Capítulo 8

Yuya se separó tan rápido como se había acercado. Retiró su mirada del otro y apretó sus puños. Se levantó a huir de esa situación, lo suficientemente aliviado del cuerpo, pero no de la mente. Se alejó al menos un metro, se mordió los labios y se volvió a mirarlo, sin verle realmente. Pero él habló primero.

—Yuya —tuvo el impulso de seguir hablando. De hacer cualquier cosa para evitar que el otro tuviera algo peor de lo que preocuparse—. Yuya, no es... —suspiró—No es un buen momento para... estas...

—No lo volveré a hacer —suspiró. Negó suave, el otro apenas y parecía capaz de decir algo—. No lo haré de nuevo. Solo, dejemos esto pasar, iré por unas hiervas afuera.

—No hace falta que...

—Está bien —suspiró—. Está bien, iré. Puedo reconocer entre una cosa y otra, Yuto. —el aludido abrió su boca, pero nada salió de ella. Solo el sentimiento de que el otro no tenía ganas reales de decir mucho o tratar de arreglar algo que Yuya había arreglado sin más. Las ganas perdidas de decir algo, o quizá fuera solo el desconcierto de no saber que demonios era lo que debería hacer—. Solo, necesito cambiar de actividad—y se volvió. El de ojos grises no quiso rendirse

—No es buen tiempo —suspiró por fin, se levantó, además. Yuya siguió su camino. Convencido de que era un idiota de nuevo—. Quiero decir, que no es un buen tiempo para esto.

—No ha pasado nada —le dijo. No se había volteado, pero si ralentizado su caminar. Esperando a que el otro lo detuviera quizá. Como si el no tuviera ganas de quedarse con él, así fuera la cosa más incómoda del mundo—. No es nada. Estamos bien. Es mi error, puedes ignorarme si deseas.

—No voy a ignorarte —negó. Yuya seguía en su avance—. Yo solo quiero decirte que no es buen tiempo para, siquiera pensar en algo como...

—Nunca lo será —suspiró el otro se volvió un momento—. Y eso esta bien —volvió su vista al camino.

—No, no tiene que estarlo —se mordió el labio. No sabía como hacer para que el otro parara de caminar y le escuchase. No quería que las cosas empeoraran, pero tampoco tenía mucho suelo en lo que sostenerse—. No lo está.

—Solo voy por una hiervas Yuto, no es nada del otro mundo —sintió como el otro paraba su andar, pero no se detuvo.

Yuto entonces casi se desesperó para pensar en una forma de hacer que el de ojos rojos se calmara y dejara de caminar. Las cosas estaban terminando mal, ¿y todo por qué no podía manejar una situación? ¿De verdad? No, no iba a dejar las cosas así.

—No sé nada de estas cosas en realidad. Nadie habla de esto nunca, Yuya—el aludido pareció por unos instantes con ganas de parar—. No tengo la más mínima idea de como hacerlo y entiendo que tú tampoco —se dio una pausa. Corrió un poco al lado del otro. Al menos para verle la cara, incluso si estaba llena de lágrimas o cualquier cosa—. Sólo —suspiró y cerró los ojos un momento. En serio no podía creer que fuera a soltarlo—, quería decírtelo cuando volviéramos a la aldea —Y lo soltó, sin estar demasiado seguro aún. Yuya paró de súbito su andar. Miró a Yuto que se paraba enfrente suyo y también lo miraba, se presionaba los labios uno contra otro indeciso, y cuando habló los separó algo más decidido—. O incluso antes, antes de llegar de nuevo. O quizá con la alegría de haber matado al demonio mayor —Tragó saliva. De verdad lo estaba haciendo, ahora, y en esas condiciones—. Pero, te me adelantaste.

Y hubo un silencio. Yuto no habló esperando a que Yuya respondiera. Yuya no habló esperado a que el otro dijera algo más. Una vez más, uno de ellos suspiró, el de ojos rojos y cabellos verdes con rojo.

—Yo... yo no te he dicho nada —dudó un poco antes de hablar. Yuto abrió un poco la boca—. ¿a qué te refieres? —se puso una de sus manos en la boca. El de ojos grises se acercó de nuevo al otro. Le tomó la mano en que estaba cerca de su cara con algo de duda, como si por un momento estuviera vacilando su tocarle la cara o la mano.

—Me besaste. ¿A qué otra cosa podría referirme? —le dijo sonriendo suavemente apretando un poco la mano que tenía. Después, como si no le importara lo muy sonrojado que estaba el de ojos rojos, acercó la mano que tenía a sus labios y la besó suavemente. No se había parado a pensarlo claramente, pero de todos modos lo hizo. Como muchas otras cosas en ese momento. Yuya se quedó en blanco, asintió suavemente y después dejó que el otro lo abrazara.

Le había pedido un noviazgo. Allí mismo, en medio de tanta naturaleza, arboles, trampas y el sol abrazando sus cabezas. Era demasiado importante, ahora estaban jurando, según las antiguas leyes, que durante el tiempo que estuvieran juntos no estarían con nadie más, que no lo intentarían siquiera, y que no sé separarían porque alguien más se lo ordenara, Solo por deseo propio de alguno de los dos. Lamentaba un poco el hecho de que lo hubiera obligado a hacerlo ahora, en esas condiciones. Pero sonrió de igual forma y lo abrazó también. Realmente no estaba que eso pasara, que realmente le fuera a pedir eso, ni que fuera un acto que viniese de él. Su corazón parecía estar a punto de explotar junto con el otro. El que estaba justo en frente suyo y se sentían a penas a través de todo el calor que emanaba uno por razón del otro.

