XXVI
Mica se puso de pie al escuchar el grito. Nunca antes había sentido la presencia de un demonio tan poderoso, y llevaba siglos lidiando con Azazel. Su cuerpo se tensó ante la expectativa, sus instintos instándola a actuar. Sabía que podía escapar en cuestión de segundos, ya había ideado tres modos distintos en un intento por matar el tiempo. Quería actuar. Ansiaba el enfrentamiento. Aun así, no se movió.
No era su problema. ¿Los ángeles la habían encerrado, simplemente por lo que era? Entonces acataría sus órdenes, y no se entrometería en algo que no le incumbía. Estaba segura de haber matado más demonios en ese mundo, que cualquiera de ellos, pero si se negaban a reconocerle aquello... Bueno, entonces podrían ocuparse perfectamente por su cuenta.
—Entonces el ángel —comentó Andrea.
—No es tu asunto —respondió Mica.
—No lo harás cambiar de opinión.
—Error de novatos el pensar que eso es posible.
—Creí que tenías algo con un humano.
—Y Willa lo atacó para llegar a mí —ella suspiró, intentando no pensar mucho en ello.
—Entonces lo sigues amando, o no te hubiera importado.
—El amor no muere de un día para el otro. Tan solo no quiero que tenga problemas por andar conmigo.
—¿Y lo dejarás ir? ¿Michaela Servadio, la chica que siempre consigue lo que quiere? No importa si son opuestos, o sus diferencias. No creo que Willa lo haya atacado si el chico estaba dispuesto a colaborar, y si no lo hizo es porque no quería que algo malo te sucediera. Eso es amor.
—¿Sabes mucho del asunto, Andrea?
—Siempre tuve curiosidad por los sentimientos humanos. Los carezco.
—Olivier es asunto pasado.
—¿Intentó contactarse contigo estos meses?
—Sí.
—Entonces no eres asunto pasado para él. No intentes forzar algo donde no sientes que haya esa chispa de amor, y no te rindas donde sientes que la hay.
—No sabes nada de nuestra historia.
—Eres muy expresiva y fácil de leer en ese aspecto. A veces se necesita tiempo a solas, para pensar mejor algunas cosas conjuntas. Eres joven, tu cuerpo lo es, tu memoria defectuosa hace que lo seas, es normal que no tengas ni la más puta idea de cómo llevar una relación y él tampoco. Pero se supone que lo divertido es encontrar el cómo. Dolerá, seguro llorarás, por momentos lo odiarás, pero es básicamente lo mismo conmigo o con cualquiera con quien te relaciones sea del tipo que sea. Son las diferencias y los conflictos, lo que nos hace ser mejores personas. Aprendemos del otro, tanto como el otro aprende de nosotros.
—¿Es tiempo de filosofía?
—Michaela, eres el tipo de chica que cuando quiere algo, va por ello. ¿Entonces por qué controlarte en ese aspecto? Sal con el sujeto que te acepte con todos tus defectos, no con el idiota que se niega a ver tu parte mala también. Los humanos suelen ser lentos, y tú demasiado intensa e impaciente, es normal si el chico no sigue tu ritmo y eso te frustra, o si tú no comprendes el suyo. Es imposible sincronizar algo al primer intento.
—Casi suena como si vas por el humano.
—Así es.
—No entendería nada de este mundo. Le hablo y puedo ver en su mirada que no tiene la menor idea de con lo que lidio.
—Pero te escucha. No puedes pedir más de otra persona, que el hecho que te escuche. Porque eso significa que te presta atención y le importas, y aun si no comprende, se esfuerza por estar allí para ti.
Mica echó su cabeza hacia atrás con frustración. Lo último que hubiera esperado, era una charla a corazón abierto con Andrea. Ni siquiera se sorprendía de su confesión sobre no sentir nada. Era predecible de su parte. ¿Pero ella? Olivier no había sido insistente como Luc, porque él no era así y ella jamás soportaría estar con alguien que la controlara a cada instante. Tampoco la había juzgado al contarle sobre Arabella, simplemente le había preguntado en qué creía ella ahora y si respetaba esos valores, y le había respondido que no le importaba quien hubiera sido antes de conocerla.
—¿No es patético, intentarlo por una tercera vez con él? —preguntó, más para sí misma que para Andrea.
—Más patético es no hacerlo si es lo que deseas, solo porque la sociedad te hace creer que no debes.
