Capitulo 11


Buenas a todos. Aquíestamos con el capitulo 11, que corresponde con el capitulo 7 de la2º temporada. No os doy la tabarra ahora y os dejo con el capitulo.


Por cierto, si elnombre que uso para la princesa de Mercia no se escribe así esporque no tengo ni pajolera idea de como se escribe. No recuerdo quesalga aquí, en fanfiction, así que ya me entenderéis cuandoescribo su nombre o el de su familia.


CAPITULO 11


......


Más sucesos como los de la piscina vinieron a continuación. Larelación que se fue creando entre Ecbert y Athelstan, para esteultimo, se estaba haciendo muy extraña, pues parecía que el hombrelo buscaba por necesidad cuando podría tener a la mujer quequisiera. No podía poner objeciones, pero, gracias a Dios, podíasoportar esos momentos con él. Aunque al principio solo desaparecíatras acabar con él, poco a poco empezó a hablar de cosas que se lepasaba por la mente, con lo que, al final, sus encuentros seconvertían en charlas de cama cuando no estaba trabajando en losmanuscritos que tanto le estaba gustado revisar, haciéndole sentirque volvía a pertenecer a un lugar.


Incluso con la llegada del rey de Northumbria al reino de Wessex, nopudo evitar mostrarse animado y hablar con buen ánimo al príncipe,exclamando ''Dios salve Inglaterra'' como el resto de ciudadanosque había a su alrededor. Incluso el mismo príncipe se mostrósorprendido por su energía ante aquel clamor, pero era algocontagioso y, durante un momento, se sintió parte de aquel mundo.


No sabía qué era lo qué quería el rey Ecbert de aquella gente,pero no se iba a inmiscuir en sus asuntos. Cuando se hizo laspresentaciones oficiales delante de todo el mundo, él se centró enseguir con su trabajo. Tenía que aprovechar todas las horas de luzcon las que podía contar, así que se marchó a la habitación de laque no podía hablar.


Cuando se sentó en la mesa de trabajo, con un manuscrito paratraducir y copiar, una corriente de aire, emergida de ninguna parte,removió sus papeles y miró a la ventana. Cogió un trapo, cualquiercosa que impidiera que el aire entrara en el lugar y lo revolvieratodo. Y, de repente, un cuervo se posó en la ventana, observándolea través del cristal.


Inconscientemente, pensó en Ragnar, el cuervo era su signo, el signodel dios Odín, los dos pájaros que veían por él encima de sushombros. Su mera visión lo dejó paralizado, recordando brevementeel lugar donde había vivido.


Solo pensar en Ragnar le trajo una sonrisa en los labios, pero, teníaque volver al trabajo. Tenía que centrarse en los documentos quetenía que escribir.


.........


Por fin entendió qué era lo que quería el rey Ecbert de su vecinode Northumbria. A parte de conseguir un aliado para repeler losataques de los nórdicos, también unían sus reinos a través delmatrimonio, pues unirían sus casas a través de la boda entre elpríncipe de Wessex con su hija, la princesa Judit.


No es que fuera una boda deseada. Al menos, no se veía alegríaalguna en el rostro de la princesa Judit. Sin embargo, el príncipeparecía bastante contento. No solo ganaba una esposa, lo cual ya letocaba por edad, si no que, en el futuro, sus hijos gobernaríanWessex y Northumbria por propio derecho. No podía pedir algo tanbeneficioso. Siempre era mejor unirse por matrimonio que comenzar unaguerra que los destrozaría a todos.


No supuso un gran cambio en realidad. La única diferencia que habíaa como vivían antes era que la princesa Judit ahora residía conellos, teniendo que acompañar a su esposo a todas partes, como sifuera alguna clase de sombre de este. No hablaba a no ser que alguienle hablara a ella primero y a penas comía cuando estaban todossentados en la mesa.


Lo único que marcó una nueva diferencia en su rutinaria vida, fueuna visita inesperada.


-Siempre andas con retraso- le dijo el príncipe, dirigiéndole unasonrisa cuando llegó a la plataforma exterior que el rey utilizabapara recibir a sus invitados.


