Capítulo 3

—Agárralo de las patas—le pidió/ordenó Yuya. Yuto simplemente asintió mientras guardaba su espada en su funda. El de ojos rojos se puso el arco atrás y aseguró su carcaj. El de ojos grises obedeció y con sus manos desnudas agarró las extremidades del jabalí salvaje lleno de piel y con un olor bastante peculiar. Tendrían que guardarlo bien para que no lleguen carroñeros a comerse aquel animal—. Bien, vamos, no deben de estar muy lejos—miró hacia todas las direcciones en busca de algún punto de luz perdido en medio de toda la penumbra Yuto se empeñó en mirar también, pero no fue de mucha ayuda—. Allá—señaló con su mano—, vamos—y agarró a las otras patas del animal muerto y entre los dos intentaron alzarlo.

—Es muy pesado—negó Yuto—, sería mejor trasportarlo de otra manera...—El de ojos rojos asintió—. Déjame ver si puedo...—con la luz limitada que tenían revisó las ramas de los arboles—Espérame allí—y se lanzó sobre uno de los árboles de más allá. Yuya miró como su compañero subía el tronco del árbol sin ningún problema. Cuando llegó a la altura de una de las ramas, se sostuvo con una sola mano y con la otra sacó a Phantom Knight para golpear a la rama. Bastaron con unos cuantos golpes para lograr hacerla caer. Envainó su espalda.

—¿Qué haces? —preguntó quizá un poco demasiado tarde. Aunque no había podido hacer mucho, a veces su mente divagaba un poco en cosas tontas.

—Traje algo de soga—dijo mientras caía—, pensaba en llevarlo cargado—se dirigió hacia donde estaba la rama caída y con algo de esfuerzo la haló hacia donde estaba Yuya. El claro de luna ayudaba en cantidades alarmantes a la situación—. Lo amarramos de las patas a esta rama y después nos llevamos la rama al hombro. Aun no es tan fácil de encontrarnos con demonios así que... —miró al chico algo relajado—podemos caminar cargados tranquilamente.

Yuya asintió. Ni siquiera había pensado claramente en la idea de que en ese terreno los demonios eran escasos, que ya no eran abundantes como cuando era niño. Además se golpeó mentalmente, la bendición de la diosa para detectar a señales mágicas no había emitido señal alguna. Era un tonto por creer que realmente podían estar en peligro. Estar en alerta tanto tiempo era algo casi paranoico.

—Sí, sí tienes razón—ni siquiera sabía desde cuando había estado con la guardia tan alta. Demasiado alta. Tampoco sabía de en qué momento había sacado su algo y flechas. Estaba tenso y nervioso.

—Deberías... guardar las armas—Yuto lo miró algo preocupado, Yuya apenas y había dicho algo después de eso y ahora apretaba el arco. Como si algo malo fuese a pasar. Le inquietaba un poco la alta guardia que parecía tener—. Aquí no va a pasarnos nada—le dijo algo más suave para que pudiese tranquilizarse. Solo que por un momento parecía que su voz parecía más llevada de lo normal, como si se hubiese elevado un instante, pero ya había aterrizado.

—Perdón —negó con la cabeza un poco—. No es nada—vuelve a sonreírle y se pone el arco en la espalda nuevamente. Ni sabía en qué momento había siquiera pensado que había una amenaza—. Entonces... ¿qué debo hacer? —el de cabellos negros y purpuras miró al otro no tan satisfecho de la respuesta, pero de todos modos le dio la soga que tenía guardada en la espalda y se la lanzó. No es como si pudiera saber lo que ocurría por su cabeza, o lo que había pasado en la suya.

—Tengo otro trozo más—anunció—, ata sus patas un poco abajo. Después lo amarramos al palo.

—Como digas—dijo Yuya e hizo por pedido.

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Al parecer, irse adelante era algo que Yuya manejaba bien. Tenía un sentido de orientación bastante más preciso de lo que aparentaban sus compañeros. Y le agradaba poder ser útil para el grupo, era mucho lo que hacía solo con avanzar y decir hacia donde iba. Aunque realmente el solo dejaba una señal mágica. No hacía más que eso. Sonrió un poco al recordar la primera vez que logró enviar una señal mágica.