—Las relaciones son complicadas, Andrea. Debo haber tenido miles, y esta se siente como la primera e imposible.
—Los humanos tienden a asustarse de sus sentimientos, y retroceder ante ese miedo. ¿Y tú?
—¿Yo qué?
—¿Te asustan tus sentimientos?
—Le temo más a mis pensamientos.
—Es normal tener pensamientos oscuros. Ya tuvimos esta conversación.
Ambos callaron tan pronto como escucharon los pasos. Joanne se detuvo al otro lado y sacó una llave para poder abrir la puerta. Miró confundida la mesa, como si no comprendiera por qué Mica no estaba esposada a esta. Lucía más demacrada de lo habitual, su rostro marcado por lágrimas secas, sus manos sin dejar de temblar. Mica se puso de pie y se acercó para comprender qué estaba sucediendo.
—Zed quiere hablar contigo —murmuró Joanne mirando al suelo—. A solas.
Tenía sentido, era lo que ella había solicitado, aunque no había esperado que Zerachiel cediera tan pronto. Mejor, no tenía mucha paciencia. La siguió en silencio hasta el ascensor al final del corredor y luego dentro, sin dejar de mirarla de soslayo. Joanne se estaba masticando su labio inferior hasta hacerlo sangrar. Mica sintió demasiado la falta de su labial hidratante en ese momento.
—¿Qué sucede? —preguntó fingiendo ser casual.
—Zed me odia —musitó ella.
—Tengo entendido que Zerachiel odia a todos, incluso a Luc.
—Quiere matarme.
—A mí también, no creo que lo logre. Estamos condenadas a que nuestras almas estén ancladas en este mundo, aun si nos mata no hace más que apretar el botón de reinicio de nuestras vidas.
—No si encierra nuestras almas. Quiero morir, no estar encerrada. Hice algo muy malo.
—Él no es nadie para juzgarte y condenarte.
—Me equivoqué.
—Los ángeles se equivocaron contigo, no al revés. Te deben más, de lo que tú puedes llegar a deberles a ellos.
—Eso no le importa. No quiero que me encierre.
—Ten —Mica se sacó sus auriculares y se los extendió—. También te gusta la música. ¿No? Father McKenzie, wiping the dirt from his hands as he walks from the grave... No one was saved...
—All the lonely people, where do they all came from? All the lonely people, where do they all belong?
—Ah, look at all the lonely people...
Joanne sonrió y terminó por coger los auriculares de sus manos, podría robar otros luego. O comprar. O robar una tarjeta de crédito y comprar. De seguro Zerachiel tendría alguna de esas. Una pequeña venganza no vendría mal. Pero Joanne le ofreció una pobre sonrisa y, considerando su estado actual, eso era bastante y valía el sacrificio de sus auriculares. Aunque Mica no fuera especial fan de The Beatles.
El ascensor se detuvo en el piso adecuado y ella le indicó la oficina con un dedo tembloroso, sin atreverse a poner pie en ese territorio. Mica no le temía. No había nada a lo que le temiera hoy en día, excepto quizás la influencia que Arabella podía llegar a tener en algunas ocasiones. Había sido más fácil de ese modo, dividir su yo pasado de su yo presente, darle a cada parte un nombre distinto, como si eso hiciera más sencillo el controlarse. Como si eso en realidad hiciera alguna diferencia.
Pero la niña que había nacido con el nombre de Arabella, había muerto demasiado tiempo atrás como para considerar que una parte de ella siguiera viva en su memoria. El apellido dado por la Iglesia... Se había acostumbrado a tal, le daba igual, tampoco era como si quisiera volver a hacer todos sus documentos y tener que cambiarlos. Se había hecho una buena reputación bajo el nombre de Michaela Servadio, no una que quisiera hacer desaparecer como con Arabella. No tiraría a la basura tanto esfuerzo porque los demonios temblaran al oír de ella.
Además, sería extraño esa jugada en plena vida nueva. Mejor esperar a morir y cambiar de apellido en la próxima. Si no, conociendo su memoria, se haría un lío y terminaría por mezclar apellidos y presentaciones y de nada serviría nada. Los demonios no la buscaban al conocer su reputación, la Iglesia ya había sido advertida mediante Willa y Alessandro para que no la molestara más, solo faltaba ocuparse de un bando más...
