. Lo más extraño era que sólo yo la podía oír, aunque estuviese acompañado, nadie le percata; aunque le pregunte a mis amigos, las respuestas eran negativas.

Hasta que decidí buscar su origen. Recorrí la casona: la planta baja, los salones donde Kanao-sensei daba sus clases; en el jardín superior; y de vuelta al laberinto de habitaciones. En éste último lo hallé.

Irónicamente, capté la voz venir de la cabaña que alguna vez vio curar mis heridas. Allí había una mujer de melena rojiza, tan anaranjada como la de Mérida de Valiente, o quizá más, demasiado llamativa para ser normal. Ella bailaba sola, sin música, danzando descalza al son de un par de maracas en mano. Su rostro plácido con una leve sonrisa, me atrevo a decir que satisfecha, yacía con tantas pecas como el cielo estrellado, y los párpados unidos dejaban sus ojos a la incógnita. Los pasos de baile de esa mujer fueron gráciles y delicados, con una coordinación admirable, muy elegante e hipnotizante. Esa danza cautivadora desprendió pasión y sentimientos puros, emotiva.

Me invitó ha acompañarle de repente.

Confundido, me negué a su invitación con la excusa del entrenamiento, aún así insistió. En ningún momento abrió los ojos, ni me vió, era rara, quizá una miembro de la Sociedad, o quise creer. Jamás la había visto, pero algo en ella me resultó familiar, hasta ahora no sé el qué.

Al día siguiente del primer encuentro, la volví a ver dónde mismo y como en esa primera ocasión, me invitó a bailar a su lado. Me negué algo apenado.

El evento se repitió días después con similar finalidad. Y no fue hasta 4 encuentros más que cedí a su pedido de ser su pareja de baile.

Platicábamos. Su voz al hablar, así como al entonar, era serena y cálida; su amabilidad infundia en mi cuerpo un sentimiento de sosiego indescriptible.

Mientras me enseñaba una coreografía, noté sus facciones delicadas: labios finos y rosaditos, nariz chica, pestañas tupidas, cejas rojizas, mejillas pecosas y regordetas, ¡Y sus ojos por fin visibles! Eran de un verde tan puro, pálido, casi cristalino. Ví su belleza, su juventud y aún las tengo guardadas. No ha de tener más de 30 años.

Entre amenas conversaciones, llegó a decir «Sentir el ritmo de la música, el cambió de sus notas y disfrutar sus frecuencias; seguir la canción y moverse al compás de la melodía, es como permitirse envolver por la fuerza insustancial del alma con el universo: la astral», y a pesar de su ensoñación y pasión al contar dichas palabras, no le entendí nada.

Desde entonces la visité de día y de noche. Pulió mis habilidades al baile y a su vez me enseñó otros estilos de danza en el mundo. Mejore con la salsa, la bachata y el merengue, además de aprender a bailar cumbia, ballet, tango, tap, ¡Hasta hiphop! Era bastante divertido.

En todo ese tiempo jamás dijo su nombre y aunque la curiosidad por preguntarle estuvo insistente, respete su prudencia, por lo que tampoco le dije el mío.

No sé por qué buscaba a esa mujer, a veces creía que abandonaba mi entrenamiento y todo por lo que me esforzaba, que dejaba tirado esa promesa que le hice a la memoria de mi familia. Sentía que cometía algo indebido. Sentía que perdía mi rumbo. Sin embargo, el estar con esa señora me causaba una extraña tranquilidad en el pecho que aún ahora no logro entender.

Fue en uno de los últimos encuentros furtivos que empecé a cuestionarle sus motivos por enseñarme con tanta dedicación a danzar. «Bailar al ritmo de la música, ir junto a la corriente... el universo, la astral, cumple un flujo que no se puede forzar, pero si seguir y usar, dígase de agua, dígase de aire, dígase de música. Sólo hay que sentirla y comprenderla... Además, ¿Es fructífero dedicarse a una labor sin gusto ni pasión, querido Andrés?» y me respondía textualmente con las palabras exactas.

Aunque no pensé en el significado al instante, más que en saber cómo descubrió mi nombre, comprendí el mensaje.

Por lo tanto bailé y bailé y continúe bailando con gusto, con entrega, hasta que al fin pude percibir la melodía del cosmos.

─Andrés Bedoya.

(15)

22:11 p.m.

29 de Febrero.

Gracias a mis clases de danza de aquella mujer pelirroja, cuál nombre omitió en todo momento, tuve una nueva perspectiva.

Como una ola para surfear, o mejor dicho, una buena bachata de Romeo Santos o un intenso reguetón de Daddy Yanquee, podía determinar que la energía astral sigue un ritmo especial, inconstante, volátil, cambiante, pero predecible.

Era como esa sensación que queda en el cuerpo después de un día entero en la playa y te acuestas a dormir, como mecido por las olas y con una musiquita de fondo, relajante.

Para mí, esas eran las sensaciones que invierte el universo.

Por ello, al retomar el entrenamiento, me sentí física, emocional y espiritualmente diferente.

Fusione ambas artes, adapté la versatilidad de la música imperceptible con mis movimientos de combate, resistencia y traslación; como capoeira ligada a las otras artes marciales aprendidas.

Admito al decir que ahora mi velocidad es absurda a la que tuve antes. El descender del cerro y atravesar el valle, que lo hacía en casi media hora, actualmente lo hago en 6 minutos. ¡Ahora lucho con Shoichi por ver quién es más veloz! Incluso el Abuelo Chuntaro, aunque no lo diga en voz alta, estaba impresionado por mi súbita mejora.

