2.

-Creo que te toca la habitación 235 pero la verdad es que no estoy seguro.

El chico que está detrás del mostrador, tiene unas gafas con las que sus ojos verdes se han agrandado como un 300%. Debe de tener al menos unos 2 años más que yo o algo así pero el hecho de que esté aquí, trabajando como recepcionista, junto con toda esa fachada de chico nerd, le aumenta al menos otros dos años.

-¿Cómo? -pregunto al no entender qué significa toda esta situación. El lee la planilla que tiene en sus manos, en las que están todas las divisiones de chicas y chicos que dormirán en las dependencias. Estoy comenzando a perder mis estribos, niñito.

-Es que aquí, efectivamente, sale tu nombre, mira. -dice y levantando el papeles y lo extiende sobre el mostrador. Y de verdad, justo a un lado de dónde su dedo apunta, mi nombre resplandece en negrita. -Pero, hay otro nombre justo al lado, ese de Cleo Gilbert. Y además el de tu compañera de cuarto. No se pueden tener mas de tres personas en un dormitorio lo que significa que hay un error.

-¿Qué? ¿Cómo se supone que sea esto posible? -vocifero mientras me echo hacia atrás levantando las manos. -Esto es Oxford, chico. No un hotel donde se olvidan que una habitación ya fue repartida.

El chico que mira con sus grandes ojos azules y se encoge de hombros. Rodeo los ojos y apoyo la cabeza en el mostrador maldiciendo para mi s adentros. Últimamente todo me ha salido mal. Lo de Camille, Harry, obviamente, y ¿ahora esto? ¿De verdad creí que al mudarme a otro país, continente y todo, también el caos quedaría atrás?

-Si quieres puedes volver en un par de horas. Quizás ahí lo habremos resuelto, Erin. -anuncia el chico sonriendo alegremente. Yo frunzo en ceño ladeando la cabeza. Luego enderezo mi cuerpo y con una amplia y falsa sonrisa, me dispongo a salir de las totalmente desorganizadas, dependencias.

¿Realmente el creía que yo tenía el tiempo del mundo? Precisamente, soy la que menos tiene tiempo aquí. Salgo hacia el gigantesco patio de la Universidad encontrándome con rostros desconocidos en su totalidad. Hay algunos que se me quedan mirando mientras observan mi -sé que obviamente no es la mejor, pero qué va, -maleta rosa. Me encojo de hombros y me adelanto hacia la inmensidad verde. Aquí, es todo igual. Las construcciones góticas siempre me parecieron así.

En la secundaría, cuando nos enseñaron todo esto, no podía dejar de preguntar cómo lo diferenciaban, es decir, en mi opinión, todo es igual. Cruzo un arco de al menos, unos tres metros de alto y a lo lejos diviso una escalera a la luz del sol en un pequeño lugar. Subo unos dos peldaños y me siento en él dejando mi maleta delante de mi rostro. Apoyo mis codos en mi rodillas suspirando.

¿Quién pensaría que Erin Moriarty estaría así en estos momentos?

(...)

Así que, por eso mismo, cuando el reloj negro que descansaba en mi muñeca marcó las 12 del medio día, me dispuse de pie, nuevamente con destino a la recepción de las dependencias. Habían pasado 4 horas, 4 horas en las que no hice nada aparte de avanzar unas 150 o 200 páginas de mi ejemplar de Orgullo y Prejuicio de Jane Austin. Y eso que ese libro, lo he leído unas cuantas veces como para avanzar muchísimo más rápido.

Y cuando creí que nada podía ser peor, doblo por una de las esquinas del lugar y choco con alguien.

-Lo siento. -digo sin mucha intención en mi voz. Pero entonces, levanto la mirada y veo a una chica de más o menos mi edad, o quizás más entonces. Tiene el cabello castaño oscuro hasta los hombros y la piel un tanto trigueña. Me sonríe incluso más de la cuenta.

-Fue mi culpa, yo iba mirando el suelo en vez del frente. -dice con una voz fina. Sonrío solo por respeto y comienzo a avanzar a su lado, arrastrando mi gran maleta, por cierto. -Oh, mi nombre es Cleo. Un gusto.

Y entonces me paro en seco. ¿Cleo? Me volteo hacia ella con una ceja enarcada hacia la chica de un metro setenta, quizás. El vestido que trae puesto le hace adoptar una fachada de tía buena. Pero es la maldita mujer que está luchando por mi lugar en las dependencias.