Ni siquiera se molestó en llamar a la puerta antes de entrar a la oficina de Zerachiel. En toda su vida, jamás hubiera imaginado que los ángeles poseerían cuerpos cual demonios para pasearse por tierra, y seguía sin comprender su función si no estaban allí para asesinar demonios; pero quizás lo más extraño era estar entrando a una oficina a negociar con un arcángel como si fuera el exitoso empresario local.
Se dejó caer en la silla frente a su escritorio. Él estaba desarmado, tomó nota de ello. Ella todavía tenía un par de armas ocultas encima. La ventana estaba abierta, sería fácil huir por allí de ser necesario. Su mente no hacía más que pensar en estrategias de ofensiva y defensiva, aun cuando solo deseaba hablar. No pasó por alto la mancha de sangre en el suelo, ni la soledad en que se encontraban.
—Escuché que deseabas hablar conmigo —comentó Zerachiel y Mica lo miró enseguida.
—Debes estar muy desesperado, para haber cedido tan rápido. ¿De quién es esa sangre?
—No es el punto de esta reunión.
—Los demonios tienen sangre oscura, casi negra. Eso luce como sangre humana. Joanne no tenía herida alguna, y creo ella es la única humana aquí. Eso solo deja una opción, porque sus cuerpos son humanos también. ¿Dónde está Luc?
—Ocupado.
—No me gustan las mentiras.
—Eso he oído. ¿Deseas algo de beber?
—Las personas solo ofrecen cosas cuando están en desventaja. Quieres algo de mí. Un demonio muy poderoso se paseó por aquí hace un rato, pude sentirlo. ¿Qué fue esta vez? No les gustó para nada cuando me junté con la Iglesia, imagino que debe ser mil veces peor si directamente creen que estoy con ustedes.
—Eres veloz al pensar, Arabella.
—Michaela —corrigió ella y él tensó su mandíbula un microsegundo con disgusto.
—Michaela —repitió intentando sonar amable—. Es una lástima el modo en que decidiste desperdiciar tus dotes.
—Eso no hubiera pasado, si no me hubieras abandonado. Dejas bastante que desear para estar a cargo de los hijos de pecadores.
—Este mundo es demasiado grande, y tiene demasiadas personas, como para poder estar para todos en todo momento. Mi rol tampoco es el de solucionar tu vida.
—Para cuando nací, la población era inferior al diez por ciento actual. Y no era cualquier chica.
—¿Quieres desperdiciar este tiempo discutiendo sobre el pasado?
—No quiero excusas, quiero una explicación, porque como yo hay mil críos allí fuera pasándola igual o peor, o quizás no tanto, pero que igual merecen ayuda.
—No entenderías.
—O no quieres admitir tu error.
—Ya conoces un ejemplo de lo que sucede cuando uno de nosotros interfiere directamente. ¿Quieres saber a cuántos he perdido porque cometieron el desliz de mostrar lo que eran y los humanos los ejecutaron ante el desconocimiento?
—Sigues hablando de excusas.
—No puedes culparme por tus malas decisiones.
—Puedo, porque no estuviste allí cuando se suponía que debías, y porque ahora me señalas como el peor mal que pisó este mundo, cuando eso sucedió por tu falta de trabajo.
—Entonces eso eres, una cría obsesionada con el pasado, alguien que nunca superará lo que hizo si sigue tan empecinada en recordarlo.
—Sería peor fingir que no sucedió. ¿Es eso lo que haces? ¿Pretender que nunca cometiste errores?
—Voy a cometer uno terrible hoy al dejarte ir. Este mundo nunca sufrió tanto, como cuando Arabella causaba daño. Y ahora, tengo la oportunidad de asegurarme que algo así nunca vuelva a suceder, solo basta con encerrar tu alma definitivamente, y tendré que dejarte ir para evitar peores catástrofes.
—Arabella está muerta. Murió, en Venezia, hace siglos, en el preciso momento en que cambié mi nombre y decidí que era mejor asesinar demonios que humanos.
—Has matado a míos también.
—Hasta hace unos días ni siquiera creía que existieran, no es mi culpa si actúan de modo tan sospechoso o se entrometen en mis asuntos. No me gusta que se metan en mis cosas.
—Daré la orden de que nadie se cruce de nuevo en tu camino, pero a cambio debes jurarme lo mismo.
—No tengo interés alguno en los negocios de ángeles, mientras estos no afecten los míos. ¿A cuántos niños crees que estás ignorando ahora mismo, que podrían convertirse en Arabellas luego? Azazel es muy atento, siempre saltando a la menor oportunidad. Y él es solo uno, de los miles de demonios que a diario buscan algo así. Disfruto matándolos. ¿Tú qué haces además de sentarte en tu escritorio todo el día?
