XIII

No debió haber subestimado a Bianca. Unas décadas sin enfrentarse, una sola victoria al desterrarla de regreso al infierno, y se había olvidado algo tan básico como cuánto su enemiga le deseaba la muerte. En su defensa, no había esperado encontrarla allí, ni tampoco planeado un enfrentamiento directo con ella. Pero había visto el modo en que Bianca había mirado a Luc, la maldad pura brillando en sus ojos blancos, y Mica conocía demasiado bien esa historia como para permitir que se repitiera.

Se dijo en vano que el chico no le importaba, él solo se había metido en esos problemas y él solo debería salir, pero recordaba lo que era estar en su lugar y lo mal que había terminado por no tener a alguien que la aconsejara entonces. Y Luc era poderoso. Más de lo que ella hubiera imaginado que un pagano era capaz, y ese violín debería estar fuera de sus manos. Lo último que necesitaba, era un enemigo similar.

Los puntos picaban. Por eso odiaba ser cosida. Además que la hacía sentirse como una muñeca de trapo, los puntos le picaban y no podía rascarse si no quería destruir el delicado trabajo. Se repitió en vano que solo tenía que aguantar una noche, su cuerpo habría sanado lo suficiente al día siguiente como para poder sacarse esas molestas cosas.

Encerrada en el cuarto de invitados, solo podía pensar en lo inconveniente que era haberse quedado sin hotel en donde dormir. Una vez que había descubierto lo de los croissants, el resto no había sido muy difícil de deducir. Bien, tal vez Azazel le había dicho que se fijara en que el video policial estaba cortado. El pedazo de papel con el mensaje estaba en el fondo de su bolsillo. Y Bianca siempre había hablado de más al presumir de sus malas acciones.

Era inconveniente. Aun si Luc no estuviera relacionado con seres demoníacos, seguía siendo inconveniente. Debería matarlo. La Iglesia seguramente ordenaría tal acción. Pero Mica prefería evitar hasta última instancia cualquier cosa de ese estilo. A veces todavía podía oír los desgarradores gritos de su madre y el chisporrotear del fuego mientras la abrasaba, sentir las lágrimas en sus ojos por el denso humo, el intenso calor en su piel, su corazón partirse eternamente.

Obedeció a su cuerpo y se recostó para descansar, intentando no pensar en tan triste primera vida. No debió haber hablado. Si ella jamás hubiera confiado su secreto a otro, entonces su madre no hubiera tenido tal final. Si tan solo hubiera estado allí para evitarlo... Pero había llegado tarde. No había encontrado más que huesos carbonizados al final, y entonces su propio grito de furia la había dejado sin voz durante días y las consecuencias de sus acciones le pesarían lo que durara su existencia.

El sitio era un desastre, con ropa y chucherías tiradas por todo el suelo. Estaba segura de poder escuchar a un perro ladrar en la lejanía. Se había encerrado en esa habitación sin desear lidiar con nadie más, y en vano había intentado escuchar la conversación entre Luc y el enfermero colorido cuando quedaron a solas. Incluso su agudo oído había sido inútil, ellos debieron preverlo e irse a otra habitación.

Reconocía que la relación entre ambos sí había sido algo inesperado. Ambos compartían el mismo empleador, aunque eso no la ayudaba a develar la identidad de la mente maestra detrás. ¿Y si le estaban mintiendo de nuevo? Suspiró, intentando que las palabras de Azazel no jugaran con sus pensamientos. Él siempre buscaría el modo de hacerla dudar para atraerla de nuevo a sus garras, no podía permitirse tal cosa.

Se tensó por puro instinto al escuchar el ruido de la puerta, su reacción no cedió al ver a Luc. Todo lo que podía pensar era en que él le había mentido. Como Bianca, como Azazel, como todos quienes se habían aprovechado de ella para usarla mientras se reían a sus espaldas por el engaño.

—No te mentí, tú solo asumiste lo equivocado —comenzó él.

—Eso no cambia que me dejaste creer algo que sabías no era cierto —ella lo miró con su helada furia—. Mentiras.

—Eso no es mentir.

—Me dejaste actuar bajo algo falso, eso es un engaño. No tiene perdón.

—Sabes, mejor que nadie, lo que tu iglesia le hace a quienes acusa de practicantes. ¿Puedes culparme por querer proteger a mi familia? La Inquisición nunca acabó para tu tipo.

