Capítulo 1

—Si piensan que ya han conseguido algo por el mero hecho de que tienen el derecho de hacer esta prueba—dijo el jefe con aires de grandeza. Todos sus estudiantes vestidos con una ropa de batalla lo escuchaban atentamente en profundo silencio—, déjenme decirles que están muy equivocados—Yuya tragó de manera desapercibida y apretó su arco entre sus dos manos lleno de miedos—. Ustedes no le han ganado a nadie aun, ustedes no han ido y vuelto del bosque con un hueso de demonio mayor. Ustedes siguen siendo mezcla de panecillos. A pesar de que han sido logrados con éxito les hace falta aún lo más importante, lo que les hace ser lo que son. Ustedes deben de entrar al horno y salir de él al momento correcto, ni antes ni después. Así que más les vale enorgullecerme a mí, enorgullecer a sus padres y lo más importante—alzó un puño al cielo—¡enorgullecer a la Diosa! —gritó.

—¡A la Diosa! —repitieron en coro sus estudiantes alzando el puño igualmente. Yuya temblaba ligeramente y después soltó aire suavemente sin hacer ruido cuando todos bajaron de nuevo sus brazos.

—¡Estudiantes! —gritó para llamar su atención—¡Apliquen todo lo que han aprendido! ¡Y siempre han de recordar que los más fuertes son los que sobreviven! —dijo con la barbilla en alto. Todos los demás la tenían abajo, pero el chico de ojos rojos era el que más abajo la tenía—¡Mañana se irán de aquí como estudiantes! ¡Y volverán como arqueros! ¡Nada de mediocridades!

—¡Sí, señor!—gritaron todos al tiempo.

—¡Pueden relajarse!—anunció. Todos se relajaron un poco y su postura dejó de ser la exageradamente erguida que era antes—Cuando el sol esté a punto de esconderse tendrán que volver a estar aquí, el Líder les dedicará unas palabras y además en con sus comidas estarán sus cabañas. Es su última oportunidad de ir a casa, pero recordad, el que llegue tarde a la ceremonia no tendrá la oportunidad de hacer la iniciación. Esperará doce ciclos enteros antes de ser digno de hacerlo una vez más. ¡Pueden retirarse a comer!

Yuya suspiró cansado y se colgó el arco que portaba al hombro. Caminó hacia la salida para ir al comedor, dejar el plato a medias e irse a casa para que su madre lo viera y le diese los últimos consejos. Fue entonces cuando repentinamente le golpearon en la nuca con la palma de una mano.

—¡Hey!

—¡Espero que la pases mal durmiendo como un pobre! —y se rio de él escapando de la situación. Yuya bufó. El hecho de que su familia tuviese a uno de los suyos como el líder no quería decir que fueran automáticamente ricos. O al menos eso era lo que se decía constantemente en su cabeza.

A decir verdad, el que Yusho fuera su padre y el líder de la aldea era casi una coincidencia. Él nunca había sentido gran diferencia en las cosas que lo rodeaban, solo el trato de los demás y de que solo por su hijo ya estaba mal. Esa actitud le molestaba, más que nada porque gracias a eso se había quedado solo, casi no tenía amigos de verdad y cuando eran los descansos solía irse a practicar con el arco, tratar de hacer algún remedio con las plantas o simplemente vagar. Nadie se le acercaba y todos se alejaban. Y a los que parecpia agradarles simplemente nunca estaban solos del todo. El ser hijo de un Líder generalmente para ellos era como estar en el cielo, que todos los polmomas se arreglarían en un santiamén y que no volverías a tener dificultades mayores aparte de las batallas o las comodidades. Yuya se molestaba un poco por eso, más que nada porque el hecho de tener tantas comodidades no le daba amigos. Y que por más que quisiera, estaba relativamente solo la mayoría de los días, la mayoría del tiempo.