-Eso es cierto- comentó, colocándose junto a él y su esposa.-Tengotrabajo para una eternidad. ¿Quién viene?


-La princesa Cuentriz, la hija de Ohfa.


-¿El rey de Mercia?


-Lo era, antes de morir.


-¿No viene su hijo?- preguntó con curiosidad.


-¿Es que no sabes nada? Cuentriz mató a su hermano, el heredero deOhfa, y ahora el reino entero se debate en luchas dinásticas. Todoel mundo se mata entre sí.


-Supongo que el rey Ecbert no querrá involucrarse en tan tremendasluchas internas- aseguró Athelstan, contemplando a la mujer queacababa de llegar en caballo hasta sus puertas.


-Claro que no. Mi padre no siente el menor interés por lo que ocurreen nuestro reino vecino. Que, además, es el más extenso, importantey rico de toda Inglaterra- le indicó, mirando fijamente alsacerdote, aun con una sonrisa en los labios.


Athelstan tuvo que bajar la mirada, frunciendo los labios. Locomprendía. No hacía falta que fuera tan sarcástico. Pero, ¿enverdad era necesario ampliar tanto el reino de Wessex? ¿Para quéquería el rey tantos territorios de golpe?


-Así que, esa es nuestra fratricida y asesina de masas- comentó,señalando a esta con la cabeza.


El rey le dio la bienvenida, como con casi todos aquellos quellegaban a cruzar sus puertas y, por supuesto, se dió una comida ensu honor, donde todos los representantes importantes del reinoestaban sentados a la mesa. E, indudablemente, el rey Ecbert tambiénlo quería a él en esta. Fue algo divertido ver como la princesadijo delante de todo el mundo que no comía carne, que mataba.Incluso él, en uno de los extremos de la mesa, no pudo evitarsonreír al oírlo.


Pero, en consecuencia, no pudo evitar llamar su atención.


-¿Quién eres tú?- le preguntó esta, dedicándole una sonrisa.


-Me llamo Athelstan. Era un monje de Lindisfarne.


-Un monje- comentó esta, pareciendo impresionada por su presenciaallí.


-Athelstan fue capturado por los nórdicos- comentó el rey Ecbert,aunque él no había querido comentarlo.-Ha vivido entre ellos.Conoce muy bien su estilo de vida pagano- pareciendo complacer a laprincesa con esa información.


-He oído que los paganos sacrifican seres humanos, ¿es cierto? ¿Deverdad lo hacen?


-Cada 9 años, sí- admitió.-Así es. Para complacer a sus dioses.


-¿Y van desnudos? Me han contado que hacen el amor con quiénquieren y que les es desconocida la idea de la fidelidad.


-Ellos tienen una ética distinta a la nuestra.


-¿No es más natural?- le preguntó la princesa, aun sonriendo hacíaél.


-Yo....-murmuró.


Las palabras de esta lo rodearon, como si se lo susurrara por todaspartes, como si sus manos le acariciaran. Tenía demasiados recuerdosen la mente de haber gozado el amor físico. Recuerdos con Ragnar,con la hija de Siggy y, últimamente, con Ecbert. ¿Cómo podíacontestarle negativamente a ello, aunque fuera vestido como un monje?Y, sobretodo, aun con aquellas palabras aun rodeándolo, como sitrataran de seducirle.


-Yo...-volvió a murmurar, aferrándose a su cruz, la cual le habíaregalado el rey Ecbert.-Solo puedo decir que es distinta.


-¡Qué aburrido eres!- dijo, lanzándole un trozo de verdura, auncon una sonrisilla en los labios.


-Me conmocionó la muerte de vuestro hermano- intervino el reyEcbert, llamando la atención de esta.


-No os preocupéis por mi hermano.¿No sabéis que el Papa ya lo hahecho santo? Santo Quenel. Parece ser que llevó una vida ejemplar-comentó esta, riéndose.


-¿Queréis decir que no era totalmente virtuoso?- le preguntóEcbert, a medio bocado.


-Me violó cuando tenía 12 años-. Aquella confesión atragantó alarzobispo.-Así que ya os haréis una idea.


