Capítulo 3: Rose blue
{Abi}
Hace un rato me encontré con Ash, lucía misteriosa y me pidió vernos esta noche justo donde nos encontramos la noche anterior.
Por alguna razón al verla o pensar en ella mi corazón no puede parar de latir con fuerza, mis manos están inquietas jugando con mis rizos rubios.
Ash es tan especial, cuando estoy con ella el tiempo parece detenerse, el mundo se siente más quieto, más puro, el aire es más fresco y cada segundo dura eternidades.
—¡Eva! —salté en mi lugar ante el grito de mi esposo, le observé apenada, Adán llevaba rato hablándome, pero no le había prestado atención.
Él lucía enojado, golpeó su lengua contra el interior de su mejilla y recogió sus cosas.
—Eres tan incompetente que ni siquiera puedes usar bien tus oídos —pasó por mi lado golpeando mi hombro haciéndome caer al suelo.
Sentía sus pasos cada vez más lejanos, pero los rizos rubios que cayeron frente a mi rostro me impedían ver.
Odiaba ser tan débil a su lado.
Unas pequeñas y frías manitos sobre mis mejillas me hicieron levantar la vista, mi pequeño Abel apartó los rizos de mi rostro y me sonrió.
—¿Te caíste mami? —asentí y lo abracé— ¿Y padre?
—Ya se fue, mi luna —él sonrió emocionado, Adán ni siquiera sabía ser un buen padre por lo que su propio hijo le temía y se alegraba cuando se iba.
—¿Entonces podemos ir al mar? —asentí y me puse de pie sonriendo.
—Pero recuerda no mojar mucho tu cuerpo —acaricié su cabello tan rubio que llegaba a parecer blanco.
Tomé su manito y caminamos hasta el mar, al llegar él corrió feliz y comenzó a jugar en la arena.
Me senté suspirando y le observé por un rato.
Cuando fui creada simplemente abrí los ojos y de pronto sabía todo y nada a la vez.
Me dijeron "este es tu esposo, debes darle hijos" así sin más.
Durante el día Adán fue todo un caballero, la pasamos demasiado bien, me hizo sonreír y me enseñó todo lo que debía saber de nuestro "hogar".
Pero llegada la noche, solo me tomó, a la fuerza, no se detuvo a pesar de mi llanto.
Estuve enojada con él por semanas hasta que el ángel Haniel se me apareció mediante un sueño y me dio la noticia de que producto a esa noche dentro de mí se estaba creando una nueva vida, mi amado Abel, mi razón de existir.
Adán mejoró y no me maltrató hasta que Abel nació, pero luego comenzó a rechazar a nuestro hijo sin razón, buscándole defectos y diciendo que no era digno y que yo era defectuosa por darle un hijo imperfecto.
A veces la vida se volvía dolorosa.
Sequé una lágrima traicionera que resbalaba por mi mejilla y me puse de pie para ir a jugar con mi pequeño.
(👭)
{Ash}
La rubia apareció entre los árboles con una sonrisa radiante, sus rizos rubios adornados con una hermosa flor y su característico olor a fresas y rosas.
—Ash ¿En qué momento preparaste todo esto?
Había algunas frutas deliciosas acomodadas sobre algunas hojas que acomode minuciosamente. El lugar que había escogido estaba adentrado en el bosque, entre árboles y flores, de los árboles guindaban flores enredadas hacia abajo simulando cortinas, las luciérnagas parecían danzar alrededor de nosotras dándole un toque magnífico.
—Digamos que tú me pones creativa —sonreí y ambas nos sentamos.
—Me siento halagada. Nunca habían hecho algo tan lindo para mí.
—Mereces esto y más Abi.
Comimos algunas frutas entre risas y juegos.
—Abi mm... tienes... tus labios están embarrados —la chica trató de limpiarse sin dar con el lugar que era.
Me acerqué a ella y con mi dedo limpié suavemente sus labios, me quedé un rato embobada mirando sus finos labios rosados. Levanté mi vista dándome cuenta de que ella me observaba atentamente, nuestras respiraciones chocaban entre sí haciéndonos ver lo cerca que estábamos.
Y simplemente dejé de pensar.
Fue como si con un interruptor apagaran mi cerebro.