Estuve en deuda con esa misteriosa mujer y, aunque quisiera agradecerle su apoyo, desde el primer día que puede desechar mi ceguera, no la volví a ver ni a oír más... Se esfumó.

Me acostumbré a las percepciones que ejercen las Técnicas Básicas y puedo hacer «truquitos» a menor escala.

Hoy, después de largos 4 años, es mi cumpleaños oficial y me siento satisfecho conmigo mismo por mi avance. Si mi familia estuviera aquí se alegrarían por mí.

Pensando en ello, la última vez que celebré mi cumple en la fecha que era, la alegría que sentía junto a ellos es algo que recuerdo con una hermosa sonrisa al rostro, en aquel fatídico año que murieron: hace tanto ya.

Heme aqui, indudablemente cambiando, pero intentando conservar mi esencia, ser el mismo. No mayor que Saito, cumplo 20 años, pero sin dudas sería más alto y fornido que mi hermano. Si pudieran verme... Si pudiera verlos...

Exactamente hoy el abuelo notificará quienes de sus discípulos están preparados para perpetuar la ilustre Prueba de Idoneidad. Un evento magistral llevado a cabo una vez cada década y que nos hace abrazar las «fraguas» del cosmos, fundiendo en su calor las almas «temerarias», que al «desencadenarse», se renace con la intensa luz inmaculada de una designo «trascendental».

Se dice que el costo del fracaso es elevado. No sé si es una exageración la advertencia del abuelo, pero según dijo, la sobrecarga dimensional a la que estaríamos expuesto o a la radiación, podríamos perder el intelecto por un derrame cerebral y quedar como vegetal. ¡Es un riesgo!

Mentira sería decir que no me preocupa. Mentira sería negar el miedo. Mentira sería afirmar mi triunfo con certeza. Verdad es asegurar que, aún con el pánico, no planeo echarme pa' trás. Si he de morir, será dando todo de mí.

Andrés Bedoya.

(16)

17:02 p.m.

09 de Abril.

Un niño que en la crueldad se le fue arrebatada la alegría, la inocencia, dejando detrás un caparazón errante, sin vida, cayendo al vacío lúgubre de un hoyo sin fondo, pero que no se rinde, no se deja machacar y se sostiene del fino y endeble hilo de la esperanza; ¡Lucha! ¡Resiste para no sufrir e impedir que otros sufran!

Aunque por más de una ocasión el cuerpo me dejó de funcionar, continué. Lloré lágrimas de agonía, lloré lágrimas de desesperación, lloré lágrimas de añoranza y a pesar de la vista empañarse por el llanto, no perdí el camino y no lo planeo perder.

Nico, Shoichi y yo fuimos los elegidos que el Abuelo Chuntaro consideró aptos para enfrentar la prueba.

Esta es mi última carta. Después de 4 años, el entrenamiento con el abuelo terminó. Mi estadía en la casona está por verse. Pero apenas éste es el principio de mi aventura. No puedo saber lo que me depara el futuro, los tormentos que me esperan, sólo sé que mañana será el día que se decidirá si debí morir con mi amada familia o que se prolongue mi estadía en éste vil Geosistema llamado Tierra.

Sea lo que sea, estoy dispuesto a dar todo de mi parte para no decepcionar a nadie. Ojalá y sea suficiente.

Andrés Bedoya.

*Ventarme la madre: hace una exagerada referencia a recibir insultos excesivos.

*Salio': metiche, chismoso, entrometido. «Salíos» sería su plural.

*Embuste: mentira, falacia, engaño.

*Tajadas: rebanadas o cortes de plátano maduro freidas en aceite caliente.

*Peo: problema, inconveniente, discusión, pleito. Gas, flatulencia, pedo.

*Echao': relativo a la pereza. Acostado,

*Coñazo: golpe, impacto, madrazo, colisión.

*Acalambrado: entumecido.

*Aguao': inútil, inservible, torpe. «Aguaos» sería el plural.

*Paja: así como coño o vaina, hace referencia a identificar cualquier cosa (acción, objeto).

*Gafedad: tontería, ridiculez, absurdo. «Gafedades» sería el plural.

*Azararado: ajetreado.

*Mamao': agotado, cansado.

*Pico Bolívar:  es el accidente geográfico más alto de Venezuela, con una altitud oficial de 4978 m s. n. m. Forma parte de un conjunto de picos ubicados en Sierra Nevada dentro del parque nacional homónimo en la cordillera de Mérida.

*Tabaquitos: explosivos cilíndricos, pequeños, hechos de pólvora parecidos a cigarros o tabacos comercializados en épocas decembrinas.

*Gocho/a: se denomina coloquialmente a las personas oriundas de los estados andinos de Táchira, Mérida y Trujillo.

*Calida: divertido, agradable, relajado.

*Nojombre expresión coloquial de decepción, desánimo, disgusto, reproche.

*Arrecho: molesto, enfadado, enojado. Atrevido, osado. Incrédulo, impresionante.

*Carteluo: bonito, increíble, muy bien, genial.

*Amuñuña'/o': muy junto, aglomerado.

*Caraqueño: individuo originario de Caracas, Venezuela.

*No pares bola: no hacer caso, ignorar.

*Ahuyama: Calabaza.

*Mata: rama, hoja, tallo.

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