La conversación pasó en aquel punto a temas políticos, porqué elrey Ecbert la había hecho venir hasta allí. Estaba claro que queríaparticipar en la guerra de Mercia y ayudar a esta a obtener el trono.Incluso el rey le ofreció la compañía de su hijo, el príncipe,para ayudarla en su campaña. Al igual que quería contratar algunosnórdicos para acabar con sus luchas.


-Quiero conocer a esos nórdicos, de cuya destreza en todo he oídohablar sin parar. Parece que ahora nadie habla de otra cosa.


-Bien. Pues bebamos. Por la princesa Cuentriz y la conquista deMercia- brindó el rey Ecbert.


En silencio, Athelstan no brindó, solo tomó un trago de su copa,pues todo aquello solo le hacía pensar en más problemas, tanto parael reino como para todos los demás.


..........


Días después, cuando volvía a estar en el cuarto del que no podíahablar, transcribiendo unos documentos, el rey Ecbert se presentó enla habitación. No era algo que no soliera hacer normalmente, pero,aquel día, entró diciendo algo que lo sobresaltó.


-Tus amigos han vuelto.


-¿Mis....amigos?- le preguntó con precaución, viéndole caminar asu alrededor.


-Una gran flota de nórdicos han desembarcado en Wessex. Y me handicho que uno de los barcos lleva la bandera con el cuervo de RagnarLodbrok.


No pudo evitar sentir una bola de emoción explotara por él,llegando a todas las partes de su cuerpo. Pero intentó que nada sereflejara en su rostro, sabiendo que el rey Ecbert lo observaba conatención.


-¿Qué vais a hacer?- le preguntó a este, notando que ambos, cuandose colocaron junto al otro, no podían mirarse.


-Espero negociar con Ragnar. Cuando nos conocimos, mepareció.....diferente. Inteligente.


-Atenderá a razones- aseguró Athelstan, sonriendo. Si Ragnar yEcbert conseguían llevarse bien, eso ayudaría a su paz espiritual.


-Bien- afirmó el rey.


La mano de este se posó sobre sus hombros, acariciándolelentamente, poniéndole nervioso de nuevo.


-Pero, si no, lucharé contra él. Ya he enviado un mensaje al reyAelle pidiéndome que me envíe guerreros, según nuestro tratado- lesusurró, asustándole cada vez más con cada una de sus palabras.-Pase lo que pase, no seré derrotado.


¡Dios! ¿Qué podía decir de aquello? Estaba seguro de que estecumpliría su amenaza si no conseguía llegar con Ragnar a un acuerdosatisfactorio para ambas partes. No quería que ninguno de los dosdañara al otro, pero, todo dependía de ellos mismos, de lo quehablaran, de cuan deseoso estuviera Ragnar de colocar a su gente enaquel reino para negociar con Ecbert.


Tratando de controlar sus nervioso, siguió trabajando en losdocumentos que tenía delante, diciéndose que, por el momento, élno podía hacer nada por ellos. Pero, incluso diciéndose que estabatranquilo, una gran gota de tinta estropeó su trabajo y su tapadera.Claro que estaba inquieto por esa reunión, pidiendo que todo seresolviera sin conflictos de por medio. Lo deseaba con todo sucorazón. Del mismo modo que deseaba volver a ver a Ragnar. Habíapasado todo el otoño y el invierno, al igual que parte de laprimavera sin saber de él.¿Cómo no iba a querer verlo?


..............


El rey quería saber qué habría hecho César ante una situacióncomo aquella. Había enviado a su hijo de emisario para hablar conRagnar, pero, inesperadamente, estos habían sido atacados cuandohabían abandonado el campamento, solo dejando con vida al príncipede Wessex. Y, desde luego, después de aquello, el rey no pensabaparlamentar más. Quería escuchar como batallaba César, comocolocaba a sus hombres para obtener la victoria. E, inevitablemente,Athelstan tenía que leer todo cuanto este le pidiera.


-Debemos combatir contra Ragnar Lodbrok y sus aliados- le recordó elrey Ecbert, apartándose de su lado, donde se había detenido.