—¿Por qué...? —aún había algo que su cabeza, siempre algo en su cabeza—¿Por qué dices que es una mala idea hablar de esto ahora? —Yuto negó suavemente.

—Pensaba que, si te decía algo, cualquier cosa, eso nos afectaría a nosotros como grupo y... bueno —apretó un poco su abrazo. Yuya no se quejó, no era como si sentir a Yuto cerca, en cualquier caso, le fuera incómodo—, pensé que si hacía las cosas más complicadas no lo lograríamos.

—Ya tenemos suficiente con que esté en problemas con Yuri —soltó—, ¿no? —Yuto se retiró un poco del otro y suspiró suave. Besó al otro en la mejilla haciendo que se sonrojara. Casi sonríe para sí mismo.

—Yo iré por las hiervas que necesites, tu vuelve allá y —dio una pausa—, por favor, deja de pensar en Yuri —susurró entonces—. Creo que es mejor cuando piensas en mí —y le puso un mano en la mejilla. Causó, claro, que el otro dejara de pensar en muchas cosas en ese momento y solo se quedara allí, pensando en otras cosas.

—Está bien —y se volvió a la cueva, sonrojado. Y Yuto en cambio, se quedó mirándole, preguntándose internamente cuales serían las hierbas que necesitaría el chico. Y, además, en cómo había sido capaz de hacer lo que había hecho.

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—Estaba pensando... —Yuto rompió el silencio que había. El día había casi acabado, el sol ya estaba dando su lento descenso al horizonte, los otros dos no tardarían en volver y su tiempo a solas se habría acabado. Yuya se volvió a él, terminaba de hacerle los últimos ajustes al arco de Yugo. Raspando algunas cosas que sobraban de la madera. Ultimando detalles—Sobre tu padre —Yuya suspiró—. ¿Crees que lo tome bien?

—No estoy seguro —suspiró—. No le gusta ninguna de las decisiones que tomo así que... no tengo muchas esperanzas en que esta vaya a ser la excepción —dejó a un lado su cuchillo y el arco. Yuto le tomó de la mano (ya que no estaba muy lejos).

—No es como si pudiera obligarnos a nada... —le dijo a modo de consuelo—No nos separaría, aunque quisiera.

—Pero puede presionarme a ello —negó suave—. Y a ti también. No quisiera que a ti te presionara o que se metiera contigo. Quizá si mantenemos esto a escondidas mientras mi padre lo acepta... —niega suave. Yuto a su lado repensó un poco las cosas. No le gustaría que las cosas fueran así, pero de alguna manera tenía que apoyar a su pareja, Yuya no había hecho como él y le había dicho a su familia desde antes. Les había dicho que amaba a un hombre, y que no pensaba cambiar de decisión porque no pudiera tener descendencia. Le iba a dejar eso a sus otros dos hermanos—No, no es lo correcto —el de ojos grises frunció el gesto—, no debería ocultarte, no después de todo esto. Debo hablar con mi padre.

—Si quieres puedo ir contigo —Yuya se sonrojó de la nada. Yuto abrió un poco los ojos al verlo—. No, no para eso. Es muy pronto. Pero puedo ir a apoyarte, y a mostrar mi cara allá. No creo que quiera echarme de la aldea.

—Y en ese caso me iría contigo... —soltó sin pensarlo. Aunque era cierto. Solamente que había un detalle. Uno pequeño. Sí quería escapar de la aldea. Únicamente, que era un deseo independiente de Yuto. Quizá lo hubiera hecho si no fuera tan cobarde para algunas cosas. Pero se alegraba de que ahora, en caso de que fuese a pasar, tendría una excusa para ello. Una realmente fuerte y que estaba seguro de que su madre aceptaría. Se machacó el interior de sus mejillas. Eso no estaba bien.

—No, no hace falta que...

—No voy a renunciar a ti —dudó cuando habló—, no por mi padre —tragó saliva, desvió la mirada. Iba a decir algo que realmente quería decir, pero que quizá haga comprender a Yuto algunas cosas. Pero fueron más rápidos que él.

—Yo puedo asumirlo Yuya —suspiró—. Puedo hacerlo por ti, así es como quiero que sea, dejaré que las cosas se vayan mal para ti —el de ojos rojos negó.

—No quiero que Yusho nos separe —Yuto se dio un momento para pararse a pensar. Decir el nombre del padre en vez de decirle "padre" era rechazarlo. Rechazar que era algo tuyo siquiera—. No quiero que eso pase, si te expulsan iré contigo. No lo pensaré dos veces —porque igualmente su decisión ya estaba tomada desde hacía tanto tiempo atrás. Y ahora, esto que estaba ocurriendo solo le estaba dando más determinación. Yuto no supo realmente como debería seguir con lo demás. O la conversación siquiera. Por suerte el otro si cambió de tema apenas notó que las cosas no iban a ir bien si seguían así—. Pero... no deberíamos pensar en eso. Digo, aun falta algo de tiempo para eso, ¿no? —apretó un poco la mano del otro—. Nos faltan las semanas que nos quedaremos en la cabaña. Y... bueno, los demás entrenamientos.

