1A. dos - perdida en la mala suerte.

—No dejan descansar por la noche.

Cualquiera que hubiera visto a René un día después de lo sucedido en el anterior, no pensaría dos veces en que tuvo un mal día, al contrario, lo más lógico sería pensar que le fue normalmente, pues caminando por los pasillos de su facultad, no había quien no le viera recordando su tos en el receso y ropa machada por soda. Algo que tampoco imaginarían, era su mañana:

Mamá y papá no llegaron a casa de bailar salsa, por lo que tuvo que hacerse el desayuno ella misma. Uno, no había arroz en la alacena, y dos, como resultado, encontró una palomilla rostizada al quitarle la vista a la sarten. Con ello, no comió.

Después, salió tarde de casa, con prisas se puso un calcetín diferente del otro y no lo notó hasta que una señora mayor miraba fijamente su tobillo en el tren.

Luego, llevaba en sus manos únicamente un cuaderno y una pluma; había perdido sus pertenencias de repente y solo por fortuna su madre había compartido con ella su móvil viejo, aunque compartido era una palabra incorrecta porque René lo tomó sabiendo que de todas formas se lo prestarían... Entonces, dicho nuevo material, de camino a la escuela en aquel mismo parque, cayó sobre el puente de madera y la pluma delgada resbaló hasta el río, yéndose con el cause como ella el día anterior.

Por último, llegando a clase, después de recibir un buen regañó por impuntual, le tocó exponer como castigo el primer tema del día, sin embargo, esto fue bien, porque el docente en curso esperaba ponerla en ridículo frente al salón, saliéndole al revés, ya que la muchacha, siendo tan práctica y nada tonta, se salió con la suya sin darse cuenta por su personalidad indiferente.

—Parece que mi racha acabó —habló para ella misma, después de algunas horas sin que le lloviera sobre mojado, lo que no sabía, era el pedazo de papel higiénico que llevaba pegado en la suela del zapato.

Así pues, a la hora de volver a casa a la misma de siempre, tomó la ruta del parque silenciosa. Por algún motivo, parecía que ya a nadie le gustaba acortar paso por ese lugar, pero René seguía insistiendo.

—Un mensaje de mamá... —dijo al sentir que el viejo celular vibraba en su bolsillo.

En efecto, un mensaje de mamá era lo que se mostraba en la pantalla cuando se lo llevó casi frente al rostro para poder ver bien las letras. Pronto se dispuso a contestar el corto texto de ausencia en casa, batallando con su libreta que no había sufrido daños en curso de la víspera.

A pasos de ella, justo en frente, de repente una silueta de cabellos albinos vino corriendo, y como la muchacha estaba escribiendo el mensaje de respuesta, no lo vió venir.

Se estrellaron, no hubo fuerza capaz de detener el accidente. El muchacho apenas la percibió en la obscuridad, y como resultado, pertenencias salieron volando por los aires. Únicamente las de René, que pudo escuchar con claridad, el chapoteo del río cuando su celular cayó en picada y luego se hundió, también, su libreta apenas usada que dejó de existir al tocar la violenta agua.

¡Sin embargo, todo seguía bien!

—¿¡Era tú celular!? —exclamó el joven al darse cuenta, lanzándose al agua segundos después en una misión de rescate suicida.

René, anonadada, se quedó mirando hacia el frente, sin comprender cómo era que habían sucedido los hechos, y por supuesto, sin entender la actitud del albino muchacho de camisa blanca tipo estudiantil. Sí, se había lanzado al agua por un celular viejo y ahora inservible.

Se apoyó en la barandilla algunos segundos después para echar la vista al río, dicho muchacho no sacaba ni siquiera la cabeza, por lo que no le sería raro a la joven que se hubiera ahogado con el acto temerario y desesperado. René estuvo a punto de abandonar el lugar, antes bien, escuchó el sonido de una respiración casada detrás de ella, junto con agua chocando contra la madera. Al voltear, el albino apenas se subía por el puente, e incapaz de quedarse quieta, fue hasta el y le brindó su mano en auxilio.

—Gracias. —Tomó la mano al mismo tiempo en que agradecía, y una vez estuvo de pie frente a ella, extendió su mano.

René, ingenua, extendió las dos como si estuviese esperando limosna, aunque de antemano sabía que ya nada se podía hacer por el aparato circuitado que recibió.