—Ángeles y demonios no pueden pelear directamente en este mundo, o nada quedaría. ¿Ansías la destrucción absoluta?
—No hacen suficiente.
—Y cuando intentamos hacer, los humanos lo desprecian. Cuando algo es distinto, la humanidad piensa en destruirlo. ¿Crees que no es difícil seguir intentando ayudar, luego de eso? Cuando no son los mismo humanos en su ignorancia, es la Iglesia creyendo tener la razón y el poder para juzgarnos. Pero seguimos aquí, intentando combatir a los demonios del único modo que podemos, intentando cuidar sus almas cuando los mismos humanos se destruyen entre ellos.
—Me iré, y no volverás a saber de mí, y espero yo tampoco volver a saber de ti si entiendes lo que te conviene. Dejaré pasar lo sucedido aquí, porque es evidente que un demonio de gran calibre se paseó por tu oficina justo antes que decidieras que era mejor soltarme. Y espero, por tu bien, que Luc esté bien porque eso en el suelo es sangre de ángel. ¿Te parece un buen trato?
—Mantente fuera de esta guerra.
—No dejaré de matar demonios.
—Entonces no te entrometas en nuestro trabajo. Y mantente alejada de Lucien, no hay una sola pizca de maldad en su ser y no quiero que lo envenenes. Merece algo mejor que tú.
—Al contrario, sé perfectamente lo que valgo. Dilo.
—¿Qué cosa?
—Que cometiste un error. Que no debiste ignorarme.
—Siempre hay alguien de nosotros para ayudar, ustedes tan solo piensan que será de un modo evidente y no saben distinguirlo. No creas que no hubo nadie para ti, pero tampoco creas que podemos ganar todas las batallas. ¿Cómo se llamaba la última persona que Arabella mató?
—Michaela.
—Anterior a esa —Mica frunció el ceño pensando en el joven.
—No recuerdo.
—Lucca.
—No me dirás nada más. ¿No?
—Ya puedes irte.
—Bien —Mica se puso de pie—. Pero Andrea viene conmigo. El sujeto no tiene nada que ver con esto, solo quiere que lo dejen de joder.
—Es un desertor.
—Es mi amigo. ¿O quieres que regrese a la otra oficina y tengas que dar explicaciones sobre por qué sigo aquí? —Zerachiel apretó los labios con disgusto al escucharla—. Eso pensé. Y necesitaré un poco de esa tinta que utilizan para que los demonios no se les echen encima, el pobre tipo solo quiere dejar de ser un cebo andante y lo entiendo.
—Le pediré a Rafael que te dé solo lo suficiente antes que abandones la ciudad. Tienes hasta las tres pe eme.
—¿Qué será de Joanne?
—Ese asunto no te incumbe.
Eso fue todo lo que Mica necesitó saber. Se dio vuelta y partió sin despedirse. Había escuchado ese tono demasiadas veces, cuando preguntaba por el otro justo antes de ser ejecutado. Joanne la esperaba al final del corredor junto al ascensor, su mirada inquieta y llena de pánico. No tenía idea de a qué se referían los ángeles con encerrar un alma, pero Mica ya había pasado por demasiado tiempo de meditación para imaginar que no sería una bonita eternidad. Le sonrió a la otra chica cuando estuvieron a solas en el ascensor.
—¿Quieres que te enseñe a robar un auto? —preguntó Mica y los ojos de Joanne se abrieron con sorpresa, su sonrisa solo se ensanchó—. Nothing here to see, just a kid like me, trying to cut some teeth, trying to figure it out...
*
Juró.
Intentaba evitar maldecir frente a Zed porque él no lo toleraba, pero en esa ocasión no pudo contenerse. Rufi estuvo a su lado tan pronto como Zabulon abandonó la oficina. Su mano palpitaba, sus dedos no estabas derechos y la zona ya comenzaba a inflamarse. Gritó de nuevo tan pronto como su amigo lo tocó. Hubiera preferido cualquier otra cosa, antes que su mano. Su violín yacía a un lado, mirándolo como si lo hubiera abandonado. No quería, pero le resultaba imposible mover sus dedos.
