Desastre

- ¡Oye, Sehun! ¡Mira quién está llegando!

El nombrado giró a en dirección a donde su amigo le indicó, sonriendo en cuanto vio a esa mujer pasando con el cabello café ondeando en el aire y esos jeans que le quedaban demasiado bien.

- Hola, Chorong – saludó haciendo un gesto con la diestra.

La nombrada se acercó dando pequeños saltitos, sonriendo y dándole un pequeño beso en los labios como saludo recién adoptado.

- Hola, Sehun – ladeó la cabeza - ¿Siguen haciendo alboroto? – preguntó riendo.

- Sí, aún siguen emocionados con que estemos juntos.

Le tomó la mano con cuidado, acariciándola con la yema de su dedo pulgar y sonriéndole a la universitaria con quien llevaba un mes como pareja formal luego de tantos coqueteos.

- ¿Por qué no lo estarían? Eres muy guapo, joven Oh – le empujó con suavidad el hombro derecho.

- Y usted muy simpática, señorita Park – la atrajo por ambas manos.

- ¡Biuuuuu! ¡Pero miren a esa pareja!

- ¡Ya cállate, Tao! – gritó divertido antes de besar a la chica de la que estaba enamorado.

Oh, sí, la vida en la universidad era tan simple.

Sehun y Chorong habían empezado a salir cuando la atracción y compatibilidad entre ambos llegó a un punto en que fue innegable, fue un acuerdo mutuo entre coqueteos que terminó en un salgamos esta vez como pareja. Ambos eran felices, nada ni nadie podía separarlos.

Pasaron la universidad saliendo, todo muy regular ya que vivían dentro de su burbuja de populares que siempre se carcajean y bromean en medio de los pasillos de su facultad, todo muy despreocupado. No fueron hasta cinco ciclos antes de acabar la carrera que Chorong y Sehun se mudaron juntos con veintidós años, todo se iría en picada luego de eso.

- Buenos días, Chorong – bostezó el pelinegro despertando.

Sin embargo no encontró a su pareja en la cama de gran tamaño que se habían comprado.

- ¿Chorong?

Se levantó somnoliento buscando a la mujer con la que vivía, recorriendo el apartamento hasta hallarla en el baño.

- Mi amor, ¿qué haces despierta? Son las cinco y debemos estar en la universidad a las ocho aún – dijo apoyándose en el marco de la puerta.

- Tengo que alistarme, Sehun – indicó abriendo un frasco de crema para empezar a colocárselo en el rostro.

- Pero al menos puedes quedarte en la cama y abrazarme un rato más – hizo un puchero.

Con el paso regular se acercó a la coreana, rodeándola con sus brazos por detrás y respirando tranquilo.

- ¡Por favor, Sehun!

Lo apartó con un empujón algo brusco, siguiendo con la labor de maquillarse para asistir a la universidad.

- Solo tenías que decir que me fuese – susurró con algo de molestia.

La mujer rodó los ojos y dejó el envase de maquillaje a un lado del lavadero, caminando tras su pareja y tomándolo del brazo, haciendo que este se girara para que la viese.

- Lo siento, ¿de acuerdo? – se encogió de hombros – Creo que me alteré, pero sabes que debo seguir una rutina – indicó.

- Está bien – asintió con la cabeza.

Pero ese incidente solo fue la punta del iceberg, pues a medida que el coreano intentaba acercarse a su pareja esta lo repelía, le decía que no podía estar siempre abrazado a ella porque le arruinaba el peinado o que no podía besarla mucho porque colocarse el labial le había tomado diez minutos. Sehun sabía que Chorong no era siempre muy afectiva, aunque igual el sentimiento de abandono crecía peligrosamente en su corazón.

- ¿Podemos salir hoy a cenar? – preguntó cuando la mujer de cabellos cafés iba llegando de su trabajo – Hay un restaurante nuevo a dos cuadras.

- Lo siento, Sehun, me duelen los pies – señaló quitándose los tacones y caminando descalza por la casa.

Suspiró mientras la seguía hasta la habitación, llegó allí y la coreana empezó a quitarse el uniforme de secretaria, colocándose un extravagante vestido de fiesta acompañado de unos zapatos con más plataforma que los que llevaba antes.

- ¿A dónde vas? – preguntó confundido.

- A una fiesta, tonto. Me invitaron hace ya un mes y es exclusiva.

Fue hacia el espejo, acomodándose el busto en el vestido strapless que se había comprado hace poco.

- ¿Hoy?

- Sí, así que no me esperes despierto.

Le dio un golpecito en la barbilla, haciendo que levantara la cabeza.

- ¿Vas a ir a una fiesta y no puedes ir a cenar conmigo? – se cruzó de brazos impidiéndole el paso.

- Sehun, por favor, apártate, voy a llegar tarde – le tocó el hombro, intentando que dejara de irrumpir en la puerta.

- Puedes responder – habló serio.

- Es exclusiva y mucha gente irá, deben verme ahí o no tendré de que hablar el resto del curso – hizo un puchero.

- ¿Ni siquiera pensaste que podría acompañarte? – atajó.

- No estás invitado, además no necesito que estés detrás de mí todo el tiempo.

Esas palabras lo dañaron, le terminaron de envenenar el corazón con un latido más.

- ¿Entonces para qué seguimos siendo novios?

Chorong se detuvo, colocándose la palma de la diestra en el rostro, suspirando cansada.

- No necesito ahora de tus berrinches – escupió.

- ¿Es un berrinche para ti?

- Sí, no soy tu mamá para cuidarte y mimarte todo el tiempo, Sehun – negó con la cabeza y observó sus uñas turquesas -. Madura, por favor.

La dejó ir, por fin la promesa de estar juntos siempre cuando tomaban gaseosa dietética se desvaneció en un par de tacones negros de once centímetros. Aún estaban esos malditos rastros de amor haciéndole daño, pero ya estaba listo para tomar sus cosas e irse de ahí.

- ¡Estoy embarazada!

El pelinegro abrió los ojos de golpe, quedándose atónito.

- ¿Hablas...? ¿Hablas en serio? – preguntó sin poder creérselo.

- Nunca bromearía con esto, Sehunnie – dijo llorando de la felicidad.

Se apresuró en abrazar a su novia, acariciándole la cabeza y sonriendo con los ojos aguados.