—Lo siento tanto, no te ví en la obscuridad, la farola apenas te alumbraba —justificó realmente apenado.

Si algo llamó la atención de Atsushi Nakajima, fue ver qué ella no decía nada al respecto, ni siquiera se veía molesta, solo veía fijamente el aparato que el había descompuesto indirectamente.

—No tengo dinero justo ahora para reponerlo, pero, ¿hay algo que pueda hacer por tí? —siguió.

René por fin levantó la mirada.

—Esta bien, no te preocupes —soltó bajando las manos.

Al muchacho le pareció indiferente el tono, pero por alguna extraña razón, sabía que estaba siendo sincera, así que se le ocurrió una grandiosa idea:

—¡Arroz! —exclamó asustándola—. Mete la pila en arroz. Absorberá el agua y puede que vuelva a funcionar. Sí, sí.—se veía muy contento por encontrar una solución.

—No tengo arroz —habló como siempre, pero está vez sus cejas se bajaron al mismo tiempo que las comisuras de sus labios.

Atsushi se puso muy nervioso de al ver el semblante.

—Uh... Ah... —Se le acabaron las ideas.

—Esta bien, no te preocupes —volvió a repetir ella cuando lo encontró nervioso.

—Cuanto lo siento, de verdad, siempre soy distraído, pero me abstengo de causarle problemas a los demás. Por favor, debe haber algo que pueda hacer por tí —suplicó poniendo sus manos en forma de rezo y las llevó hasta su frente mientras cerraba los ojos.

—Esta bien, no te preocupes...

Fue eso lo que se escuchó. Ya iban tres veces que lo repetía, y en todas, sonaba sincera; lo único que René quería, era ir a casa en paz. Sus cosas ya estaban perdidas, sin embargo, esperaba que el camino frente a ella fuera tranquilo, sin perros, sin discusiones de gente ajena, sin perder los zapatos ni herirse las plantas de los pies, y por supuesto, tampoco terminar en el río a causa de un maniático suicida.

Solo quería ir a casa.

—¡Te llevaré a la agencia! —Volvió a asustarla con el animado tono—. No a mi casa, porque sería raro y no te sentirías cómoda, en cambio, estoy casi seguro que en la despensa de la agencia hay arroz —informó contento.

—Está bien, no te preocupes —repitió—. Es solo un celular viejo.

Ah, ya por lo menos decía algo más que no fuera esa misma oración.

—Por favor, no pierdes nada con intentar arreglarlo. Te prometo que no soy alguien raro, en realidad soy un detective —confesó...

¡Aqui comenzamos! Sé que les dije que hasta el tres, pero como siempre, no mido bien el tiempo de las partes.

Bien, ahora una explicación del funcionamiento de esta historia:

⭐Cuando vean estás dos líneas de arriba y no el banner donde salen Dazai y Atsushi, es momento de decidir.

⭐Se presentarán preguntas como estas, así que escoge:

2A. —Decides ir con Atsushi a la agencia para arreglar el celular viejo metiéndolo en arroz.

2B. —Te niegas con un argumento que él acepta y vas directo a casa en paz como lo quieres.

Bien, ahora que has escogido, sigue las indicaciones.

⭐Si has escogido 1A, sigue leyendo después de esta explicación hasta que el capítulo acabe.

⭐Si has escogido el 1B, dirígete sin leer más al apartado en la sección de capitulos y selecciona: 1B. dos — perdida en la mala suerte.

Por último, también les pido, que no hagan trampa con las decisiones. Si les tocó les tocó, y tampoco vayan a leer las dos partes a ver cuál les gusta más, así pueden disfrutar la historia con la rutas alternativas cuánto quieran, además si lo hacen, de nada sirve esta historia interactiva.

¿¡Prometanlo!?... Muchas gracias.

—Por favor, no pierdes nada con intentar arreglarlo. Te prometo que no soy alguien raro, en realidad soy un detective —confesó para darle confianza.

¿Agencia? ¿Detectives? Que cosas raras se escuchaban esos días, René no tenía idea de que el oficio existiera y nunca había visto con sus propios orbes una agencia como esa, o eso era lo que ella creía. De igual forma, le causó curiosidad, y el teléfono empapado sobre sus manos... De alguna forma le causaban lastima el trágico final que tuvo en su poder solo por una víspera.