—Supongo —dijo. Yuya le besó tímidamente en los labios.

—Esto... —se sonrojó un poco más. Yuto tenía las mejillas ligeramente coloradas—. Solo quería... hacerlo —tuvo por un momento el impulso de taparse la cara. Pero no lo hizo.

—Esta bien —le sonrió. Se veía visiblemente mucho más feliz de lo que alguna vez estuvo en toda la iniciación. Realmente estaba feliz—. Puedes hacerlo si te hace feliz.

Antes de que el otro respondiera cualquier cosa, sintió como entraban los otros dos nuevamente en la cueva. Yuya separó casi de inmediato su mano del otro y las puso en otra parte. Yuto no se quejó, no iba a obligar al otro a hacer nada. Se lo había dicho muchas veces. No iba a hacer nada que le incomodara. Él también era nuevo en esto, no sabía como debería actuar exactamente. Así que estaba hacer lo correcto.

—Tu no pareces en ningún un galán —le dijo Yuri rodando los ojos—. Nunca lo has parecido.

—Deberías decirle eso a Rin —le dijo sonriente, creyendo que le había dicho no era posible que Yuri se la devolviera de ninguna forma.

—Oh, no, no necesito decírselo, ella ya sabe que no o eres —sonrió malicioso—, ¿por qué otra razón no te habría prestado atención nunca?

—¿Por qué para más tiempo enojada conmigo?

—Porque no le atraes en lo absoluto —se sentó en frente de la fogata. Les dio una mirada rápida a los otros dos que se había quedado allí durante mucho tiempo. Notó de inmediato lo incómodos que parecían. Levantó una de sus cejas. Yuto lo miró devuelta, con algo de desagrado, no era demasiado notable, pero para Yuri fue suficiente.

—Eso no es verdad... —hizo una pausa—creo... —y se sentó al lado de Yuri frente al fuego—. Hola, por cierto, ¿cómo te fue Yuya?

—Eh... mejor —dijo sin mirarlo. Rojo aún.

Yuto movió un poco más las carnes que se asaban para revisar si estaban listas ya. Yuri miraba al de ojos rojos. Entonces, el de ojos grises le pasó un pedazo de carne a Yuya y también había tomado el suyo. Los otros dos apenas y se movieron por su comida. El de ojos fucsias algo interesando en ese pequeño cambio de actitud. Yugo en cambió, pensó en su quería que se cosiera más la carne o se mejor la retiraba.

—Bueno, ya que no tienes dolores —le dijo Yuri al de ojos rojos—Supongo que solo faltará revisarte. ¿No? —preguntó algo intrigado. Yuya negó suave.

—Creo que... si deberías —le dijo mirando al fuego. Su cabeza ya estaba algo mejor. Podía pensar las cosas con más detenimiento—. Solo... por si acaso.

—¿Lo dices porque estás rojo o porque realmente lo quieres? —sonrió el de ojos fucsias. Yuto dirigió su mirada de inmediato al de ojos rojos. Casi como si no hubiera detallado ese rostro anteriormente. Vio un poco el rojo que se alzaba por las mejillas, pero no era nada que Yuri pudiera notar a distancia, o al menos no desde la que estaba. El sanador sonrió—. Voy allá —sacó su comida del fuego para que no se cociera de más, se levantó, y con una pequeña sonrisa burlona miró a Yuto desde arriba—. No seas roca en el camino —el de cabellos morados y negros rodó los ojos y se apartó lo suficiente. No sin antes tocar intencionalmente a Yuya. Casi diciendo "aquí estoy". Yuri se sentó en su puesto y revisó al enfermo de arriba abajo, tomándose su tiempo.

—Mañana es el gran día —Yuto agradeció que Yugo pusiera otro tema de conversación—. No puedo creer que haya pasado por dos noches anteriores seguías antes del gran día —dijo algo sonriente. Yuri rodó sus ojos—. Estoy nervioso y emocionado por esto. ¿Cómo creen que sea el hueso que nos deje? ¿Muy grande? ¿Muy pequeño?

—Bueno, según la posición en que estamos se supone que los huesos... serán de un tamaño más o menos normal —dijo Yuri aun revisando un poco más al de ojos rojos—. Ninguno es tan grande como el hueso de tus abuelos.

—¡Pero yo quisiera que sí! —exclamó—. Es toda una reliquia familiar, aun recordamos a mis abuelos por ellos. Por ese hueso de Demonio —suspiró suavemente el de ojos fucsias.

—Cásate con ese hueso si tanto lo amas —rodó los ojos—, será el único que te acepte de vuelta —sonrió un poco más—. Por que todas las demás mujeres huirán de ti.

—¡Eso no es cierto! —alegó Yugo bufando suavemente.

—Dile eso a Rin, que no parece caer en tus encantos —sonríe alegro triunfante.

—Tu... maldito...

—Podríamos intentar en el tiempo que estemos justos —soltó Yuya. Los otros se volvieron a él—. No hacemos mal equipo, quizá si todos vamos a una región de demonios de Hueso grandes.