Cuando era un niño y todavía no entendía cuáles eran las consecuencias de hacerla cerca a una persona que también estuviese dando una señal. Fue el último de su clase en lograrlo, en las clases generales para niños pequeños, fue cuando fueron a su primera salida, estaba al lado de su profesor porque si no podía emitir señales tampoco podría entenderlas y simplemente estaba intentando hacer una señal. Se concentró mucho mientras caminaba y llegó un momento en el que paró por sentir algo naciendo en su interior. El profesor se le acercó para ver qué pasaba. Y justo cuando tocaron su hombro, su señal explotó. El adulto salió volando por mera inercia, las señales no debían de estar juntas porque chocan totalmente. Y si están dos juntos, uno de ellos simplemente sale volando.

Desde entonces sabe enviar señales mágicas y poco o nada entiende las emitidas por sus pares. Y también, desde entonces siempre se asegura de estar sólo antes de empezar a emitir alguna señal mágica.

—¿De qué te ríes? —preguntó Yuto algo curioso. Yuya se quitó la sonrisa de la cara, otra cosa de la que no se había dado cuenta, reírse en voz alta—Si no quieres decirme —se arregló un poco el apoyo que tenía sobre la rama—, no tienes por qué hacerlo.

—Sólo recordaba la primera vez que puede emitir una señal mágica —se arregló la rama sobre su hombro, pero esta no estaba mal puesta—. Esa vez en la que... lancé al profesor por los aires... —Soltó una risita y Yuto también sonrió, esa era una historia que casi todos sabían. Era bastante popular. Aunque también tenía que ver con su padre.

—La primera vez que lo logré solo hice mover a mis compañeros un poco —dijo el de ojos grises desde atrás—, ¿cómo hiciste que el profesor se viera impulsado de esa manera?

—Mi mamá me dijo que era porque tenía demasiada energía acumulada —lo miró por encima del hombro desde adelante. En ese momento quería dislocarse la cabeza solo para poder estar frente a frente con el otro. Hasta él sabía que sería no solo repugnante s—, pero realmente no tenemos idea.

—Pero tu señal es bastante fuerte, notarla es fácil—comentó—. Bueno, para mí fue fácil. Los otros dos se pasaron casi todo el día buscándote —Yuya sonrió sonrojándose ligeramente. Después, opto por hacerse el desentendido.

—Pero, si dices que es fuerte —empezó. No oyó el primer llamado en su mente, no oyó aquello de lo que sus sentidos le habían advertido. Aquellas voces que le advertían lo que venía—, ¿no tendrían que haberla sentido ellos también?

—Sí —dio una pausa, los pasos de los dos volvieron a oírse claramente. Las advertencias pararon también, como si hubieran sido acalladas con un miedo inolvidable—, pero ellos no pudieron. Los guie todo el camino y ellos... —pero por un momento sus palabras se extinguieron de los oídos de Yuya. Le pareció oír algo, algo más allá de lo que parecía querer oír. Aquello, de lo que nadie hablaba, pero que todos sabían. Algo, que por más que los sentidos se apagaran y los pensamientos se silenciaran, sería oído.

—El tiempo se acaba...—susurró una de ellas—La arena terminará de caer... Y tu tienes que unirte a nosotros. Tienes que venir con nosotros.

Yuya se quedó un momento en su puesto y Yuto tuvo que parar su paso también.

—¿Yuya? —lo llamó Yuto algo extrañado—¿Pasa algo malo? ¿Has escuchado algo?

La pregunta se le enterró en el cuello rápidamente.

—¿Oíste eso? —preguntó algo asustado. El de ojos grises lo miró preocupado y se puso a escuchar a su alrededor. Pero no había nada allí—Creo que oí algo.

—Tranquilo, de seguro no es nada —intentó calmarlo con una voz suave—. Tanta paz asusta, quizá fue una mala idea venir —el de pelos negros y morados suspiró. Yuya mantuvo la mirada un momento en el suelo. Eso le había hecho acelerar su corazón. Pero después negó con la cabeza para sacarse algunos pensamientos de la cabeza.

—No, no fue mala idea —le sonrió desde su posición con la cabeza alzada—. Tenemos para comer mañana y quizá nos alcance para comer en el medio día y en la noche. Nos hemos ahorrado tiempo. Así no es una mala idea—miró hacia adelante y trató de visualizar la tenue luz que sobresalía del campamento—. Vamos, nos falta poco—haló un poco al otro y ese caminó por mera inercia—. No hay acciones inútiles, incluso las más insignificantes tienen cabida en este mundo, ¿no crees? —le había hecho ese pequeño discurso de la nada. Con una pequeña sonrisa en el rostro y con la cabeza llena de pensamientos sobre lo ocurrido.