—¿Tuviste que vender tu alma para tocar el violín como lo haces, o es de nacimiento?

—No debería haber hecho lo que hice hoy para salvarte.

—No esperes que te lo agradezca.

—Mi familia —Luc se acercó para devolverle su móvil—. Sea lo que sea que hayas armado, detenlo. Estás bien y a salvo.

—Todo este tiempo me estuviste utilizando.

—No.

—Tu palabra no vale nada para mí.

—Por favor —pidió él— Mi familia es lo más valioso que tengo, y lo sabes. ¿No harías lo mismo por la tuya?

De mala gana cogió su celular, sin atreverse a reconocer que por el padre David sería capaz de colaborar con el mismo Lucifer. Algunas cosas no se cuestionaban. Era como ver un reflejo de ella misma, mucho tiempo atrás, demasiado joven e inexperta. Entonces había cometido muchos errores, convencida de estar haciendo lo mejor.

—Lo retrasaré un día. Si una noche, yo no envío este mensaje, entonces pasará —respondió Mica tras escribir algo y guardar el aparato—. Así que asegúrate que pueda dormir en paz cada noche, y no me traiciones.

—Nunca fue mi intención —Luc se alejó ante su amenazadora mirada—. Está mi mamá...

—Viva —Mica asintió con seriedad—. Bianca nunca se contiene al momento de matar, si se la llevó es porque la quiere viva.

—¿Está sufriendo?

Mica se mordió la lengua antes de responder que era evidente que la mujer estaba siendo torturada y a esa altura ya debía haberse quedado sin voz, si seguía teniendo lengua... Sí, a Bianca le gustaban los gritos, y también le gustaba descargar su frustración e ira en sus prisioneros por lo que esa no sería la mejor noche para su presa actual.

Pero al mirar a Luc a los ojos, fue incapaz de pronunciar esas insensibles palabras que no hubiera dudado en soltarle a otro. De niña, el padre David la había obligado a escribir tarjetas con frases amables para comunicar malas noticias a otros y cargarlas con ella a cada momento, palmeando su hombro para que callara sus propias palabras y leyera las tarjetas en su lugar. Extrañó las tarjetas.

—Azazel ya no tiene a su mejor torturadora, lleva siglos muerta —Mica suspiró al mirar sus manos, esa respuesta era aceptable—. Nadie es peor que Arabella, ni siquiera Bianca.

—Rufi la mencionó también, dice haber oído historias sobre ella y como era más cruel que el mismo diablo.

—Oh, ella era peor que cualquier ser que puedas imaginar, hasta los mismos demonios le temían. Creía que la tortura era un tipo de arte, y era una prodigio para ello, capaz de quebrar el alma más pura e inocente al punto de retorcerla en un ser infernal —ella acarició inconscientemente la cruz debajo de su ropa—. Tantos gritos, tantas muertes. Y ella era tan inventiva. Destruyó todo un pueblo en una noche, solo dejando cenizas y cuerpos detrás. Era, sin lugar a dudas, el ser más oscuro que pisó esta tierra.

—Pero la detuviste.

—No sin un gran costo a cambio.

Intentó no pensar en esa horrible celda, los recuerdos más nítidos que nunca a causa de las recientes pesadillas. Si cerraba los ojos, podía sentirlo todo de nuevo. La humedad, el hedor, las máscaras venecianas, la sangre y las lágrimas, los ensordecedores gritos... Casi la había quebrado, había estado tan cerca de romper su alma

—Puedo vencer a Bianca, pero no habrá más mentiras. Si quieres que gane, necesito saber la verdad.

—Y rescatarás a mi mamá.

—No hago promesas que no sé si podré cumplir.

—Lo harás —dijo Luc seriamente y Mica levantó la cabeza para mirarlo a los ojos.

—Si te prometo que la salvaré, Bianca la matará solo para hacerme fallar y así ponerte en mi contra. Así es como funcionan los demonios. Toman aquello que más amas, y lo destruyen para luego culpar a otro y prometerte que te ayudarán a vengarte. Esos engaños son sus favoritos. Si prometo que la rescataré, y no cumplo, me culparás por fallar y hasta creerás que lo hice intencional al no importarme la vida de una pagana. Bianca se aprovechará de eso, redireccionará todo tu odio hacia mí para utilizarte. Estoy intentando salvarte a ti.