<< El amor se puede recuperar, siempre puede recuperarse >>, pensó cuando ensoñado comenzó a tantear el vientre de su pareja, olvidando que su maleta para salir de allí lo esperaba en el cuarto.

Chorong no era tonta, sabía que Sehun tenía la intención de terminar con ella, pero si la gente se enteraba que después de todo la pareja perfecta de la secundaria no llegó a ser tan perfecta la mirarían con esos ojos llenos de lástima preguntando cosas como ¿y ya lo superaste? No dejaría que su popularidad se viese afectada, ¡al contrario! Podía aumentarla con una pequeña bendición en camino.

Se casaron al poco tiempo, apenas un par de meses después para que el vestido le entrara a la novia y pudiese verse perfecta en las fotos. El pelinegro se encargaba de prepararle las comidas con vitaminas necesarias para el feto que crecía dentro de su prometida, ella comía los estofados de verduras y sopas raras luego de quejarse un poco, luego iba a escondidas al baño a vomitarlo todo, su figura no podía verse afectada por una estúpida mentira.

Luego de la boda, cuando se suponía que debían estar más felices que nunca, Chorong se volvió aún más caprichosa, exigía engreimientos materiales por su embarazo, aunque estos no tenían mucho sentido ya que pedía colecciones enteras de otoño que, con su barriga de cuatro meses, no le quedarían bien al ser ceñidas.

Ahí empezaron las dudas.

Eran seis meses ya, ¿qué acaso Chorong no debía tener una adorable barriga de embarazada? Su estómago seguía plano y tal parecía que le habían visto la cara de estúpido pues parecía haber comprado un nuevo apartamento para un niño que nunca llegaría al mundo.

- ¿Y esa maleta, Sehunnie? – preguntó ladeando la cabeza mientras sacaba el frasco de vitaminas para el embarazo.

- Me voy – atajó -, ya no estoy para tus mierdas, Chorong.

La nombrada rio como si de un chiste se tratara.

- Sehunnie, ¿qué sucede? – preguntó tomándolo de la mano.

- Deja de llamarme así, deja ya tu teatro – le apartó el brazo bruscamente.

Con los nervios empezando a brotar la coreana caminó tras él, deteniéndolo en la puerta.

- Sehunnie, ¿no tienes algo de lo que quieras hablar? – dijo apresuradamente.

- No, ya no quiero oír tus mentiras – escupió enojado.

La de cabellos cafés lo tomó de los brazos, impidiendo que avanzara.

- Sehunnie, por favor, hablemos de esto – le tembló la voz -. No puedes irte, tu bebé no puede quedarse sin padre.

- ¡¿De qué maldito bebé me hablas!?

Tiró su maleta a un lado, colocándose frente a la mujer de la que estuvo alguna vez profundamente enamorado, esa misma que lo había cautivado con sus palabras calculadas que en realidad no parecían el mismo protocolo de citas que tenía para todos sus pretendientes.

- Sehunnie, no puedes---

- ¡SÍ PUEDO!

Gritó, provocando que la vena de su cuello apareciese.

- ¡¡No tienes a ningún maldito bebé en el vientre!! – dijo acercándose y hacer retroceder a la mujer, quien colocaba sus manos en la isla de la cocina para no perder el equilibrio.

- P-Pero, e-estoy tomando las pastillas para nuestro retoño – las cejas le temblaron.

Tomó el envase con vitaminas en cápsulas como si al mostrárselo sus palabras se volviesen reales por arte de magia. Sehun le arrancó el contenedor de las manos.

- ¿Crees que me voy a seguir tragando tus mentiras? – tiró el frasco al suelo, haciendo que las pastillas saliesen expulsadas, la coreana saltó asustada - ¡¿Eh?!

Respirando agitado se alejó aún con la mandíbula tensa y los deseos incontrolables de seguir echándole en cara todos sus errores, todas sus lagunas y problemas que tenía.

Tomó su maleta y tiró de ella, Chorong podía quedarse con los electrodomésticos y lo que dejara, de cualquier modo él gastaba su dinero en consentir a la mayor con sus gustos extravagantes en moda, una maleta le bastaba para empacar tres años de su vida.

Ahí parecía que todo tenía miras de mejorar.

- ¡NO TE VAS A IR DE AQUÍ!

Ni siquiera se detuvo cuando la mujer chilló histérica, no era la primera vez que tenía un ataque de nervios, pero tal vez sí era la primera ocasión en que no intentaba hacer nada para solucionarlo o calmarla siquiera un poco.

- ¡ESCÚCHAME!

Debió hacerlo, ¿pero quién puede culpar a Sehun? Creyó haberse librado de esa mujer que solo estaba mostrando la primera etapa de su infierno propio.

Sintió las uñas de ese día rosadas clavárseles en los antebrazos, haciéndolo empujarla por reflejo gracias al dolor que allí se presentó. Chorong aprovechó esto y se tiró al suelo, respirando aún más agitada que antes y con la melena desordenada.

- ¿Qué mierda haces? – hizo un gesto de repugnancia.

- Si te vas no puedes divorciarte de mí – dijo con pequeños tics al mover la cabeza.

- Já, ¿quién me lo impide? – enarcó una ceja.

Ella solo se levantó un poco, subiendo su blusa hasta mostrar un moretón en su torso.

- Mira, me golpeé mucho cuando fui a comprar ropa la última vez, ¿no? – se relamió los labios – Y, y, y, oye – susurró -, me acabas de empujar.

- Deja de hablar estupideces – negó con la cabeza.

- No lo son, Sehun – sonrió -. Piénsalo, sería un escándalo que se enterasen que todo el tiempo tú me maltratabas, que el bebé que teníamos fue abortado por la presión que hubo durante nuestro primer año de matrimonio; yo soy la víctima aquí.

La miró completamente molesto, estaba a punto de defenderse pero ella lo interrumpió.

- Atrévete a decirme algo y te destruiré – sentenció -. Puedes largarte, a mí ya no me interesan tus atenciones, Sehunnie, siempre puedo encontrar a alguien, pero eso sí – se incorporó un poco hasta apoyarse con sus codos en el suelo -, atrévete a hablar de esto y no solo estarás arruinado económicamente, yo me encargaré de hablar con tus padres para que sepan el monstruo que llegó a ser su hijo.

Se sentía sofocado, ya no quería seguir intentando que esa mujer entrara en razón, ya no tenía fuerzas para lidiar con demonios que no eran suyos. Ahora tenía los propios.