—Gracias Yuya—sonrió de vuelta Yuto. Y los dos caminaron hacia el campamento.

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Los pensamientos de Yuya estaban dirigidos hacia cualquier otro lugar diferente al de la misión. Había dado mil vueltas a las cosas que pasaron ayer por la noche antes de llegar al campamento. No estaba del todo concentrado, las palabras susurradas le machacaban su pensar una y otra vez. Sin orden o discusión. Quizá por eso era que no había pensado dos veces cuando Yugo y Yuri le dijeron que no había problema si pasaban cerca de un monstruo de nivel medio, quizás por eso es que no había tenido mucho cuidado al aceptar. Ni muchos menos en medir las consecuencias.

De cierta manera, se podía afirmar que Yuya era culpable de que un demonio medio los estuviese casi masacrando. De cierta manera, Yuya era el culpable de muchas cosas.

—¡Ve más a la izquierda Yuri! —gritó Yuto con ferocidad. El otro no tuvo problemas en acatar órdenes, no era su estilo precisamente, pero tenía algunos rasguños por ir a su rollo. No iba a dejar que se repitiera.

—¡Hay que atacarlo en el ojo! —gritó Yugo desde una poco más atrás con la espada en alto. Yuto estaba a la defensiva un poco más a la derecha de él. Así se le enfrentaban desde el frente sin problema alguno. Yuri estaba un poco atrás a la izquierda, en un punto medianamente seguro. Yuya apoyaba desde una posición medianamente elevada y estaba tiritando al tratar de enviar flechas. No estaba bien, trataba de atacar, pero lo único que parecía poder hacer era enviar flechas al vacío. Cosas que simplemente lo iban a llevar a una inminente derrota.

Y a pesar de toda esa abrumadora carga emocional, todo lo que aquello conllevaba, vio, ante de que ocurriera, un golpe dirigido hacia Yuri. Simplemente se encargó de disparar a la mano con rapidez. Se le enterró en un dedo, y ese solo dedo hizo que la bestia chirreara como una loca y se retorciera. La flecha de fuego había funcionado con una fuerza abrumadora. Yuya había descubierto otra debilidad del monstruo. Pero el precio a pagar sería.

El demonio saltó hacia el chico que no había logrado atinar ni una sola flecha y tiró su extremidad hacia él con una fuerza vertiginosa. Yuya tuvo que bajar de su plataforma de seguridad, aquel zarpazo de la otra garra casi le da de llenó. Aterrizó de una manera algo tosca y se movió de inmediato a escabullirse en medio de las piernas del monstruo. Pasó al otro lado y apuntó casi sin pensarlo. Disparó una flecha de fuego a la cabeza de la monstruosidad logrando enfurecerla aún más. La bestia gritaba y se removía furiosa, no podían negar, que el tamaño "mediano" que sobre pasaba las cabezas de todos y cuyas extremidades eran casi tan grandes como sus propios cuerpos aterraba a casi todos.

—¡No podemos seguir así! —Gritó Yuya bastante asustado. No estaba seguro de sus propias acciones, pero tampoco podía negar que tampoco de las de los demás. Tiró otra flecha que creó que iba dirigida hacia el hocico del demonio. Miró hacia Yugo y se distrajo—¡Tenemos que irnos! ¡Vayamos con el viento, hacia el valle! ¡Perderá nuestro...! —Fue demasiado tarda para cuando se dio cuenta de que otro zarpazo venía hacia él. Ni siquiera tuvo tiempo de pensar una vez más. Solo de ser golpeado y llevado unos metros más allá, donde voló y aterrizó sobre el pasto. Nada se fue de sus manos, su arco continuó con él y el carcaj seguía allí. Lo único que no estaba, era un plan para salir de allí en cuanto antes. Escupió algo hacia otro lado y miró hacia arriba donde venía aquel que podía proporcionarle su muerte acercándose con ganas. Cerró los ojos. Y escuchó el grito de dolor de alguien más. Cuando abrió los ojos nuevamente, ya era muy tarde para ser el primero en exclamar el nombre de la víctima.