-No puedo creer que Ragnar no desee negociar- tuvo que apelarAthelstan por él, poniéndose en pie de golpe.-Le conozco bien. Élbusca tierras, tierras de cultivo para su pueblo.


-Sus hombres mataron a todos mis enviados- le recordó el rey Ecbert,volviéndose hacía él con las manos estiradas, como si dijera''nome eches la culpa a mi por esto''.-Solo dejaron vivo a mi hijo ycon eso me enviaron un mensaje claro y simple.


-¿Por qué no me enviáis a hablar con él?- le preguntó, deseandoque le diera ese permiso.


El rey lo observó con atención, colocando su mano sobre su hombro.


-Tú ya eres demasiado querido por mí. E importante- le respondió,mirándole fijamente a los ojos.-Y, por eso, creo que te matarían.


Tras esas palabras, se dió la vuelta para abandonar el cuarto, perolas palabras de Athelstan quisieron detenerle.


-¿Cuando? ¿Cuando atacaréis?


-En cuanto regrese el rey Aelle con sus guerreros-dijo, deteniéndosey volviéndose hacía él.-Estoy seguro que preferirías que Ragnar yyo firmáramos la paz, así estarías en paz contigo mismo.


Aquello lo dejó sin palabras, pues era lo que él mismo ya creía,así que solo permitió que este abandonara el cuarto mientras sevolvía a sentar en su asiento, sintiéndose abatido. Si el reyEcbert ya estaba esperando al rey Aelle, eso solo podía significarque estaba totalmente listo para pelear contra él. Si Ragnar notraía una fuerza considerable, estarían a merced de los planesbélicos del rey de Wessex. Y, en silencio, solo pudo rezar para queno ocurriera una desgracia.


-Ayudame, Señor.¿Quienes son esos dioses que por las noches mequitan la paz? Odín, Thor, Freya....Tú nos enseñaste a no adorar afalsos dioses, pero los he visto- confesó, torturado consigo mismopor todos aquellos dioses que habitaban en él.-He visto a Thor en elcielo, he visto las chispas de su yunque, el océano agitarse con suira.....¿Por qué es falso aquello que vi con mis propios ojos?-preguntó con desesperación, mirando el techo.-¿Las cosas en lasque....cree Ragnar?- acabó por preguntar.


Solo con la mención de su nombre, su corazón saltaba dentro de supecho con emoción. Su imagen en su mente le traía alegría. Y pesaral pensar en lo que se avecinaba. El rey de Wessex también habíasido bueno con él y eso lo mantenía entre dos bandos.


-Pase lo que pase- le rogó.-No permitas que Ragnar muera. Ni el reyEcbert.


............


Que masacre. Que desperdicio de vidas, fue lo primero que pensóAthelstan cuando le permitieron ir a lo que había sido el campo debatalla. Quería ver si Ragnar se encontraba entre los caídos cuandose enteró que las fuerzas sajonas habían ganado aquella batalla,haciendo huir a los pocos nórdicos que habían quedado con vida,aunque había dicho que ayudaría a dar la extremaunción a aquellosde sus hombres que aun estaban agonizando, pues faltarían hombrespara ello.


Ni siquiera cuando había acompañado a Ragnar a aquella tierra habíavisto tantos cuerpos. Desde luego, Ragnar había venido con muchoshombres, al igual que el rey Ecbert había unido fuerzas con el reyAelle, aumentando su fuerza en el combate.


Cuando un soldado estuvo a punto de rematar a uno de los caídosnórdicos, lo detuvo, reconociendo a Rollo en el acto. El enormevikingo era imposible de confundir y, si aun seguía con vida, nadielo iba a matar delante de él. No mientras pudiera evitarlo.


Corrió hacía él, revisando sus heridas, y, desde luego, otrohombre en su misma situación ya hubiera perecido.


-¡Athelstan!- le llamó el rey Ecbert, cuando le vio arrodilladojunto a un cuerpo.-¡¿Quién es?! ¡¿Le conoces?!