—Primero tenemos que arreglar un par de problemas —dijo Yuto en un tono más bajo de lo normal.

—No es mala idea... ¡Quizá pueda pedirles indicaciones! —exclamaron con ánimo—Imagínenselo, otro viaje, nosotros como un gran equipo en estos—sus ojos brillaban con entusiasmo. Yuya le sonreía—, ¡consiguiendo otro hueso como el de mis abuelos! Nuestras familias tendrán que estar orgullosas.

—Primero tenemos que sobrevivir a mañana tonto —Yuri rodó los ojos—. O más bien, salvarte el trasero.

—¡Yo no me pongo en peligro nunca! ¿Te tomaste algo acaso? —arrugó la cara.

—Tu actuación de hacer dos días dice lo contrario —sonrió victorioso. Aparentemente había terminado con Yuya. Yuto los miraba fijamente.

—Eso fue porque estaba salvándote el trasero —le dirigió una mirada lo más filosa que podía. Pero a Yuri apenas y le hacía cosquillas. Acostumbrado a ese tipo de miradas por los demás que a duras penas le aguantaban. Al menos Yugo lo hacía. Más o menos.

—Eh... Yuri —interrumpió antes de que el de ojos rojos—. Crees que ya sea un buen momento para, ¿dormir? —preguntó algo avergonzado. Yuto se levantó entonces, habiendo terminado casi media porción de comida.

—Si, si —suspiró—. Ya estás curado. Más te vale que no venga ninguna clase de criatura a dañarte en la noche —resopló. Yuya se levantó con cuidado. Apenas había comido, no tenía mucha hambre en realidad—. Y más te vale darles a esos malditos ojos en el centro, ¿sabes? Niño de Papi.

Yuya se movió un poco antes de responder. Yuri aguantó las miradas de sus compañeros fulminándole.

—Supongo que puedes estar seguro de eso —sonrió—. Siempre que hayas hecho bien tu trabajo.

Y se fue a una parte algo más alejada de la cueva para recostarse sobre el pequeño lecho de piel que tenía por cama.

—Yo hago el primer turno —dijo Yuto antes de ir a ayudar a Yuya en lo que necesitara. Si es que necesitaba algo en primer lugar. Porque, supuso él, eso es lo que alguien que lo ama haría. Apoyarlo y estar al pendiente de él, aún cuando no era tan necesario. Eso es lo que hacen los enamorados, ¿verdad?

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El de ojos esmeraldas siempre tuvo un sueño pesado. Así que cuando Yuri se fue a su segundo turno y sintió que Yuto estaba acostándose a su lado, no dudó en que podría susurrar un poco para que pusieran hablar. Pero en vez de hacer eso primero, y además para ocultar un poco su nerviosismo, se abrazó a él. Se acomodó lo más cerca que puso. Sentía el cansancio del otro, pero al menos el mensaje silencioso de "estoy aquí, ya puedes descansar", fuera suficiente. Al principio Yuto pareció sobresaltado, pero después también rodeó al otro en sus brazos.

—Hola —susurró sin que el de ojos Rojos le viera la cara—, no creí que aún estuvieras despierto.

—No he podido dormir —movió un poco la cabeza—. Tengo algo de miedo ahora.

—¿Por no darle en el ojo al demonio?

—No, no —suspiró suave sobre el pecho del otro—. Porque no quiero morir —Yuto le acarició el pelo al otro—. No quiero morir.

—No vas a morir Yuya —le sonrió y siguió tratando de calmarlo—. Eres un buen arquero, le atinas a casi todo.

—No cuando Estoy bajo presión —susurraba preocupado. Tratando de apegarse el pecho del otro lo más que podía. Ciertamente, Yuto no se había imaginado este escenario nunca—. Y ustedes dependen de mi para todo esto...

—Tranquilo, lo harás bien —le dijo suave—. Yo sé que lo harás, Nunca das tiros mal dados. Siempre atinas en lo que puedes —Yuya suspiró—. Lo harás bien, créeme.

—Eso espero... —se mordió un poco el labio—Yo... um... es curioso... pero yo siempre quise hacer de sanador —Yuto arrugó el rostro—. Solo que mi padre vio que tenía una buena puntería. No me dejó hacer nada más. No desde que empezaron las cosas. Tomaba clases extra de arquería. Y a veces, en la noche me llevaba a hacer caza nocturna —se mordió el labio—. Así que casi no tenga habilidades en lo demás, no soy tan agresivo como ustedes o tengo tan buena memoria como un sanador —suspiró—. No me gusta solo tener una puntería realmente asertiva si después no puedo hacer más daño aparte de distracción —hubo un breve silencio—. Nunca se lo había dicho a nadie.

—Yuya —le susurró suavemente. Sin saber que decir en verdad—. Lo harás bien mañana. Si quieres le podemos pedir a mi prima Ruri que te enseñe algunas cosas cuando volvamos —el orto asintió—. Y, creo que serías un gran sanador, así como eres un gran arquero.

Yuya solo pudo asentir un poco, Yuto se quedó cuidado su sueño mientras maldecía mentalmente muchas cosas al mismo tiempo. Él entre muchas otras. Y Cada vez no podía sino sentirse peor por el chico. Con sus ganas de simplemente aguantarse todo con tal de que las cosas fueran mejores para el grupo. Él debería hacer lo mismo, aguantar, hasta que las cosas se resolvieran.