Cuando llegó al comedor todo el mundo estaba con los dichosos papelitos mirando con quién les había tocado su iniciación. Emocionados por lo que tocaría mañana. Pero Yuya estaba realmente aterrado. Desde hacía poco más de un ciclo él había estado deseando que una horda de demonios atacara todo el pueblo, que no llegase el día de mañana nunca o tener la valía para decirle a su padre que simplemente no se sentía preparado para afrontar dicha situación. Estar con casi cualquiera de sus compañeros era una experiencia que prefería no vivir. Ellos parecían dispuestos a matarle por envidia y a decir que lo había matado un demonio menor, uno que solo lo había atacado una vez. Frunció sus labios y suspiró. A veces realmente le gustaría no tener que estar presente en ese momento del espacio tiempo.

—¡Yuya! —lo llamó uno de los adultos jóvenes amigo suyo. El aludido atendió de inmediato y se acercó a él—Esta es tu choza—y le entregó un pequeño pedazo de papiro donde decía claramente el número de la choza—, puedes ir después de comer o cuando termine el Líder de hablar con ustedes—explicó calmado. El chico de ojos rojos sonrió solo un poco al notar como no le llamaba "tú padre". Era cómodo para olvidar la realidad.

—Gracias.

Y de repente escuchó como unos gritos en coro interrumpían la paz en el comedor al aire libre que había. Un grupo de personas cantaba alegremente mientras se sentaban todos en la misma mesa y seguían cantando alegres. Ellos eran una clara señal de unidad en ese lugar. Llegó un momento en el que todos se empezaron a agarrar de los hombros y a balancearse de un lado a otro mientras seguían gritando. A Yuya se le asemejaron mucho a un grupo de borrachos en alguno de los bares de la aldea. Pero ellos eran los espadachines. Aquellos que a donde fuese que fueran tenían una marca de presencia muy fuerte. Una presencia que se quedaba en el corazón de cada uno de los miembros de la aldea, incluyendo al hijo del líder.

—Parece que se han inventado una canción nueva —comentó el adulto joven.

Yuya asintió suavemente y acto seguido se despidió para dirigirse a alguna de las mesas libres. Se sentó cómodamente en una de las sillas de madera disponibles. Agarró algunas partes de carne para servirlas en su plato y comió en paz, sin nadie más a su lado. Miró al infinito con sus ojos rojos sin fijarse en nada en especial.

Mientras su cuerpo se quedaba solo en función de comer, su mente viajaba en sus pensamientos más íntimos y en los recuerdos. El canto que estaban haciendo aquellos espadachines le recordó irremediablemente al chico que conocía de allí, aquel que era de ojos grises y de cabellos negros con morado. Se encogió un poco al pensar en él y en las veces que se habían cruzado por casualidad, tanto gracias a ejercicios de espadas, como afuera de los campos de entrenamiento. Todos encuentros fugaces, distantes que no iban más allá de conversaciones y saludos casuales. Todos excepto el primero.

Yuya suspiró y se acarició el hombro derecho casi por instinto recordando el espadazo que le había dado allí. Todo había sido una combinación de mala técnica y algo de descuido por su parte. Yuto le había hecho sangrar ese día de manera involuntaria. Y no le había culpado en lo absoluto pues su agresor lo único que hizo fue ayudarle a curarse durante el resto del día. Estuvo algo conmocionado y alterado pues su intención jamás había sido dañar a su contrincante. Durante los días siguientes el chico perteneciente a los espadachines no perdió encuentro casual para preguntarle como seguía.

Ese había sido el punto de partida de una relación bastante particular. Lo más cercano que tenía Yuya a una amistad con alguien de su edad.

—Hola—dijo una voz profunda. El aludido levantó su cabeza saliendo de su ensoñación—, ¿está libre?—pregunto señalando los otros tres asientos.

—Sí, claro. Adelante—dijo asintiendo algo atontado.

—Muchas gracias—dijo Ruri.

—De nada—respondió Yuya alegre. Ver a una sanadora le agradaba al chico arquero.

—Gracias, Yuya—Dijo Yuto mientras se sentada. El aludido únicamente sonrió en respuesta y volvió a su plato.

Comió con la mirada clavada en el plato. Escuchó a los dos hablar sin interrumpir en su conversación, eran cosas que no sabía en su mayoría y que en verdad quería saber. Eran varios consejos que le daba la chica a Yuto para que le fuese bien en la prueba, cosas que no sabía, cosas que él creía que la mayoría no sabían. Cosas que solo sabrían los mayores. Cosas que sus padres tendrían que decirles.