—Tengo que arreglarte esto cuanto antes —dijo Rufi y tiró de su brazo bueno—. Vamos, tenemos que salir de aquí. Fractura metacarpiana, esto no puede esperar. Tengo que llevarte a un hospital ahora mismo.
El resto había sido un largo borrón de dolor y negación. Luc recordaba salir del edificio, coger el primer taxi en la calle, y terminar en el hospital en que Rufi solía trabajar cuando no se tomaba el día. Lo recordaba gritando y dando órdenes, y también insistiendo en hacer él el trabajo aun si eso ponía en riesgo su cubierta de simple enfermero en vez del experto médico que en realidad era.
No recordaba la cirugía, se negaba a reconocer que aquel hecho había sucedido. Ahora era Rufi quien llevaba el estuche de su violín, porque Luc apenas era capaz de hacer algo más que mirar totalmente compareciente su mano vendada. Tendría que explicar eso en el trabajo, y no era ni de cerca lo que más le preocupaba. Su amigo había intentado no tocar el tema, él prefería por mucho ignorarlo.
—Al menos ahora el jefe te dará unas buenas vacaciones —comentó Rufi—. Y hasta puedes reclamarle el seguro. Hazte un viaje lindo, olvídate de este asunto por un buen rato. Necesitas reposo. Un mes mínimo.
—¿Cómo le explicaré esto a mi madre?
—Tú la conoces, seguro se te ocurrirá algo que no involucre una reunión con uno de los demonios más poderosos de este mundo.
—No creí que fuera un principado —Rufi suspiró al oírlo.
—Todos prefieren pretender que Zabulon no existe. Afortunadamente, él mismo prefiere actuar como si no existiera y no hacer nada más que disfrutar de su libertad.
—¿Y Zed le va a obedecer?
—Créeme, no quieres que ese sujeto se salga de su pacifica rutina de rompecorazones. La madre de Michaela la ancló a él en todo modo posible para protegerla, no nos vamos a meter ahí.
Le hubiera gustado que eso lo aliviara tanto como lo hubiera hecho en otro momento, pero no podía dejar de pensar en el parecido que había entre padre e hija. La misma desenvoltura, la misma facilidad de dominar una conversación, la misma malicia brillando en sus ojos al tomar el control. Ella se había presentado con un cuchillo contra su cuello, no debió sorprenderle cómo él se había despedido entonces.
Rufi había hecho lo mejor por repararlo. Se repitió eso una y otra vez, aun cuando el miedo le helaba por completo la sangre. Pero el imaginar lo que podrían ser el resto de sus días... Confiaba en su amigo, confiaba en él más que en cualquier otro médico, pero tampoco era tan tonto como para creer en lo imposible, y lo cierto era que solo el tiempo revelaría la verdad. Él no quería pensar en lo peor.
—Dijo que podría haber sido un serafín. Podría haber pasado todos mis días simplemente tocando el violín, sin guerras ni muerte ni sangre, sin tratos ni demonios. ¿Quiénes se opusieron?
—Los demonios siempre dirán cosas para hacerte dudar. No debes pensar en ello.
—Merezco saberlo, por lo que acabo de perder solo por defenderlos.
—¿Crees que todos no hemos perdido algo por la causa?
—¿Y qué se supone que es esto? ¿Una prueba para mí? —él sintió sus ojos quemar cuando la impotencia finalmente lo venció—. ¿No crees que ya he tenido suficientes pruebas en esta vida? No puedo tocar el violín, no puedo cocinar, ni siquiera puedo mover los dedos. Mi madre me necesita más que nunca, y ahora ya no seré capaz ni de ayudarla como debo. ¿Entonces de qué sirve todo esto?
—Eres mejor aquí abajo, ayudando almas, que allí arriba tocando el violín para un puñado de aristócratas que te dirán qué y cuándo tocar, y eso terminará por hacerte desear cambiar de bando. Yo voté en contra, Zed también lo hizo, y Uri igual. Quienes más te conocemos, somos quienes más seguros estábamos de que ese no era un buen futuro para ti, porque disfrutas de tu libertad y hacer lo que deseas, y porque tu música no es algo que debería ser controlado por otro que no seas tú.
—Pues ahora ni eso tengo.
—No lo sabemos. Tenemos que esperar a que te recuperes y cumplas con la rehabilitación. Ahora mismo, no podemos estar seguros de nada.
—Podemos estar seguros de que Zed hará pagar a alguien por esto, y no se lo dejará pasar a Joanne.