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—¡Yuya! —le gritaron desde abajo. El ruido del enorme monstruo de 6 metros de altura y algo más, casi no lo dejó escuchar lo que sea que le hayan dicho de respuesta—¡Yuya!

—¡Que lo dejes hacer su trabajo! —Yugo entonces soltó algo de aire, aún concentrado en el movimiento de las espantosas piernas de ese demonio Mayor. En esos momentos aplastaría sus cabezas de no ser por las rocas que se lo impedían. Yuya había tenido un campo de acción demasiado limitado y apenas podía lanzar flechas correctamente. Había llovido un poco más temprano, y la primera parte de ponerlo en una posición estratégica había fallado—¡El que le grites no nos va a sacar de aquí!

—Silencio los dos —ordenó Yuto. El corazón de él otro estaba totalmente enloquecido, era un efecto segundario de haberse quedado atrapados en el mismo escondite que habían encontrado en la mañana. Todo había sido una idea tanto de Yuri como de Yuto el esconderse allí, hacer que Yuya hiciera de carnada para atraer a un demonio mayor a ese terreno, una pequeña falla al pie de una montaña que hacía a una plataforma a una altura considerable del suelo, perfecta según el de ojos rojos para darle a un demonio en el ojo. Todos habían accedido—. Eso no va a hacer las cosas mejor.

—Solo quería decirle que intentara que se fuera a otra parte —bufó. Llevado de la desesperación por poder hacer algo. Cualquier cosa—. Deberíamos intentar mover otra roca.

—No funciona genio —dijo Yugo también estresado. Yuya estaba allí afuera, intentado que el Demonio se distrajese y no fuera a arruinar más las cosas para los que estaban atrapados. Pero no tenían comunicación con él—. Ya intentamos todas. No hay modo, estamos atrapados—Pero las cosas no habían salido. Yuya, a pesar de hacer bien lo suyo, no pudo evitar por ningún medio que las pisadas del demonio y los movimientos de este hicieran ese derrumbe. No podía siquiera preverlo y ellos tampoco.

—¡Chicos! —gritó Yuya de la nada. El de ojos grises se acercó casi de inmediato a la roca más cercana. Así que en ese momento estaban atrapados en su propio plan y el único que parecía poder hacer algo, no estaba siquiera seguro de que hacer. Nadie nunca había estado seguro de que hacer.

—¡Yuya! —gritó Yuto. Yuri lo miró como si le estuviera disiento "Yo no puedo gritar, pero tu sí" con sarcasmo. El de ojos grises se acercó más a la roca para buscar una grita donde mirar.

—¡Yuto! ¡Has las rocas hielo! —le gritó desde afuera, cansado de esquivar a penas los ataques y de lanzar flechas como si fuera su único propósito—¡Hielo! —gritó y se ocultó detrás de un par de árbol. Había arriesgado buena parte de si al aventurarse a ir cerca. No confiaba en su plan, pero confiaba en el poder del hielo de sus flechas y el de las espadas. Así que lanzó un par de rocas para causar ruidos en otras partes. El árbol que estaba encima suyo no iba a dejarlo ver. Se había ocultado un par de veces allí, así que sabía que podía confiar en su discreción. El demonio dio un rugido de enojo al cielo. Era ya la quita vez que lo hacía. Así que, también, el de ojos rojos sabía que moverse era crucial en esos instantes. Ya que la criatura de enormes fauces y pelaje rojizo miraba al cielo y dejaba salir su característico grito.

Yuya corrió de nuevo a otra parte, lo más rápido que pudo. Pero no se quedó el mismo lugar, en cada uno de ellos movía algunas cosas y hacía más ruidos. Eso lo confundiría. Dio una vuelta mientras adentro de la cueva el caos reinaba.

—¡¿Quiere que nos congelemos?! —gritó Yuri después de captar lo que Yuya quería hacer—¡No! ¡No, no, no y no!

—¡Es lo único que tenemos para salir de aquí! —le gritó Yugo. Yuto bufó suavemente.

—Yuri, tenemos que hacerlo, sea lo que sea que quiera Yuya... —le empezó a decir, espada en mano.

—Es una locura —negó suspirando—. ¿No van a siquiera cuestionar porque eso es una buena idea?

—¡No estamos para cuestionarnos nada ahora mismo! —le gritó el de ojos esmeraldas. Yuri volvió a negar enfurecido— Tenemos que hacer algo ahora.

—Yuri, necesitamos hacer esto —Yuto estaba sudando, Yugo igualmente. El sudor frío estaba presente totalmente. Yuri luchaba por mantener una compostura adecuada—. Tenemos que confiar en Yuya, él está con nosotros. Él no haría nada que —se oyó el horrible gritó que había en el exterior—, ¡él no haría nada para que muriésemos!

—¡Eso es lo que crees! —vociferó—¿Sabes lo que pasaría si llegara él solo a la aldea sin nosotros!

—Cállate —rugió Yuto sintiendo como la sangre le hervía. Yugo estaba en la misma situación—. Eso no es lo que busca ni de lejos.

—Si claro —bufó—. Porque lo conoces tanto como todos nosotros.

