Capítulo 2
La luz tenía sus reservas. Sobre todo cuando era de noche. Y eso era algo que si bien Yuya sabía desde antes con sus ocasionales salidas nocturnas, ahora lo confirmaba totalmente. El chico de ojos grises no podía verse bien. La casi luna llena daba algo de claridad, pero en general era algo totalmente imposible de entender. La figura se difuminaba entre la noche, la oscuridad y los secretos. Y, ante esa pequeña imagen, aquella que podría guardar por el resto de su vida, se encontró con lo muy enamorado que estaba.
No solo parecía que sus mejillas estaban tan ardientes que parecía que podría encender una fogata si quisiera, sino que también su corazón estaba tan alterado por esa presencia tan lejana y reservada a su tacto. Su mente, deseosa de obtener cualquier tipo de contacto con el otro que no fuera solo accidental. Porque Yuya quería muchas cosas, y porque todas esas no serían cumplidas. Se abrazó como pudo mirando al chico y se miró un poco la palma de su mano, aquella con la que lo había tocado casi por accidente.
Recordó ese momento lo suficientemente claro. Su mente se estaba realmente tan asumida en aquellas sensaciones anteriores que casi pierde la noción de la realidad. Pero todo había pasado tan rápido y tan repentino que simplemente le nublaba todo. Yuto llegó a la cabaña algo tarde aquel día y lo único que llegó a hacer fue a crear desorden en la cabeza del de ojos rojos. Había sido casi un auténtico caos. Yuya había estado tan nervioso que apenas y pudo hablar más. No podía creer que su cuarto y último compañero de estudio había sido nada más y nada menos que él, aquel al que tanto solía anhelar en sueños y al que no podía ver más allá de los metros que los separaban.
Y al solo recordar la única vez que lo había tocado por voluntad propia y de manera natural, su cabeza y estómago se volvían algo totalmente revolcado. Simplemente le había transmitido algo de confianza tocándole la espalda. Había sido todo tan rápido. Y su corazón se había envuelto en miedo por un par de instantes. Pero todo había valido la pena, ese simple tacto era mucho más de lo que podría esperar de él.
Y estaba tan feliz.
No lo olvidaría. No lo haría durante el resto de su vida. Sin importar que tan larga o corta fuese.
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Despertarse no fue ningún problema. Yugo los ayudó a todos a levantarse un poco más temprano de lo acordado para poder salir a tiempo. Todos se alistaron lo mejor que pudieron. Yuya arregló el arco y las flechas que tenía de manera que no se cayesen en ningún momento y además se alistó un par de cosas en el improvisado saco que tenía. Serían tres días en los que realmente esperaba que le fuera bien. O al menos lo suficientemente bien como para dejar a su padre satisfecho y con él toda la aldea. Los demás ajustaron un poco sus espadas y vainas. Yugo y Yuto con mucha más dedicación y cariño que Yuri, el cual simplemente la envainó después de revisarla un poco y se puso a organizar sus hierbas, todas aquellas botellitas que tintineaban de vez en cuando en la cintura del chico.
Una vez todos estuvieron listos, salieron de la cabaña provisional a la que volverían, o al menos eso esperaba, y se dirigieron al bosque. Todos guiados por Yuya casi de manera instintiva, él era el arquero, él tenía que saber a dónde iban. En eso, la pequeña cultura era muy clara, el arquero más experto del grupo siempre debía de ir adelante para poder observar el terreno y advertir de manera anticipada cualquier peligro. Y en eso, el chico de ojos rojos era casi un experto.
Era casi una sombra en el bosque. Nunca hacía más ruido del que debía y mantenía su concentración fácilmente., Solía irse por los árboles y bajaba cuando debía. Los chicos lo siguieron muy de cerca, cada uno con una bola de alguna cosa importante para cualquiera de los cuatro. Yuya estaba sin carga adicional, y los chicos la soltarían apenas vieran alguna amenaza, ya que en fondo sabían que no eran tan importantes.
Sin mucho que hablar entre sí siguieron con su misión de iniciación de la aldea durante buena parte del día sin mayor problema. No hubo demasiados problemas al medio día cuando tuvieron que comer algo. Yuya cazó un par de conejos aquí y allá, y los asó sin más. Nadie puso objeción siquiera. Y una vez terminada su comida, todos volvieron a ponerse en marcha. Cada vez se adentraban más y más en el bosque, casi no decían nada, era lo que siempre les habían aconsejado, estar callado y esperar cualquier cosa. El peligro podría estar en cualquier lugar, incluso si todavía no estaban en la zona de los demonios. Era bien sabido por todos que una mandada de demonios mayores era propensa en cualquier momento.