-¿Cleo? -digo tratando de sonar un interés en demasía. -Vaya, qué nombre tan raro. -suelto una risa y volteo la cabeza hacia atrás para ver si alguien viene. Pero no, camino despejados, bitches. -El mío es Erin, mucho gusto.

Cleo sonríe y se acerca rápidamente hacia mi. Se encoge de hombros junto con la gran sonrisa que tiene. Yo sonrío tan falsamente que mis mejillas comienzan a escocer por la mala posición en la que estás. Simulo mirar hacia abajo para disimular y cambio la sonrisa por una cara seria. Cuando vuelvo a mirarla, distingo que sigue sonriendo, e incluso, con la misma intensidad de antes. Dios, esta chica si que es rara.

-¿Hacia dónde ibas, Erin? -pregunta mientras comenzamos a caminar por el patio central. La suave y helada hierba bajo nosotras se pasa entre mis zapatos y comienzo a sentir un poco de frío, por lo que me veo obligada a guardar mis manos dentro de la delgada chaqueta que traigo puesta. -Aún estás con tu equipaje, y ya ha pasado tiempo.

Y eso es porque tu tienes mi lugar, estúpida!"

-En las dependencias han encontrado algún tipo de error en la distribución de mi habitación. Me han dicho que espere pero creo que ya es mucho. Así que aquí voy. -añado mientras avanzo cada vez más rápido. Cleo se queda unos pasos más atrás pero tiene que correr para alcanzarme. Sonrío y cuando ella me alcanza, me muerdo el labio inferior para que no lo note.

-Entonces te acompaño. El primer día siempre es el más desesperante según mi hermana. -comenta con entusiasmo. Rodeo los ojos y empujo la puerta de madera que guía hacia el gran pasillo, donde se encuentran las dependencias. -Seguramente la verás alguna vez por aquí. Tiene dos años más que yo y es muy parecida a mi.

-No me digas... -me bufo mientras hago fila en la corta cola en la recepción.

-Si, exacto. Así es. ¿Mencioné que este era mi primer año?

Dios....

La gente delante de nosotros, está igual de tranquila que yo. Cleo es la que más alboroto hace dentro del pasillo, el cual se llena de eco con su voz chillona. Algunas chicas a nuestras espaldas, una pelirroja y otra castaña, nos miran con cara rara. Yo sonrío tratando de disculparme por la molesta emoción y entusiasmo de Cleo. Ésta, no deja de comentar cómo fue que entro en la universidad y lo emocionados que estaban sus padres al enterarse de que estudiaría en la misma escuela que su hermana. Su melena castaña se mueve de un lado hacia el otro mientras gesticula con sus manos.

Las chicas a nuestras espaldas comienzan a alejarse cuando consultan a el reloj de sus móviles como por quinta vez en menos de cuatro minutos. Cleo frunce el ceño cuando se da cuenta de que se están yendo pero les resta importancia encogiéndose de hombros.

-¿Sabes? Siempre creí que al llegar aquí sería tal cual como en las películas, Erin.

Entonces yo la miro y ella ladea la cabeza en señal de interrogación. Sonrío lentamente porque por primera vez en el día, coincido con algo de lo que ella dice. Meneo la cabeza.

-Tienes razón, yo también creía la mismo. Y la verdad es que no está tan mal.

Cleo ríe suavemente y ambas damos un paso hacia delante, cuando nos toca por fin hablar con el chico de recepción. Este al reconocerme suelta un suspiro y cuando se da cuenta de que Cleo está a mi lado, sus ojos se abren un poco haciendo que sus gafas ahora los aumenten en un 400%. Estoy a punto de reírme pero el me interrumpe.

-Veo que al menos has encontrado a el problema. Pero lamento decirte que eso no hará nada más fácil.

Cleo se voltea ante mi sin entender lo que el chico dice.

-¿A qué se refiere, Erin? -pregunta poniendo una cara que hace lucir su rostro aun mas tierno de lo que ya era. Aparto la mirada.

-Lo que pasa, es que el problema del que te dije, es que te han agrupado conmigo y otra chica en la misma habitación. Yo no sabía quién eras hasta que me dijiste tu nombre. No pueden haber tres personas en una habitación, Cleo.