—¡Tú no lo conoces mejor que cualquiera de nosotros Yuri! —Yugo también rugió aun más fuerte y más enojado incluso de lo que parecía Yuto.

—¡Claro! —bufó fuertemente—¡No cabe en sus cabezas porque no creen que sea una posibilidad! ¡Ustedes no creen que un chico tan lindo como él pueda hacernos esto! —miraba con veneno a los otro. Los otros estaban tragándose todo eso, aguantando hacerlo, no porque creyeran que iba a redimirse, sino por no empeorar la situación. Aguantaban tantas cosas solo por no hacer las cosas peor. Siempre aguantaban las cosas para no hacer las cosas mucho peores. Pero no era lo correcto—¡Yo veo en él lo mismo que vimos todos el día que su padre se convirtió en el Líder! ¡El día en el que todos estuvimos seguros de que él había hecho trampa! ¡Él nos traicionó a todos! ¡¿Por qué Yuya sería diferente!? —bufó Yugo apretó sus puños. Al límite ya—¿¡Acaso creen que es un niño bueno?! —gritó enfurecido—¡Él no es más que...! —y lo golpearon en la mejilla. Fuertemente. Yugo no había resistido más y lo había callado a golpes convencido de que no habría otra forma. También, poco después se le tiró encima y lo derribó. Cuando menos se dieron cuenta, Yugo tenía una cara hecha una furia y su espada apuntándole al cuello a Yuri.

—¡Hazlo Yuto! —gritó aún hecho una furia. El otro no vaciló y a espadazos y puro sentimiento de enojo, empezó a volver lentamente cada una de las piedras en hielo, todo lo que podía.

—¡¿Qué demonios estás haciendo?! —rugió Yuri, con algo de sangre bajando por su nariz—¡Nos matarás a todos!

—¡Qué te calles maldición! —gritó Yugo, harto. Yuri no dejó de removerse en ningún instante. El de ojos esmeraldas tampoco, en ningún momento, dejó de amenazarle como el maldito que era en ese momento.

Yuya, desde fuera, estaba nuevamente llegando hasta el punto de la cueva, con el Demonio algo despistado, le había perdido la pista, el rastro había sido muy fácil de anular con una de las combinaciones de hiervas que había hecho Yuri en la mañana. Ese, funcionaba a las mil maravillas como pocos contra los demonios mayores. Además, tampoco era como de le pudieran ver bien, con lo rápido que se movía en la tierra y lo que lo combinaba con trepar en los arboles tan rápido como podía. Sin duda su corazón estaba ya casi muerto por el esfuerzo, sentía que las piernas se le estaban desgarrando. Pero tenía que seguir, llegar de nuevo a las rocas que tapaban la cueva y actuar. No era importante su cansancio. No eran importantes sus inseguridades. Corrió de nuevo, trepó y se movió todo lo que pudo. Volvió de nuevo a la falla en la montaña. Allí estaba ese suelo rocoso nuevamente y los restos de la avalancha. El demonio estaba apenas unos veinte o treinta metros más allá. Tratando de localizar a aquel objetivo que se escapaba de su olfato y su vista como pocas cosas. Así que desde esa distancia y con las pocas flechas que había conservado, lanzó una de las flechas de hielo que tenía. Apenas pesó, y le dio justo al blanco. Una de las intersecciones de las rocas. De inmediato, todo lo que estaba alrededor de esas rocas se cristalizó casi al instante. Yuya agarró a correr de nuevo. Y se escucharon sus pasos en la ruidosa roca. Preparó otro arco y lanzó de nuevo una flecha de hielo a las rocas.

La bestia rugió con sus ojos amarillos y sus enormes fauces. Volviendo a localizar a aquel que tantos problemas le había causado. Dio unos cuantos pasos mientras Yuya lanzaba la última flecha de hielo que tenía. Esperaba que los otros hiciesen hecho lo que se supone que habían debido de hacer. De lo contrario el hielo por fuera no funcionaría tan bien. O eso era lo que había pensado. Cuando el demonio paró de moverse con sus pasos, Yuya estaba justo encima de las rocas congeladas y gritó.

—¡Cúbranse! —y echó a correr a la dirección contraria del demonio. Se puso de espaldas, cosa que era un grave error, pero las cosas de dieron. Escuchó como golpeaban el tumulto de rocas y hielo que había. El demonio le había lanzado un ataque justo como había querido. Todo ese material salió disparado a su dirección.

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Yuto se cubrió. Y cuando sintió de nuevo la luz del día, salió de la cueva. Yugo también lo hizo, aunque estaba algo aturdido.

—¡Hay que atacarlo! —gritó el de ojos esmeraldas. Yuto apretó su espada y paró un momento a ver si Yuya estaba por allí. Lo vio a un par de metros de distancia. Caído por el golpe recibido—¡Yuri! ¡¿No atacas o qué?!

—¡Yuya! —este se levantó con dificultad, mostrando su cara al otro. Llena de sangre por uno de los costados—¡Yuya! —gritó más fuerte, pero este negó y se levantó con su arco, que estaba destrozado. Ahora era un inútil.

—¡Yuto! —le gritó Yugo de nuevo—¡Tenemos que atacar! —grito mientras se iba a la carga. Yuri apenas se estaba recuperando y estaba sacando a Predator Plants de su funda. Ambos atacando a los pies tratando de distraer su atención—¡Yuto!