—Entonces... eres Yuya, ¿verdad? —preguntó ella amablemente después de un momento. El aludido sonrió en respuesta y asintió—Perdona si te he excluido un poco de la conversación.

—No hay problema—dijo tranquilo.

—¿Eres arquero? —preguntó curiosa—Te he visto un par de veces en las clases obligatorias de sanación, siempre traías un arco contigo.

—Así es —dijo sin ganas de inflarse el pecho de orgullo, eso se lo dejaría a otros. Siempre de lo dejaba a otros—. Siempre tenemos que tener el arco con nosotros, es casi como una espada o las hierbas base—dijo para que Yuto le entendiera. Solo que él ya sabía del tema, mucho más de lo que creía.

—¡Vaya! —exclamó haciéndose la interesada, en realidad sabía también un poco de aquellos rituales, pero todo por hablar con él sobre algo—¿Y no te incomoda tenerlo a tu espalda todo el tiempo? —preguntó por curiosidad.

—Sí, tenemos que estar preparados para cualquier cosa, ya sabes, los ataques pueden ocurrir en cualquier momento —dijo mientras comía otro pedazo de carne. En esa pequeña pausa, Yuto aprovechó para decir algo.

—¿Les ponen nombres a sus arcos? —preguntó algo curioso al chico. Este trató de masticar un poco más rápido para poder responder—¿Algo como lo hacemos nosotros con las espadas? He estado en clases de arquería, pero como nos dan arcos compartidos no sé si eso se hace —dice en un tono más relajado—. He escuchado algunos rumores—. Yuya niega un poco y traga. Se suponía que debería ser molesto que siempre le preguntaran algo así, pero en realidad era la primera vez que le preguntaban.

—En realidad no —le sonríe suavemente—. Ustedes son los únicos que les ponen nombres a sus espadas—dice Yuya—. Un arco no es tan venerable ni personal como una espada. De hecho, se rompen mucho al principio y también más a menudo de lo que podrías creer.

—Bueno, es una tradición de los primeros guerreros —dice tratando de justificar aquel rito—. No me ha parecido... bueno, me he terminado acostumbrado.

—Estamos en otras clases—Yuya habló tomando otro bocado—, tenemos ritos distintos. Nosotros por ejemplo tenemos que fabricar nuestras propias flechar con madera de olmo y no puede ser de cualquier otro árbol. Tiene que ser de olmo—enfatizó—. Eso y las plumas de pato.

—Nosotros tenemos que tener una planta para cuidar durante al menos 10 ciclos y luego rebanarla—comentó Ruri. Los otros dos parpadearon un poco, no entendían como le podía gustar rebanar algo con lo que aparentemente podía desarrollar afecto—. Cada uno de nosotros tiene un rito distinto.

—Su...—Y entonces una especie de trompeta a lo lejos. Yuya dejó su comida de inmediato y agarró su arco con su carcaj. Se empezó a irse hacia algún punto en especial que solo él sabía cuál era—Espera... ¿A dónde vas?

—Ya es hora, nos vemos—dijo algo serio y desapareció ante una multitud que empezaba a moverse también.

-.-.-.-.-.-.-.-

Después de una charla más con su líder de clase y otra más en conjunto con los otros líderes de clases, por fin pudo dirigirse hacia los ayudantes quienes daban las indicaciones de las cabañas y por ende los grupos con los que tendría que realizar su misión. Una vez supo a donde ir, se dedicó a ir allí y a pasar desapercibido como pudo. Junto con su Carcaj, arco y los materiales para hacer nuevas flechas. Con eso y poco más, entró a la cabaña que había sido entregada de generación en generación. Suspiró al ver que era el primero en venir allí. Dejó sus cosas sobre la mesa que había por allí y se sintió un poco mal al ver al lugar. Se suponía que aquí volverían y convivieran un par de semanas más antes de volver a sus casas. Si es que volvían. Se acostó sobre la pared y miró al techo con algo de desesperanza. Pero se sacudió la cabeza y volvió a pararse como debía ser.