Y en cambio cada vez se cansaba más de su situación, saltar de árbol en árbol era agotador y tratar de cazar al mismo tiempo que avanzaba el grupo era casi imposible. Si no lograba algo bueno dentro de poco, tendría que hacer caza nocturna. Suspiró solo de pensarlo un poco. Ya era terrible tener que hacerlo de día. No quería desperdiciar horas de sueño, era el único que tenía el conocimiento para seguir adelante, y además el único que podría ayudar para llegar a su destino final. Algún Demonio mayor solitario, era su responsabilidad encontrarlo primero. Paró un poco para hace una de sus típicas paradas para revisar si el grupo estaba bien y ninguno se había perdido. Al volverse a ellos se dio cuenta de que al menos uno de ellos era bueno siguiendo las señales mágicas que enviaba. No se habían perdido ni una sola vez en lo que llevaba del viaje. Aunque fuese poco, realmente era más de lo que él esperaría. Siempre le habían dicho que los grupos inexpertos eran propensos a separarse más por su orientación fallida, que por todo lo demás.
Y que esa además, era una de las razones por las que no muchos volvían de esa misión. Era única misión de iniciación en la que él era el aparente líder.
Suspiró. Estaba cansado de cargar con su arco y de tener siempre que tener extremo cuidado de no irlo a romper por algún movimiento en falso. Se sentía demasiado torpe para eso y no podría sentirse peor. Solo esperaba estar bien para el final del día y solo tener que esperar a su turno de guarda en la noche. Y en ese momento de descanso, una suave brisa recorrió todo el bosque haciendo que sus olores se impregnaran en las narices de todos, pero especialmente en la de Yuya. Este notó como un olor particular se le quedaba en su nariz. Él sabía que significaba ese olor.
Con ayuda de sus fuertes manos y de su habilidad bajó hasta la altura del suelo y guiado por su nariz buscó entre las hierbas. Más por casualidad que por sabiduría Yuya encontró el pequeño arbolito de hojas enormes que estaba allí esperando por ser descubierto.
—Hojas de Riga...—murmuró suavemente al olerlas bien. Yuya sonrió pensado que quizá podría ser de ayuda. Sacó de su carcaj una flecha, el cálamo, papel y un hilo. En un tiempo record escribió una solo palabra en medio de interrogantes. Una vez guardado el cálamo, sacó el arco de su espalda y alzó sus manos para poder disparar la flecha. Disparó casi sin ver hacia donde había disparado, pero con la certeza de que llegaría al lugar correcto. Adelantó trabajo cortado suavemente una o dos hojas de la planta y metiéndola en uno de los dos frascos que traía. Pero justo cuando se levantado de agarrar la primera hoja una flecha le llegó en respuesta a la que había enviado. Solo que esta había pasado justo al lado de su cabeza—¡Woah! —gritó mientras se tiraba para atrás. Si no se hubiese levantado antes la flecha probablemente le hubiese atravesado la cabeza. Yuya respiró fuertemente, asustado. Pero después de unos instantes se calmó. Si algo había aprendido era que debía calmarse rápidamente.
Recogió la flecha y leyó el mensaje. Aun con el corazón terriblemente acelerado se puso a arreglar un par de hojas más. Solo esperaba que el resto no llegara a su posición pronto.
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—¿Crees que lo haya visto ya? —preguntó Yugo desde su posición mirando hacia el horizonte. Yuto también miraba para el lugar hacia donde había lanzado la flecha en respuesta. No dijo nada—Oye, no tenemos por qué estar tan concentrados ahora, estamos en una pausa, ¿no?
—Déjalo así—dijo Yuri dejando de mirar a la pequeña muestra de hoja que tenía entre sus manos—, de seguro no dejó marcado el lugar o algo por el estilo—guardó el pequeño pedazo de hoja en uno de sus tarros vacíos.
—No sé mueve —dijo con suavidad—, de eso puedo estar seguro.
—¿En serio sientes su rastro mágico? —preguntó Yugo con algo de intriga.
—No nos hemos perdido—dijo con obviedad Yuri—, eso debería responder a tu pregunta.
—Sí lo siento—dijo Yuto antes de que los otros se pudiesen poner a discutir sobre cualquier cosa. No quería escucharlos, no como en el almuerzo. Lograron poner tanto a Yuya como a él en una situación bastante incómoda—, no lo pierdo casi, es bastante fuerte de hecho—dijo tranquilo mientras apretaba un poco el agarre sobre el arco improvisado que tenía—. No creo que lo perdamos tan fácil.
