VII
No era para armar tanto revuelo.
Los neoyorquinos eran muy dramáticos, ese era el problema. En Roma nadie nunca armaba tanto revuelo cuando ella saltaba de alguna azotea, o la vieja muralla. Los italianos eran demasiado felices con sus propias vidas como para andar fijándose en la de los demás. Tuvo que repetirle tres veces al encargado del hotel que ella no era la chica que buscaban, no era su culpa si había tenido tanta mala suerte como para que alguien la filmara con su teléfono de modo que en serio andaban buscando un cuerpo por los alrededores. Casi podía escuchar la voz del padre David en su cabeza diciendo que debería ser más discreta con sus dones.
¿Pero qué mejor que un golpe de adrenalina para levantar el ánimo? Había sido una medida necesaria, no hubiera sido capaz de simplemente regresar a la cama luego de semejante pesadilla. Las compras también habían sido necesarias. Todo lo que ella hacía era necesario, excepto el bus. Chinatown quedaba muy lejos como para ir caminando, la Iglesia nunca aprobaría ese gasto por lo que pedirles un vehículo con chofer estaba fuera de lo aceptable, y Luc había pagado el boleto de ambos en el bus por lo que no podía discutirle por un taxi o el metro.
—¿Tienes dinero para gastar en Armani, pero no para el transporte público o para comer? —preguntó él sentado a su lado.
—¿Cómo crees que ahorro para comprar lo que quiero?
—Existen prioridades.
—Lo sé, en serio necesito un nuevo par de zapatos.
—Compraste como tres.
—Nunca se tienen suficientes zapatos.
—¿No eres demasiado vanidosa y materialista para tus empleadores?
—Por algo está la confesión semanal. Y la cumplo.
—Absurdo.
—¿Por qué?
—El modo en que tu tipo cree que puede hacer cualquier cosa, si después basta con una confesión para salir impune.
—Hay que aprovechar que estamos en el año del jubileo —respondió ella simplemente.
—¿Y qué? ¿Que al final del jubileo te absuelvan de todos tus pecados es un pase libre para hacer todo lo que se te antoje? Eso no está bien. Son todos un puñado de hipócritas, los principales prejuiciosos y discriminadores cuando tu supuesto libro santo habla de amor e igualdad.
—Nadie normal nunca leyó el viejo libro por completo, es como los manuales de instrucciones o los términos y condiciones de uso.
—Peor entonces si usan como justificación un libro que ni siquiera han leído.
—Peor tu tipo que juega con demonios creyendo que es inteligente.
—¿Alguna vez has leído libros de satanismo? No es como si apoye estas cosas, poco me interesan tus negocios —Luc se apoyó sobre sus rodillas, mirando sus manos sin fijarse en ella—. Tu tipo juzga por orientación sexual, gustos, modo de vida, cualquier cosa para ustedes es pecado. Los demonios no hacen eso. Tu libro habla de un violador casándose con su víctima, el satanismo explicita que un demonio debe tener consentimiento de una persona antes de entrar en su cuerpo. Tu libro condena a Lilith como un demonio, el satanismo la venera por imponer su voluntad sobre la de Adan. Y así hay mil ejemplos más. Poniéndolo en perspectiva. ¿Qué crees que resulta más atractivo para una juventud que rechaza los viejos valores?
—Entonces nunca han visto a un demonio a los ojos si creen eso.
—Las personas hoy en día solo buscan ser aceptadas como son. Si tu Iglesia no hace eso, y los demonios les ofrecen sus brazos abiertos, entones no debería sorprenderte el incremento de prácticas satánicas o que existan juegos como en el que quieres entrar.
—Eres un jugador.
—Me metí para ayudar a alguien, y ahora estoy regresando porque quiero encontrar al demonio blanco tanto como tú.
—Los demonios conocen nuestras debilidades, las olfatean como sabuesos hambrientos en medio de una cacería. Las usarán contra ti si se los permites. Recuerda eso, porque te manipularán para que sientas lo que ellos crean conveniente para su triunfo.
—Lo sé.
—No, no lo sabes porque nunca te has cruzado con uno.
—Y tú no me conoces como para hacer suposiciones sobre cómo reaccionaré.