—Crees que es mi culpa lo que está sucediendo.

—No te mentiré al decir lo contrario. Tu amigo no estaba al tanto.

—No, y no tienes idea del problema en que acabas de meterme.

—¿Qué sucedió con McKenzie?

Luc desvió la mirada enseguida. Allí estaba, la pregunta difícil. ¿Y qué si el enfermero colorido no había estado al tanto? Ella no tenía por qué cubrirlo, y ciertamente no cedería hasta conocer toda la verdad. Él estaba apoyado contra el muro frente a ella, manos en sus bolsillos y sin su violín a la vista. Unas cuántas notas le habían bastado para dejarla fuera de combate. ¿Cómo no lo había notado? ¿Cómo había sido tan ciega de subestimarlo? Pero también la había cargado de regreso, e intervenido antes que Bianca la matara lo cual hubiera sido incómodo... ¿Volver a vivir y tener la suficiente edad para enfrentarla, y recordar que debía hacerlo?

—Los negocios que los demonios tienen en New York interfieren con los intereses de mi jefe —respondió él simplemente.

—Las drogas.

—Ese no es el punto.

—¿Vendes drogas mágicas o algo así? Siempre tuve curiosidad por saber si existen. Quiero la verdad

—Michaela...

—¿Sabes por qué elegí este nombre? Los seres demoníacos tienen dificultad para pronunciarlo. Bianca no puede. Azazel siente nauseas al hacerlo. Pero tú lo mencionas bastante bien... Excepto por el acento, es difícil ignorar lo franchute ahí.

—Ya te lo dije, no soy un demonio ni hice un trato con tal.

—¿Tu jefe? ¿Cuál es su nombre?

—No es Zabulon, y ciertamente tampoco es un demonio.

—¿Entonces?

—Quise ponerle fin al nexus meus, el demonio blanco fue más astuto.

—Los mentirosos nunca te miran cuando mienten.

—¿Tan difícil te es creer que tengo buenas intenciones? —él se giró bruscamente para mirarla como pedía—. Así es como me educaron, ser amable y ayudar a otros sin esperar nada en retorno, solo porque soy capaz de hacerlo y el otro no. Quise ponerle fin al nexus meus, pero sabía que yo no podía hacerlo. ¿La Iglesia? Los demonios son cosa suya, deberían haberse ocupado sin que yo tuviera que pasarles la información, pero son incapaces. Ni siquiera sabían de esto.

—Y tomaste a McKenzie...

—Necesitaba asegurarme que Joanne nunca más consiguiera acceso, y conocía lo suficiente al hombre como para saber que era de confianza a pesar de sus hábitos. Pero era demasiado curioso, comenzó a investigar cosas que no debía.

—A ti —Luc tensó la mandíbula al escucharla.

—¿Cómo es posible que el demonio blanco lo haya atacado dentro de una iglesia?

—Bianca nunca creyó en estas, ni en tal cosa como terreno sagrado. Los símbolos religiosos tienen tanto poder como los creyentes le den. Ella fue humana una vez, una chica señalada como hija del diablo por ser albina cuando tenía sangre más limpia que la mía —Mica cogió un mechón de su oscuro cabello y sonrió al mirarlo—. Irónico, negro y blanco contrapuestos. Puede pisar iglesias... ¿Pero mi nombre? Ella cree en los hombre-paloma, por eso no lo puede pronunciar.

—¿Los... qué? —Luc se ahogó al escuchar, su reacción muy similar a la del padre David.

—Hombres-paloma. Están muy sobrevalorados —Mica se echó hacia atrás para poder recostarse—. McKenzie no despertará. ¿Qué me darás a cambio?

—Excuses-moi?

—Me enviaron aquí para averiguar qué le sucedió a McKenzie y por qué, hecho. La pluma, claramente tú tuviste tiempo de cambiarla, así que me darás la original si quieres que te ayude con el tema de tu mami. Y ya conozco en detalle el nexus meus. He cumplido todo.

—Deberías detenerlo.

—Mato demonios, no me meto con un puñado de idiotas que creen que es divertido jugar con estos. Ya pagarán por eso, tú eres la prueba.

—Ya te dije mis razones detrás.

—Eso no cambia que eres un idiota —Mica resopló al echar su cabeza hacia atrás—. Limpiaré tu desastre solo porque me ayudaste esta noche, y me gusta molestar a Bianca, pero no haré más que eso. Y necesitaré una de esas plumas milagrosas.