-Yo sé quién es- afirmó el rey Aelle, que, al igual que Ecbert,iba a caballo por el campo de batalla.-Se llama Rollo. Es hermano deRagnar Lodbrok. Le bautizamos, pero dio lo mismo.


-Es una desgracia que haya muerto- comentó el rey de Wessex.


-¡No! ¡Aun está vivo!


-¡Padre, este es un hombre importante! ¡A ver si puede salvarlo!-gritó el rey Ecbert, llamando a uno de los monjes sanadores.


-Esta mal herido. Ahí-le indicó Athelstan, sin querer apartarse desu lado.


Si podía ayudar, lo iba a hacer. Lo que menos deseaba era haberencontrado a Rollo para que este fuera a morir en sus brazos. Ni Diosni sus dioses podían haber formado un plan tan cruel como aquel. Nopodría aceptarlo.


Observó lo que Rollo estaba observando. Pero los cuervos quesobrevolaban el campo de batalla podían ser simples cuervos quequerían alimentarse de los muertos o enviados de Odín, lasvalkirias, que hubieran descendido a la tierra a buscar las almas delos guerreros para llevárselas al Valhalla.


Solo esperó que no quisieran llevarse a ese hombre también.


Lo llevaron en un carro hacía la ciudad, en un carro donde Athelstantambién viajó, queriendo estar pendiente de él en todo momento. Y,cuando el rey comenzó a celebrar su victoria frente a los nórdicos,aprovechó el tumulto, sabiendo que nadie notaria su ausencia, parair a ver a Rollo en el rincón del patio donde llevaban a losenfermos.


El aire olía a muerte, la mayoría de los hombres que había enaquel lugar no pasarían de aquella noche, otros estaban tullidos depor vida. Habían tenido que cortar miembros infectados y losencargados de cambiar las vendas y limpiar las heridas tiraban lasangre al suelo, oscureciendo la tierra de los alrededores de aquelbarracón, como si hicieran un cerco alrededor para que nadie seacercara.


Nadie parecía estar pendiente al nórdico, así que fue fácilllegar a él.


-Rollo- lo llamó, sentándose en su cama.-¡Rollo!


-Sacerdote- comentó este, pareciendo sorprendido, tratando de alzarel rostro hacía él.-Te veo- comento, pareciendo enfadado(¿Soyla única que pensó en ''Avatar'' al oír esa frase?).-Horikdijo la verdad. Nos traicionaste.


¿Traición? ¿Eso dijo el rey Horik? ¿Todo el mundo pensaba que loshabía abandonado para ir con el enemigo? Tendría que hablar conRagnar. Se hacía necesario cada vez más hablar con él.


Este alzó su enorme mano, que podría abarcar su cabeza, hasta sumejilla, sorprendiéndole y dejándole paralizado frente a él, en elborde de su cama, mirando fijamente aquellos ojos que no se parecíanen nada a los de su hermano. Y parecía lo correcto, pues Ragnar yRollo eran dos hombres completamente diferentes.


-En este momento, si tuviera fuerzas, te mataría- afirmó, rodeandosu cuello con facilidad.


Instintivamente llevó sus manos a esa enorme mano que lo rodeaba,pero, como este bien había dicho, aunque pudiera cortarle elaliento, no le dejaba tanto sin aire como para matarlo, consiguiendoque lo soltara y temiera lo que los demás hombres estuvieranpensando de él.


Para cuando volvió al palacio, tras saber que el rey Ecbert habíaterminado su fiesta con su consuegro, su hijo y otros hombres en lapiscina, fue al cuarto del que no podía hablar, queriendoconcentrarse en otra cosa, pensar en cualquier cosa que no fuera laspalabras que Rollo le había dedicado, pero eso se hizo imposible yno se sorprendió cuando el rey entró en el cuarto.


-Irás a ver a los nórdicos como emisario- le informó este, a penasdando unos pasos hacía el interior de la habitación, viendo comoAthelstan se ponía en pie en el acto, emocionado por esas noticias.-No ha sido mi decisión. Todos se han empeñado en ello- murmuró,mirando al suelo.