—Si llego a sobreestimarte para este asunto, es posible que pagues con tu muerte, y sinceramente es muy molesto tener que encubrir esas cosas.
Eso, y que Luc le empezaba a caer bien como para saber que su muerte tal vez no le daría igual. Le gustaba esa manera que tenía de cuestionar todo y querer formar su propia opinión a partir de reunir toda la información posible para juzgar bien. Era un tonto que posiblemente poco sabía de la demoníaca realidad, pero era lindo intentándolo.
Se distrajo por completo cuando su móvil sonó con un nuevo mensaje de Olivier. Estaba feliz de estar de nuevo en buenos términos con él, incluso ya haciendo planes para cuando regresara a Roma. Lo extrañaba un poco, aunque jamás se lo reconocería. Era difícil que no discutieran resultando tan opuestos de personalidad, pero al menos alguien le preguntaba si se encontraba bien y podía contarle todo sobre el bajón de esta mañana sin ser juzgada por ello.
—Es de muy mala educación eso que haces —comentó Luc a su lado pero ella lo ignoró—. Si estás hablando con alguien cara a cara, no sacas tu móvil y te pones a responder mensajes. ¿Con quién hablas tanto?
—Mi ex-no-ex —respondió Mica.
—¿Qué se supone que es eso? —él no ocultó el horror en su rostro y ella rodó los ojos.
—Salimos por un tiempo, cortamos, no nos hablamos por un buen rato pero por casualidad nos volvimos a cruzar así que hablamos y ocasionalmente nos vemos. No como amigos.
—Entonces sales con él.
—No.
—Pero lo sigues viendo y hablando. ¿Tienes idea de lo retorcido que suena eso?
—Es complicado.
—Si te peleaste con el sujeto, es por algo.
—¿Ves? Ese es el tipo de pensamiento que hace que las cosas fallen. Si algo se rompe, no lo desechas, si en serio te importa intentas arreglarlo.
—Si falló una vez, volverá a fallar.
—No es cierto.
—¿Entonces por qué no han vuelto en vez de sea lo que sea que es esto que tienen? —Mica resopló al escucharlo.
—Porque él es muy calmo y yo muy intensa, y es un idiota que le gustaría tener mi estilo de vida cuando yo preferiría la suya, así que por eso siempre terminamos discutiendo. Él es frío cuando eso pasa, y yo quemo con mi enfado, así que eso nunca termina bien.
—¿Por qué demonios sigues con este sujeto? —exclamó Luc espantando.
—No entenderías.
—No, sí lo hago. Tienes síndrome de mascota. ¿Fue tu primer novio?
—Sí.
—Definitivamente síndrome de mascota.
—¡Ey! ¡Yo no soy ninguna mascota!
—Sí, sí lo eres. ¿Él hizo algo para demostrarte que quiere algo contigo?
—Le importo.
—Joanne también me importa a mí, pero no quiero nada con ella. Lo que sucede es que fue tu primer novio, así que ahora crees que nadie te va a querer o tratar como él lo hizo, y por eso no lo dejas ir. Síndrome de mascota, te acostumbraste a tu dueño así que mueves la cola incluso si se olvida de alimentarte.
—¿Me estás tratando de perra?
—De un modo comparativo para ilustrar lo que digo, no busques allí algo con lo cual atacarme diciendo que te ando denigrando o algo por el estilo.
—Eres de ofender muy fácilmente a los demás.
—¿Quieres que te diga lo que en realidad estoy pensando sobre eso? Porque ahora lo estoy diciendo de un modo amable.
—¿Quieres que yo te diga lo que realmente siento sobre tu caso? El padre David insiste en que no sea tan directa, sueno peor que un demonio entonces.
—Esto no va a terminar bien —murmuró Luc negando con la cabeza.
—No, tengo corto temperamento y paciencia limitada.
—Y yo poca tolerancia.
—Lo sé. ¿Y crees que haremos buen equipo?
—Eres lo más decente que encontré y estás libre.
—Eres un gran poeta al momento de halagar a una chica, Lucien Monange.
—Son las emociones que despiertas en mí, insoportable camarada mía.
—Pues acostúmbrate a ellas, deprimente compañero mío.