—¿Lo conoces de antes? —preguntó Yuri algo curioso también, aunque un poco más interesado en otra cosa—Me refiero a que, si han sido amigos, y eso.
—Más o menos—dijo Yuto sin mirarlo, absorto en lo que podría pasar con Yuya—, él me ayuda a veces cuando voy a arquería y yo lo ayudaba cuando solía ir a tomar clases con nosotros—recordó un poco lo ocurrido apenas unos años antes, cuando se habían conocido. No fue nada en especial, o al menos él creía que no lo era—. Después, dejó de ir porque pasaba más tiempo en arquería. Aunque no lo vi mucho tampoco.
—Las influencias pueden hacer muchas cosas...—soltó Yuri cruzando un poco sus brazos. Yugo lo miró de reojo algo molesto. Pero al de ojos fucsias simplemente no le importó.
—Se cambió porque realmente no podía ni agarrar una espada con dos manos y mantenerse—contestó Yuto de manera algo agresiva. Pero era un tono más bien cortante en vez de enojado—. Las espadas no son para todos y lo sabes.
—Además, ¿qué no se supone que es muy bueno en arquería?—comentó Yugo algo más relajado para salir en defensa de su nuevo compañero—Pues yo estaría muy de acuerdo con que trabajara más en lo que le es realmente provechoso.
—Como digan—bufó—, aunque he de reconocer que no todos pueden reconocer una hoja de Riga—sonrió para sus adentros. Yuto, que por un momento había retirado su mirada del frente para mirar a Yuri, volvió a su posición inicial. Yugo en cambió si quedó algo intrigado.
—¿Esa cosa no es la que sirve para hacer licores o algo por el estilo? —Yuri rodó sus ojos—¿No?
—No, esta es la planta de Rita—se cruzó de brazos negando un poco—, la hoja de Riga es para curación básica, cosas como rasguños o quemaduras leves. También si lo combinas con...
—Creo que eso lo vi en clase...—Yugo se puso una mano en el mentón—¿O quizá estaba dormido? —Oyeron entonces como una flecha se incrustaba en uno de los numerosos robles a su alrededor. Todos se volvieron había allí con una cara algo sorprendida. Pero Yuto volvió su cara una vez más hacia la dirección donde estaba Yuya.
—Se movió—dijo guardando su arco atrás en su espalda y bajándose de la roca en las que estaba y poniéndose en marcha. Yuri lo siguió, no iba a leer ese mensaje.
Yugo fue el único en leer el mensaje que les había enviado. Sólo decía "Todo listo".
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Al final del día, la diosa los bendijo, Yuya había logrado matar a un zorro y encontrado una pequeña cueva donde podrían descansar sin problemas. Todos se pusieron manos a la obra al estar allí. Yuya se puso a quitarle la piel a su cena, Yugo se fue por algo de agua en alguna parte cercana, Yuri fue a poner un par de trampas a su alrededor y Yuto se fue por leña. Todas aquellas acciones guiadas casi por el mismo Yuto, el cual no había tenido problema en dar tareas a cada uno, puesto que Yugo y Yuri no se ponían de acuerdo y Yuya estaba tan callado y falto de liderazgo que decidió afrontarlo él. Ninguno había tenido la más mínima objeción. Casi parecía que se ponían de acuerdo telepáticamente y así como se decidió que Yuya guiaría el camino durante toda la misión y dejara un rastro mágico a su paso, así mismo dejaron que Yuto se quedara al poder.
Aunque al fin y al cabo, ese era su propósito. Ser casi una unidad funcional donde todos funcionaban bien. Sus tutores estarían muy orgullosos si lo hubieran visto de esa manera. Si ellos lograban sobrevivir, serían un buen grupo para la etapa siguiente, los entrenamientos especializados y las demás cosas en su vida como aldeanos. Como reales aldeanos. Fallar significaba estar por su cuenta. Y a esa edad los demonios se los comerían vivos.
Una vez el chico de ojos rojos terminó de cortar la piel, Yuto llegó con la madera. Tranquilamente y con los brazos ocupados, se dispuso a acomodar las ramas como pudo. El chico de ojos rojos dejó la comida sobre una hoja y dispuso a ayudar. Agarró alguno de los que tenía el de ojos grises en los brazos.
—Bien... —murmuró Yuya cambiando y poniendo las ramas en el suelo. Trató de no tirarlas pero de todos modos no logró mucho. Todo el material quedó sobre el suelo en un desorden algo estruendoso. Yuto puso su carga en un lugar más alejado—Yo... supongo que no sé por dónde empezar. Nunca aprendí a hacer esto—soltó una risita nerviosa y negó con la cabeza. El de ojos grises lo miró un poco avergonzando.
