CAPITULO 22

HADES.

Si que había sido una noche interesante y una mañana peculiar. Aurora tenia las mejillas sonrojadas, los ojos achinados y vestida con mi camiseta, se veía irresistible. Tuve que taparme los ojos en contra de mi voluntad, para que ella corriera al baño a ducharse y cambiarse.

Le había conseguido una muda de ropa en una tienda cerca de casa, ya que su ropa estaba en la lavadora. Cuando salió ya vestida, la boca se me seco, en jeans y un sweater rojo, hacia hervir mi sangre.

Ella sonrió con picardía, gesto que me confundió, cuando dijo-he usado tu cepillo de dientes.

Mi boca se abrió hasta el piso y sonreí. Luego camino hacia la mesa y tomo un beignet. Sus ojos se cerraron por puro gusto, mientras saboreaba la explosión de sabores-esto esta increíble ¿seguro que tu lo has cocinado?

Enarque una ceja, mientras nos servía café-me ofende tu desconfianza. Todo lo que ves en la mesa, lo he elaborado yo mismo, con estas dos-agite mis manos. No soy muy fan, de la comida chatarra o no casera.

-¿No te gustan las hamburguesas? ¿hot dogs?- me miro como si hubiese crecido una segunda cabeza.

-No es que me parezcan poco apetecibles, sino que si me da un atojo de eso, prefiero cocinármelo yo, sabiendo que tienen y como están hechas.

Ella rodo los ojos-ahora quien es el aburrido. Definitivamente la próxima, invito yo. Te voy hacer probar las mejores hamburguesas de tu vida.

Me gusto, escuchar "la próxima", pero no la parte hamburguesas hechas por alguien mas. A lo largo de mi vida, me había intentado envenenar, asesinar y todo lo que se puedan imaginar a través de la comida. Siendo inmortal, nunca lograban su objetivo, pero si era una mierda pasar por todo eso para luego revivir, sintiendo los restos de alguna pócima u objeto.

-Puedo cocinarte hamburguesas, si estas antojada dulce. No creo que haya lugar en esta ciudad, la cual no haya probado su comida.

-Arrogante. Si digo que te invito, tu respuesta debería ser si o ¿le temes a unas simples hamburguesas? Por que te puedo asegurar que estas, no las has probado en ningún lado.

Suspire derrotado, ella no daría brazo a torcer-¡bien! ¡Tú ganas!

Ella sonrió satisfecha y yo la mire asombrado de todo lo que se estaba llevando a la boca.

Quien diría que tan hermosa y con ese cuerpazo comería a la par de mi hermano Morfeo.

-¿Qué?

-Nada.

-Creo que después de lo de anoche hay confianza para decirnos lo que sea.

-¿Lo que sea?-levante una ceja divertido.

-No te pases-me señalo con el beignet, como si fuera un arma.

Me reí- solo pensaba que me gusta verte comer.

Ella me miro con extrañeza-eres un hombre raro Hades.

-Soy un hombre, al cual le gusta disfrutar esos pequeños placeres del día a día y tu dulce eres el mayor placer que he visto, en mi larga vida.

-También dramático. Ahora suenas como si tuvieses miles de años.

-¡No soy dramático!

Ella se rio y yo la mire ofendido- y si tengo miles de años. Exactamente dos mil novecientos sesenta y nueve.

Ella dejo de comer y me miro sorprendida-¿me estas tomando el pelo verdad?

-No ¿Por qué lo haría?

-¡Oh por dios! Me he besado con un anciano. Luego me miro divertida y grito ¡eres un asalta cunas Hades!

-¿Un que?

-Asaltacunas, ya sabes esos ancianos que se encaman con criaturas.

-Debo admitir que tú eres una criatura fascinante.

-No me refería en ese sentido-ríe.

La miro confundido, antes de entender su punto y frunzo el ceño- ¡oye! Tener miles de años tiene sus beneficios-muevo las cejas y ella larga una carcajada.

-¿Cómo cuales?-su mirada es retadora y divertida.

Me acerco lentamente, hasta quedar frente a frente. Ella tiene que levantar la mirada para verme, ya que soy mucho más alto y me llega a la barbilla. Acaricio su mejilla, midiendo límites, sintiéndome valiente. Ella cierra los ojos ante el contacto y sonrió, mientras me acerco a su oído y susurro poniéndole la piel de gallina-podría enseñarte tantas cosas dulce, desde como dar y recibir placer de mil maneras, a luchar o lanzar algún encantamiento.

Traga saliva y sus pupilas se dilatan. Sus labios, tentadoramente rojos, se abren invitándome a saborearlos, a reclamarlos míos y eso hago. Muerdo su labio inferior, tironeándolo un poco, para luego introducirme en su boca, asaltándola como un como hombre hambriento.

Ella no se queda atrás. Abre su boca gustosa, aceptando mi intrusión y devolviéndome el ataque. Sus brazos se envuelven en mi cuello y su cuerpo se adhiere al mío de una forma tan perfecta, que parece irreal.

Mis manos van en cambio, a su cintura, la levanto en el aire y ella envuelve sus piernas en mi cintura. Camino y camino hasta que mis piernas chochan contra la cama y la deposito, allí, cayendo junto a ella.

Nos separamos jadeantes, sus ojos brillan y me miran salvajes, anhelantes de algo que ambos queremos. Saco su sweater, dejándola en un sujetador negro de encaje que me volvió loco desde que lo imagine en ella. La miro pidiendo permiso, si quiere parar esto, este seria el momento.

Pero no lo hace, en cambio asiente con su cabeza. Mi boca baja y chupa su pezón, a través de la tela de encaje, poniéndolo duro y expectante, mientras con la otra mano acaricio el otro, para que no se ponga celoso. Ella gime y agarra con fuerza las sabanas, levantando sus caderas.

Acaricio su piel desnuda, es tan suave y perfecta, como si de seda se tratara. Ella saca mi camiseta y sus uñas se clavan en mi espalda. Es su real encontrarme así con ella, después de haberme imaginado este momento muchas veces.

Aurora seria mía.

Empiezo a dejar besos por su barriga, hasta llegar al botón del jean. Lo abro, para meter mi mano debajo de el y me complace encontrarme con que ella ya esta lista para mi, juego por encima de sus bragas, torturándola.

Ella gime y se remueve inquieta.

Justo cuando comienzo a bajar sus pantalones, la puerta de mi habitación se abre, sobresaltándonos y un Apolo furioso y agitado entra por ella.


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