Echó la cabeza hacia atrás, podría haber tenido peor suerte. Al menos el sujeto sabía de demonios y podía ayudarla a infiltrarse donde ella deseaba. Intentó verlo como un compañero de piso, la convivencia podría llegar a ser molesta pero a fin de mes la renta sería compartida y pagaría menos.
Al menos no lucía como el tipo de sujeto que podría ser fácilmente manipulado por demonios, sumaba puntos en ese ámbito. Cerró los ojos intentando relajarse un poco, su cuerpo le reclama por el mal sueño de la noche. Siempre había dicho que no deseaba ser ese tipo de chica que rompía y regresaba con su pareja constantemente al punto que ya nadie les creía cuando discutían, y odiaba la idea de estar convirtiéndose en una. No era su culpa, tan solo... todavía no encontraban un modo de solucionar su actual problema. Y que ella le hubiera lesionado la rodilla a Olivier no ayudaba en nada, aunque la frialdad de él al discutir tampoco.
En un mundo ideal, sin demonios ni temas religiosos, quizás pudieran resolver eso como dos personas normales, o tal vez no. Quizás era solo su ingenuidad al creer que podría tener algo con un simple humano, y creer que en serio funcionaría. ¿Había funcionado anteriormente? No podía recordarlo con exactitud. ¿El amor alguna vez funcionaba bien?
—Lo que quiero decir, es nunca estés con alguien que no te valora como mereces, Michaela Servadio —murmuró Luc—. No te rebajes para complacer a otros. No hay peor modo de matarse a uno mismo.
—¿Lo dices por experiencia?
—No en esta vida —respondió él y ella sonrió al ver que imitaba su tipo de respuesta.
—Ten paciencia, el amor es un veneno por el que vale la pena morir. No me gusta cuando termina, por eso arranco páginas.
—¿Qué?
—Los libros. Me gustan las novelas románticas, sé que es tonto y no son muy cultas, pero me gustan bien empalagosas y todo de rosa —ella sonrió ante lo ridículo que sonaba—. No me da vergüenza decirlo, es lo que disfruto. Pero arranco la última página, así no veo que dice fin y puedo imaginar que nunca termina, inventar mi propia continuación en mi cabeza.
—Eres una persona extraña.
—¿Tú no lo haces?
—Todos necesitamos un final en algún momento, no puedes extender algo eternamente si no quieres que pierda su esencia. Ese punto final es necesario, o la historia perdería sentido.
—Esos detalles, dicen mucho de una persona. ¿Cuál es tu lugar favorito en el mundo?
—L'Opéra de Paris.
—Claro, Marie mencionó que eres músico también —ella sonrió, deslizando su sombrero hacia abajo para poder cubrir sus ojos del sol—. Amo Aokigahara. ¿Pasabas mucho tiempo en la Opera?
—Iba a cada ocasión que podía.
—Visito Aokigahara cada verano durante mis vacaciones, amo acampar ahí. Afortunadamente, no muchos saben sobre este o lo que implica. Cuando el padre David me pregunta, siempre le digo que fui a Tokyo a meditar. Se supone que el meditar me ayuda a tener mi mente clara y mi alma pura. Visitaré la Opera si paso por Paris, solo para ver por qué te gusta tanto.
—Si alguna vez voy a Tokyo, veré ese Aokigara o como se pronuncie.
—Oh no, por favor nunca vayas a Aokigahara. Sería una verdadera lástima en alguien como tú. No es un lugar para chicos lindos que tocan el violín y seguro cocinan rico.
—No deberías pensar así.
—Nunca te contengas de dar un halago, podría cambiar el día del otro. Esa es mi política.
—No hablo de mí, hablo de ti.
—No sabes lo que pienso de mí.
—No es difícil sentirlo.
—Te equivocas —ella sopló hacia arriba, solo para sonreír con diversión al ver cómo el sombrero se movía ligeramente—. Eres empático. ¿No es así, Luc? No se nota, pero está en tus gestos. Te he estado observando estos días. Admito que me tomó un tiempo notarlo, pero eres empático, y por eso mismo impondré un límite de tiempo diario para pasar juntos. ¿Tiene algo que ver con ese juju del que tanto hablas?
—Cualquiera puede ser empático.