Decidió mirar un poco el lugar mientras llegaban sus compañeros y empezó justamente por la mesa que contenían las bolsas que les había dejado allí. Se maravilló con lo poco que encontró, había un carcaj nuevo e intacto. Se emocionó de tener algo así en sus manos, era casi como los que tenían los adultos, con algunas separaciones para las flechas y bolsillos. Estaba encantado y se preguntó si debería tomarlo. No sabía si venían otros arqueros o si ellos también lo quisieran. Se mordió ligeramente el labio. Lo quería. Solo por curiosidad, lo vio un poco más a fondo y se encontró con una pequeña sorpresa. Era cálamo para escribir y pedazos de papel junto con algunos hilos pequeños. Era para el sistema de mensajería. Yuya sonrió. Al fin tendría una excusa para usarlo. Definitivamente si nadie más quería ese Carcaj lo tomaría.

Fue en ese momento en el que abrieron la puerta. El de ojos rojos se sobre salta un poco por lo repentino. Casi suelta por completo el objeto entre manos.

—¿En serio me miraba de esa manera? —preguntó el que primero entró. Yuya le vio el cabello azul y amarillo y se preguntó dónde lo había visto antes—¿De verdad piensas eso?

—Sí, sí lo hizo—dijo el segundo en entrar con algo de fastidio. Lo decía más por salir del paso o fingía hacerlo—. Además, tampoco es como si ella fuera discreta. Serena es la discreta en esas cosas.

—¡Tienes razón! —exclamó el primero. Yuya los miraba algo extrañado, el segundo sí notó su presencia con sus ojos fucsias—Ella nunca mostraría ninguna de esas emociones...—dijo haciendo una pose algo más pensativa. El de ojos rojos miró al segundo que había entrado casi con la misma expresión interrogante de antes—Aunque ella no me interesa, o al menos no del todo, la que... Oye, Yuri, ¿me estás escuchando? —preguntó al ver que el otro miraba hacia otra dirección.

—Ah... ¿Hola? —dijo Yuya algo incómodo, pero con una sonrisa algo nerviosa. Yuri tenía una mirada demasiado filosa, una que conocía muy bien, pues era una característica casi una cuestión familiar.

—Oh...—por un instante llegó a pensar que el primero que había entrado estaba algo asqueado con su presencia. Era lo habitual, al fin y al cabo—¡Hola! —exclamó alegre. Bueno, quizás él no era lo habitual—¿Eres nuestro compañero? Gusto en conocerte, soy Yugo. Y ese tipo planta—el otro cruzó los brazos mirando al de ojos esmeralda—se llama Yuri.

—Puedo hablar —repuso con algo de fastidio, más fastidio del que tenía en un principio—. Gusto en conocerte—dijo sin mucho interés y más a la fuerza.

—Yo soy Yuya, gusto en... conocerlos también—dijo aflojando un poco el agarre que tenía sobre el carcaj. Lo había apretado mucho y casi sin darse cuenta. El de ojos fucsias miró sus mandos.

—¿Eres arquero? —preguntó un tanto más relajado. Había estado todo realmente tenso cuando había entrado, pero apenas se presentó pareció que la actitud que tenía se había apaciguado bastante. Solo que realmente parecía ironía, Yuri lo había visto tantas veces que preguntarle algo así era absurdo. Yuya lo ignoraba.

—Sí, sí lo soy, también se algo de curación, no mucho, pero... —estaba algo nervioso, había mirado a todos lados al hablar. Y cuando logró enfocar la vista vio que los dos estaban algo expectantes de los que iba a decir—Sé lo básico. ¿Tú eres un espadachín?—preguntó de vuelta al ver la espada que tenía en su espalda. Tenía una empuñadura totalmente negra y pomo con una flor de un aspecto no muy amigable.

Yuri iba a responder con algún comentario medianamente agrio, pero lo interrumpieron.

—¡Ja! —exclamó irónicamente Yugo—¿Él? ¡Pero ni siquiera puede partir la corteza de un árbol pequeño!—se rio. Yuri puso los ojos en blanco.

