Capítulo 5

—¿Tú estuviste allí? —se sorprendió Yuto, Yuya asintió convencido—Creo que entenderás que yo no quería....

—Oye, envenenar a alguien es totalmente normal —dijo restándole importancia—. Es un accidente.

—Pero de todos modos estuvo fuera de combate por un par de días.

—No tienes de que preocuparte, es tu amiga, supongo que entenderá que no eras tan hábil en el manejo de plantas—Yuya se encargó de envolver otro pedazo de carne en medio de una enorme hoja y con unas cuantas cosas más adentro—. No puedes hacerlo todo bien.

—De todos modos nunca volvió a comer nada en lo que supiese que yo hubiese hecho—se lamentó.

—No le prestes atención, de seguro no es tan malo—dejó el pedazo de carne envuelto en su regazo y agarró los otros tres que tenía listos. Los transportó como pudo al fuego y los dejó para que cocieran. Los otros dos aún no volvían de su estancia en el pantano, pero ellos dos no se preocuparían, o al menos no por ahora, sabían lo mucho que les costaba ponerse de acuerdo.

—¿Tú probarías algo que yo haga?—por suerte Yuya estaba de espalda, porque de otra forma lo hubiera visto abrir los ojos incrédulo—Digo, después de saber que casi... enveneno a Ruri.

—Claro—dijo volviéndose hacia él—, el hecho de que te haya pasado una vez no quiere decir que te pase otra vez—dijo convencido—, ¿verdad?

—Me alegra que confíes ciegamente en mí, pero yo no me acercaría a mi propia comida—Yuya soltó una pequeña risa.Yuto también sonrió y hasta se rio un poco. Se burlaba de su mismo y estaba alegre de que el chico al que solía ver confiara al menos un poco en él. Quizá fuera de efectos del ritual de iniciación o simplemente fuera él. Esperaba que fuera él.

Ambos escucharon al poco rato un par de pasos acercándose. Al menos ya no se tendrían que preocupar mucho más por alguno de ellos.

—Hola—saludó Yuri al llegar, tenía una cara bastante divertida. Yugo estaba seguido de él con cara de derrotado.

—Yuto no me vuelvas a dejar solo con ese tipo nunca más...—pidió el de ojos esmeraldas.

—¿Tan mal lo pasaste conmigo? —preguntó el otro haciéndose el ofendido—Pero si parecías divirtiéndote, gritando a cada toque que daba en tu espalda...

—¡Eso no es diversión! —exclamó el otro.

—Sí, creo que me quedaré la próxima vez, no quisiera meterme a arruinar su diversión —dijo Yuto divertido, estaba de buen humor como para hacer bromas con sus compañeros. Yugo se quedó estupefacto ante lo que le había dicho, no se había imaginado a alguien como él haciendo eso, especialmente porque solía ser demasiado recto. Yuya soltó un par de risas.

—Yuya... traidor —dijo dolido fingidamente lo cual le causó al de ojos rojos más risa—. ¡No te rías de mi sufrimiento!

—¿Ves? —le sonrió Yuri y le tocó el hombro—Todos están de acuerdo en que quedas bien conmigo, no puedes escapar de tu destino —a Yuya le llegó un recuerdo repentino de lo ocurrido la primera noche y su sonrisa se borró de su rostro—. No puede ser tan malo, ¿verdad? Además, mira el galán con el que te ha tocado quedarte. No deberías quejarte.

—Ah... tengo que salir un momento —interrumpió repentinamente. Ese recuerdo repentino lo atormentaba, en sueños y en pensamientos. Tenía que calmarse, pero no lo harpía allí mismo—, voy... voy por agua —salió casi disparado a la pequeña cueva a sacar algún recipiente.

—¿Tan malo? —repitió Yugo—¡Sería espantoso!

—¿Yuya? —preguntó Yuto extrañado de la repentina ida del arquero del grupo. Este apareció con un recipiente vacío decidido a irse al pantano—¡Yuya! —este no paró su andar. Yuto se volvió a los otros dos que pararon de discutir gracias al escándalo—¿Qué ha pasado?