—No puedo darte eso.

—¿Quieres a tu mami de regreso? —Mica levantó apenas su cabeza para mirarlo antes de echarla hacia atrás de nuevo—. Eso pensé. No tengo idea de cómo lo haces, no me interesa tu magia, pero Bianca parece ser alérgica a eso. ¿Me la darás?

—No tengo ninguna aquí.

—Hazla.

—No es tan fácil. Tampoco te encuentras en un estado para hacer algo.

—Pero me recuperaré, y más te vale darme lo que quiero antes que cambie de opinión. Y me gusta cambiar de opinión.

—Salvé tu vida.

—Porque quieres algo de mí a cambio. Todos siempre hacen eso.

—No todos somos tan egoístas como tú.

—Realista. La gente tiende a actuar por interés propio en medio de tanta oscuridad. Además, considerando tu asunto personal con el demonio blanco, yo salvé tu vida. No hubieras tenido ninguna oportunidad contra ella. Y tu única ventaja, la has dejado al descubierto.

—Por ti.

—No te pedí que lo hicieras.

—Aprende esto, Michaela Servadio, algunos somos capaces de actuar sin esperar nada a cambio.

—Nunca creas en un mentiroso, tienen la manía de repetir su mal hábito.

—¿Te dan miedo las mentiras?

Ella no respondió, y él comprendió que era momento de irse. Mica esperó a que partiera antes de levantar la cruz para poder observarla en detalle. ¿Le temía a las mentiras? Sí. O tal vez no. Sus peores errores habían sido resultado de creer los engaños de personas equivocadas. Problemas de confianza, esas eran las palabras que el padre David había usado con ella. La verdad era exacta, podía conocerla y aprovecharla. ¿Pero la mentira? ¿Qué hubiera pasado si nunca hubiera sabido el verdadero motivo de Luc para ir tras el demonio blanco?

Problemas de confianza sonaba como el tipo de trastorno que un joven promedio tendría en sus novelas rosas, donde todo giraba entorno al miedo de un corazón roto y las acciones para convencerse de lo contrario. Le gustaban esas historias, todo resultaba bien al final. La verdad siempre se sabía a tiempo. Las mejores amigas no traicionaban, o si lo hacían eso no concluía en la madre de la protagonista siendo quemada en la plaza principal. Si la joven se juntaba con el hombre equivocado, nunca llegaba a más de abusos superficiales, su alma jamás se veía comprometida.

Pero ella no era así, ni siquiera podía considerarse de todo humana. Los hijos de demonios tenían predisposición al mal, eso le había explicado el padre David de niña, y Mica había luchado toda su vida por controlar esos impulsos y utilizarlos para el bien. Él siempre había sonreído al decirle que en realidad no había nada demoníaco en ella, que no creyera los prejuicios de otros ministros. ¿Pero eso no sería ilógico? Ella no creía en tales cosas como la religión, por lo que sus objetos sagrados no deberían tener poder sobre su cuerpo. Podía tocar objetos benditos, pisar terreno sagrado, pronunciar nombres celestiales... Porque no creía en nada de eso.

No temía a las mentiras, más de lo que temía estar actuando mal por creer en una. ¿Pero cómo confiar en los demás cuando ni siquiera podía confiar en ella misma? Luc era empático, había pasado el suficiente tiempo con demonios como para adoptar sus hábitos de engaño. Tampoco era como si ella no hubiera mantenido toda su información en secreto hasta finalmente encararlo.

Al menos ahora sabía todo de él, o eso creía. ¿Qué más necesitaba? El demonio blanco podía chantajearlo, y el violín de Luc llegaba a ser peligroso en sus manos. Odió que Alessandro todavía no se hubiera comunicado con ella, si tan solo tuviera más información sobre el juju o lo que fuera eso.


*


Suspiró al salir de la habitación. Al menos ella no había intentado matarlo, eso era un avance, aunque sus palabras no lo habían tranquilizado para nada. El terror estaba siempre presente, aquel silencioso pánico de estar buscando algo que jamás encontraría, de solo hallar un cuerpo al final del camino. Se había vuelto su compañero eterno desde el primer instante, desde esa tarde que había ido al café solo para que una desesperada Marie le dijera que el demonio blanco se había llevado a su madre.