—Preferiría guardar a Predator para cosas más importantes, cosas como matar a un demonio mayor, por ejemplo—dijo fastidiado. Yuya se preguntó si ese era su estado normal. No le extrañaría—. Además para cortar los arboles existen las hachar. Idiota.

—Ajá lo que digas—dijo reído. Yuya alzó la ceja.

—Ya sé a quién voy a dejar morir en el campo de batalla—se cruzó de brazos dejando a Yuya ver su cinturón. Un cinturón que solo llevaba bolsillos y algunas botellas de vidrio con hierbas. Era un sanador. El de ojos rojos tuvo que contenerse un poco para poder hablar y no decir nada, quería aprender tantas cosas de curación. Eso lo distrajo del doble sentido de la frase que había dicho.

—¡Hey! —exclamó Yugo casi molesto. En realidad, estaba más bien un poco divertido. El tampoco notaba lo que Yuri había hecho—¿Acaso quieres que Clear Wing se quede sola? ¡Sobre mi cadáver!

—Se nota lo mucho que me has puesto atención—dijo poniendo los ojos en blanco una vez más—. Además, ¿para que querría una espada como la tuya?

—Entonces...—interrumpió Yuya antes de que Yugo respondiera cualquier cosa—¿Eres un sanador—se refirió a Yuri—y tú un espadachín? —preguntó algo temeroso. Si él estaba aquí eso podría significar que quizás no vendría.

—¡Correcto! Estas ante uno de los mejores—presumió un poco Yugo con aires algo burlones. Después de algunos segundos se rio un poco de sí mismo—. En realidad no, no soy tan bueno. También se algo de arquería, no demasiada, pero como tú, lo básico. Aunque realmente no se fabricar nada.

—Yo soy sanador—reafirmó el otro, de la nada arrugó su rostro y con una mano sacó un pequeño frasco de una de sus hierbas—, y pensándolo un poco tengo que revisar esto—destapó el tarro y lo olió. Hizo una cara de amargura—. Genial, lo que me faltaba—dejó un par de cosas en el suelo así como de la nada. Yuya lo miró intrigado—. Volveré antes del anochecer. Iré hasta Agin—explicó.

—Espera, espera —Yugo puso las dos manos abiertas en palmas—, ¿te vas así nada más? —preguntó desconcertado.

—Sí, no quiero irme sin algunas hierbas robustas—dijo ya totalmente afuera de la cabaña. Alejándose de aquello de lo que no quería estar cerca—. Volveré.

—¡Hey! —le gritó totalmente desconcertado desde la puerta. Yuya se removió algo incómodo—Odio cuando hace eso —suspiró y miró al otro que estaba con él en la cabaña—. Suele hacerlo, perdón si es algo raro, pero cuando se trata de sus hierbas se va hasta más allá de Yunkull—niega un poco—. A veces creo que quiere más a las plantas que a los humanos, ¿sabes? Se la pasa todo el tiempo en esos dos lagos recolectando plantas y otras cosas. La verdad no lo entiendo. ¿No quiere pasar tiempo con nosotros?

—Y él... ¿va a encantar algo? —preguntó un tanto perdido—Porque no hay nada más que hacer en Agin, ¿verdad? —preguntó obviando lo dicho por Yugo anteriormente.

—En realidad va a recolectar algunas hierbas del monte junto al lago—dijo recogiendo las cosas del suelos y alzándolas con relativa facilidad. Yuya se movió por primera vez del sitio y se acercó a ayudarle dejando el carcaj lleno de flechas encantadas y otros materiales sobre la mesa—. Tranquilo, no es nada—dijo al verlo acercarse—. Él suele ir allá a recoger cosas, dice que tiene un aura mística o algo por el estilo—le quitó importancia.

—¿En el lago del fuego? —preguntó algo extrañado—Pensé que no crecía nada allí cerca por ser... bueno, el lago de fuego—dijo sintiéndose algo raro por la redundancia.

—¿Nunca has ido? —preguntó algo sorprendido—Pensé que ustedes iban a encantar sus flechas por ustedes mismos, digo algo como lo que nos pasa a nosotros con las espadas —preguntó genuinamente intrigado.