—No te preocupes, a veces le pasa—dijo Yuri más relajado, pasando totalmente del de cabellos amarillos y azules—. En las clases de arquería le daba por irse de la nada por algún motivo. Nunca le reclamaban nada. Ser niño de papi le afecta supongo.

—No deberías llamarlo de esa manera—el de ojos grises no le había gustado ni cinco ese comentario. Yuri alzó sus hombros.

—Es la verdad —le restó importancia. Yugo suspiró—, no puedes negar lo evidente.

—Él no ha demostrado ninguna de esas actitudes —repuso Yuto—, no deberías juzgarlo solo porque es hijo del líder —se puso en tono desafiante—. Lo que es no cambia lo que ha hecho y hasta ahora él ha demostrado que su único interés es que estemos todos bien. ¿O me vas a negar que ha hecho todo lo posible por guiarnos bien?

—¿Crees que porque no lo haya hecho hasta ahora no lo hará nunca? —preguntó alzando una ceja—No puede cambiar lo que es, va a terminar llevándose todo el crédito, como lo hizo su padre.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Llenó hasta el borde el recipiente y se cuidó de que no entrara ninguna planta o cualquier cosa extraña. Con el poco fuego que se había traído y la técnica que su madre le había enseñado su madre esperaba haber hecho un buen trabajo. Solo faltaría hervirla. Fue cuando terminó y dejó el recipiente a su lado que se puso a pensar.

Las leyendas que solía escuchar de niño le decían que los espíritus de los bosques solían decir cosas al oído a los viajeros que habían perdido el rumbo o aquellos que se adentraban en lo más profundo en busca de un desafío. Yuya parecía estar en la segunda categoría pero al parecer solo a él le habían dicho algo porque Yuto no había escuchado nada y los otros dos tampoco parecía que hubiesen tenido alguna especie de acercamiento. No entendía del todo lo que ocurría, pero si podía estar seguro de que no era coincidencia de que solo él lo escuchara, pero, ¿por qué? ¿Por qué tendría él que escuchar esos susurros? No tenía nada en especial, ¿verdad?

Nada que debería cumplir ni tampoco una tarea divina era lo que había escuchado, era simplemente una advertencia. Una que no entendía de ninguna manera. No sabía que era la arena, o al menos no la entendía del todo, sabía que era una especie de terreno, pero con lo poco que sabía de terrenos y con lo no muy familiarizado que estaba con ellos no tenía ni idea de que significaba. Además no sabía que tenía que ver eso con el tiempo, el tiempo un terreno, simplemente sonaba ridículo en su mente.

Y entonces volvió a quedarse helado, tan helado que ni siquiera había pensado en que debería pensar. Pareció que se le había olvidado como respirar por unos pocos segundos.

—El día llegará —dijo justo detrás de su oreja—, respira y camina ahora. Deberías correr, deberás de huir.

Gritó de miedo. Se sobresaltó totalmente y se alejó del lugar de donde estaba buscando cualquier clase de indicio de que había sido aquello que le había hablado. Pero no pisó bien y calló a orillas del pantano presa del pánico y de la confusión. Le temblaba todo, las piernas, los brazos e incluso sus propias manos. Tenía miedo. Miedo de lo que había pasado. Su corazón latía rápidamente. Su mente se nubló y sus pensamientos se dispararon a cualquier lugar. Lo único que venía a su mente eran los espíritus que solían avisar de una cosa de mala suerte a un desafortunado viajero. Uno que no tendría un buen destino. Pero eso era solo más nubes a su interior.

No había orden.

No había nada.

Estaba mal, y si no se recuperaba pronto le iba a pasar lo mismo que ayer. Y no quería exponerlos a más peligros, o mejor, no quería exponer a Yuto de esa manera. Él había resultado tan terriblemente herido la otra vez, le había hecho daño con sus decisiones. Iba a cometer el mismo error. Lo iba a hacer.

—¿Yuya? —lo llamó una voz que apenas llegaba al lugar. El aludido lo identificó incluso antes de que hablara—¿Yuya? —volvió a llamar, el de ojos rojos se levantó del pantano y salió de él. Se escurrió como pudo el agua que tenía entre sus ropas y le sonrió al otro.

—¡Aquí estoy! —exclamó los más calmado que pudo. Se escurrió un poco más y el otro llegó a su lado—Hola, ¿necesitas algo? —preguntó haciéndose el inocente.