Olvidé que éramos de especies distintas.
Que ella tenía esposo.
Que mi padre me mataría si llegaba a enterarse.
Que ambas éramos mujeres.
Lo olvidé todo y simplemente hice lo que mi corazón pedía.
La besé.
Junte nuestros labios y me perdí en al adictivo sabor a cereza, chupé y mordí sus labios queriendo quedarme para siempre con su sabor. Mi lengua se abrió paso en su boca conociéndola, con cada segundo, cada movimiento, cada suspiro me volvía loca.
Nos separamos y nos miramos agitadas y sonrojadas, luego soltamos pequeñas risitas.
—Nunca había recibido un beso tan... caliente. Me ha gustado mucho Ash —mordí mi labio por su confesión
—También me ha gustado, Abi tus labios son lo más dulce que he probado en toda mi vida —confesé mirando su rostro sonrojado.
Tomé la rosa roja que ella traía en el cabello y luego de pasar mi mano por encima de esta, la rosa se volvió azul.
La rubia me miraba boquiabierta por lo que acababa de hacer, coloqué de nuevo la rosa en sus rizos rubios y dejé un tierno beso en su frente.
(La rosa azul a medida es utilizada
como símbolo de un amor ardiente,
pero imposible.)
(🌙🌞⭐)
Moví mi cabeza a ambos lados mientras soltaba un suspiro, estaba agotada y cansada.
—¿Terminaste el informe, Ash? —miré a Zadkiel a mi lado.
Este se acercó a mí con su rostro serio, su cabello rubio le llegaba hasta mitad de cuello, sus ojos verdes eran muy bonitos y tenían una magia que lograba atraparte, aquel brillo chispeante que te hacia creer que mirabas directo hacia dos diamantes, era alto, delgado, elegante e intimidante. Sus labios gruesos y de un tono rosado bastante intenso. Su piel blanca era perfecta, sin un lunar o una cicatriz.
Zadkiel era una obra digna de admirar.
Había que felicitar a mi padre.
—Sí, está hecho —me puse de pie y le seguí por los largos pasillos blancos con adornos dorados.
Varios de nuestros hermanos pasaban de un lado a otro en sus tareas diarias, me sentía mareada estando de nuevo en este sitio, como si estuviese fuera de lugar, la incomodidad me invadía por completo.
—¿Todo bien? —Zak me miraba con curiosidad. Asentí fingiendo una sonrisa y sacudí el polvo imaginario del largo vestido negro de cuero que debíamos usar cuando veníamos al cielo.
Era como un traje de combate.
Mangas largas, el vestido en sí largo hasta el suelo, botas personalizadas, todo de material duro y resistente, el cinturón para poner las espadas forjadas con poder de nuestro padre.
—Miren a quienes tenemos aquí —al escuchar la voz de Arariel levanté la vista para observarla, su cabello rubio caía lacio hasta su cintura, sus ojos negros me observaban con superioridad. Su cuerpo era demasiado delgado y sus labios gruesos.
Ella era mi hermana mayor y sentía un odio profundo hacia mí por alguna razón, la cual desconocía.
A su izquierda estaba Baraqiel, otro de mis hermanos mayores, era demasiado alto, incluso más que Zadkiel, su piel era morena, el cabello era castaño oscuro, sus ojos negros y labios gruesos.
Y a la derecha estaba Dardail, ella era más bajita que todos nosotros, tenía un cuerpo curvilíneo realmente envidiable, su cabello era corto color negro y siempre estaba desordenado, sus ojos negros eran rasgados y los labios abultados siempre tenían un color rojizo.
—¿La ovejita negra vuelve a casa? Te veías demasiado a gusto entre esas especies inferiores.
—Humanos —gruñí—. Son humanos, no especies inferiores.
—Mira bonita, ya que eres mi hermana menor te daré un par de lecciones —trató de tocar mi hombro, pero retrocedí evitándolo.
—Arariel, no estoy para ti y tus malditas e inservibles lecciones —pasé entre ellos enojada saliendo hasta los balcones y mirando hacia abajo.
Podía ver a la rubia recogiendo flores con una hermosa sonrisa y me fue inevitable no sonreír también.
Deseaba volver cuanto antes y pasar tiempo con ella para de nuevo sentirme yo misma.
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