—Tampoco sé mucho—dijo nervioso. El otro se pasó la mano por la nuca—, y yo pedí hacer esto...
—Vamos a causar un incendio forestal... —miró un poco avergonzado.
—Tranquilo, algo hemos de poder hacer—le dijo optimista y alejó un poco su montón de leña. Agarró un par de palos del desorden y los fue quitando de a poco algunos para poder ver el suelo al menos—. Pues, al menos recordar las que hay en la aldea, ¿no?
—Esto es una mala idea—negó Yuya mirando a Yuto.
—No podemos hacer más, ¿verdad? —dijo tratando de acomodar las ramas del otro de manera que todas quedaran hacia el centro—Sólo podemos trabajar con lo que hay. Y si esa es la única manera de lograr cierto confort pues... es lo único que nos queda.
Más allá de eso no hablaron mucho más. Solo pusieron la leña allí y empezaron a intentar prender el fuego de alguna manera. Sin embargo todo intentó fue en vano. No había mucho que hacer con algo como aquella situación. Al final, el primero en frustrarse lo hizo sin que se notara muy mal.
—Bien —Yuya se levantó y sacó su arco de su espalda. Yuto se mostró sorprendido—, Yuto... creo que es momento de retirarse un poco —dijo mientras sacaba una de las flechas especiales, una que tenía hasta plumas diferentes, unas de flamencos que vivían cerca del lago Agin, aquél que lo quema casi todo a su alrededor. El de ojos grises parpadeó un poco.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó suavemente y dudoso.
—No te preocupes, no va a pasar nada—dijo tranquilo. Yuto fijó su mirada en las plumas que llevaba. Este abrió los ojos—. De todas las formas de causar un incendio, esta es la menos probable
—Con eso puedes... crear una explosión—dijo algo temeroso. Odiaba las explosiones. Ya le había pasado, desde entonces las flechas de hielo eran sus favoritas.
—No, tranquilo, estamos en un ambiente controlado—dijo haciendo un poco sus manos hacia abajo para tratar de calmarlo un poco—. ¿Se te ha explotado alguna vez? Estas flechas funcionan un poco como tu espada, si no quiero que esto explote, no explotará—Yuto no se movió. Yuya le sonrió para tratar de darle confianza, aunque su pulso estaba acelerado—. Te lo aseguro, lo he hecho un par de veces en mi casa—miró hacia otra parte algo más avergonzado, concretamente hacia el pequeño conjunto de leña que habían hecho juntos—. Esto es lo que yo manejo.
—Voy a confiar en ti—dijo al final y se retiró del lugar para ponerse detrás del arquero. Yuya apuntó rápidamente, disparó sin pensarlo y de manera intuitiva. Dio justo en el punto en el que quería dar, en todo el centro, rápidamente una llama salió a relucir, y con ella todo lo demás. Solo que había sido un poco más ardiente de lo que había querido. Y todo era gracias a su corazón acelerado.
—Ya está—se volvió hacia él para sonreírle. El otro suspiro de alivio—. Ahora voy a cortar un poco más y a echarles algo de hierbas—se dio una pausa—. Y esperar a los demás. Aunque debería primero hacer el soporte... Si haré el soporte—guardó el arco en su espalda y empezó a caminar al lugar donde había dejado la carne. Se sentó, agarró un palo de los múltiples que había y con uno de los pequeños cuchillos que tenía, comenzó a hacerle una punta filosa.
—Ven te ayudo—dijo tranquilo e hizo el mismo proceso que hacía solo que utilizaba su espada en vez del cuchillo, de hecho, no tenía ese artefacto siquiera.
—Entonces...—deseoso de hablar más con él, dijo lo único que se le ocurrió en esos instantes—¿Cómo se llama la espada? —temeroso se quedó quieto esperando a alguna respuesta sosa o que quizá fuera una pequeña burla por preguntar algo tan tonto. En cambio, Yuto se quedó unos instantes mirando al vacío—Es que... ayer... bueno, me lo preguntaste, pero... —temió haber dicho algo malo, por mucho que ese pensamiento no tuviera sentido, lo había pensado.
—Phantom Knight —respondió más tranquilo que serio—. Se llama así —después volvió su mirada al mango del arma admirando aquellas estructuras que asemejaba a las alas de un murciélago y que en todo el centro tenía una esfera que encerraba la figura de una calavera.