Tenía que estar viva. Estaba seguro que de lo contrario, una parte de él hubiera sentido la pérdida. Aunque viva no era lo mismo que bien, y ser prisionera de demonios no debía ser nada indoloro. Intentó en vano no pensar en todas las opciones que lo torturaban a cada instante. Su madre era fuerte, su alma inquebrantable, podría resistir hasta que él lograra rescatarla.

Mica era demasiadas cosas, pero era honesta y directa. Ella le habría dicho en caso de la situación ser demasiado mala, y no habría dudado en señalarlo como culpable. Quería creer que ella sería honesta en ese caso, más de lo que él lo había sido. Ningún momento le había mentido, solo omitido información, pero para alguien como Mica... Era evidente que había algo personal allí, no alguna tonta obsesión religiosa contra las mentiras.

—¿Qué le dirás al jefe?

Luc levantó la vista al escuchar la voz de su amigo. Él lucía un pijama nuevo y el cabello mojado luego de un buen baño para quitarse la sangre. Cargaba en sus brazos a su perra, una labradora dorada que en cualquier momento lo superaría en tamaño, pero para Rufi era como si no pesara nada. Siempre se aferraba a ella cuando necesitaba estabilidad, y Luc sabía que había pateado el tablero de juego.

—No lo sé —admitió.

—Pues piensa en algo rápido, porque yo no te cubriré cuando se entere.

—¿Le has avisado?

—A nadie le gustan los soplones.

—Gracias.

—Lo que haces tendrá serias repercusiones. Se sabrá. ¿Tienes idea del castigo que te espera?

—¿Y a ti por encubrirme? —Rufi sonrió al escucharlo.

—Zed puede mandar en este sitio, pero no te equivoques al creer que él y yo no estamos al mismo nivel. No hay nada que pueda hacerme. ¿O crees que alguien más aquí es capaz de curar heridas demoníacas? Ese es el secreto del éxito, ser imprescindible en un puesto que deseas mantener.

—No todos tenemos tu suerte.

—¿Qué tanto sabe ella?

—Nada relevante.

—Hace unos días tampoco te pareció relevante mencionarme nada de este desastre —Luc desvió la mirada para evitar la seria acusación de su amigo.

—No sabe nada.

—McKenzie sabía.

—McKenzie lo averiguó por su cuenta, nunca rompí el pacto de silencio.

—No podemos correr riesgos. Si ella sospecha algo...

—¿Qué harás? ¿Matarla? Ya la oíste, es imposible. ¿Cuál es el problema con a veces pedirles ayuda a los demás?

—¿Quieres las consecuencias de eso por fecha o por orden alfabético? ¿O detalladas las que se cree fueron culpa de esta chica? No puedo creer el desastre que en que nos metiste por...

—Es mi madre.

—Ninguna persona vale más que nuestra causa.

—¿Entonces a qué me comprometí? Porque eso no es lo que yo había entendido.

—Es hija de un demonio. Sea lo que sea que tengas en mente, no funcionará. Su naturaleza es más fuerte.

—Si este sujeto es tan fuerte como dices, entonces es antiguo, y no siempre fue un demonio. La sangre nunca cambia. ¿O le dirás eso mismo a Joanne?

—No te atrevas a compararlas.

—No quiero pelear contigo.

—Tan solo intento hacerte entrar en razón.

—Este no es el modo.

Ciertamente no lo era, pero cuando Rufi se ponía en modo autoritario era difícil disuadirlo de lo único que conocía. No era el primer hijo de demonio que encontraba, pero los otros habían sido evidentes, la maldad natural en sus actos. ¿Mica? Ella no encajaba en ese perfil, por eso no había podido identificar su naturaleza hasta entonces. Tenía sentido. Ella no era hija de un demonio que había nacido como tal, sino que tenía la sangre de un caído.

—No quiero que tengas problemas —admitió Rufi y Luc suspiró al escucharlo.

—Eso parece inevitable. Ella se irá apenas encuentre a mi mamá, dice ya tener el resto resuelto.

—¿Y crees que no hará nada contigo? No conoces a la Iglesia, o a Michaela Servadio entonces.

—Me preocuparé luego por eso.

—Tienes que hacerte a la idea que han pasado semanas. Una persona normal, cautiva por un demonio, ya se hubiera quebrado a esta altura. Si esa mujer sigue viva...

—Lo está.