—En sentido general, sí. Pero tú lo eres en serio, tu comportamiento varía para imitar el de la persona con la cual estás y así comprenderlos mejor. Debe ser algo de paganos practicantes como tú. ¿Son las artes oscuras?
—¿Son tus prejuicios religiosos? —ella rio al escucharlo.
—¿Lo ves? Ahí está de nuevo. Esto podría llegar a ser un problema si no sabes controlarlo, no soy una buena influencia.
—No tienes la apariencia de una chica mala.
—Oh, soy de las peores, por eso no luzco como una. Espero a atraerte con mi amabilidad, y entonces corto tus tendones para obligarte a arrodillarte delante de mí. ¿No has oído mi nombre?
—Estás lejos de lucir como el arcángel Michael.
—Soy incluso más letal.
—¿Eso es una blasfemia?
—Posiblemente, luego la confesaré. ¿Crees en ángeles?
—No eres uno.
—Sin embargo una pluma blanca salvó a McKenzie, eso es misterioso —ella movió sus dedos para acompañar su tono—. Y lo misterioso es interesante. ¿No es emocionante? ¿Crees que sea algún tipo de ganso sagrado o algo por el estilo? ¿O tu madre era más que una caza-bobos y en serio podía encantar esas baratijas?
—¿Has oído hablar de respeto? Careces un poco de eso.
—Te llevarías bien con el padre David, él siempre me dice lo mismo.
—No imagino por qué...
—No existen gansos sagrados hasta donde sé, y el demonio blanco tampoco es alérgico a los gansos. ¿Excepto que haya sido el chino proveedor? ¿Existen gansos sagrados en el horóscopo chino?
—El ave del horóscopo chino es un gallo, no ganso.
—La pluma era de ganso según los estudios. Luego chequeo con un amigo si tienen algo gansoso.
—¿También tienen un sujeto para el horóscopo chino?
—Hay un especialista para todo, incluso lo chino. Tú solo sacaste el premio mayor conmigo. ¿Quién más habría de ayudarte con tu problema demoníaco? Los demás no durarían ni cinco minutos frente a uno.
Para el momento en que bajaron del bus, ella solo había recibido silencio al mandar un mensaje preguntando por gansos sagrados chinos. ¡Y el mensaje figuraba como leído por lo que Andrea era un maldito desgraciado que no le respondía! Seguro era porque ella se burlaba de su nombre, aunque él tampoco tenía un carácter de lo mejor. Lo acusaría. Llamaría luego al Vaticano y lo acusaría como buena chica responsable, y él estaría obligado a responderle.
Siguió a Luc intentando no distraerse por tantas tiendas vendiendo bonitas cosas brillantes. Por supuesto, era un caso perdido, por lo que varias veces tuvo que correr para alcanzarlo o él tuvo que arrastrarla para hacerla avanzar por la fuerza y así no separarse. Lo escuchó murmurar algunas cosas en francés que no debían ser nada bonitas, pero Mica estaba segura que necesitaba un dragón de jade para su piso o tal vez una genial espada nueva o tal vez más shuriken. Las armas, como la ropa, nunca eran suficientes.
Luc se detuvo en una tienda para hablar con quien parecía ser el dueño, ella solo podía fijarse en el gato blanco al otro lado de la calle observándola. Estaba sentado majestuosamente sobre un cesto de basura, su pelaje increíblemente pulcro. Sus manos picaron con la necesidad de tomarlo. ¿Su pelo sería tan suave como parecía? Miró sobre su hombro, Luc seguía hablando con el hombre chino. Él no se enojaría si se separaba unos minutos. ¿Verdad?
Era una chica grande, no necesitaba pedirle permiso ni nada por el estilo, y ciertamente no se perdería. Serían solo unos pocos metros. Su cuerpo ya se estaba tensando por la energía reprimida. Como cualquier chica, solo quería tomar al ser esponjoso y adorable entre sus manos. ¿No era una reacción natural?
Miró a ambos lados antes de cruzar la calle. Sus pasos fueron decididos, sus movimientos medidos para no asustarlo. En cuanto el gato dejó de prestarle atención, ella decidió que era el momento para actuar y atraparlo antes que escapara. Solo una dulce caricia, nada más. No era buena para tener mascotas a pesar que siempre le habían gustado. ¿Y si lo llevaba al hotel primero?