Fue un golpe bajo. Lo supo tan pronto como lo soltó, y se arrepintió enseguida de ello. Vio el dolor perfectamente reflejado en el rostro de Rufi. Incluso él sintió una punzada en su propio corazón. No podían estar todo el tiempo vigilando a Joanne para que no se fuera de lengua con extraños, pero el deshacerse de ella no era mejor. Siempre habían preferido el riesgo, y defendido su posición a pesar de la pugna con Zed sobre el tema, pero ahora ya no podían discutir al respecto.
—Lo siento —susurró Luc.
—No. No es tu culpa. Tienes razón —Rufi no lo miró mientras la tristeza invadía por completo sus ojos—. No podemos... No podemos salvarla de esta. Intentamos lo mejor, y siempre la defendimos y cuidamos, pero ella cometió un desliz muy grande para dejarlo pasar. Siempre creímos que podríamos controlarlo, evitar que demonios se aprovecharan de su situación, pero si esto sucedió por su culpa...
—Le gusta Mica, quizás por eso lo hizo. No fue su intención.
—Zed no correrá más riesgos.
—Lo siento.
—Es mi culpa. Yo la metí en esto. Cometí un error, y ahora ella pagará por mi culpa. No se supone que estamos aquí para condenar almas. No podría tolerarlo. Y ahora...
—Le daremos tiempo para que entre en razón, tiene que hacerlo.
—Ya nos lo ha dejado pasar demasiadas veces, ahora solo probó su punto al decir que ella es una debilidad que no podemos permitirnos. Aunque no lo parezca, te aprecia mucho más de lo que crees, y no dejará que lo que te sucedió no tenga efecto alguno.
No era la justicia que hubiera deseado. Aun cuando sabía que sería en vano meter palabra, Joanne no merecía pagar. Tampoco era como si pudieran ir tras Zabulon, ni siquiera Zed consideraría tal opción. ¿Y Mica en serio pretendía cazar a ese demonio algún día? Al menos eso explicaba por qué era tan buena en lo suyo, siendo hija de un principado no era sorprendente.
Se repitió que no debía pensar en la semejanza entre padre e hija, tampoco en lo que sería de Joanne ni la incertidumbre sobre su mano. Tan solo... El día había sido demasiado agobiante, como para pensar en algo más que regresar a su casa. El triste humor de Rufi tampoco ayudaba. Nunca había visto a su amigo tan devastado, y era mejor prepararse para lo que seguiría, porque Ace no desaprovecharía la oportunidad de atacarlos con sus palabras en cuanto supiera.
—Tal vez en otra vida —suspiró Luc.
—Ella no tendrá otra vida. Tú tampoco la recordarás. Solo quedaré yo, porque mi trato incluye no olvidar para ayudar a Zed.
—Me dijiste hace unas semanas que no podemos salvar a todo el mundo. Es difícil de aceptar, pero cierto.
—¿Crees que ella alguna vez me lo perdone?
—¿En serio piensas que Joanne te culpa?
—No. Nunca está del todo consciente como para recordar bien.
—Has visto el modo en que Mica mira a los demás cuando los culpa por algo que se le hizo. Joanne en ningún momento te ha mirado así.
Rufi no lució del todo convencido. Ambos se detuvieron al llegar a su edificio. Luc soltó una maldición en francés al no ser capaz de tomar las llaves, Rufi terminó por cogerlas de su bolsillo en su lugar. Ninguno dijo nada al subir las escaleras. Tenía que haber otro modo. Siempre había otro modo.
Ambos se detuvieron tan pronto como entraron al departamento. Mica estaba tranquilamente sentada en una silla, una caja de cereal en mano, y Luc no pudo evitar pensar en la primera vez que la había visto, salvo que su piel no estaba tan bronceada, su cabello ahora le llegaba por debajo de las orejas apenas, él no estaba atado a su cama, y la sonrisa que ella le ofreció fue más genuina que cualquier otra que alguna vez hubiera visto en su bonito rostro.
Su madre siempre le había dicho, que cuando una chica se cortaba drásticamente el cabello, era porque algo muy grande había cambiado en su mente. Extrañamente, eso solía implicar pasar de un chico. Él la había visto el día anterior, con el cabello apenas por los hombros, tan distinto a cuando se había despedido en Roma que le pasaba la mitad de la espalda. Y ahora....
—Iré a servirme algo de beber —murmuró Rufi.