Se marchó mientras la coreana le recordaba el trato entre carcajadas que terminaron en gritos desesperados cuando la puerta ya estuvo cerrada. Caminó lo más rápido que pudo lejos de las puertas del infierno.

Fue Tao quien lo recibió a la medianoche con el pijama arrugado y el rostro marcado con las costuras de sus colchas. Le dejó pasar la noche allí, de todos modos estaba muy sonámbulo como para hacerle el interrogatorio al mayor de qué había sucedido.

Esa noche no durmió, lloró frustrado durante horas en silencio, abrazó uno de los cojines del mueble en el que el chino lo había dejado, limpiando las amargas gotas saladas que salían de sus ojos apenas apareciesen.

Sehun dejó de creer en la frase "cuando estás destruido ya nada más puede hacerte daño", ahí fue donde se equivocó, a medias.

Salió por primera vez un lugar que no fuese su trabajo luego de semanas, Tao ya no quería verlo con esa cara de muerto rondando en su apartamento, decía que necesitaba aire o algo por el estilo. Años después Sehun habría de agradecerle de todo corazón que lo haya echado ese día en particular, pues en ese entonces Luhan solo trabajaba los martes.

- Buenas noches, yo soy el mesero que lo atenderá esta noche. Me llamo Luhan, como puede leer en mi gafete, espero que nos llevemos bien – repitió el joven de cabellos castaños de memoria.

- Buenas noches – saludó mientras recibía la carta.

Leyó con atención, realmente nada se le apetecía.

- Veo que tiene problemas para elegir – dijo luego de llevar varios minutos esperando la orden del comensal -, yo le recomiendo la número tres y la doce, son muy buenas – señaló las opciones en el menú.

- ¿Las has probado en serio o solo me estás vendiendo un platillo de regular precio? – preguntó.

Bajó la carta con opciones de comida para ver mejor al chico castaño con camisa celeste, ese mismo que ahora reía a pesar de que sus palabras habían sido muy escupidas.

- Sí las he probado, señor Oh – indicó -. Cuando hay mucha clientela el gerente me regala uno de los platos que sobró antes de que me vaya.

- Mh – asintió con la cabeza -. Tráeme cualquiera, por favor.

- ¿N-No va a escoger ninguno? Necesito darle un número al cocinero – indicó algo nervioso.

- Lo dejo a tu criterio, no tengo cabeza para intentar decidir entre comidas – admitió mientras suspirada y se frotaba el puente de la nariz -. Si me traes un plato con arroz por mí está bien.

El joven jugó con la carta unos segundos, observando al comensal que ahora respiraba con dificultad.

- ¿Qué sucede, señor Oh? – preguntó angustiado, acercándose un poco.

- N-Nada – carraspeó.

Lo observó bastante desconfiado, fue recién en ese momento que notó los ojos hinchados del cliente al que atendía y lo pálido que estaba.

- Ahora vengo con su comida, no se va a decepcionar.

Fueron unos pocos minutos de espera antes de que el mismo chico le trajese el plato con la comida servida casi artísticamente. La colocó encima del plato de porcelana que ya llevaba cada mesa como decoración.

- ¿Qué es?

- No, no, usted va a comer y me dirá a mí qué es – indicó colocando los cubiertos respectivos -. Ese es el trato, señor Oh.

Luhan ya había pasado por depresiones, había llorado mucho por recibos vencidos de luz o deudas bancarias, reconocía el rostro del dolor que llevaba ojos hinchados y no comía en semanas. El señor Oh no parecía haber comido en mucho tiempo.

Cuando fue avanzando la noche Sehun llamaba al singular mesero, dando destinadas opciones para lo que sería ese platillo, errando en la mayoría, solo logrando acercarse un poco cuando mencionó carne de algún animal.

- ¿Me va a decir qué me ha servido? – preguntó con el plato ya vacío.

El castaño rio bajito.

- Es estofado de pollo – confesó mordiendo sus labios para no reír.

- ¿Qué?

El coreano se quedó en blanco un momento para luego soltar pequeñas risas entre suspiros.

- Esta es una de las opciones más económicas que el restaurante ofrece, ni siquiera te das cuenta que comes algo tan simple como un estofado – se encogió de hombros -, la opción número tres es mágica, señor Oh.

No se percató, pero esa sonrisa ya lo había capturado, le había robado la última esperanza y empezaba a cuidarla todos los martes cada que iba al restaurante.

Fueron cerca de dos meses basados en visitas al local de comidas refinadas, en recepción había descubierto que podía escoger un mesero en especial ya que los clientes solían ser frecuentes y se encariñaban con un anfitrión. Luhan siempre estaba feliz de verlo, el señor Oh era muy agradable y aunque pareciese el típico comensal que solo da las gracias él era muy agradable.

Fue cierto jueves, ya que Luhan había extendido su jornada de trabajo de seis días por semana al perder el estable, que el castaño se ausentó en el restaurante. El coreano buscó al mesero por todas partes y cuando finalmente logró encontrarlo fue en una farmacia, rogándole a la señorita que atendía que le hiciera un descuento, su madre estaba en cama y necesitaba de varias medicinas. Estaba al borde del llanto cuando el pelinegro lo calmó y pagó las medicinas, Luhan lo invitó a pasar por un café, era lo mínimo que podía obsequiarle por todo lo que había hecho por él. Porque no solo había sido en esa ocasión, no por nada era el mesero con más propinas esos últimos meses.

Fue ahí, en la sala cuando ya se iba despidiendo para dejar que el castaño atendiese a su madre que pasó, lo besó. Tembló mucho al hacerlo, pues no fue de improviso, le tomó la diestra y lo acercó así, tocando los labios ajenos con lentitud. Fue correspondido con muchas inseguridades, con las piernas temblando y una pequeña sonrisa.

- ¿Nos vemos el martes? – preguntó ruborizado cuando el pelinegro lo soltó.

- Por supuesto – le sonrió -, ¿a qué hora puedo pasar por ti?

El resto es historia.

Sehun le explicó lo sucedido con Chorong, el mayor lo ayudó a sanar sus heridas, incluso antes de saber el daño que había recibido en esa relación. Luhan le habló más de sus deudas al mudarse a Corea del Sur con su madre luego de que esta se divorciase de su padre, en un arranque de furia hace muchos años había decidido establecerse allí para nunca verle la cara a su exmarido. Habría de arrepentirse las noches posteriores de haber escapado de sus problemas generando más no solo para ella, sino para su hijo.