—¡Yuto! —gritó el de cabellos azules más allá, corriendo hacia ellos. El aludido soló miró hacia arriba a pesar de su herida. Otro zarpazo estaba a punto de plasmársele en la cara, suspiró. Pero en vez de eso solo escuchó como la bestia chirreaba una vez más y como su cara se calentaba un poco.

—¡¿Yuto, tienes energía!? —gritó y disparó otra fecha mágica de fuego a la cara del demonio—¡Yuto!

—Sí, sí—contestó a penas, levantó su espada una vez más y miró al demonio, emanaba un aura totalmente amenazante. Estaba retrocediendo por el dolor causado por las rápidas flechas de Yuya, se retorcía, pero su aura era totalmente reconocible. Yuri y Yugo venían de más atrás listos con sus espadas a la mano a atacar, como si no importara en cansancio.

—¡Hay que encerrarlo en fuego! —le gritó Yuya tanto a él como a los otros. Disparó una flecha más, pero esta vez hacia el suelo—¡Se distraerá y nos dará tiempo para salir! ¡Vamos!

Ninguno de ellos entendió del todo como pudieron hacer algo tan rápido en medio de tanto caos y desorden, simplemente Yuya había formado un plan con demasiada rapidez y todos le siguieron. Simplemente hicieron como creían que era correcto, y todos acertaron, de una manera u otra, se coordinaron. Yuto salió del alcance de los zarpazos de la bestia incluso sabiendo que no iba a atacarle directamente a él y pensó en el fuego tan rápido como su mente se lo permitió, rosó su espada por el pasto que les rodeaba y comenzó a correr. Yugo y Yuri hicieron prácticamente lo mismo mientras el arquero dispersaba la atención de enemigo lo más posible enviándole flechas normales a la cara e intentando pegarle al ojo

—¡Listo! —Gritó Yuto una vez se encontró con lo que había empezado Yuri.

—¡Listo! —gritaron los otros dos al encontrarse. Yuya subió a un lugar más alto y apuntó al monstruo en su único ojo con una flecha de hielo.

—¡Síganme! —les gritó a los demás lanzando por fin una flecha de hielo directo al ojo acertándole por fin. Apenas vio que acertó acarró a correr para poder encontrar el camino hacia el valle que había visto anteriormente.

Se supuso que debería preguntarles si les parecería mejor ir por ese camino, pero no era lo conveniente, el círculo de fuego no duraría por mucho tiempo y la dirección del viento era muy arbitraria. Pero era la única salida que tenían así que avanzó con decisión casi sin pensarlo. Y aunque durante unos muy largos instantes le duró la dicha, los suficientes para alejarse lo justo y necesario del combate, tuvo que devolverse con su equipo. A estas alturas tenían apenas dos opciones, o tomar el camino que siempre le habían dicho que debería tomar si se encontraba con el valle o el pantano. Y cualquiera de las dos podía llegar a ser desastrosa si no se hacía correctamente. Pero cuando volvió, descubrió que Yuto estaba a punto de caerse y que a duras penas Yuri podía con él, Yugo también se apoyaba en él.

—Ustedes son un poco pesados, ¿no creen?—exclamó Yuri con cierto deje de fastidio, pero también sonaba cansado. Yuya sabía que deberían avanzar pronto o sino el ocaso les alcanzaría en aquella zona relativamente peligrosa. Pero el solo ver el estado de Yuto le hizo replantearse un poco aquel pensamiento. Corrió a su auxilio en cuanto pudo y lo sostuvo tratando de no tocar la zona dañada— Corrección, el pesado eres tú, Yugo—señaló haciendo que al de ojos rojos se le saliera una sonrisa minúscula y totalmente invisible.

—Gracias—le dijo Yuto al oído, el aludido asintió suavemente y con la vista buscó algún refugio o algo. Por suerte, divisó una cueva en la mitad del lugar.

—Vamos a esa cueva, allí puede que todo esto sea más fácil—dijo mirando al otro par Yuri ubicó la locación con su vista y asintió casi de mala gana. No estaba feliz con la situación, pero no tenía animo de discutir con nadie.