—Tal vez estés luchando por recuperar algo destruido.

—Entonces me ocuparé de juntar cada uno de sus pedazos, y ayudarla a armarse de nuevo.

—La tortura del alma es el placer de los demonios. La muerte sería la solución más piadosa.

—No es Arabella quien la tiene —la mirada de Rufi se oscureció ante ese nombre—. Mica también la mencionó. Dices que nadie sobrevivía a ella porque era imposible, entonces debe ser posible sobrevivir a cualquier otro. ¿Tan terrible era?

—Tanto que los mismos demonios le temían, y se asociaron para ponerle un fin al considerarla una amenaza. Eres afortunado de no haber estado en esos tiempos. La traicionaron para que fuera sencillo matarla.

—Es una suerte entonces que no sea nuestro caso.

—No, tú solo metiste a una sicaria que nos matará de poder a mi departamento —Rufi suspiró, apoyando su mejilla contra el pelaje de su perra—. Intento cuidar de ti, Luc, pero no haces que el protegerte sea nada fácil. ¿Te gusta?

—¿A qué viene esa pregunta?

—Es hija de un incubus, no te dejes engañar. Toda su naturaleza es provocar el cuerpo y confundir la mente, la carne es débil.

—No puedo comenzar a explicar lo absurdo que eso suena.

—No lo digo porque sea una chica, pienso lo mismo de su padre. Es sentido común, es un demonio sexual y ella su descendiente. Sujetos como ellos hacen que nosotros la jodamos y nos quedemos sin trabajo.

—Ahora empiezas a sonar racista.

—¿Tienes que cuestionar todo?

—Soy francés —Rufi suspiró con rendición al oírlo.

—Has hecho un buen trabajo hasta el momento, pero hay reglas que seguir, no seas ambicioso al querer ir más allá. Los mejores han perdido sus puestos por eso. El trabajo que aceptaste tiene muchas tentaciones, no puedes permitirte ceder a alguna.

—No lo hago.

—Michaela Servadio es una, y muy peligrosa también.

—Ella termina su trabajo, y se marcha.

—No vale el riesgo que estás corriendo.

—Eso lo decidiré yo.

—Sé cómo piensas. No todos pueden ser salvados.

Rufi no lo miró antes de partir, perra todavía en brazos, y encerrase de una patada en su dormitorio. Luc suspiró. Ese era el problema, el mundo resultaba tan caótico y oscuro, tan infestado por los demonios y sus influencias, que ya nadie se molestaba en intentar creer en el bien. Él ciertamente no era un ejemplo a seguir, pero tampoco creía que alguien como Michaela fuera un veneno que debía ser eliminado.

Dudó unos minutos antes de regresar al cuarto de invitados, conocía la higiene de Rufi y no había modo en que fuera a dormir en la sala donde todavía había manchas de sangre y conociéndolo no las limpiaría jamás. Mica no lució sorprendida al escucharlo entrar. Ella apenas levantó la vista de su vientre, su dedo a medio camino de seguir picando sus vendas como una niña pequeña. A ese paso se volvería a abrir sus heridas y Luc no disfrutaba de ver rojo.

—¿Alguna vez has escuchado la expresión tragado por la tierra? —Luc se detuvo a medio camino de quitarse su camiseta al escuchar su voz—. No me gusta.

—Es una forma de decir.

—No tiene un buen sabor. A veces creo que aún puedo sentirla dentro de mí —ella levantó su cabeza y deslizó dos dedos hacia abajo por su garganta—. Pienso que llegó hasta mis pulmones. Así es cómo morí la primera vez. Enterrada viva. Tragada por la tierra.

—Lo siento.

Él se dio vuelta sin poder evitar mirarla. ¿Qué clase de mundo era ese, en donde una persona era enterrada viva? Pero ella no lucía triste ni afectada, sus grandes ojos esmeraldas lucían tan ingenuos como siempre y su rostro suavizado por sus infantiles actos. Nada en comparación a la pequeña máquina de matar que había visto horas antes, o la chica inconsciente que había cargado con desesperación por salvarla.

—Mi primera vida es la que más recuerdo —ella sonrió dulcemente al mirarlo—. Parece algo natural. Algunos días extraño a mamá, aunque ella lleva siglos descansando en paz. Para ella era perfecta con todas mis tonterías y distracciones, sin tener que demostrarle nada para que me quisiera. Morí con muy pocos años, menos de diez seguro. El problema, cuando vives tanto como yo, es que la memoria es limitada así que comienzas a olvidar y confundirte. Es lo mejor. Los demonios tienen memorias perfectas, por eso son como son.