Comenzaron a salir cerca de medio año después, formalmente eran una pareja para cualquiera que se los preguntasen y ni siquiera un estúpido papel que dijese que estaba casado con el mismísimo diablo podrían quitarles esa alegría. Sehun no había vuelto a saber de Chorong.

- ¿Y esto?

Luhan se remangó la camisa ajena, que le quedaba bastante grande, sacando una pequeña caja del fondo del armario que compartían.

- Son cosas que eran de Chorong y nunca pude devolverle – dijo incorporándose en la cama, bostezando.

- ¿Y por qué no lo hiciste nunca?

Se subió al colchón, sentándose con el pequeño contenedor de cartón sobre las piernas, observando expectante a su novio.

- No quisiera ver a esa mujer en mi vida – indicó suspirando.

- Pero, ¿y si lo haces? – preguntó – Podrías cerrar ese capítulo con ella, solo estarían unidos en papel.

El pelinegro le sonrió, acercándose y dejando un pequeño beso en los labios ajenos.

- Si te hace feliz eso haré – le acarició las manos.

Amaba demasiado a Luhan, esos dos años juntos habían sido irremplazables, el mayor le había enseñado a levantarse incluso cuando nada parece ir bien. Él también lo había apoyado mucho emocionalmente, se tenían el uno al otro y si devolverse esas objetos a su esposa era necesario para hacerlo más feliz no haría la menor queja.

- ¿Hay alguien ahí?

Volvió a tocar el timbre del apartamento de esa mujer, ese que no había pisado en años, ¿cuántas probabilidades había de que Chorong siguiera viviendo allí?

- ¡Sehunnie!

La chica con cabellos cafés sonrió cálidamente al verlo, abriendo la puerta e indicándole que pasara.

- Solo vengo a dejar esto – dijo tajante.

- Vamos, te invito un café, no te costará nada – ladeó la cabeza.

Sé bueno con ella fueron las palabras de su novio que aún estaban grabadas en su mente cuando ingresó dudoso al apartamento que él había escogido hace mucho tiempo para empezar una familia.

- Mi novio encontró esto hace unos días, insistió en que te lo devolviese – comentó abriendo la caja y revisando el interior -, son algunas joyas que se colaron en mi ropa y cargadores viejos, pero ya sabes, tienen carga sentimental y todo eso.

La mujer se quedó en silencio.

- Entonces Luhan te dijo que te deshicieras de mis recuerdos, eh.

El más alto la miró algo asustado.

- ¿Cómo sabes su nombre? – preguntó frunciendo ligeramente el ceño.

- Oh, Sehunnie, ¿en serio crees que no voy a saber nada de ti? Somos esposos después de todo.

Chorong se giró sobre sus talones, sonriendo con las muñecas temblando y avanzando hacia donde estaba su pareja legal, este retrocedió unos pasos.

- Pensé que como mínimo ahora eras más estable mentalmente – dijo preocupado.

- ¿De qué hablas, Sehunnie? – se rio.

- Yo no necesito esto – negó con la cabeza.

La escena se repitió, como hace un tiempo. La mujer de cabellos cafés se interpuso en la puerta, colocándose en el marco de esta para impedir que el menor saliese.

- No puedes irte – dijo severa -. Necesito que me ayudes.

- Ni en tres vidas más – sentenció.

- Si no lo haces tu querido Luhan será quien pague las consecuencias.

Se quedó petrificado cuando le colocó la mano en el hombro izquierdo con la intención de apartarla. Quitó su mano con lentitud, tragando saliva.

- ¿Tú crees que no sé de sus deudas? ¿De su madre sin papeles para quedarse a vivir en Seúl?

- Cállate – escupió -. No vas a chantajearme.

- ¿Apuestas?

Los ojos abiertos a más no poder de la coreana junto a su tic de manos y cabeza eran lo último que habría querido ver ese día, ese espectáculo era muy desagradable.

- Si no quieres que le haga daño a Luhan me vas a ayudar.

Se quitó del dedo pulgar izquierdo una sortija que en años no pudo desechar.

- No, no, no – negó con la cabeza -. Yo no voy a regresar contigo.

- ¿Y quién habló de regresar? – se carcajeó – Solo finge que las cosas están bien por una noche, finge ser mi esposo y no volveré a molestarte a ti o a Luhan.

Le informó al chino lo sucedido, luego de hablarlo mucho le dijo que aceptara. No había nada de malo en hacerle un favor a esa mujer, quería que cerrasen bien ese capítulo de sus vidas, un favor parecía ser la mejor manera de hacerlo.

- Eso sí, - indicó mientras le abotonaba la camisa a su novio – nada de besos.

- Ajá, como si fuese a besarla – se rio.

- Confío en ti – dijo antes de dejarle un casto beso en la mejilla.

Así fue como empezó la farsa.

- Sehunnie – llamó al chico -, mira quién está aquí, el amigo del que te hablé.

- Ah, hola – saludó indiferente.

Siguió hundido en sus pensamientos, no le interesaba saber nada de las personas con las que estaba cenando en esa estúpida fiesta de reencuentro, todas parecían tener el mismo porte de Chorong, en especial el chico castaño de casaca negra de cuero.

- ...¿o no, Sehunnie?

Chorong había palmeado su mano.

- Ah, hola.

Para el resto de la velada, al notar que Chorong estaba haciendo el mismo interrogatorio de parejas que hacía para sentirse superior se escapó afuera de la institución.

- ¿Sehun? ¿Qué sucede?

- Es un alivio escuchar tu voz – suspiró cerrando los ojos y apoyándose en uno de los postes cerca de la acera -, ya no tolero los graznidos de esa loca.

- Vamos, la noche ya acaba, si no la apoyas luego tendrá de qué hablar.

- Supongo que es cierto.

Cuando regresó al gimnasio de esa enorme secundaria, para cuando puso un pie allí dentro Chorong lo tomó del brazo y lo arrastró hasta el pequeño espacio que servía para bailar.

- ¿Qué sucede? – preguntó.

- Necesito que bailes una pieza conmigo – explicó -, ese adefesio me está ganando.

El resto de la noche pasó en una ráfaga de luces y decoraciones blancas, apenas se dio percató del momento en que cambió su Ah, hola por un Ah, adiós.