—De hecho si—no se había fijado bien hasta ese instante. Paró lo que iba a decir anteriormente. No dudó en preguntar—. ¿Por qué estas mojado?

—Oh... —paró un momento antes de quitarse el agua acumulada en su cabello—Me caí —soltó una risita nerviosa—, estaba caminando cerca de la orilla y... bueno, tropecé.

—Ten más cuidado —Yuto arrugó un poco la expresión—, este terreno es traicionero.

—Claro—asintió mientras se seguía quitando el agua y el lodo.

—Bueno, a lo que venía era para preguntarte si... —hizo una pequeña pausa. Yuya se quedó expectante—¿Yuri te ha molestado? ¿O ha hecho algo malo contra ti?

—Ah no —dijo casi de manera automática—, no me ha hecho nada.

—¿Yugo? —Yuya arrugó el rostro y negó suavemente—¿Yo?

—No, no —negó algo incrédulo—, no me han hecho nada —arrugó aún más su rostro—, ¿por qué?

—Te fuiste de manera repentina—aclaró—, creí que...

—No, claro que no —sonrió dejado de secarse, o de intentar hacerlo—. No es nada, solo... —dudó—Vine por agua. Y me caí... Y viniste, pero más allá de eso... nada de nada—no era como si pudiera decirle que estaba escuchando a los espíritus. Eran historias de nuños para que no se fueran más allá de la aldea. Era tonto y lo sabía.

—Yuya —soltó aire, algo incómodo de hecho—, somos un equipo y quisiera que cualquier cosa, por más mínima que sea, me digas cuando alguno de nosotros te moleste. No quisiera que te sintieras incómodo con nosotros —le puso una mano en el hombro. Yuya dejó de moverse casi de inmediato.

—¡Sí!—se puso firme apenas un segundo después—Lo haré.

—Y... —se tomó una pequeña pausa—Quiero que sepas que sea lo que sea que haya hecho tu padre en el pasado o ahora —Yuya se puso tenso, era un tema que no le gustaba en lo absoluto—, no me importa, tú eres tú y no tiene por qué importarme, tú eres lo importante. No me importa lo demás —le sonríe.

—Gracias —dijo después de unos segundos para bajar su tensión. Sonrió con la cabeza baja, por un momento, muy pequeño, le pareció ver un pequeño resquicio de un sonrojo en la cara del otro. Pero podría ser solo su imaginación, la luna llena era engañosa después de todo.

-.-.-.-.-.-.-.

—Yo haré la primera guardia—dijo Yuto apenas llegaban. Llevaba el recipiente que Yuya había llevado junto con la antorcha de este, apagada. El chico de ojos rojos llegó un poco después.

—Muy bien —dijo Yuri parándose de su lugar al lado de la fogata—. Haré la segunda. Solo no me despiertes con agua.

—Que la Diosa cuide de tus sueños—le dijo Yuya sonriente. Yuri se volvió a verlo, estaba radiante, como si nunca hubiera dicho nada de su padre ni de la traición a su líder anterior.

—A ti también—y se retiró a adentrarse en la cueva. Yugo se levantó también.

—Yo haré de tercero—anunció—veré si me puedo quedar hasta el amanecer—Yuya negó inmediatamente—. Hemos avanzado mucho hoy, tienes que tener energías para mañana al menos.

—Pero no puedo hacerlo a costa tuya—dijo—. Haré la cuarta guardia y en la mañana saldremos—dijo convencido. Yugo negó.

—No seas testarudo como Yuri, no has tendido una buena noche por lo que veo—el de ojos rojos se avergonzó y trató de ocultar un poco sus ropajes—. No es como si siempre se pudiera tener. Pero eres nuestro guía, tu deberías descansar más que todos. Tranquilo, podré seguir el ritmo. Al menos mañana. Además, estamos cerca, ¿no?

—Sí, al menos un día de viaje—dijo Yuto. Yuya lo miró, eso era información a que le había dicho en la mañana si mal no recordaba, sonrió suavemente.