-Puede estar tranquilo, señor. No le defraudaré- le aseguró elsacerdote, sonriendo con buen ánimo.


Pero, en vez de recibir otra tácita sonrisa por parte de este, solovio como el rey Ecbert alzaba la vista y caminaba rápidamente hacíaél hasta sujetar sus hombros entre sus manos.


-No, tú no podrías defraudarme. Pero tienes que tener cuidado. Nopodría tolerar que murieras. No permitas que nadie que pueda hacertedaño se acerque a tí. Y tienes que volver, ¿me oyes? Tienes quevolver aquí- le informó este con urgencia, casi agitándolo.


Todo lo que pudo hacer Athelstan fue asentir, pero no perdió tiempoen buscar cualquier modo de transporte para ir al campamento de losnórdicos. Ahora que sabía que podía ir, su corazón latía contanta fuerza que aun no sabía como no había roto su pecho y habíacaído a sus pies. Ver de nuevo a estos, con los que habíaconvivido. Volver a ver a Ragnar..... Nadie podría haber hechodesaparecer la sonrisa de su cara mientras se dirigía hacía aquellugar.


..........


-Hola, Bjorn- saludó, reconociendo al joven cuando llegó alcampamento, aun sonriendo, con las riendas de su mula entre lasmanos, lo único que había encontrado como medio de transporte.-¿Merecuerdas?


-Claro que te recuerdo- afirmó este.-Quise matarte cuando solo eraun niño. Y luego te quise.


¡Que bien se sentía aquella pobre afirmación! Él también loshabía querido, tanto a él como a su hermana, al igual que a sumadre, incluso cuando ellos se habían marchado, abandonando a Ragnary dejándole en manos de Aslaug.


-Sé que adoras a tu tío.¡Quiero que sepáis que Rollo sigue vivo!-exclamó, para que todos lo oyeran. -Esta herido, pero vive, y estásiendo atendido. Rey Horik- saludó Athelstan a este, con ciertosarcasmo.


¿Cómo había podido decir aquel hombre que los había traicionado?


-¿Por qué has venido, Athelstan?- le preguntó Lagertha, quetambién estaba allí.-¿Has escapado?


-He venido a hablar con vosotros.


-Te envía el rey Ecbert- se atrevió a acusarlo el reyHorik.-Cumples sus ordenes, eres uno de ellos.


-Él quiere ofreceros la paz- trató de hacerles entender.-Quierehablaros de muchas cosas. Cosas buenas.


-Ya. Y luego matarnos- siguió diciendo Horik.


-No, no hará eso. Lo juro. Sé como es.


-Eres su perro. Le lames la mano. Le lames el trasero- siguiódiciendo el rey, haciendo que los hombres de su alrededor rieran.


-Me gustan mucho tus ropas nuevas, Athelstan- comentó Floki, el quemenos deseaba que hablara en aquellos momentos.-Y tu pelo. Muybonito.


-¿Está dispuesto a entregarnos a un rehén?- le preguntó Lagertha,la única que parecía hablar de lo que le había llevado allí, sinbuscar mofarse de él.


-Sí. Quiere garantizaros, de cualquier forma, sus buenasintenciones.


-Nos reuniremos con él- afirmó la mujer guerrera.


-¿Quién eres para decidir?- le preguntó Horik.


-No hace falta que vengas. Iremos Ragnar y yo. Y si Ecbert quierematarnos, que así sea.


-Le llevaré vuestra respuesta- afirmó Athelstan, cogiendo lasriendas de su mula, dándose media vuelta para salir del campamento,sintiéndose algo abatido.


Ni siquiera había visto a Ragnar y estaba comprobando que todosparecían haber creído lo que Horik les había dicho sobre él.


-Yo te acompañaré- dijo Ragnar, apareciendo de repente entre lagente.-Parte del camino.


La sonrisa en el rostro del sacerdote se abrió paso antes de quepudiera ser consciente de ello, comenzando a andar para alejarse dela gente mientras el nórdico le seguía, queriendo hablar dondenadie más les oyera.


La mano de Ragnar se colocó sobre su hombro, acercándole a él, yfue como sentir si hubiera vuelto al lugar que le correspondía, ellugar que había sido hecho para él.