Lo que resta de la historia la conocen. ¡Oh, esperen! Hay detalles por aclarar.

Ya que Sehun no había dado su mejor desempeño durante la fiesta de reencuentro la coreana se lo echó en cara, exigiéndole que la ayudara con las visitas posteriores ya que el inepto de Junmyeon había conseguido su número y estaba tan obsesionado con ella que había arreglado una reunión de parejas a como dé lugar.

- No lo comprendo, ¿cuánto tiempo más va a fingir que está casado con ese chico? – preguntó mientras el pelinegro conducía.

- ¿No estaban casados? – frunció el ceño, aun mirando hacia la autopista.

- Tonto, yo sabía que esa rata de biblioteca no podría encontrar con quien casarse, así que hice mis propias investigaciones – se encogió de hombros -, Junmyeon es soltero y a ese tal Yixing no lo había visto en su vida hasta unos días antes del reencuentro. Creo que le está pagando, algo así como a una prostituta – bromeó.

- No vas a dejar de ser así, ¿no? – suspiró.

- Hablo en serio, ese chico tiene deudas como si de aire hablásemos – explicó -, además que Junmyeon le giró una suma considerable de dinero a su tarjeta al día siguiente de la fiesta de reencuentro.

- Eso es acoso – dijo asustado.

- Lo sé – sonrió.

Fue interesante interactuar con esa pareja luego de enterarse de que era falsa, le parecía curioso que no se hubiese dado cuenta antes, si bien el chino parecía estar siempre nervioso en presencia de su esposo había aludido eso a unos nervios románticos.

Incluso accedió a salir con Junmyeon a tomar luego de que Chorong le insistiese una semana a Luhan, le hablaba con palabras dulces y en algunas ocasiones lloraba aludiendo a que su madre no la había criado bien y por eso tenía problemas ahora. Puras excusas en las que el castaño caía.

No fue hasta que se quedó a solas con Yixing que tuvo un verdadero contacto con ellos, su nerviosismo le pareció tierno y le hizo recordar a su novio cuando tuvieron sus primeras citas, eso junto a las deudas y la nacionalidad china lo hacía similar a Luhan, él parecía tener sentimientos verdaderos y no calculados como su disque esposo.

- Vamos a comenzar, ¿no?

- Correcto – asintió a las palabras ajenas sin mostrar mucha emoción.

Esa noche habló con el también pelinegro cuando prepararon la cena para los cuatro, a decir verdad parecía una persona muy agradable.

- Lo siento, esperabas que te preguntara lo mismo, ¿qué tal las cosas con Chorong? – habló nervioso.

- Para nada – negó con la mano -. Coincido contigo, no voy a adornar de más la buena relación que tengo con ella.

- Creo que Chorong diría "maravillosa" en vez de solo "buena" – bromeó para luego taparse la boca – L-Lo siento, n-no quise decir eso.

Sehun rio ligeramente, aunque lo que soltó fue un ligero resoplido.

- No importa, a veces exagera con las palabras, sin embargo es una buena persona – explicó.

Bueno, sí, mentía con respecto a eso, pero no podía salir de su papel, Luhan le había pedido que se esforzara y como Yixing no parecía mala persona valía la pena hablar un poco con él.

- Sehun, hay hielo en la nevera, por favor tráeme un poco.

Cuando el chino se golpeó había notado las malas intenciones de Chorong al tirar la cazuela sobre su cabeza. Odiaba ese tipo de actitudes de parte de la coreana, sin embargo no podía hacer nada al respecto, ya no.

- Contemos historias subidas de tono con su pareja – sonrió la mujer moviendo sus rodillas juguetonamente.

- ¡Por supuesto! – aceptó la copia masculina de Chorong.

- ¡Yo comienzo! – alzó la mano, agitándola en el aire y señalándose a sí misma – Recuerdo una vez en que... Sehunnie y yo... pues... lo hicimos en un coche.

Se rio por lo bajo, bastante mareado, esa mujer era experta mintiendo incluso ebria.

- En una piscina – dijo ladeando la cabeza y sonriendo ligeramente.

Recordaba a la perfección el viaje por vacaciones que había tenido hace un par de meses con su novio, habían alquilado una casa cerca de una playa que, irónicamente, tenía una piscina equipada. Vino a su mente el recuerdo de la mañana siguiente cuando tuvo que limpiar la alberca porque la noche anterior la había ensuciado junto al castaño.

Fue varias semanas después cuando las cosas se pusieron interesantes al estar reunidos los mejores amigos de la secundaria de Junmyeon, la chica con la que había tenido un romance de oficina, el exnovio de Yixing y este último. Todo eso se lo había explicado Chorong en el auto cuando ya se retiraban.

- Esa tal Chaerin ni siquiera es tan linda – señaló retocándose el labial -, pero YiFan si me dio una buena impresión, se dio cuenta de nuestra mentira.

- Tú mentira – corrigió.

- Lo que sea – se encogió de hombros -, me agrada.

Más tarde cuando el corazón de Yixing estaba débil y se lo confesó cuando él había sido mandado como espía de Chorong para saber qué sucedía en la vida de ese matrimonio falso comprendió que el mayor tenía sentimientos por Junmyeon, que allí había algo más que un trato amistoso o un pago de por medio.

- Si he aprendido algo en todo este tiempo en una relación es que no es fácil mantenerla en pie – empezó -. Cuando empiezas a salir con alguien todo es explosiones, las sensaciones son efervescentes y eso es lo único que interesa. Cuántos regalos se entregan, cuántos besos se dan o las noches que pasan juntos. Nosotros somos felices y el resto debe morir de envidia porque encontramos a nuestra alma gemela.

Se quedó en silencio antes de resoplar con ligereza, pensaba en la relación que mantenía con Luhan, todo lo que el mayor le había enseñado acerca de una verdadera pareja, que esta en realidad no consistía en la cantidad de regalos que se daban ni tampoco el tiempo que se pasaban besando.

- En cuanto superas esa etapa viene lo más duradero, el amor en su fase más pura y verdadera. Conoces mejor a la persona de la que empezaste a gustar, aprecias sus defectos y comprendes sus virtudes mejor, te das cuenta que no es perfecta pero que a pesar de ello para ti lo es, esta vez sin romanticismo de por medio. Suelen haber problemas y solo debes seguir, es parte de un matrimonio, ¿no lo crees?