—Y después vamos por el mayor de todos, ¿no? —dijo sonriente. Casi podría aventarse a un demonio mayor él mismo en ese instante—Bueno, necesitaremos un arquero entonces y tú eres el mejor que conozco—Yuya le sonrió también. Pero bajó su mirada—. Yo vigilo hasta el amanecer. Sin discusión—y se entró a la cueva.

—Estará bien, él es el único que ha podido estar por horas despierto—le dijo mirándolo—. Lo sé.

—Ustedes... han estado juntos desde hace mucho tiempo —el de ojos rojos lo miró—, ¿verdad?

—Más de lo que puedo decir —dijo simplemente—. No recuerdo realmente cuando nos conocimos, pero fue hace tiempo.

—Bueno, iré a dormir entonces, despiértame si ocurre algo—le dijo por primera vez. Yuto asintió—. No me molestaré si lo haces. Que la Diosa te cuide.

Y entró a la cueva también. Esperando eternamente por alguna respuesta en su despedida.

-.-.-.-.-.-.-.-.-

Al despertar de Yuya vio a la cara relajada de Yuto. Era ya de mañana y la poca luz que se filtraba dejaba mucho para mirarle. Le gustaba hacerlo, mirarle. Ver al rostro tan calmado y pasivo que siempre veía terriblemente alarmado o listo para cualquier situación de peligro que se podría presentar en cualquier momento. Era lindo verlo de esa manera. Sus labios, sus mejillas y sus pequeñas respiraciones eran algo que atesoraría en su mente.

Así que cuando se despertó y abrió sus ojos grises cerró los suyos, no iba a dejar que se diera cuenta de que lo estaba observando. Sintió que se levantaba y se sentaba. Siguió con los ojos cerrados y con algo de calor en sus mejillas. Esperando a que se levantara del todo y él pudiera, de alguna forma, bajar su sonrojo esperando un poco. Pero el tiempo pasó, y la pareció que no se movía en lo absoluto. Sintió extrañamente algo pesado sobre él.

Y abrió los ojos solo para encontrarse con la mirada del otro algo dudosa. Se miraron un breve momento, conectados por ese instante. Yuya lo intuyó, Yuto lo supo. Pero más allá de un simple «Lo siento» por parte del arquero y un «No importa, pensaba en como despertarte de todos modos» murmurado del otro, no llegó a más. El chico de ojos rojos se quedó un rato más en la cueva, pensando. No había nadie a su lado, Yuri se levantaba temprano, agradecía que así fuera. Si el hubiera visto esa tonta escena, haría solo más pesado el viaje venidero.

Por suerte lograron llegar hasta un lugar seguro al caer el sol. Sin problemas y sin encuentros raros. Yuya había hecho bien lo que había tenido que hacer. Nadie salió herido, las espaldas de los otros dos habían quedado bien y ya podían cargar las cosas. Durante el día, las cosas habían sido mucho más amenas, Yuri había sido algo menos agrio y no se peleaba con Yugo. Yuto estaba allí, presente como siempre, y Yuya se integró un poco más con los otros, recordándoles que él era alguien solo, no era su padre. Armaron un campamento a la orilla de un rio y los dos más ruidosos se habían acostado temprano, después de que tanto Yuya como Yuso les cedieran su comida para qué se acostarán ya que estaban especialmente cansados. El de ojos esmeraldas por su vigilancia y el otro por pasarse recolectando materiales para posiciones curativas de ultima hora. Aprovechó que en esos lugares del bosque era mucho más abundante esa clase de materiales.

Sólo quedaban los otros dos, lo más cercanos entre sí. Mirando hacia el cambiante fuego y esperando a su siguiente ración de comida, se quedaron callados durante un buen rato. El de ojos rojos aun divagaba aún sobre aquellos dos encuentros sobre los susurros, sobre cómo no parecían tener sentido alguno. Se convencía constantemente de que era simplemente una ilusión de su mente y que realmente nada le había pasado. Pero la voz se sentía demasiado cerca de él, demasiado real. Apretó suavemente sus puños y negó suavemente. Debería pensar en otra cosa, en cualquier otra cosa.