Y cuando se volvió a voltear a Yuya este ya estaba parado, corriendo de nuevo hacia la parte alta de la falla. Yuto no tuvo otra opción más que intentar volver a la batalla y hacer que el demonio callera o de le crearan alguna distracción tan fuerte para que alguno fuera capaz de enterrarle la espada en alguna parte importante. El de ojos grises ni siquiera lo pensó dos veces y aún con lo cansado que estaba, y todo lo fría que estaban sus dedos, no dudó en que su primer espadazo de Phantom Knight contra la bestia fuera de hielo

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De nuevo sus piernas se desgarraban, los muslos estaban calientes y dolorosas. El corazón descontrolado y la mente sin poder pensar en un plan. No quedaba nada de su arco, no quedaba nada de su única arma en combate. E ir a la parte alta. Estaba rebosante de ideas en esta ultima media hora, y espera que fuera así. Porque la primera había ayudado indudablemente, esperaba que esta fuera del mismo calibre. Subió a la montaña con todas las ganas que tenía de ayudar, confiando aún en que su plan funcionaría de nuevo.

Trepó muy rápido. Con el aliento casi muerto y la adrenalina al tope en su cuerpo. Sin siquiera pensarlo verdaderamente. Llegó a la cima, en la parte más o menos plana de la falla. El viento le azotó, instándole a retroceder, pero no pudo más que afilar su mirada al monstruo que se resistía a los ataques de todos sus compañeros en el piso. Miró su propio carcaj y vio las dos únicas flechas que le quedaban de ese carcaj tan hermoso que había cargado en el viaje. Se lo retiró y lo tiró al suelo, no sin antes sacar las dos flechas que le quedaban. Entonces, en un acto de valentía inentendible, agarró carrerilla por donde pudo y saltó hacia el Demonio con una flecha en cada mano.

Dio un grito de guerra en el aire y al golpearse contra la masa de carne y huesos se aseguró de enterrar las dos flechas lo mejor que puso. La bestia aulló, se distrajo de los compañeros de los pies y se concentró en la molestia que había vuelto. Al estar en la espalda no encontró más remedio que moverse vertiginosamente para intentar que dejara de dolerle, y la molestia se fuera de allí. Sin embargo, Yuya se aferró al pelaje del monstruo el mayor tiempo posible. El demonio hizo una pequeña pausa, el de ojos rojos aprovechó para tratar de escalar más alto. Pero el Demonio se volvió a mover cuando no estaba asegurado del todo. Y calló.

Se alegró tanto de que una de las manos se hubiera interpuesto entre su camino mortal al suelo. Se aferró entonces al pelaje de la mano, que sin ser el más largo, era por lejos él más resistente. Creyó que estaba a salvo. Que ahora solo restaba que los otros lograran derribarlo y así poder terminar con esa iniciación de una buena vez. Besaría a Yuto apenas terminaran con todo esto. Lo haría en frente de los otros dos. Y cuando por fin terminaran se sentiría capaz de hacer todo y le diría a su padre en la cara cuales eran las cosas que el quería sobre su vida. Aprendería a ser un sanador con la ayuda de la prima de Yuto, sería feliz con Yuto. Viviría con él, su madre lo conocería y serían felices. Sería feliz.

Pero a él, se le había condenado al infierno.

El zarpazo de la Bestia para quitarse las molestias del brazo no se hizo esperar. Hizo que volara hacia una parte de la falla montañosa, la falla que había. Voló, voló a una gran velocidad. Y no encontró voz alguna para gritar.

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—¡Rosticémoslo! —gritó Yugo, todos dos le hicieron caso una vez más y con sus últimos trastos de energía contaron la poca carne que había disponible. El gigante, por fin se desplomó sobre el suelo, y ninguno de los tres perdió el tiempo. Yuto siendo el más rápido y el que más adrenalina tenía. Alcanzó primero el pecho y de una sola estocada, clavó cari toda su espada allí. Yugo, que llegó después, clavó solo parte de ella. Yuri, al llegar, pudo ver que no hacía falta que lo usara. El grito de absoluto dolor había llegado con claridad a sus oídos. La desintegración ya estaba en marcha.

Se tiraron al suelo apenas pudieron. Yuto dejó su espada allí, clavada mientras que Yuri y Yugo se tiraban al suelo, producto de su agotamiento y estrés. El primero en gritar por la victoria al desintegrarse todo el cuerpo del Demonio fue Yuto. Cansado y lleno de alivio por haberlo hecho al final. Después Yugo gritó más feliz aún. Yuri se reservó lo suyo para no decir nada en lo absoluto.

—Lo hemos logrado —dijo Yugo lleno de júbilo. Yuto recogió el hueso y se fue con los otros dos—¡Lo hemos logrado! —el de ojos esmeraldas abrazó al de ojos grises. Este apenas le devolvió el saludo—¡Siento como si toda la presión saliera por fin! —gritó un poco más. Yuto no miró a Yuri ni un instante, y en ves de eso. Después lo superaría. Después lo haría.