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—¡Lo tengo! —gritó al volver, un rato más tarde de hacer salido de la cueva aún quedaba mucho para que el ocaso les alcanzara. Así que aún podían lograrlo—Tenemos que irnos por el pantano—. Yuto, que estaba acostado boca abajo y había sido el único que no había mirado. Su espalda estaba descansando un poco después de todo el ungüento que Yuya había puesto a petición de Yuri (aunque tampoco es como si le hubiese disgustado del todo) y su cuerpo libre de cargas. Se estaba aliviando lentamente del dolor de la batalla, Yugo todavía estaba siendo atendido por el de ojos rosados que restregaba un poco más de pomada en su espalda y un poco en el pecho—. Los demonios se alejan de él naturalmente y he visto una especie de cueva adentrada en él, no está muy cerca pero el lugar crea una especie de protección natural, puedo ir a revisar si todo esta correcto allá, pero es más seguro. Solo tenemos que movernos un poco más.

—¿El pantano? —preguntó Yuri algo confundido, para él no era problema moverse, pero para los otros dos era complejo considerando sus pertenencias—¿Por qué unos demonios no se acercarían a un pantano?

—No lo sé —negó Yuya—pero he estado allí durante un buen rato intentado cazar y más de uno ha llegado allí y no ha hecho buena cara. También he revisado un poco más, no hay nadie allí cerca. Es seguro, en serio.

—El problema es que llegar allí nos puede hacer que estos dos tengan más daños—dijo Yuri algo pensativo. Yuya hizo una pequeña mueca—. Ya hemos recibido suficiente, ¿sabes?

—Yo puedo llevas las cosas de Yuto y ayudarte con las de Yugo—propuso. Yuri alzó una ceja, Yuto se dispuso a decir algo pero Yugo se le adelantó.

—¿Vas a cargar con todo eso en la copa de los arboles? —preguntó y negó un poco—De ninguna manera, no podemos arriesgarnos a... Agh—soltó un quejido gracias a que Yuri tocó una parte sensible—. Esto duele...—Yuya hizo una mueca.

—Si no te movieras tanto—le regañó rodando sus ojos fucsias.

—Estoy de acuerdo con Yugo, no puedes cargar con tanto peso—dijo mientras se trataba de levantar—. Siempre tienes que estar en los árboles para...

—Pero tampoco puedo dejar que ustedes se queden aquí expuestos—dijo mirándolo algo preocupado—, estamos más expuestos y en cualquier momento podemos ser atacados—suspiró ligeramente—. Tenemos que movernos y si para eso tengo que arriesgarme a caerme lo haré, pero no dejaré que ustedes se queden aquí.

—¿Por qué...? —pero le interrumpieron antes de que pusiese terminar. Yuri de disgustó pero no hizo más.

—La única manera de que lo hagamos es de que te quedes en tierra —Yuto se cruzó de brazos, no iba a dejar que hubiese alguien más lastimado y sí, ese riesgo era necesario, pero no lo suficiente como para dejarlo a él de esa manera—y tienes que estar con nosotros —Yuya abrió ligeramente los ojos—, no podemos arriesgarnos a nada más, además, ¿no es un camino muy largo?—el otro asintió suavemente—Entonces no tenemos mucho que perder, pero si no vamos los cuatro en formación no debemos ir a ninguna parte—Los otros dos le miraron interrogantes.

—Bien—si ese era el precio para estar en lugar más seguro entonces lo haría.

Los otros dos terminaron aceptando también. Yuri no tenía problema en realidad, lo que sea por mejorar la cosas al menos y Yugo tampoco tenía otra opción.

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—Llegué —anunció cuando pisó dentro del campamento improvisado. El ocaso ya había terminado hacía un buen tiempo atrás. Yuto levantó su cabeza para mirarlo desde la fogata ya casi del todo apagada. Se levantó totalmente sin mostrar muecas de dolor alguno, el ungüento preparado por el de ojos rojos había funcionado a la perfección—. Hola Yuto, ¿Cómo está tu espalda? ¿Y los demás?

—Yuya, no salgas más—pidió Yuto con una cara algo preocupada y se acercó—. No has comido nada y ya has ido y venido por lo menos por seis veces. Yuri y Yugo ya se fueron a dormir, solo quedamos nosotros, no necesitamos nada más, por favor, no salgas más.

—Pero... para mañana...

—Al menos come antes de salir de nuevo Yuya—le pide extendiéndole una hoja grande que tenía algo envuelto y además estaba algo caliente, el aludido lo acunó entre sus manos. Si eso era lo único que tenía que hacer para volver a salir y dejar de pensar tanto que todo era su culpa, lo haría.

—Supongo que esta presa que traje no...—negó Yuya pero fue interrumpido.

—No te preocupes por eso—le sonrió tenuemente—, yo te acompaño a comer. 

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