Como la caza del demonio mayor que vendría a ser mañana en la mañana, o en la tarde. Todo dependería de Yugo. Yugo y su sueño. Que él mismo había terminado permitiendo. La caza iba a ser complicada, mucho habían hablado nada habían practicado. Una enorme citara de la altura de un árbol mediano, con garras, cuernos y cuerpo negro. Garras enormes, fuerza inigualable aura pesada. Y Yugo cansado para esto. Suspiró suavemente.

—Oye —le dijo el otro intentado hacer que sonara más que las llamas en el lugar—, gracias.

—¿Eh? —el de ojos rojos se fue a mirarlo de inmediato—¿Por qué? No hice nada especial hoy... —miró el cielo casi abandonado en su totalidad por el sol—Sólo los he guiado.

—Es por eso —suspiró—. Por todos los días.

—Oye, no creo que haga falta que... lo agradezcas, ¿sabes? —Yuya estaba aún un poco confundido—Es mi trabajo y lo que tengo que hacer. No hace falta que...

—Lo quiero hacer de todos modos —suspira—. Sé que no es fácil estar con un grupo que... bueno, tiene prejuicios sobre ti —Yuya hizo una ligera mueca—. Gracias por no llevarnos a una trampa después de todo esto.

—En ese caso —se tomó una pequeña pausa para mirar al frente, al fuego ardiente—deberías hacerlo después de mañana—dijo algo seco—. Digo, aún no nos enfrentamos a nuestra iniciación.

—Sí... mañana —Yuto pensó un poco antes de hablar. Como si eso fuera a servirle de algo—. No sé si mañana alguno de nosotros...

—Claro —le interrumpió—. No todos estaremos vivos para mañana en la noche.

—No dije eso —dijo después de una incómoda pausa—. Tampoco lo iba a decir, solo quería agradecerte ahora, porque no es seguro que mañana en la noche yo esté vivo —y lo miró—o tú lo estés.

El de ojos rojos abrió suavemente la boca, en señal de impresión. Luego, como si nada, se aclaró la garganta.

—En ese caso, gracias —y le sonrió—. Pero no tienes que de que preocuparte, ¡mañana lo haremos bien! —se animó contagiando un poco de alegría al otro—Tenemos dos excelentes espadachines, un gran curandero, no hay forma de que ese demonio pueda con nosotros.

—Y a un gran arquero también —le dijo. Yuya se sonrojó suavemente—. Podremos contra él.

—Sí —dijo apartando su mirada al fuego, donde casi estaban listas las porciones de carne—, sí que podremos —inmediatamente se puso a mover un poco la comida. Él mismo las había adobado para ellos dos, los otros habían estado tan desesperados que apenas y tuvo tiempo de hacerles algo. Le echó sal y poco más. En estos esperaba que le hubieran salido mejor, después de todo era para Yuto. Era para él en especial. Él era especial. Le entregó su comida una vez lista y se tomó también su propia porción.

—Gracias —sonrió—. Es bueno ver que al menos uno de nosotros sabe cocinar —agarró el pedazo de carne y mordió sin delicadeza. Estaban acostumbrados a tal temperatura—. ¿Por qué no lo habías hecho antes?

—Bueno... —sonrió un poco—, era porque no me dejaban tocar la carne. Eso y que no creía que hubiera alguien en el grupo que nos pudiera envenenar—Yuto lo miró casi riéndose de eso y al ver la expresión ligeramente burlona del otro rio sin miedo. Si era una pequeña broma—. ¡Es en serio! —exclamó reído.

—Sí, sí, mis habilidades culinarias son un asco —rió de nuevo—. Lo entiendo, acepto mi derrota.

Se sumieron en un silencio después de eso. Ambos tenían que decirse algunas cosas. Pero solo lo decían en sus cabezas, donde se perdía poco a poco la intención, donde el otro no podría oírlo. Yuya comía lento, esperado a que Yuto terminara, se cansara de esperar a que comiera y le dijera que iría a tomar la primera guardia. Aunque era un lindo rato, agradable, tenía que acabarlo antes de que acabara diciendo algo que no debía. Algo que quizá, de alguna forma u otra no diría.

Los minutos pasaron, y solo la Diosa sabe que alguno de estos dos sería capaz de decirle algo. Al final, eran solo dos chicos, con el estómago lleno y una pila de huesos a sus lados. Pero, Yuya terminó cediendo. Sintiendo que quizá el otro podría entender un poco lo que pensaba.