—¿Qué clase de monstruo entierra a una niña viva? —Luc fue incapaz de ocultar su horror.

—Su mejor amiga. Me dijo que tenía algo que mostrarme, así que la seguí fuera de la aldea hasta las colinas, donde el viento era helado y la tierra muerta, y nada ni nadie se atrevía a acercarse a suelo tan feo. Había un pozo extraño, eso era lo que quería mostrarme, exactamente de mi tamaño, ideal para mi cuerpo —Mica señaló con diversión su nuca—. Aquí fue donde me golpeó con una piedra. Lo próximo que supe, estaba dentro del pozo, y la tierra me estaba tragando.

—Lo siento —repitió él sin saber qué más decir.

—No me gustan las mentiras, ni los secreto, Luc. Vuelve a hacer algo así, y entonces haré que la tierra te trague a ti también.

—No te voy a traicionar.

—Por supuesto que no, si algo llega a sucederme, lo que queda de tu familia morirá.

—Hay mejores modos de decir que me crees.

—Pero no tan efectivos. Entre traidores, las amenazas son palabra de honor.

—Bueno saberlo —Luc terminó de quitarse su camiseta y Mica gritó levantando sus puños.

—¡Siiiii! ¡Abs!

Él rio sin poder evitarlo al echarse a su lado en la cama, no había modo en que fuera a dormir con sus prendas manchadas con sangre. Sí, sonaba como algo que ella diría. Mica era así, capaz de pasar de amenazas de muerte a tonterías infantiles en segundos. ¿Cómo entonces Rufi podía ver mal en ella? No había oscuridad en su mirada, y eso era suficiente para él.

—Tú también tienes —comentó Luc son una sonrisa.

—Ah, alguien se aprovechó de la chica inconsciente para chequear eso. Tengo que estar en buena forma para enfrentarme a demonios.

—Lo estás.

—Tú también. Tengo una amiga en Roma que podría ser tu tipo.

—No estoy interesado.

—Cocinas, eres un violinista y tienes abs. ¿Cuándo comenzarás a aprovechar todo eso?

—¿Cuándo dejarás de insistir con eso?

—Las personas muchas veces se quejan de estar solas. ¿Pero si no sales y conoces gente de la cual enamorarte, cómo esperas dejar de estarlo?

—Esas cosas simplemente pasan cuando tienen que pasar, no sales a buscarlas.

—Uno no se queda esperando una aventura, tiene que buscarla.

—No es el tipo de aventura que deseo.

—¿Entonces qué deseas?

—Tener una vida normal, y disfrutar de ella.

—Eso es un privilegio hoy en día.

—¿Qué deseas tú? —Mica se detuvo a pensar unos segundos.

—Una hamburguesa.

Luc rio. Podría haberse quedado toda la noche despierto solo para escucharla decir cosas similares. Ella era sencilla, preocupándose por una simple cosa a la vez. Giró la cabeza para poder verla, incluso las marcas en su cuerpo se veían bonitas. Había una belleza indescriptible en las cicatrices, su madre siempre se lo había dicho. Eran pruebas innegables de que uno había superado obstáculos que lo habían roto, y no existía nada más hermoso en el mundo que la superación de los demonios propios.

—¿Piensas en algo más que comida?

—Venganza.

—¿Algo más?

—No me gusta pensar, las personas se entristecen por eso. He cometido muchos errores llevada por el resentimiento, por eso ahora prefiero no pensar mucho y disfrutar del momento.

—Nunca piensas.

—Exacto.

—Increíble...

—Lo sé.

—No lo digo como algo bueno.

—Si lo dices sonriendo, entonces es bueno.

—¿Al menos has pensado en qué hacer mañana?

—Por supuesto, encontraremos a un médium decente capaz de localizar a tu mami ya que es evidente que tú eres incapaz con lo que sea que hagas con tu violín. Una vez sepa dónde, iré y arrancaré la cabeza de Bianca del resto de su cuerpo a ver si así se queda en el infierno para siempre.

—Suena simple.

—Mi memoria es pésima, necesito planes simples para recordarlos.

—¿Y de dónde piensas sacar una médium?