—¡Yuya! —gritó Yuto entonces. No hubo respuesta—¡Yuya sal! ¡Todo ha terminado! —no hubo respuesta tampoco. Yuri arrugó la cara. Yugo no notó nada—¿Yuya? ¡Yuya! —no había nada—. ¿Dónde estará? —suspiró. Se fue casi inmediatamente al espacio donde lo había visto la primera vez—¡Yuya! ¡Yuya!

—¿Eh? —preguntó Yugo al ver que el de ojos grises se alejaba—¿Qué pasó?

—Yuya no está —dijo Yuri apenas—. Lo está buscando —abrió la boca un momento. Pensando en las implicaciones que tenía el no encontrarlo. Le debía una disculpa. Pero si estaba herido...—. Y yo también.

Yuri salió en la otra dirección a buscar a aquel que había odiado tanto y al que aún le tenía rincón. Yugo asintió suavemente y también se fue a buscar.

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—¿Yuto? —preguntó Yugo al ver que el de ojos grises no bajaba desde hacía un par de momentos. El aludido no respondió. Yugo caminó un poco más distraído—Yuto, ¿por qué...?

Se quedó en silencio al verlo. Allí, en las rocas, aplastado contra ellas. Todas las machas de sangre de él estaban allí. Y Yuto estaba de rodillas, con lágrimas en los ojos y temblando como si estuviera en la más empinada montaña. Lleno de nieve. Lleno de soledad y lleno de dolor. Justo como ahora mismo. Justo como estaba en esa falla, a la que él mismo lo había llevado. Yugo dio un par de pasos hacia Yuto, este agarró una parte de su ropa justo por donde estaba su pecho y casi suelta un sollozo. Solo que no se oyó ningún sonido. Nada que lo delatara demasiado. El de ojos esmeraldas le puso una mano en el hombro. Sin saber que hacer realmente. Veía al chico temblar, con las mejillas empapadas, casi tan surreal que apenas podía creer que estaba allí parado, en medio de todo eso. En medio de una muerte tan horrenda como aquella.

—Yuto —este negó levemente. Incapaz de pronunciar cualquier cosa. Yugo miró de nuevo al cadáver de su compañero y tragó saliva. Pensó en que más podría hacer—. Ha... Ha muerto de una manera honoraría —dijo sin saber que más decir—. Ha luchad con nosotros, nos liberó de ese entierro. Tenemos... que hacerle todo el rito. Yo... —lo miró de nuevo. Tenía la mirada perdida y la mandíbula temblorosa—Yo llamaré a Yuri, dejaré que tu digas las palabras... y... y ha muerto de forma honoraría en serio. Él... —dejó de hablar. Pues parecía que sus palabras solo empeoraban todo. Salió de la escena con un rumbo fijo hacía donde había dicho.

—Murió creyendo una mentira... —susurró.

Y era cierto. Yuto era un idiota. ¿Cómo se le había ocurrido semejante cosa? ¿Cómo, de todas las cosas que podría haber hecho mal, esta era la única que no podría corregir nunca? ¿Por qué esa precisamente? Él no lo amaba.

No lo amó, ni nunca lo hizo.

Maldecía sus terribles temores de perder una parte importante del equipo, su poco sentimiento de estar haciendo algo mal, su mala idea, su absurdo sentimiento de esta haciendo las cosas mal y sobre todo maldita indiferencia que había tenido al hacer eso.

Yuya había hecho muchas cosas por solo mantener las cosas bien entre ellos. Así era como él le pasaba, con un maldito engaño. Quién sabe cuanto tiempo estuvo el chico enamorado de él. Cuando tiempo lo habrá mirado o cuantas veces habría pensado en él. ¿Cuánto maldito tiempo se habría gastado en él, una persona que simplemente lo había engañado, le había mentido y más encima sin escrúpulos algunos? ¿Cómo había sigo capaz de hacer algo como eso?

Desenvainó su espada.

¿Cómo siquiera era tan idiota como para darle alegría falsa a él? ¿Cómo se atrevía? Yuya no tenía un padre que le comprendiera, no tenía la enseñanza que le hubiera gustado. ¿Cuántos trucos iría a aprender con Ruri?

Una mano se puso en la hoja de la espada y la otra en la empuñadura. Apuntado a su pecho.

¿Qué clase de persona le hacía eso a la otra? ¿Por qué no pensó mejor? ¿Por qué no creyó que su maldito plan de hacerle creer que estaba enamorado de él y que con el tiempo el amor vendría solo estaba mal? ¿En qué momento se dejó llevar por las cosas que lo unían? ¿En qué momento había decido que ser una mala persona era la solución?

Se hundió la espada en el pecho. Sin remordimiento alguno. Ganoso de hacerlo, sintiendo que el karma así se completaría.

¿En qué momento pensó encontró que los sentimientos eran innecesarios y que podía pasar de ellos?

Dolió mucho. Sus ropas y sus penas. Manchó su cuerpo de sangre sucia. ¿Qué tanto podía manchar aquel que ya estaba manchado?

¿En que momento siquiera, consideró los sentimientos de Yuya?

No gritó. No se merecía compasión. Solo se hundió más la hoja. Hasta sentir a su garganta llena de sangre y su pecho adolorido.

¿Cómo los pasó por algo?

Se dejó caer sobre el césped cuando estuvo carente de energía alguna.

¿Y como iba a pagar ahora el karma que aún debía?

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