-Me alegro de verte- le dijo el rubio, mirándole en todo momento,haciendo que, por un momento, se perdiera en sus ojos antes de volversu atención al camino.-Temía que estuvieras muerto.


-En ocasiones, he deseado estarlo- admitió.-Me sentí desesperado.


-¿Y has vuelto a tu fe?- le preguntó este, cojeando a su lado.-¿Yrenunciado a la nuestra?


-Ojala fuera tan fácil- le dijo, mirándole un momento antes decontestar.-En la suave lluvia oigo a mi Dios, pero, en los truenos,oigo a Thor. Esa es mi agonía- le confesó, mirándole en todas lasocasiones en las que el difícil camino le permitía.


-Espero que, algún día, nuestros dioses se hagan amigos.


Oh. También él lo esperaba, a pesar de saber que era algoimposible. Pensar que, al morir, ambos irían a lugares distintossolo porque no adoraban a los mismos dioses era algo que leinquietaba. La eternidad era demasiado grande para permanecer todaella sin poder verle.


-Quiero devolverte una cosa- le dijo este, con aquella sonrisillasuya que siempre le dedicaba.


Y quitándose un brazalete de la muñeca, se la colocó a él en supropia muñeca, sin perderle de vista en ningún momento. Verla allísabía lo que significaba, lo que significaba para Ragnar. Y, encierta forma, quería verla allí donde estaba ahora, pero, tambiénpreferiría no verla. ¿Estaba pensando locuras?


-Ahora puedes irte- le indicó el rubio.-Pero nos veremos pronto-afirmó, apretando su hombro con cariño, encogiéndole el corazón.


-Gracias, amigo mío- le respondió, con una sonrisa en los labios.


Dejarlo allí fue como ir colocando piedras en su corazón. Con cadanuevo paso, una nueva piedra se posaba en su corazón, haciéndolecada vez más difícil el alejarse de él. Pero lo había prometido.Volvería a Wessex y tenía que informar de lo que se había decididoen aquel lugar.


Así que solo pudo permanecer junto al rey Ecbert cuando los nórdicosllegaron para parlamentar. Iban Bjorn, Lagertha, Horik, el hijo deeste y, por supuesto, Ragnar, sabiendo que Athelstan tendría que serel encargado de traducir durante toda la conversación, haciéndolesaber a ambas partes qué era lo que la otra pedía a cambio.


De manera sorprendente, fue bastante fácil para ambas partes llegara un acuerdo y aquello, para Athelstan, que se encontraba entreambos, fue un gran alivio. No hubo demasiadas discusiones, quedaronclaras ambas partes del acuerdo y el rehén que se había entregado alos nórdicos, el rey Aelle, fue puesto en libertad sin el menorrasguño y solo un ligero malestar por haber tenido que permanecer enel campamento pagano.


Rollo fue devuelto con los suyos, así como el pago de oro y plataconvenido, observando todo esto desde un caballo que el rey habíaquerido que utilizara, como el sacerdote se encontraba, asegurándosede que todo fuera bien. Lo que menos quería era que estallara unarefriega en el peor momento y todos los planes se vinieran a bajo,comenzando una nueva guerra.


-¡Los guerreros que vayan a combatir por la princesa Cuentriz, quevengan aquí!- los llamó, pues aquel era uno de los puntos deltratado, observando como un grupo de hombres se reunía ante él.


-Me llevo a mi hermano a casa- le informó Ragnar, colocándose juntoa él, mientras aun seguía montado, sujetando al animal.-¿Volveráscon nosotros o te quedarás aquí, con tu pueblo?- le acabópreguntando este.


Athelstan echó un pequeño vistazo a su espalda, pero, en seguida,sus ojos volvieron hacía Ragnar, que lo observaba fijamente.


-Yo quiero que vuelvas- aseguró Ragnar, sujetándose a su rodilla,haciendo que su piel ardiera incluso a través de sus ropas.