Una pobre excusa para dejarlos solos, una que Luc no supo si agradecer u odiar. Ella lucía tan distinta a la chica que había visto esa misma mañana cuando se había despertado a su lado. Intentó de nuevo, en vano, no compararla con su padre. Mismo cabello azabache, misma piel sedosa, mismos movimientos... No. Mica era alegre, donde Zabulon había sido frío, y Luc prefería no imaginar que ella se hubiera comportado similar al demonio cuando había portado otro nombre.
—Estás vivo —ella se puso de pie cuando se acercó.
—¿Por qué no lo estaría?
—Había sangre. Alguien gritó. Zerachiel no quiso decirme qué pasó.
—Zed no es de dar muchos detalles sobre nada.
Ni siquiera se molestó en preguntarle cómo había entrado, hacía tiempo que se había rendido con ello. Michaela Servicio siempre había hecho lo que quería, cuando quería, y a juzgar por su pequeña mochila tirada a su lado, Zed la había dejado partir bajo la amenaza de Zabulon de volver. Le alegraba verla libre, hubiera preferido que fuera de otro modo. Pero ella estaba bien, y sus ojos brillaban como no lo hacían hacia tiempo
—¿Y tú? —Luc suspiró al sentir su esmeralda mirada en él—. ¿Qué sucedió?
—Simplemente no ha sido un buen día para mí.
Ella cogió su mano sin darle oportunidad a nada más y la observó con concentración. Tocó los vendajes con cuidado, de todos modos no era como si el efecto de la anestesia lo hubiera abandonado del todo. Su nariz se frunció ligeramente con concernimiento. Mica era así, llena de pequeños gestos que delataban a la perfección lo que sentía. A él le hubiera gustado poder alisar esas arrugas con su toque.
—He tenido tiempo de pensar —susurró ella, su mirada perdida en el vendaje—. Mi alma está anclada a Zabulon, no puedo morir mientras él viva. A cambio de tenerme, mamá le hizo un brazalete que lo ancla a tierra también, el único modo de matarlo es destruyendo ese brazalete si siquiera logras encontrarlo primero. Si mi alma está anclada a él, parece lógico que el demonio esté anclado a mi alma también. Así es como funciona. ¿No? Un alma, y un ancla. Solo otra de las miles versiones que existen del nexus meus. ¿Él te hizo esto?
—Michaela...
—Cuando me llamas así, es porque la respuesta no me gustará —Mica le sonrió al soltarlo—. Tranquilo, no soy tan impulsiva como para ir tras él ahora ni él tan tonto como para no haber abandonado ya la ciudad. Solo quiero saber qué clase de demonio tiene semejante influencia sobre un arcángel. ¿Fue Zabulon?
—Sí.
—Maldito egoísta e interesado, allí hay cualquier mal menos amor paternal. ¿Y cómo era?
Se mordió la lengua para no responder que era como ella. Quería tocarla, besarla, encontrar consuelo en su cercanía, pero había algo distinto en su postura y su violín lo observaba desde donde Rufi lo había dejado como si lo estuviera traicionando. ¿Por qué tocar a una chica valdría más que tocar su instrumento?
—Tu madre debió haber sido muy inteligente por el trato que hizo con él.
—La mujer más inteligente que existió —respondió Mica con seguridad.
—Tú no te quedas atrás.
—Hay un buen puñado de personas dispuestas a contradecirte de seguro. Zerachiel me dejó libre solo si abandono la ciudad antes de las tres.
Por supuesto, eso era. Lo había sentido en el aire apenas la había visto, esa extraña sensación de mudo dolor y vacío. Una despedida. Otra vez. Al menos ahora lucía feliz, era él quien se sentía más que miserable por su situación. No era como si pudiera reclamarle nada, habiendo nada entre ellos.
—Tiene sentido —dijo simplemente.
—Rafael me recuerda, pero tú dices que no recuerdas nada. ¿Cómo se supone que es?
—¿Tienes alguna idea de cómo es la jerarquía de mando?
—Están los esclavos, los aburridos y los soldados —Luc sonrió sin poder evitarlo, tan típico de Mica.
—La tercera jerarquía...
—Los soldados —corrigió ella.