Cuando se retiró del apartamento ajeno dejando la canasta con muffins se sintió mal, ¿qué hacía él de metiche entre ellos dos? Ni siquiera se trataba de él directamente, sino de Chorong, aunque eso no le quitaba la carga en el pecho.

- Tenías que meterte en su relación – le habló a la coreana por teléfono

- No hay una relación ahí – se carcajeó.

Pero Sehun sabía que sí la había.

- Además ni siquiera te atrevas a reclamarme nada – atajó -, tú no cumpliste con tu palabra de venir disfrazado para Halloween – dijo rabiando -, un tipo que tenía de novio a una rata gorda no dejó de atacarme.

- Qué bueno – la miró de pies a cabeza.

- Seguro estabas con tu Luhan, ¿cierto? – ignoró lo que dijo el menor -, solo espero que haya valido la pena.

La coreana ya estaba planeando su venganza. Chorong es rencorosa, ¿se los había comentado antes?

- Llegamos, ya tengo las reservaciones así que no deberían tardar en atendernos.

Sintió como el auto se estacionaba, así que bajó del vehículo terminando de teclear un mensaje para su novio que terminaba en un te hablo luego, cariño, ya llegamos.

Quedó petrificado cuando observó el restaurante que conocía desde hace mucho.

- Esto no estaba dentro de los planes – le dijo casi en un gruñido cuando la detuvo por el antebrazo.

- Yo te dije que me acompañaras en Halloween vestido de deshollinador – indicó -. Si tú no cumples con tu palabra yo tampoco lo haré.

Lo tomó de la mano, enterrando sus uñas allí y avanzando con rapidez a pesar de llevar tacones puestos.

- ¡Ya estamos aquí! – exclamó -, es que Sehunnie se olvidó de algo.

Chorong procedió a hablar con la recepcionista, pidiendo a cierto mesero de nacionalidad extranjera, recibiendo una respuesta positiva en pocos segundos.

- Ahora viene su mesero – indicó la mujer sonriente -. Que disfruten de su velada.

Sehun estaba nervioso a más no poder, le había mandado numerosos mensajes al mayor para advertirle de lo que sucedía en el salón, que dijera que le habían dado mareos o algo así. No quería que Luhan se viese expuesto a esa situación, pero el castaño se había quedado sin batería por haber estado hablando por mensaje con él.

El pobre ni siquiera lo vio venir, se atragantó con sus propias palabras cuando vio a esa mujer con su novio, luciendo esas sortijas de boda que no podía vencer.

- B-Buenas noches – saludó - ¿Usted es la señorita Park? – preguntó.

Deseaba humillarla a como dé lugar.

- No, se debieron equivocar, soy la señora Oh.

Tomó la mano de su esposo, lo era después de todo y eso solo logró hundirlo un poco más. El corazón le latía con fuerza mientras el pelinegro lo observaba angustiado, con las palabras huye tatuadas en las pupilas.

- Ya veo, disculpe mi error – ladeó la cabeza sonriente, Sehun podía ver que sus ojos estaban brillosos -. Yo soy Luhan, como pueden leer en mi gafete, seré yo quien los atienda esta noche. Espero que nos llevemos bien.

Odió ver a Chorong acariciándola la mejilla a su pareja, nunca había expresado un odio tan pronunciado por ella, había querido ser gentil, fracasando en ese momento.

- ...¡Así que brindemos por el amor!

Las personas con copas llenas en las mesas levantaron sus copas, frente al pequeño discurso de la rubia tomando un trago y dando pequeños comentarios como qué lindos u otros como aún quedan parejas duraderas. El mesero tragó saliva, impotente ante tal muestra de cariño.

Chorong dejó su copa en la mesa, tomando la mano derecha de Sehun y acercándolo, posando sus labios sobre los ajenos en medio de una sonrisa que todos presenciaron y aplaudieron emocionados.

Fue ahí cuando no lo soportó más.

Con los ojos empañados por las lágrimas salió corriendo, poco le importaba si luego le gritaban por tremenda falta de profesionalismo. Estaban besando a su novio. Le había dado tantas oportunidades a esa mujer, había confiado en ella como para que hiciera eso.

Ni siquiera había sido lo suficientemente valiente como para decir algo, solo corría con las lágrimas cayendo por sus mejillas por el dolor acumulado de todas esas salidas que él había consentido.

- Y eso nos lleva a este momento.

Sehun terminó su largo relato, limpiándose las lágrimas que no pudo retener al contar el relato otra vez.

- ¿Chorong lo supo todo este tiempo? – preguntó indignado – ¿Incluso las deudas de Yixing?

- Sí – asintió con la cabeza.

Estaba enojado, quería por primera vez en su vida pegarle a una mujer, quería que Chorong probara algo de dolor incluso si solo era físico.

- ¿Y con Yixing que sucedió? Tomando en cuenta que Chorong no le echó nada en cara – comentó.

A Junmyeon se le quebró la voz incluso antes de salir de su garganta.

- Ella me humilló, volvió a hacerlo como en la secundaria – explicó -, la gente me miraba y ella gritaba, no reaccioné a tiempo, no fui yo quien habló, no fue lo que sentía en verdad – tragó saliva -; le hice daño.

Había colapsado en el salón hace una hora, ya que la narración de Sehun había durado más de lo esperado. Las palabras de la coreana lo habían herido como hace una década cuando cursaban la secundaria, había sido similar a lo ocurrido en la cafetería.

Gente señalándolo, susurrando cosas y lo más importante; Chorong burlándose.

El Junmyeon de la secundaria se había quebrado, sus sentimientos habían estado expuestos todo ese tiempo y a pesar de haberse convencido de lo contrario terminó dañado nuevamente. El Junmyeon de la universidad tomó el control de sus palabras, asegurándose de colocar de nuevo las barreras, de no ser humillado incluso cuando su derrota ya estaba escrita. Este último se desvaneció en cuanto vio a Yixing llorar.

Había dicho cosas que no sentía con el fin de no salir herido, fallando en el intento y de paso arrastrando al menor al mismo sentimiento.

- Solo levántate, no puedes hacer otra cosa.

Sehun se paró, estirando las piernas y extendiéndole la mano a un Junmyeon roto, no uno de la universidad ni uno de la secundaria; uno roto.

- Gracias.

Tomó la mano ajena, sirviendo esta de apoyo para poder levantarse.

Ambos dirigieron su mirada al local que había atrás, suspirando por lo bajo. Esa noche había terminado siendo un desastre.