El chico frunce el ceño al igual que Cleo. Yo suelto un suspiro y me paso una mano por mi pelo. Está frío al igual que todo aquí.

-¿Qué haremos entonces? ¡No podemos dejarte sin habitación! -exclama ella con emoción. Se restriega los ojos tratando de ocultar la pena que siente. -Tienes que hacer algo, no puede quedarse así.

-Y eso he tratado de hacer todo el día, pero no hemos podido. -dice el chico. Entonces levanta la mirada por sobre el mostrador a algo que hay detrás de nosotras. -Pero quizás ahora pueda haber un poco de suerte para ustedes chicas. ¡Hey! -llama el por sobre nuestras cabezas.

Me volteo rapidamente para ver a quien este maldito James se dirige. Hay como 3 personas que caminan por fuera de esta sección del edificio, dos de ellas son chicas y están totalmente copadas fijándose en unos chicos del extremo del patio así que las descarto por completo de mi cacería. El siguiente, es un chico altísimo, tiene el cabello rubio ceniza, y usa unos lentes de sol que me impiden ver sus ojos. Levanta la barbilla y con una sonrisa se dirige hacia nosotros. Yo prefiero voltearme y me apoyo con incomodidad en el mesón.

-¿Qué pasa, J? -comenta él. Nos sonríe a Cleo y a mi con una sonrisa que, Dios mío, prefiero mil veces que nunca la hubiese hecho. Tiene los dientes más brillantes que he visto en mi vida, en la vida real, digo, están al nivel de los comerciales de Colgate o algo así. Seguro es modelo.

James se gasta unos largos 10 minutos comentándole mi problema, lo que ha tratado de hacer durante todo este tiempo para solucionarlo, y se ha disculpado al menos unas 500 veces. El chico no hace nada más que reír por educación mientras escucha a su amigo sufrir por sus errores. Hasta que cuando termina, el se endereza y cambia su peso a la pierna derecha.

-Bueno, James, ya sabes que no hay nada que no pueda hacer, así que si, tengo la solución. -dije el sonriendo aún más. Genial, además de un sonrison extremo, ¿era un egocéntrico y autorreferente de mierda? No, no, no. Erin, por favor, deja de hacerte falsas impresiones de la gente, o terminaras odiando a toda la maldita universidad. James sonríe y respira frenéticamente, al ritmo que clicklea rápidamente la computadora confirmando la habitación de dos chicas sin mi. El chico me mira. -Así que, ¿Erin, verdad?

Yo asiento con la cabeza y el me dice que lo siga. Me despido de Cleo con una mano, y ella hace lo mismo, sin dejar su cara de perrito triste por quizás haber provocado este mal entendido. No le digo nada a James, porque creo que si lo vuelvo a mirar, me le lanzaré encima y lo mataré.

Cruzamos el patio sin decir ninguna palabra pero cuando llegamos a un edificio de residencias, se acerca un poco a mi. -Mira, una de las chicas que está en la habitación de la otra chica.. ¿Clay? ¿Clary?

-Cleo. -digo rodando los ojos.

-¡Eso! Bueno, aún no ha llegado y tiene hasta media noche para poder establecerse en la facultad. Si aún no llega hasta entonces, la habitación es tuya. Por ahora, te he conseguido esta. Es literalmente una pocilga pero es lo que hay. -dice cuando ya estamos frente a una puerta. Diviso los limites de esta propiedad y al parecer es bastante pequeña. Cruzo los dedos para que al menos pueda entrar yo en ella. El chico gira la llave en la cerradura y un olor a encierro me sacuda las fosas nasales. El chico menea la cabeza y me entrega las llaves. -Te avisaré que tal va la habitación, perdoname pero estos errores no suelen pasar aquí. Mi nombre es Logan, por si necesitas algo.

y se va.

Entro a la habitación aguantando la respiración mientras arrastro la maleta detrás de mi. logro ver una cama de plaza y media frente a mi. Un baño y una comoda bastante pequeña. Suspiro. Dejo mi maleta a un lado y me lanzo en la cama. Miro y celular y son recién las 12:26. me queda un largo tiempo que esperar asi que cierro la puerta de la habitación, dejo mi telefono a un lado y me mentalizo de que esto es solo un percance, que no significa absolutamente nada.

Y de verdad lo espero, por que de lo contrario, me volveré loca.

¿En verdad valía la pena pasar todo esto por él?

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