—¿En serio? —preguntó mirándola como si fuese la primera vez. Ralamente le pareció una espada que podrían utilizar los caballeros Fantasma, o al menos eso pensaba de las leyendas que había oído. En este caso, más que en los demás que había oído, el nombre en la lengua antigua del inglés, le quedaba perfecto. Pertenecía justo a esa época en la que solo vivía en el presente gracias a historias pasadas de familia en familia—Me gusta ese nombre, le queda bien. ¿Lo elegiste por...? —y allí quedó, esa conversación. Aquella que mentalmente pensaron en continuarla después, pero que nunca lo harían.
—Buff —exclamó Yugo al llegar abruptamente—, no pensé que el rio estuviese tan lejos...—descargó los contenedores de agua que cargaba en un lugar cercano al fuego—¿Y? ¿Cómo les ha ido? —se sentó al lado del zorro ya sin rastros muy visibles de pelaje y el fuego—voy a cortarlo si no les molesta.
—Claro —dijo Yuya con naturalidad sin sorprenderse del acercamiento de Yugo tan repentino. Aunque debería de ser todo lo contrario. Pero él era bastante bueno engañando—. Nosotros nos encargamos de ponerlo a asar—dijo. Yugo de inmediato se puso a arreglar todo. No hubo realmente ninguna especie de seña de asco o molestia cuando empezó a descuartizarlo y a quitar lo más importante. Ya estaban acostumbrados, solían hacer aquello en la sala de sus casas. Así, sin más. Eso era lo que les esperaba por una gran parte de sus vidas.
—Entonces, Yuto —llamó Yugo mientras terminaba de arreglar la carne. Yuya había agarrado ya el primer pedazo listo y lo estaba atravesando con la lanza—, ¿cómo es que sientes el rastro mágico? —Yuya se quedó paralizado unos segundos y después volvió a lo suyo escuchado atentamente—Yo no he podido sentir nada hasta ahora —negó un poco con la cabeza.
—No lo sé —respondió Yuto serio, apenas desviando un poco su mirada de su trabajo—, simplemente la siento, es todo—dijo con sencillez—. Además, mi madre me enseñó cómo seguir rastros mágicos cuando era pequeño—soltó tranquilamente—, quizá sea solo eso.
Yugo satisfecho con su respuesta y habiendo terminado sus labores descuartizando al animal, se acercó a la hoguera con los otros dos y llevó el zorro (o lo que quedaba de él) consigo.
—He de agradecerte—soltó Yuya de la nada—, si no pudieras hacerlo... Quizá estaríamos más atrasados y perdidos—le sonrió suavemente—Yuto le levantó la cabeza para sonreírle y después agarrar un pedazo de carne he incrustarle el palo. Yuya puso el suyo en un lugar cerca al fuego para que se asara.
Y los tres se encargaron de que aquella bendición de la Diosa fuera algo aprovechable para todos.
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—¡Nadie es capaz de entenderla! —exclamó Yugo. Yuya trato de seguir comiendo aún más lentamente, pero le era imposible, ya casi terminaba su porción y no quería ni siquiera que pensaran en la menos posibilidad de unirlo a la conversación estaba mucho menos comiendo tranquilamente. Yuto bufó suavemente y miró hacia otra parte—Serena es indescifrable—dijo agarrándose las manos en su cabeza y negando—, es como tratar de entender una roca, ¿cómo se supone que entiendes a una roca?
—Rin no es muy alejada de esa situación—replicó Yuri al recordarla—, ella se enoja contigo a cada momento. Pero después te golpea como si fueras un saco de golpear.
—¡Pero yo no hago nada! —gritó Yugo llevando las manos al cielo—Por la Diosa, no lo entiendes, ella no siente nada —negó suave—, somos amigos desde hace mucho tiempo, es imposible—suspiró convencido. Yuya los miró un poco—No conozco el día en el que me entiendas...
—Te estoy entendiendo—contestó Yuri—, soy el único que lo hace. Es más, ¿por qué no mejor te dejas de tantas mujeres y hacemos pareja? —le sonrió burlonamente. Yugo puso cara de enojado—. Apuesto a que seríamos inseparables, cariño —dijo burlonamente.
—Primero muerto—exclamó—, además, me quedo con las mujeres, gracias—se encogió de hombros—. Tu eres... tu—Yuri hizo cara de obviedad.
—Solo lo dices por qué sabes que yo...—Y entonces esa conversación quedó complemente de fondo Yuto había tocado y llamado la atención de Yuya por medio de su hombre.
—Oye... ¿te molestaría si me acompañaras a hacer una cacería nocturna? —preguntó. Yuya detestaba esa actividad. La detestaba en verdad.
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