- ¡Sehun!

Al nombrado se le detuvo la respiración, girando la cabeza hacia el lugar de donde había provenido esa voz.

- Luhan – susurró con los ojos cristalinos.

Junmyeon observó como el más alto corría los pocos metros que lo separaban de su pareja, abrazándolo con fuerza y llorando sin detenerse. El mesero se aferró a su camisa, dejando salir sus lágrimas con sollozos fuertes y lastimeros.

- Lo siento, perdóname – suplicó el pelinegro apartándolo y mirándolo a los ojos aguados -, discúlpame.

El chino asintió con la cabeza, cerrando los ojos y siguiendo con su llanto.

- Odio a esa mujer – murmuró entre hipidos cuando su novio empezó a limpiarle el rostro -, yo me equivoqué al dejar que esto sucediera, no volveré a dejar que te vea – sorbió su nariz.

- Tampoco quisiera volver a verla – concluyó besándolo y combinando el sabor salado de las lágrimas con sus labios.

El coreano se quedó observando la escena, una disculpa tan simple, el drama y el llanto estaban allí, pero ese tal Luhan lo había disculpado, y ni siquiera eso, había aceptado sus propios deslices. No pudo evitar ese sentimiento de ¿acaso yo no puedo tener lo mismo?

- Luhan, él es Junmyeon – dijo limpiándole la nariz con la manga de su camisa -, te hablé de él unas veces.

- Ho-Hola, Junmyeon – le sonrió haciendo un gesto con la mano, hipeando aún -, ¿y Yixing?

- ¡Maldición! ¡Yixing!

Junmyeon bajó la mirada ante la exclamación del pelinegro, sintiendo su corazón pesarle, ¿no podían dejar de recordárselo?

- Se fue – murmuró porque su voz apenas salía.

No es que fuese cobarde, no es que no le gustara Yixing, solo que sus sentimientos le habían explotado en la cara, se sentía estático y fuera de sí.

- ¿No vas a intentarlo? – preguntó observándolo fijamente.

¿Intentarlo? ¿Para volver a correr el riesgo de salir herido? Debía exponer sus sentimientos y las probabilidades de que estos no fuesen aceptados eran enormes tomando en cuenta lo sucedido. Su cerebro hacía los cálculos y cada posible escenario parecía peor que el anterior. ¿Iba a volver a ser vulnerable? ¿En serio quería eso? Maldición, no lo quería; lo necesitaba.

Necesitaba a Yixing.

- Voy a lograrlo – sentenció sonriendo a pesar de la tristeza.

Subió a un taxi rumbo a su apartamento, ese maldito restaurante quedaba a una hora y media del lugar donde vivía, ni siquiera había notado incluso con la horrible presencia de esa bruja, había tenido a Yixing a su costado y eso le había bastado para sentir noventa minutos atrapado en el auto de su némesis como cinco junto a la persona de la que estaba enamorado. Quería pasar largo tiempo con el menor y pensar que apenas empezaba su recorrido.

Por su parte el pelinegro cuando salió corriendo no se mantuvo en el mismo estado que Junmyeon, no logró encerrar sus sentimientos, estos salían descontroladamente de sus ojos y le hacían ver todo borroso y confuso.

Había ido a una tienda cualquiera a preguntar si tenían cajas, la señora que atendía el lugar le preguntó si se encontraba bien y él solo atinó a volver a romper en llanto. Dejó el dinero sobre el mostrador y se fue con sus estúpidas cajas al departamento ajeno, quería terminar con eso, o al menos de eso quería convencerse.

Cuando abrió la puerta para ingresar al lugar todo se veía distinto, no es como si la vida ya no tuviese colores o los olores fueran tan ajenos. Para nada, todo allí se le hacía tan malditamente familiar que le dolía.

- Miau.

Intentó sonreír frente al minino naranja pero no pudo, no tenías las fuerzas.

Abrió una a una las cajas que había traído, llorando desconsolado como solo él sabía hacerlo, empacando los cuadros con fotos suyas que decoraban las mesitas en la sala para darle al lugar una apariencia más hogareña.

- Miau.

- Lo siento, Asfalto, no es tu culpa – le acarició la cabeza.

Llevó también varias de sus tazas de colores a otro contenedor de cartón, apilándolas con cuidado para que no se quebrasen. Había sacado varias de las cajas que Junmyeon había guardado en el armario, que servía como habitación de los gatos, luego de pagar sus deudas en el condominio en el que antes vivía. Había sacado tantas tazas para que el lugar se viese alegre que incluso era ridículo porque apenas eran dos personas viviendo allí.

Cuando arrastró varias de sus cajas nunca desempacadas de ese reducido espacio hasta la sala Pelusa irrumpió en su camino, subiéndose a su pierna con ayuda de sus pequeñas garras. Un por favor, no parecía estar escrito en sus pupilas, como si el pequeño supiese lo que sucedía.

Asfalto también se unió, maullando y colocando su pata con pelaje suave encima de su rodilla, ya que se había sentado en el suelo para respirar un poco. Esa era de las únicas ocasiones en que ese felino no parecía querer transmitirle un soy mejor que tú, sino un no tienes que hacer esto.

Sin embargo se iba a obligar a seguir, incluso cuando no lo hizo en ocasiones donde sí lo ameritaba.

Guardó con demasiado dolor la lana que el coreano le había regalado en navidad, le pesaba verla y no sabía exactamente la razón por la cual se la llevaba si con solo tocarla ya estaba llorando otra vez. Estaba hecho un desastre.

Para finalizar guardó su ropa, solo la que él había traído, la nueva no la había pagado él y tampoco se le fue obsequiada, esos conjuntos habían servido para sostener la mentira de un matrimonio frente a una mujer que, estando completamente seguro, no volvería a ver en toda su vida.

Selló las cajas con cinta que halló en el estudio del castaño, terminando con un panorama bastante deprimente. La sala en la que hace apenas unos días estuvo viendo películas abrazado al mayor ahora tenía una alarmante cantidad de paquetes por llevar.

- Nos vamos, Pelusa.

Tomó al minino, colocándolo en una de las cajas que le habían sobrado, acomodándolo en una manta que él le había tejido durante su primera semana en ese apartamento.

- Miau.

El gato salió del contenedor, corriendo hasta la habitación del fondo como un rayo.

- Ahora no, Pelusa – hipeó.