—No, bueno, tampoco es muy practico —dijo arrugando un poco su rostro. Esas cosas las enseñaban siempre, ¿es que Yugo en serio no se acuerda de nada de su clase de arquería? —usamos cada uno las flejas disponibles. Si no, bueno, será más difícil combatir.

—Bueno, supongo entonces que te puedo dejar todas mis fechas —le dijo con suavidad entusiasmado—, tengo la manía de perderlas.

—Claro.

Yugo dejó las cosas de Yuri sobre una de las camas sin preguntar nada. Hubo un pequeño silencio, el de ojos rojos siguió un poco en lo suyo y el otro pensaba en que más podría decir.

—¿Tú me podrías ayudar con algo? —preguntó sin meditarlo realmente—¿Me ayudas a fabricar un arco? No soy muy bueno, pero al menos debería de tener una segunda arma a la mano, ¿no? Además el que tengo... Bueno, digamos que no está muy bien—el solo recordar a esa pieza de madera a medio romper sobre la mesa de su case le provocaba escalofríos.

—Claro—accedió sin mayores problemas—, solo necesitaremos algo de madera para empezar.

—Tú solo dime cual quieres que sea—le sonrió confiado—. Oye, ¿no vas a dejar tus cosas en alguna cama? —preguntó al ver las cosas del chico sobre la mesa—Porque aún falta alguien.

—Bueno... los estaba esperando para que nos pusiéramos de acuerdo en...—Yugo alzó una ceja y Yuya calló.

—No te preocupes—le dio un golpe en la espalda suave después de unos segundos—. Solo elige la que tú quieras. El otro llegó tarde y tú llegaste temprano, nada que hacer—le restó importancia—Venga, te ayudo—dijo mientras agarraba algunas cosas de Yuya que estaban sobre la mesa y las llevó hacia una de las camas, una que estaba casi en el centro del espacio, justamente la que estaba a un lado de la cama vacía—¿Esta está bien?—preguntó amable. El chico de ojos rojos asintió suavemente y agarró sus cosas restantes.

Yuya miró hacia la cama vacía por unos instantes.

-.-.-.-.-.-.-.

—Y entonces las amarras con esto—dijo Yuya mientras le mostraba un pequeño hilo y se lo dejaba encima de la mesa—. Tiene que ser un doble nudo para que se mantenga mientras las transportas y... eso es todo—dijo al ver como el chico sonreía al terminar por fin una de sus primeras flechas.

—Vaya, gracias—agradeció Yugo algo más tranquilo—. Me arrepiento de dormir en medio de clase...

—No sé porque no me extraña—dijo Yuya un poco burlón.

—¡Hey! Sus clases son muy pausadas, y lo digo en serio —se quejó un poco—. Además, pocas veces poníamos en práctica lo que aprendíamos, siempre estábamos allí, en ese salón sentados sin hacer más que oír al orientador hablar —hizo una cara de aburrimiento y también se llevó las manos a sus mejillas y las estiró hacia abajo—. Era muy aburrido.

—En eso te entiendo perfectamente —dijo Yuya mientras buscaba algo entre sus cosas. Un pequeño montón de paja en medio de una hoja de palma seca—. No me gusta estar allí adentro por mucho tiempo.

—Aunque eso es mejor que Sanación, odiaría Sanación—hizo otra expresión de aburrimiento. Yuya se abstuvo totalmente de decir algo y en cambio buscó con la mirada alguna linterna.

—Oye, voy a afuera a prender una linterna, ya casi oscurece—anunció una vez localizada la linterna. Se dirigió hacia ella y la agarró con la mano libre que tenía.

—Oh, está bien, yo voy a empezar con otra flecha—anunció mientras volvía a lo suyo en la mesa de trabajo. Yuya se dirigió a la puerta y utilizado sus hombros y parte de su espalda empujó la puerta.

—¡Wow! —exclamó alguien al otro lado de la puerta. Pareció que había retrocedido repentinamente. Yuya puso una expresión interrogante y terminó de abrir la puerta. Descubriendo así al último miembro del pequeño grupo con el que haría la misión.

—Yuto.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top