—Está integrada por principados, arcángeles y ángeles. Los principados son los guerreros más letales que alguna vez existieron, y por eso son tan pocos. Zabulon fue uno, tú tienes sangre de uno. Si ya un ángel promedio con un arma resulta despiadado al aplicar justicia, imagina un principado. Ellos no tienen permitido pisar este mundo por ese mismo motivo. Zed inició su pequeño programa hace unos siglos, porque no podía solo con tanto, y el trato es simple. Es un arcángel, recuerda todo lo que sucede porque tiene suficiente experiencia para que no le afecte. A veces otros se suman por un rato, pero él es el único constante, y recluta otros ángeles para que le ayuden. Firmas por un determinado tiempo, una cantidad de vidas humanas. Rufi se sumó una vez solo para ver cómo era aquí...
—Y entonces sucedió lo que sucedió con Joanne y la culpa no le dejó abandonarla.
—Temo que nunca podrá.
—¿Y tú? ¿No recuerdas nada?
—Lo único que recuerdo, antes de esta vida, es haber aceptado el trato con Zed.
—No recuerdas ninguna otra vida, ni recordarás esta. Quizás es mejor —ella se encogió de hombros—. Mi memoria es un asco. Preferiría no saber que no recuerdo cosas que debería recordar.
—Me gusta creer que las cosas que son eternas en este mundo, están destinadas a cruzarse en cada vida.
—Suenan a palabras de tu mami.
—Quizás lo son.
—Cuídala bien —Mica cogió su mano vendada y la besó como los caballeros en los libros que ella tanto adoraba—. Me mintió, pero se lo dejaré pasar. Azazel lleva demasiado tiempo sin molestarme, sospecho que ella hizo un poco de ese juju para él. No queremos otro demonio con brazalete de ancla al mundo. Iré a Japón primero, quiero hacer una rápida visita, y luego lo cazaré.
—He buscado el bosque ese que te gusta visitar, las personas van allí a suicidarse —dijo él con preocupación, Mica le sonrió como si no comprendiera nada.
—Está infestado de demonios, incitando al suicidio. Allí puedo matarlos a todos sin preocuparme por nada. Por eso amo visitarlo, es una carnicería —ella acarició sus vendas una última vez—. Es una bonita cultura, Japón. Creen que el quebrarse, solo hace que uno sea más fuerte. Creen que romperse es hermoso. Las vajillas que se rompen allí, las unen con oro fundido, y el resultado es precioso. Tienen una técnica, donde quiebran sus nudillos en fragmentos minúsculos, solo para que su puñetazo sea más fuerte cuando se sanen. Está bien romperse, si luego te recuperas mejor que como estabas antes. Toca algo para mí cuando te recuperes.
—Estás muy optimista.
—Si algo he aprendido con la vida que llevo, es que el poder es sinónimo de creer. Cuídate mucho, Luc.
Ella se puso de puntillas para besar su mejilla, y eso fue todo lo que él necesito para saber. Su móvil sonó en aquel momento, y Mica sonrió ampliamente antes de cogerlo y responder tan veloz como solo ella era capaz. Algunas personas eran adictas al alcohol, drogas, sexo... Otras... Otras simplemente eran adictas a otras personas.
—¿Tu no-novio?
—Quizás nos juntemos para hablar. ¿Quién sabe? Aprendí que los libros se equivocan, y las personas se enamoran a ritmos distintos, yo rápido y él lento, yo superficial y él profundo, y cuesta al principio coincidir bien.
—No dejes que te lastime de nuevo.
—No puedes elegir si ser lastimado o no, Luc. Pero puedes darte el lujo de elegir quién lo hará —Mica le sonrió al alejarse—. Es un gran lujo.
—Mica... —ella se detuvo un instante para mirarlo—. Suerte.
—Gracias —Mica se dirigió a la cocina— ¡Rafael! ¡Creo que tienes algo para mí!
La dejó partir, porque ella estaba feliz y eso era suficiente, y él necesitaba recuperarse por su cuenta porque solo uno podía repararse por dentro. Rufi regresó con una botella de cerveza para ambos. Luc miró su violín con nostalgia, pidiéndole perdón, y se acercó a la ventana para poder ver el atardecer. Vio a Mica salir del edificio a la calle, reunirse con el desertor y una chica rubia en la acera antes de subir los tres a un vehículo rojo y partir.
Tardé reconoció esa cabellera, y sonrió mientras Rufi soltaba maldiciones a su lado al notarlo también. No, por supuesto que ella no partiría sin joder una última vez a Zerachiel y desestabilizar cualquier equilibrio que hubieran creado.
*********************************************************************
Por favor no te olvides de dejar tu voto, y puedes encontrar más historias de todo tipo en mi perfil.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top