—Es una suerte para ti que mis amigos sean especialistas en cazar distintas cosas anormales. ¿No? Los demonios nunca secuestran personas por esto mismo, sería fácil rastrearlos. Si me hubieras contado la verdad del primer día, yo ahora estaría en Roma durmiendo tranquilamente y tú feliz con tu mami a salvo. Eres un natural. ¿No? Naciste así.

—¿Puedes olvidarte de lo que me viste hacer esta noche?

—Es algo difícil de olvidar. ¿Qué hay de tu padre?

—Algún cobarde que no quiso hacerse responsable de nada, a mi mamá le gustaba disfrutar de la vida.

—Pero humano.

—Sí.

—No hay nada demoníaco en ti, aunque sigues siendo raro.

—Vete a dormir, casi te matan hoy.

—Y mandón. No tengo sueño.

—Pero yo sí, lo que hice drenó toda mi energía.

Él se giró, dándole la espalda. Confió en que eso fuera suficiente para ponerle fin a su noche. Podría haberse quedado hablando con ella hasta el amanecer, pero su cuerpo le estaba suplicando por un descanso. Sabía lo que conllevaba usar su violín de ese modo, y esa noche casi había perdido la consciencia por lo que había tomado de él. Cerró los ojos, esperando que el sueño llegara rápido, pero en su lugar solo sintió el inesperado tacto en su espalda. La mano de Mica fue delicada pero segura, sus dedos suaves al deslizarse por su piel.

—¿Es arameo? —preguntó ella casi en un susurro—. ¿Sánscrito? Todavía no logro descifrar en qué está escrito. Parece demoníaco.

—No lo es —Luc intentó ignorar el modo en que su pulso se había acelerado ante su simple tacto.

—Conozco todas las lenguas y escrituras demoníacas habidas y por haber, y es similar a pesar de no ser una —sus dedos fueron dulces al deslizarse sobre su tinta—. ¿Qué significa?

—Protección.

—¿Parte de ese juju que tanto mencionas?

—No.

—¿Marca de una secta? El enfermero colorido tiene uno en su brazo, estoy segura de haberlo visto entre tantos dibujos que tiene.

—Por favor, no preguntes.

Podía sentir su frágil respiración contra la piel de su espalda. Contuvo el aire cuando ella besó el tatuaje y se dio vuelta tan pronto como era posible para sacarlo de su vista. Su corazón estaba demasiado acelerado. Mica no debería haber hecho eso. Pero ella no se alejó, solo le sostuvo la mirada sin parecer consciente de la cercanía entre ambos. No debería haberse girado. La visión de toda su piel expuesta no era mejor que sentir su tacto, saber que solo unos centímetros separaban sus cuerpos no ayudaba.

Ella deseaba a otro. Se repitió aquellas palabras una y otra vez como si en realidad tuvieran algún valor para él. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había estado con una chica? Odiaba el tiempo de abstinencia. ¡Había trabajado tan duro para poder disfrutar de esos placeres solo para que Zed los prohibiera por lo que durara el conflicto! Tenía que mantener su mente centrada en la situación, pero era tan difícil cuando las clavículas de Mica estaban a un solo movimiento de sus labios.

Adoraba las zonas delicadas. Podría haberse inclinado con tanta facilidad, besado cada milímetro expuesto de su bronceada piel para enseñarle cómo debía ser tratada y nunca conformarse con lo insuficiente, para borrar cualquier inseguridad de ella respecto a cómo la veían los demás o cualquier pensamiento de desvalorizarse. Podría borrar tan fácilmente cualquier mal recuerdo que guardara de Ace o el demonio blanco, podría llevarla a tocar el cielo y de regreso, sacarle una melodía tan dulce como a su violín...

—Bien, no preguntaré —ella le sonrió antes de alejarse y regresar a su lado de la cama—. No me gusta el sexo sin sentimientos, no soy como Zabulon en eso. Tú no piensas lo mismo.

—Cada uno es libre de vivir como quiere —Luc le dio la espalda de nuevo creyendo que así sería mejor.

Ella murmuró un buenas noches en italiano, pero él la ignoró. No dormiría, no había modo en que pudiera pegar un ojo ahora y sabía que era el único responsable. Su autocontrol llegaba a ser tan frágil cerca de Mica, y ella había cruzado un límite.

Hubiera dado cualquier cosa por su muro de almohadas.

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