Miró el campamento nórdico y volvió los ojos hacía el rubio, sinpoder evitar sonreír débilmente ante aquellas palabras, que tantohabía deseado oír. Pero no podía decir nada allí, arriesgándosea que los soldados a su espalda le oyeran. Esperó a que sus ojoshablaran lo suficiente, pues Ragnar también le sonrió a su vez.


Tenía que volver para llevar a los hombres, así que se despidieron,volviendo hacía Wessex. La princesa de Mercia esperaba a esoshombres y sería mejor no hacerla esperar.


No fue difícil que ignoraran su presencia mientras esta seentretenía con sus nuevos hombres, llendo al cuarto del que no podíahablar y dejando allí la cruz que el rey Ecbert le había dado,junto con la llave, sabiendo que solo este entraría allí yentendería el mensaje cuando viera aquellos objetos en el cuarto. Sile decía claramente que se marchaba, lo detendría.


Estaba seguro de que lo quería para más que traducir manuscritos,eso ambos los sabían. Pero, si había llegado a conocerlomínimamente, debería saber ya que su lugar estaba también al ladode Ragnar y que, de momento, aquello no cambiaría por nadie. Nisiquiera por uno de los reyes del país que le dió la vida. Ahora suhogar estaba en Kattegat, junto a Ragnar, junto a su familia y susdioses.


Si hasta Aslaug y Torstein le dieron la bienvenida, al llegar a casa,con una sonrisa en los labios, estaba claro que no podía estar tanequivocado con aquella decisión, ¿verdad?


Findel capitulo 11


Sí,lo sé. Este capitulo ha sido mucho más largo. Pero hay una buenarazón. Normalmente hago los capítulos compaginándolos con los dela temporada. Si un capitulo se me queda corto, meto dos. Pero estavez, como en el capitulo 7 y 8 no hay muchas cosas, y tampoco queríacentrarme en todo lo que Ecbert le hiciera a Athelstan, metí tambiénel capitulo 9 y, ¡demonios! Hay pasan muchas cosas.


Osjuro que hubiera matado a Horik cuando empezó a burlarse deAthelstan.¡¿Lo acusa injustamente y encima se burla?! ¡Hachazoentre las cejas y ya no se reiría tanto! Para mí, ese hombre era unestorbo, un ser inútil que solo servia para liarlo todo. Alprincipio, parecía tener luces, pero rápidamente, con sus estúpidasdecisiones, empezó a demostrar que no, que a penas tenía seso y, laverdad, no sé como llegó a ser rey. Recuerdo que fue algo dematando gente. Pero vamos, que si hubiera dependido de una partida deajedrez, este no huele un trono en su vida.


YFloki...... Vale, macho. Sabemos que te caen mal los cristianos, perodeja al chaval en paz de una puta vez. Aunque solo sea porque le caebien a tu mujer, joder. Es muy pesado. Me encanta que este loco, esetipo de personajes dan vidilla a las series, pero se está pasando yacon el bulling que le esta haciendo al muchacho. Entre el tamaño deAthelstan y lo gigantes que son ellos, parece que un chico debachillerato se esta burlando de uno de la E.S.O


¿Yqué me decís de ese momento donde Ragnar le pide que regrese conellos? Yo estaba pensando en mi casa ''¡¡¡Dí que sí, dí que sí,dí que sí!!!''. Ni una proposición de matrimonio me habríaemocionado tanto. El cariño que nuestro querido nórdico le muestraa nuestro adorable sacerdote no lo ha visto Aslaug con ella ni en sumejor día. Como mucho, se parece a ese amor que Ragnar demostraba aLagertha al principio. ¡¿Cómo no vamos a ver yaoi aquí cuandotienen todas estas salidas?! ¡Mi corazón de fujoshi no creo quepueda soportarlo! ¡Quiero un Ova, o un especial, donde se cumplanlos sueños de la mayoría de fans femeninas! ¡Productores, danosese gusto! ¡POR FAVOR!


Peroya no digo nada más. Empezaré con el ultimo capitulo de la 2ºtemporada y, de ahí, a la 3º de cabeza.


Comosiempre, ya sabéis: Manteneos sanos y nos seguimos leyendo. ¡Bye!

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