Cuando llegó a la habitación del mayor encontró a Asfalto y el recién fugado sobre la cama, acurrucados al pie del colchón observándolo fijamente.

- E-Esto ya es m-muy difícil para mí, no sigan – sollozó sorbiendo su nariz.

El minino plomo levantó la cabeza, por un momento Yixing pensó que al fin había comprendido lo que intentó decirle entre las lágrimas silenciosas, pero no, se trataba de otra cosa.

- Miau.

Cerró los ojos, tomando al gato más pequeño y cargándolo en sus brazos antes de salir apresurado a la sala.

- Yixing.

Sí, Junmyeon había llegado.

- Yixing, escúchame, por favor – habló acercándose al contrario.

Pero lo ignoró, no porque estuviese molesto, quería tanto lanzarse a sus brazos y llorar, pero no iba a hacerlo, no de nuevo.

- No quiero que esto termine así.

- ¿Esto? Dejaste, dejaste en claro que no hay un esto – volvió a colocar a Pelusa dentro de la caja.

- No quiero que te bases en lo que dije hace unas horas – pidió.

- ¡¿Por qué no hacerlo, Junmyeon-sumbae?!

Los labios le temblaron con fuerza, bajando pequeñas lágrimas desde sus ojos.

- ¡Porque no se trataba de mí! – gritó angustiado - ¡No es lo que yo siento!

El chino negó con la cabeza, colocando ambas de sus manos encima de su rostro, cubriendo el llanto que ahora se hacía más fuerte.

- Estoy tan arruinado, – explicó sin poder respirar con normalidad -, me siento tan destruido.

Apartó sus manos poco a poco, llorando en silencio mientras clavaba sus ojos en el suelo.

- Y, y no sé cómo una persona tan desastrosa como tú logró esto.

- ¿A qué te refieres con eso? – atajó frunciendo el ceño y apretando sus dedos en forma de puño.

- Me enamoré de ti, Yixing.

La voz se le cortó, las lágrimas finalmente salieron de ese par de ojos que las habían retenido en tantas ocasiones. Su fortaleza finalmente fue destruida, el menor podía ver a un Junmyeon indefenso.

- Me enamoré de tu sonrisa cuando aún no terminas de despertar, de la manera en que me abrazas al dormir o el exceso de azúcar que hay en el café que preparas – miró al costado, intentando ignorar que sus mejillas se humedecían -. Me enamoré de tu manera de caminar saltando, de cuando cantas en la ducha o tejes durante horas enteras.

El aludido se quedó sin respiración.

- ¿A-A mí qué me interesa lo que diga Chorong? Tú eres lo que necesito, sin más atenciones o más regalos – indicó sorbiendo su nariz.

Yixing rompió en llanto.

- Quiero que te quedes, que le des de comer a Pelusa y Asfalto mañana por la tarde cuando yo no esté y quiero llegar sabiendo que alguien me está esperando en casa – sollozó -. Te ofrezco mi compañía y yo solo quiero que me des la tuya.

Los dedos le temblaron al menor.

- Quédate.

El pelinegro se acercó, sostuvo el cuerpo indefenso del mayor y lo abrazó, soltó más lágrimas en el pecho de su camisa negra sin saber cómo sonreír mientras que el contrario colocaba su rostro en el hueco del hombro ajeno.

- Me gustas, Yixing – le susurró al oído -, me gustas demasiado.

Las palabras lo llenaban junto a los besos que el contrario repartía por todo su rostro, se sentía recuperado. Se limpió las lágrimas para no verse tan patético y cuando lo hizo se topó con la sorpresa de que el castaño se veía igual o peor que él.

- Eres un desastre, Junmyeon-sumbae – suspiró -, ¿no pudiste decirlo desde un principio?

Un me quedaré se escuchó bajito antes de que sus labios se juntaran al fin, bastante torpes por el hipeo que provocó el llanto. Los sentimientos amargos y salados se combinaban con los dulces y lastimados, provocando una extraña sensación de alivio por parte de ambos.

Junmyeon se separó del chino, acariciándole las mejillas y mirándolo a los ojos.

- Quiero que seas mi novio,– dijo con la voz débil -, sin una historia pre-diseñada o un beso ensayado.

Yixing volvió a llorar con fuerza.

- Por supuesto, Junmyeon-sumbae.

Los mininos se frotaron en sus piernas cuando solo el pequeño sonido de sus labios rozándose estaba presente, ronroneando como si hubiesen estado al tanto de todo lo sucedido.

Con las respiraciones un poco más regulares se quedaron abrazados, obteniendo más del aroma ajeno y de la calidez que encontraban en los brazos del contrario, cerrando los ojos en paz.

- ¿Quieres desempacar? – le preguntó tomándolo por la cintura con suavidad.

- Sí, necesito más que un cajón en tu armario – dijo golpeando su frente con el índice.

Se rio, besándole los labios castamente para luego soltar el agarre que tenían, tomando una de las cajas que con letras temblorosas llevaba escrito ropa.

- Vamos a darte algunos ganchos también, me has convencido – ironizó incluso cuando su nariz seguía roja.

- Eres un estúpido, Junmyeon-sumbae.

- ¿Te das cuenta que ahora siempre me hablas con respeto sea cual sea la situación?

- ¡Cállate, Junmyeon-sumbae!

- ¡Lo volviste a hacer! Tan tierno.

- ¡Que te calles, Junmyeon-sumbae!





  [***]  

¿Qué les pareció? ¿Valió la pena?

Este capítulo va dedicado a todos, esas personitas que tienen o no una dedicatoria, las que me han leído desde el principio y me apoyaron con un comentario, tal vez solo un voto o apenas un leído. Lo que sea, es lo mejor que pudieron darme.

Este capítulo es para ti, ¡sí! Te escribo a ti, quien valientemente llegó hasta este punto a pesar de las lágrimas y el relleno, a pesar de mis desapariciones y mis actualizaciones a horas avanzadas de la noche o cuando la madrugaba empezaba.

Les estoy muy agradecida por todo.

Pero no ese pongan tristes, nos quedan cuatro capítulos de maratón, ¿no? ¿O es que acaso creyeron que me iría sin contarles más de este par? Muy mal.

Nos leemos mañana, siguiendo con el último gran maratón.

Lxs amo, con todo mi ser.

Atte. Misaki116

Post - data:

Tan tonta yo me puse a llorar en una cabina de internet público ;u;

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