Llamada
Eran cerca de las dos de la tarde, una brisa recorría el gran apartamento del coreano, haciendo que las cortinas de seda ondearan en el aire haciendo un sonido apenas perceptible pero relajante a los oídos del dueño. El sol no era insoportable, tal vez algo fresco y hasta hermoso por la manera en que se lucía en medio del cielo azul.
Tiró su cabeza hacia atrás, apoyando gran parte de su peso en el respaldar de la silla giratoria en la cual se encontraba, esta apenas se inclinó ligeramente ya que aquella parte del mueble era grande y recubierta de una tela muy fina a la vista, pero eso no viene al caso.
El timbre de su departamento sonó repetidas veces, rompiendo el ambiente pacífico que reinaba, acompañado de varios golpeteos en la puerta principal.
¿Qué clase de turba había logrado pasar por encima del portero y llegar a su vivienda?
Caminó algo inseguro hasta la entrada, observando a través de la mirilla quién o quiénes estaban del otro lado del mueble de madera. Esa silueta se le era similar.
—¿Yixing?
La delgada figura del chico mencionado estaba frente a él, temblando notoriamente por lo que parecían nervios y falta de respiración rítmica. Tenía un celular en manos, seguro sería el suyo.
—Yo-Yo-Yo-Yo-Yo-Yo —balbuceó unas incoherencias.
De pronto el aparato comenzó a sonar y vibrar, el contrario empezó a lanzarlo al aire repetidas veces. Aquel objeto parecía quemar sus manos.
En uno de los tiros el teléfono se acercó peligrosamente a la cabeza ajena, así que por reflejo el castaño lo tomó, miró de reojo quién era. Volvió sus ojos aterrado al terminar de asimilar el contacto.
«Park ChoRong»
Ahora era él quien evitaba tocar el móvil.
—¿Cómo es que consiguió tu número? —susurró en un tono amenazante.
—E-Es-Es que... —prácticamente lloriqueaba a la vez que apenas musitaba palabras para defenderse.
—¡Dime! —exclamó en el tono más alto que le permitía su voz baja.
—D-Discúl-Discúlpame.
El aparato dejó de sonar y fue ahí cuando el mayor se dio cuenta que no había necesidad de susurrar, aquella bruja no podría oírlos sin deslizar el dedo por la opción de "responder".
Tomó el celular que acababa de tirar por los aires gracias a sus buenos reflejos, estampándolo segundos después en el pecho del contrario.
—Dime qué pasó —intentó sonar sereno pero de verdad que estaba aterrado por dentro.
Luego de un par de balbuceos ajenos, ambos pasaron dentro del lugar. El dueño no quería ser descortés. Una mirada incómoda y nerviosa después comenzaron las explicaciones.
Debemos hacer un recuento de los hechos.
La fiesta en la cual Yixing fingió ser el esposo del ahora –demasiado- horrorizado, tuvo una conversación privada con la mujer que más despreciaba el anterior mencionado. Esto parece ser muy normal hasta ahora, pero Chorong le pidió hacer una llamada con su teléfono, ya que había olvidado el suyo. Seguro en ese momento guardó su número y hasta tal vez se las arregló para averiguar el del dueño.
Oh, esto sí que era un desastre.
El coreano respiró un par de veces pasando sus manos por su cabello desordenándolo, era incapaz de decir algo. Su plan de simplemente restregarle en la cara a una de sus mayores enemigas su supuesto matrimonio y dejarlo así en una sola noche se había ido al caño.
¿Qué haría ahora? Podía decirle al contrario que cambiase su número, pero era demasiado pedir. Además, ¿qué pasa si Chorong ya los había buscado por algún tipo de red social?
—Maldito Facebook —gruñó.
—¿Eh?
—Nada.
Ahora el silencio sí era sepulcral, inclusive se podía ver el aura negra alrededor del mayor, quien comenzaba a dar algo de miedo al contrario que estaba al borde del llanto.
Tanto había sido el susto de ver aquel nombre en la pantalla de su celular que lo hizo salir corriendo desde el apartamento de Minseok hasta el lugar donde se hallaba, todo esto haciendo malabares con el aparato, el cual sonaba cada 5 minutos.
¿Qué tenía esa mujer para llamarlo como si su vida dependiese de ello? Ni Tao, uno de sus amigos, estaría tan desesperado por contactar a alguien. Aunque el caso de su –ahora- novio era la excepción, ya que lo llamó al menos unas setenta veces antes de que volviesen a tener una segunda cita. Pero de nuevo, esto no viene al caso.
—J-Junmyeon... —pronunció con miedo— ¿Y ahora?
La pregunta del millón de dólares— No lo sé.
El celular volvió a timbrar— ¡¡No puedo con esto!!
El chino se abalanzó sobre el aparato, colgando inmediatamente la llamada entrante.
—Oye...
—¡¿Qué?!
