3C. tres - perdida en otros ojos.

—El estanque de los locos

—Si el problema son los peligros del exterior, creo que para salvaguardar su integridad física, René debe quedarse en la agencia —propuso Atsushi. Estaba siendo serio.

—Es una buena idea, pero depende de lo que decida Satō-san. Nosotros podemos garantizar el ochenta por ciento de su seguridad ahora que es un testigo circunstancial en esta investigación, pero si decide irse, me temo que el porcentaje baja considerablemente. —Puso las cartas sobre la mesa.

La joven solo levantó la mirada hasta el rubio.

Era una mala propuesta, al menos para ella, pues la incertidumbre de pronto le abordó. Saber que estaba en una situación tan delicada que era difícil controlar, le hizo decidir lo que pensaba, era mejor para su vida.

—Creo que lo mejor es que me vaya —negó—. Si las personas están muriendo por esta habilidad o maldición, no importa donde me encuentre, me alcanzará. Será mejor que me aleje de los inocentes; por supuesto, si mi ayuda es necesaria y aún estoy con vida puedo colaborar con la información que necesiten, pero no cambia el hecho de que deben mantenerse alejados.

Era por el bien de los detectives, bien los había escuchado, para ellos las muertes no eran más que estadística de su investigación... solo estaban trabajando, sin embargo, preocupada estaba por el albino joven, pues desde que lo conoció no hizo más que preocuparse por ella y no deseaba meterlo en peligro por su mala suerte.

—¿Estás segura, Satō-san? Si te vas... —decia el rubio, no obstante, fue interrumpido.

René se puso de pie sin importarle que hablara sobre las consecuencias de no aceptar su ayuda, porque el tiempo apremiaba. La taza de café quedó sobre la mesita en medio de los dos y caminó fuera del cubículo.

Atsushi, incapaz de comprender el motivo de porqué no había aceptado su propuesta, se mantuvo inmóvil, incluso cuando la muchacha le pasó de largo directo hacia la salida.

—Olvidaba decirlo —mencionó con la mano sobre la perilla, poniendo un semblante avergonzado—. Gracias por la ayuda, de cualquier forma.

De esa manera, René abandonó el cuarto piso en donde trabajaba la agencia. Sus pasos directos a su hogar no se detuvieron en ningún momento, no, hasta que encontró lo inesperado en el parque que siempre cruzaba para ir a la estación y por ende, luego a casa con sus padres.

En ese mismo árbol...

—¡Es hora de una adivinanza! —El tono colorido inundó el área—. ¿Qué crees que estoy haciendo aquí?

René retrocedió en acto reflejo al ver que no estaba sola, comprendiendo que la silueta que antes había vislumbrado en ese mismo lugar, no había sido producto de su imaginación. Algo estaba de pie, una silueta bastante particular se asomaba entre la oscuridad de esa noche.

—Uno: voy a matarte justo aquí. Dos: vamos a enamorarnos como locos después de esta interacción. Tres: por desgracia eres la afortunada persona que se convertirá en motivo de observación. ¡Adivina!

El de las ropas en blanco y negro esperó la respuesta, sin embargo, solo obtuvo una mirada llena de espanto, y después, René colapso sin motivo aparente. La mano del invitado sostenía una pistola, de donde un cálmate salió disparado y se estrelló en el cuello de su pobre víctima.

Uyuyuy, quien sigue por acá?, espero que varios. En fin, ahora, por favor, ustedes van a seguir leyendo en el 4C.

¡Muchas gracias por leer!

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