—Yuto, tú... —empezó, se aclaró la garganta—¿Tú recuerdas las historias que nos contaban de niños? —preguntó rascándose el cuello—¿Las que hablaban sobre... sobre los espíritus?

—Las recuerdo —dijo sin extrañarse demasiado. De alguna u otra manera quería hablar del chico sobre algo—. Mi padre solía cantarlas para mí. No las recuerdo muy bien, pero si...

—Es que... —empezó, deteniéndose de súbito. Algo había soplado en su oreja y el se había quedado helado. Más porque algo le evitaba moverse que por decisión propia. Estaba casi a punto de morirse de miedo allí mismo. Por unos fantasmas de niños.

—¿Yuya? —preguntó Yuto. Este apenas dirigió su mirada hacia él. No podía moverse en lo absoluto. Ni siquiera respirar —Yuya, ¿qué ocurre? —los nervios de Yuto estaban a flor de piel. Había vivido una escena familiar. Una con su madre muchos años antes y que ahora estaba viendo los mismos ojos llenos de agonía en la cara de Yuya. Estampados y advirtiéndole que pasaba. El de ojos rojos no tenía ni idea de porque pasaba. Solo estaba allí, parado sin saber como respirar o como actuar. Con la boca medio abierta por sus palabras.

Y entonces lo vio, unos cuantos metros, retirado. Una luz naranja, fuerte y tenebrosa. Pero ante nada, Yuto sabía lo que eso significaba, un ser juguetón, que adoraba meterse con los humanos y que atacaba a quienes estuvieran junto a alguien importante al lado. O quienes percibieran importantes. Siempre estaban en su mente las características de los demonios menores, este en particular, con su risa burlona y la manera en la que se carcajeaba una vez terminaba de hacer su maldad, le hacía hervir la sangre más que los demás.

Te dijimos que caminaras, ¿por qué no las caminado? —los ojos se Yuya se pusieron pequeños, conteniendo el miedo, perdiendo la conciencia. Casi no pudo ver a Yuto saltar de su sitio y correr a alguna parte atrás suyo. Con su espada resplandeciendo en un sofocante amarillo. Uno que reflejaba la furia de su portado—¿Tanto deseas quedarte?

Oyó un golpe detrás suyo, tan lejos que apenas lo sintió real. Sus parpados estaban cansándose le pedían que cerrase los ojos, pero estaba paralizado totalmente. Lleno de absoluto terror al no poder moverle, y a las palabras que acababa de oír. Esto iba más allá de sus ropas, de su piel y de sus huesos. Estaban reteniéndolo allí. Sin dejarle el ansiado aire. Sin siquiera poder moverse o ver. Escuchó otro golpe más agresivo, las llamar de Phamtom Knight naciendo de la espada de Yuto, ese sonido lo conocía casi de memoria. De las veces que iba a escondidas allá y veía los combates competitivos y lo observaba a él, solo a él, hacer todos esos movimientos, moverse con esa gracia y pelear tan metódicamente que asustaba. Parecía un instructor más en cada batalla.

¿Por qué eso se veía tan lejos ahora mismo? Eran buenos tiempos para recordar, el observarlo siempre era gratificante, le recordaba que si se trabajaba había mucho por lograr.

Hemos hecho todo para que te vayas sin el dolor de nadie—dijeron en su cabeza. Todo lo demás era tan lejano que apenas podía sostenerlas en su mente. Pero él no las agarraba, estas lo agarraban a él y no le dejaban—. No es la primera vez, hazlo, hazlo. Tú lo has pedido, ¿qué es lo que tanto te mantiene aquí? Tienes cosas que hacer —veía cada vez más borroso, sus ojos casi llenos de lágrimas—. Tienes que salir de aquí.

—¡Yuya! —escuchó lejos—¡Yuya! —no lo veía, pero allí estaba, cerca.

Esto es todo lo que podemos hacer —casi parecía que oía como suspiraba. El agarre se volvió más fuerte sobre sí, de haber podido hubiera gritado—. Traeremos el infierno a ti entonces.

Todo lo que le rodeaba, se volvió negro, ganas de vivir y olvido.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top