—Está bien, llévame a la agencia, no tengo mucho que hacer de todas formas —aceptó la joven, indiferente ante la mirada emocionada que Atsushi le dió por recibir su ayuda.

—Bien, el camino es por allá, caminando son quince minutos —señaló como un aventurero y la joven miró por inercia en la dirección con las cejas arriba.

De esta manera, el detective guío a René por la cuidad. Durante el camino, preguntó un par de cosas, que afortunadamente, aunque indiferente la muchacha se veía, contestó con claridad y nada de rodeos, solo fue concisa.

—Mi nombre es Nakajima Atsushi, ¿cuál es el tuyo? —Quiso saber.

—Satō René —ella solo lo dijo.

—¿Vives cerca? —preguntó.

—No —contestó ella.

—¿Estudias? —inquirió.

—Sí —respondió.

—Ah, que alegría saber eso, ¿hoy venías de la escuela?

—Sí.

Se llevaron todo el camino así, hasta que arribaron al edificio que ella reconoció enseguida solo al verle la fachada.

—Ven por aquí —llamó el albino ya en la puerta mientras René se mantenía con la cabeza elevada observando el inmueble y recordado su día anterior.

Al fin de cuentas, ella le siguió, subiendo por las escaleras hasta llegar al cuarto piso, en donde una puerta de madera con ventana de vidrio que el joven no tardó en abrir, marcaba el nombre de "Agencia Armada de Detectives".

—¿No te habías ido a tu casa ya? —cuestionó uno de los dos personajes que se encontraban aún trabajando.

—Tuve un problema, Kunikida-san —confesó volviendo a estar avergonzado.

René entró entonces a la oficina, no miró hacia ninguna parte porque no estaba curiosa del lugar que ya antes había visto, solo miró hacía el frente, encontrando una achocolatada mirada que también le veía a ella.

—¡Es la chica que come moscas! —exclamó contento el ahora sabido detective de la gabardina arena.

Osamu Dazai estaba detrás de su escritorio, antes de su llegada se le veía bastante aburrido trabajando tan tarde, pero no estaba solo, un rubio de lentes le miraba atención crítica, por lo que ella también terminó viéndole a los ojos sin sentir nada.

—¿Se conocen? —inquirió el rubio entonces, volviendo a sus deberes en su laptop sobre el escritorio.

Ella negó al instante que Atsushi le vió para obtener su respuesta, salvo que la respuesta del otro sonó más alta, evidentemente.

—¡Ayer casi cumplo mi sueño con esta bella dama, pero se ha ido después sin decirme su nombre, tal como la Cenicienta! —contó para todos de manera dramática, llevándose las manos al pecho luciendo triste por el dato final.

—Eh, ¿es cierto? —Algo asustado, el albino miró de nuevo hacia ella.

—No —negó simple.

—Se me hacía extraño que alguien por fin hubiera querido acabar con su vida con este vagabundo —atacó Kunikida, mientras el otro caía al suelo derrotado por la negación.

—Bueno, Satō-san...

—Solo René —interrimpió la otra enseguida.

—Bueno, René... viene a que le dé un poco de arroz para meter la pila de su teléfono...

—¿Que clase de accidente tuvieron? —el idealista preguntó un poco confundido.

—Lancé su teléfono por el río cuando nos estrellamos en el parque —confesó el Nakajima rápidamente.

—¡Ah, debe ser el destino... ! —Osamu intento seguir con su discurso, pero el rubio le lanzó un libro directo a la cabeza y volvió a caer sobre la loseta verde.

—En la despensa hay arroz, vayan antes de que quede inservible el aparato —mandó ocupado.

Con ello en mente, Atsushi y René, fueron directo a la despensa en otra habitación, obtuvieron el arroz, quitaron la pila al celular y le dejaron descansar esperanzados.

Uy, uy, ¿quién por aquí? ¿Nos quedamos pocos, no quedamos nadie, o nos quedamos todos? En el siguiente que publique, ustedes seguirán leyendo en en el A, está vez 2A. Si hay algún problema, me disculpo de antemano, recuerden que es esto un tipo borrador.

Gracias por leer, cualquier duda, pues no duden en externarla juas juas 💕

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