—Ahí decía "Mamá".
—¿Qué? —susurró antes de caer rendido sobre el mueble ajeno.
Unos minutos después, en los que el pelinegro habló y se disculpó con su progenitora, volvió a sentarse a una distancia ligeramente cerca del mayor.
Durante ese tiempo él ya se había llenado de valor, debía tomar el asunto entre sus manos antes de que se saliese de control, eso hacía un verdadero hombre. Aunque no quería parecer machista o algo parecido, la sociedad, los derechos...
—¡Basta! —se regañó a sí mismo mientras divagaba en sus pensamientos.
—¿Qué? —lloriqueó el contrario que también moría por dentro, aunque en realidad parecía lo contrario.
El mayor pasó sus manos por todo su rostro, intentando limpiarse el terror que le tenía a esa mujer como si se tratase de secarse el agua luego de bañarte. Aunque también podía ser por un día en la piscina, o lavarte las manos, pero ese no podía ser ya que no implicaba la cara...
—¡Basta!
—¿Ahora qué hice?
Tragó saliva—. Si vuelve a llamar, tienes que... —se interrumpió— tenemos que contestar y seguir con esta farsa, esa mujer no estará satisfecha hasta que le respondamos. Es capaz de cualquier cosa.
El chino asintió, su mirada detonaba algo de miedo que reemplazaba el brillo que solía tener siempre. Era una pena que Junmyeon nunca había visto aquel rasgo en el contrario, era hermoso verlo feliz, sonriendo y alegre por la vida que tenía. Todo antes de las deudas, el sufrimiento y su ruptura. Y hay que resaltarlo, este es el peor momento de su vida. El brillo ya no estaba desde hace meses, lo que decían ver los demás no era más que un poco de ilusión óptica, solo sus cercanos podían distinguirlo.
—Espero que resulte.
El plan ya había sido expuesto y pulido para la siguiente llamada de esa. Y no tardó, luego de unos minutos ese nombre tan temido volvía a la pantalla junto a la notificación de llamada.
Yixing tragó saliva y se remangó la chompa naranja con rayas blancas que llevaba ese día. Contestó luego de cuatro timbradas, presionó la opción de "altavoz".
—¿Se encuentra Kim Yixing? Habla Oh ChoRong ¿Hay alguien ahí?
¿Qué necesidad con resaltar los apellidos ajenos? ¿Acaso era un premio haberse ganado el "Oh" en su nombre? Porque seguro que los "Ah, hola" conquistaban chicas y los "Ah, adiós" las terminaban por dejar inconscientes por tanta perfección.
El pelinegro reaccionó segundos después, respondiendo afirmativamente al celular, el contrario mantenía silencio por si acaso.
—¡Yixing! ¡Querido! ¿Cómo estás? No sé cómo es que tu celular estaba entre mis contactos, seguro el simpático de mi Oppa lo guardó en la fiesta para mantenernos en contacto.
—Ehm... —ambos se miraron— Creí que tu teléfono se había malogrado, pues yo nunca te he registrado y luego de que usaras mi celular tu contacto ya esta---
—El punto... —rio nerviosa— Es que podemos volver a hablar, ¿no es lindo?
—Exacto.
Pasaron unos momentos en silencio en ambas líneas, el cual intentó ser justificado por la mujer como falla de alguno de los celulares involucrados. Aunque ambos podían escuchar ese sonido característico de su esposo, al menos tenían algo en común.
—Entonces, ¿cuándo nos vemos? —de nuevo los graznidos se hacían presentes.
—¿A-A-A qué te refieres? —el aparato casi se le resbaló por las manos.
—A pasar tiempo de caridad entre parejas, ya debes saber a qué me refiero.
—D-Déjame decirle a Junmyeon.
Presionó la opción de silencio para poder hablar con el aludido.
—¿¡Qué!? ¿¡Tiempo de parejas!?
—Dijo "Tiempo de caridad entre parejas".
—¡Zhang!
—No dije nada —agachó la cabeza.
—Esto es malo, esto es malo.
Luego de acelerar y resumir una discusión en trece segundos, notaron que no se podía hacer nada contra esa arpía, la muy bruja podría echarles un maleficio que los mataría al cabo de nueve días por un emparedado envenenado misteriosamente.
—¿Chorong?
—¿Sí? ¿Decidieron? ¿En su casa o en la nuestra?
—Bueno, pensamos que---
—Sería mejor en la suya, la nuestra está en remodelación.
—Pero nosotros---
—Y todas las empleadas están limpiando la joyería
—Es que---
—Así que en la suya, me mandas la dirección por mensaje, ¡adiosito!
Yixing dejó caer su teléfono en la alfombra de aquel apartamento, dejándose caer en el respaldar del mueble. Junmyeon apoyó sus codos en sus piernas, revolviéndose el cabello en diferentes direcciones.
Y este fue el inicio de lo mejor.
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