*
Era una pérdida de tiempo. Él lo sabía mejor que nadie, pero había una farsa que seguir para evitar futuros problemas. El pobre ganso que había sido desplumado por el proveedor del señor Cheng de seguro era tan capaz de detener un demonio como una roca, aunque Luc reconocía que no había sabido que la pluma era de ganso hasta que Mica lo había mencionado. Tal vez debió interesarse más por el detalle de los negocios de su madre... De todos modos, seguía sin ser culpa de un ganso sagrado.
—Me ayudaría mucho si me dijeras qué...
Él calló al constatar que Mica ya no estaba más a su lado. Esa chica terminaría por volverlo loco. Giró solo para constatar que tampoco estaba a su alrededor. ¿Cómo siquiera hacía para moverse de un modo tan silencioso? Era escalofriante, y él nunca antes había dudado de sus sentidos. Pero ella llegaba a ser peor que un fantasma en ese sentido, y Luc ni siquiera creía en fantasmas pero estaba comenzando a pensar que definitivamente no había algo bien con Michaela Servadio.
Logró localizarla al otro lado de la calle, de pie frente a un contenedor de basura luciendo tan inocente como debía ser posible. Había algo en su apariencia, como si sus gestos hubieran quedado congelados en la niñez mientras su cuerpo claramente no. Podría componer fácilmente algo inspirado en eso, una melodía atrevida salpicada aquí y allá con alegres notas más dignas de un musical para niños. Y sería magnífica. La perfecta mezcla de dulce y amargo en un plato de presentación. Nunca le había sido muy difícil oír e interpretar la música de los demás.
El problema era que la música de Mica no era como ninguna otra que alguna vez hubiera oído. A simple escucha parecía entusiasta y fluida, pero debajo de esos alegres tonos había inquietantes bajos como si la muerte acechara. Le hacía pensar a esas infantiles ranas que su madre le había mostrado una vez, tan bonitas con sus grandes ojos negros y brillantes colores, animales reales que parecían salidos de un libro para colorear para niños... y las malditas cosas más venenosas del mundo, un simple roce y el corazón se detendría en tres segundos de reloj.
Mica era igual con su brillante cabello azabache, y sus grandes ojos verdes. Él incluso había notado, al observarla lo suficientemente de cerca, que tenía un suave puñado de pecas repartidos sobre su nariz y mejillas aunque el maquillaje las cubriera bastante bien. También había contado la cantidad de armas que ella había dejado sobre la mesa la última vez, y sabía que ahora debía cargar exactamente lo mismo o más.
—¿Qué haces?
—No me gustaba cómo Bianca te estaba mirando —ella giró el rostro para mirarlo, y él no pudo evitar soltar un insulto.
No. Tenía que estar viendo mal. Esas gotitas sobre su piel no podían ser sangre... Se fijó en el revoltijo de pelos blancos y rojos y supo que lo era. Los rasguños en sus brazos tampoco dejaban lugar a duda.
Empujó a Mica dentro del callejón para evitar cualquier ojo curioso e inoportuno, ella pareció no darle importancia mientras torcía de nuevo el cuello del pobre animal como si creyera que al girar su cabeza lo suficiente, esta finalmente se desprendería del cuerpo. Sus manos estaban teñidas completamente de rojo, el gato definitivamente muerto, y su rostro carecía de cualquier emoción mientras ella clavaba sus uñas más profundo en su caja torácica para abrirla incluso más.
—¡No puedes hacer esto! —exclamó Luc luchando por mantener su voz baja para no llamar la atención, Mica resopló al rodar los ojos.
—¿Son todos los franceses tan sensibles? Comen caracoles, eso sí es repugnante —ella sacó un órgano y sonrió con auténtica felicidad—. ¡Mira! ¡Está lleno! Al menos el gato tuvo un buen festín como última cena.
—Deja eso ahora.
—Oh vamos, tú debes tocar estas cosas todo el tiempo. No te hagas. Todavía está cálido. ¿Quieres sentirlo?
—¡No!
—Sangran más cuanto menos esperes —murmuró ella con su vista fija en su trabajo, clavó su pulgar en el estómago hasta perforarlo—. Es un verdadero inconveniente. Los seres humanos tienen cierta aversión a la sangre en público.
—Al maltrato animal, asesinato, gastrectomía...
—No es mi parte favorita —Mica hizo una mueca cuando un líquido oscuro se deslizó fuera y empapó su mano, Luc apenas contuvo las nauseas ante el repugnante hedor—. Tienes que saber buscar bien, tantear a ciegas hasta dar con lo que quieres. Es toda una pequeña bolsa de sorpresas esto. Ratón, bola de pelos, croquetas, basura de la calle...
—No necesito el detalle.
—Si eres un gatito con mala suerte, entonces te tragaste esto —ella sonrió triunfal al extraer una cuenca de piedra y lanzó el cuerpo del gato al otro lado del callejón como si no fuera más que un muñeco olvidado—. ¡Te dije que no me gustaba cómo te miraba! ¿Lo ves?
—Aleja eso de mi rostro ahora mismo —Luc golpeó su brazo para alejarla tan pronto como ella sostuvo la cuenca delante de sus ojos para mostrársela.
—Escritura demoníaca —explicó Mica y escupió para limpiar la cuenca—. Alguien estaba vigilando al chino chinoso. Pobre gatito, comió algo feo.
—¿Y era necesario matarlo? —ella lo miró con curiosidad ante su tono.
—A juzgar por el olor, lleva varios días así. El interior del estómago estaba negro. Su alma dejó ese cuerpo hace tiempo, no era más que un muñeco. ¿Tienes hambre? Muero de hambre.
Luego de lo que acababa de presenciar, ni siquiera creía que sería capaz de cumplir con su turno nocturno en la cocina. Era escalofriante la precisión y detalle con la que ella había sido capaz de responder. Mica sacudió sus manos como si así pudiera limpiarlas, tan solo logró mancharse más cuando intentó limpiar su rostro también y Luc tampoco pudo ignorar los rasguños en sus brazos. No podían volver a la calle así.
—No puedes ir a ningún sitio en este estado.
—Hay agua en mi mochila —respondió Mica como si fuera suficiente.
Tendría que serlo. Cedió cuando ella señaló su mochila con un movimiento de cabeza y se acercó para abrirla. Cogió del interior una botella, la abrió, y echó su contenido sobre las manos de Mica para que pudiera lavarse. Ella le arrebató el objeto una vez que estuvo limpia y tiró el resto del agua sobre su rostro.
—¿Entonces? —Mica lo miró mientras echaba agua sobre su nuca—. ¿Qué averiguaste?
—Le compra sus plumas a un granjero local, aunque el sujeto no se ha pasado últimamente por aquí. Me dejó una dirección —ella le arrebató la tarjeta incluso antes que se la enseñara.
—Perfecto, veré de visitarlo esta tarde —Mica le mostró una amplia sonrisa antes de ofrecerle su botella—. ¿Sed?
—Mejor no.
—Es buena. La robé de Saint Patricks.
—Robaste agua bendita.
—No sé ni por qué te sorprende ni por qué pareces espantado ante la idea. ¿No hay un PizzaHut cerca?
—¿Cómo siquiera puedes pensar en comer luego de lo que hiciste?
—Matar siempre abre el apetito.
—Espero que no actúes igual con otras personas...
—El padre David no me deja más participar de exorcismos —ella hizo un mohín como una cría de tres años castigada sin su juguete favorito—. No es mi culpa si se niega a aceptar que no hay salvación para todos.
—Eres una chica oscura en el fondo, Michaela.
—¿Conoces la principal malinterpretación del viejo libro? Ángeles. Todos piensan en chicos lindos con el torso desnudo y alas, siendo perfectos y bondadosos, cuando no son más que sanguinarios guerreros. Tan solo intento estar a la altura de mi nombre. ¿Pizza?
Luc miró al gato muerto una vez más, y luego a la chica responsable de todo eso. Sí, la pizza parecía la única opción posible que no incluyera enloquecer o pensar en la locura que era andar cerca de ella. Asintió, y Mica chilló de alegría antes de salir del callejón dando pequeños saltitos. Al menos, si ella había sido capaz de sentir al gato y descifrar la verdad, quería creer que era una buena opción para combatir demonios. Aunque, conociendo a Mica como comenzaba a hacerlo, temía que la chica se hubiera arriesgado sin saber o matado al gato por simple diversión.
Ella tenia, en efecto, un detestable gusto por la comida chatarra. Tendría que corregir eso de algún modo si deseaba seguir llamándose un cocinero de prestigio, pero luego de la escena presenciada ni siquiera sentía hambre como para protestar cuando Mica pidió una pizza grande y la atacó sin esperar. Él seguía sin entender cómo podía caber tanta comida en un cuerpo de su tamaño, o de dónde siquiera sacaba tanto apetito.
—¿Entonces cómo es lo de esta noche? ¿Hay algún código de vestimenta o algo? —preguntó ella.
—Negro.
—Eso es taaaaan original... Jamás lo hubiera imaginado. ¿Lugar y hora?
—Te avisaré cuando te pase a buscar.
—Esto no es una cita. Ya tengo a un chico para eso.
—No te puedo dar la dirección sin más, hay reglas que cumplir y tú no eres del tipo que recibiría una invitación de conocerse tu profesión.
—Dime dónde y a qué hora encontrarte, y yo me ocuparé de no apestar a agua bendita como bien dices.
—Sangre y agua bendita, ahora mismo.
—Una hermosa combinación. ¿Eres de esa gente rara que tiene los sentidos cruzados? Eso sería genial, siempre quise conocer a alguien así. ¿Algunas visiones te provocan olfatear aromas? Porque ni la sangre ni el agua bendita tienen olor.
—Si llegan a sospechar lo que eres, te matarán, y prefiero no imaginar qué me harán a mí.
—Soy algo difícil de matar —ella asintió para acentuar la afirmación—. Estoy segura que debe existir un libro de quejas en el infierno por eso. ¿Y por qué yo soy quien tiene que poner en juego su alma y tú no?
—No peleo, soy un pacifista.
—Que hace trato con demonios...
—No.
—A mí no me engañas, andas medido en algo turbio —ella entrecerró los ojos al observarlo antes de distraerse por completo con su próxima rebanada de pizza—. ¡Amo el queso!
—Soy un músico, no existe modo más directo de alcanzar un alma. Créeme, soy tu mejor opción y quieres tenerme de ancla si se te complica la situación.
—Mucho bla bla y poco ta-dah.
—¿Cuántos años tienes? —Mica miró sus manos y comenzó a contar con los dedos, Luc suspiró al negar con la cabeza—. Mejor déjalo.
—¿En serio crees que los años significan algo? —preguntó Mica mirándolo con sus grandes ojos—. He conocido a niños apenas capaces de hablar, más inteligentes que cualquier anciano decrépito al borde de ser puro polvo por su edad. Los niños son los primeros en notar actividad demoníaca, son más astutos que los adultos en eso. Por eso siempre finjo llevarme bien con ellos.
—¿Los compras con dulces?
—Nah, les hablo como hablo con todo el mundo o los amenazo con el Cuco para que escupan lo que saben.
—A prueba de fallas.
—No lo dudes. Siempre ten al Cuco de tu lado, es fundamental.
—¿Algún otro consejo fundamental de parte de una especialista?
—¿Te estás riendo de mí? —Luc fingió completo espanto ante la idea.
—No, por supuesto que no. ¿Cómo puedes pensar eso?
—¡Sí lo estás haciendo! ¡Le diré al Cuco que vaya por ti también!
—Qué miedo.
—Eso no es nada amable.
—No espero ser amable con el señor Cuco.
—Pues deberías —ella lo señaló con una grasosa porción de pizza todavía unida a la caja por un pegajoso hilo de queso—. ¿Sabes por qué debes temerle al Cuco? No por lo que le haga a los niños, la muerte no tiene solución y las heridas sanan, si no por lo que puede llegar a dejar detrás. Traumas a un crío, y estarás creando un adulto peligroso.
—¿Sufres de traumas infantiles? ¿Pasaste hambre o algo así? —preguntó Luc viendo como ella iba por la tercera porción.
—No que recuerde. Solo me gusta comer.
—Tampoco puedes llevar armas esta noche —dijo él y ella lo miró como una niña a quien le habían quitado su postre—. Hablo en serio. Te registrarán, y te prohibirán el ingreso si tienes alguna.
—¡Pero son mis juguetes!
—Son las reglas. Se supone que sea una pelea justa.
—No existe nada justo entre demonios.
—No rompas las reglas.
—¿No enloqueces?
—¿Por?
—Siendo tan contradictorio, participando en estas cosas pero hablando de respetar las reglas. Aun no sé qué tienes, pero no eres como el resto. No pareces el idiota habitual que hace tratos con demonios. ¿Entonces qué estás haciendo?
Si tan solo supiera la respuesta a esa pregunta... No era como si no se cuestionara lo mismo cada mañana, o cada vez que veía a Mica. Ella le sonrió con diversión ante su silencio. No había nada allí más que simple curiosidad de momento. Estaba firmando su sentencia a muerte, eso estaba haciendo. Los demonios lo matarían de saber que infiltraría a una enviada del Vaticano al nexus meus, Zed también lo haría por relacionarse con ella, a esta altura incluso comenzaba a creer que Rufi se sumaría a la ejecución de su tormento. Rufi jamás perdonaría a la Iglesia por lo que le habían quitado...
—Mi familia es más importante para mí que cualquier otra cosa —respondió Luc y entonces Michaela aplaudió.
—Oh, estás cometiendo traición. ¡Eso es divertido! —ella se sentó recta, aplaudiendo con más entusiasmo—. Me caes bien. ¿Cómo se siente?
—Prefiero no hablar del tema.
—¿Por qué? La traición es algo natural de cualquier ser vivo, no entiendo entonces por qué la palabra resulta tan fuerte para la mayoría —ella se encogió de hombros mientras juntaba dos porciones como si fuera un sandwich—. Es sinónimo de cambio. Y el cambio es algo natural y que hace bien, nuestros impulsos nos hacen mutar constantemente. Se siente como un viento fresco en medio de la noche o un buen chapuzón un día acalorado. ¿No es cierto? Amo la adrenalina de finalmente atreverte a hacer lo que deseas a pesar de lo que deberías. Tal vez por eso el padre David rece tanto por mi alma, me aburro fácil y cambiar las cosas devuelve un poco de entusiasmo. Debe temer que cambie de bando o algo así, pero los demonios son molestos. En serio, debe tomar mucho trabajo todo eso de posesiones y malas influencias y demás cosas que hacen, y es algo sin descanso. Prefiero esto, con vacaciones constantes y trabajos ocasionales.
—¿Por qué escoger esa vida, teniendo tantas opciones?
—¿Algunas vez has sentido que estás absolutamente destinado a algo y es lo que harás de tu vida? Como esas personas que simplemente saben desde siempre que quieren ser médicos o abogados o lo que sea, así de seguros sobre su futuro —él sacudió su cabeza y ella se echó hacia atrás—. Yo tampoco. No entiendo cómo esa gente lo logra.
—Todos estamos destinados a algo.
—Claro, estoy destinada a ser naturalmente molesta y me divierte serlo. ¿Pero si no puedo cambiar eso, por qué no serlo con los sujetos que hacen cosas como lo que le hicieron a tu mami? —Mica se puso de pie enseguida cuando su teléfono comenzó a sonar, recogió sus cosas y dudó un momento antes de coger las tres porciones que le quedaba increíblemente con una sola mano—. Se acabó nuestro tiempo juntos, luego pásame la dirección y hora. Fue un lindo almuerzo, deberías ser así más seguido.
—¿Así cómo?
—Cool. Haciendo bromas sobre el Cuco —ella le ofreció una dulce sonrisa al decirlo—. El mundo está plagado de oscuridad y males, pero si les restamos importancia al burlarnos de eso, entonces es más fácil disfrutar de la vida. A veces hacerse el tonto sirve para sentirse feliz.
—Entonces te debes sentir muy feliz por cómo actúas.
—¡Ey! —Mica se quejó, y él no pudo evitar sonreír ante su reacción.
—Te veo más tarde.
—También eres más lindo cuando sonríes, tenlo en cuenta.
Ella le guiñó un ojo antes de partir, y él sonrió una vez más cuando ya no estuvo. Después de todo, no resultaba tan insoportable, y también tenía un bonito modo de ver la vida algunas veces. Le gustaba eso de su parte, su optimismo a pesar de todo el mal que debía haber presenciado por lo que era su trabajo.
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