Epílogo



Una compuerta vieja y destartalada se deslizó con un chirrido agónico, el mecanismo estaba bastante deteriorado y oxidado, pero cedió lo suficiente como para que una figura se deslizara entre la penumbra y se posara en el marco de la puerta.

—¿Qué tal vas?

El aire olía a metal, humedad y un hedor particular, potente, incisivo... orgánico.

Dentro de una cámara, el único resplandor provenía de una serie de pantallas de soporte vital ancladas a un muro, y predispuestas en hileras, relumbrando con un brillo gélido a la persona tumbada en el centro de la sala:

Eryon Vank.

O al menos, lo que quedaba de él.

La barba le había crecido desordenada, su cabello enmarañado ya le llegaba a los hombros, y su cabeza reposaba sobre una almohadilla; y aunque su cuerpo se hallaba estático, su pecho subía y bajaba lentamente. Ya no tenía posibilidad de despertar, solo podía... resistir.

Y justo sobre él, inclinada en una postura encorvada y sobrehumana... se hallaba Kiki.

Su mandíbula estaba abierta, demasiado abierta, con dientes afilados y simétricos que se incrustaban en la frente de Vank. No con violencia. No con crueldad. Si no más bien con un sutil cuidado... y suavidad.

Poco a poco, los fue retirando hasta que el proceso terminó y un hilo de líquido oscuro y viscoso resbaló desde la herida hasta la base del cuello de Vank.

Una mirada sin emoción de cuatro ojos violetas se depositaron en él. Ella permaneció en esa postura durante unos momentos, luego se pasó el dorso de la mano por los labios, y se limpió los restos de la sangre de Eryon. Con cuidado, colocó un vendaje en su frente y culminó con un suspiro.

—Ya está. La quinta y última dosis.

La figura en la entrada permaneció en la sombra, tan solo como un observador.

—Entonces. Ya no va a despertar. ¿No?

—No... —Giró la cabeza y recorrió con la mirada los cables, las conexiones y los tubos de soporte vital que rodeaban a Eryon—. Seguirá soñando hasta que... se vaya.

El silencio que siguió fue asfixiante. Sin embargo, aquella figura en la entrada dio un paso dentro de la habitación.

—¿Y qué piensas hacer con él? Ya son seis. —Su tono era neutro, sin juicio alguno—. Siento que te esfuerzas mucho por mantenerlos vivos. Sabes que no hace falta.

Kiki se giró lentamente. Más allá de Eryon, había otros.

Sus cuerpos estaban sumergidos en cápsulas llenas de un líquido rojo y suspendidos en un letargo infinito. Allí había hombres de distintas especies, diferentes edades, todos respirando a ritmos dispares, pero suaves.

Y al igual que Eryon, todos soñaban.

Kiki empezó a caminar. Las cápsulas proyectaban una iluminación roja mortecina en su delgada silueta mientras se desplazaba entre ellas. Al llegar a una de ellas, específicamente al primero de aquellos individuos que había caído en sus redes, apoyó su mano sobre el cristal.

—Es lo mínimo que puedo hacer por ellos.

—Sí, claro. No te juzgo, solo preguntaba.

Kiki deslizó los dedos sobre la superficie de la cápsula antes de seguir caminando.

—Podían haber despertado en cualquiera de las cinco administraciones.

Pasó a la siguiente cápsula.

—Pero no lo hicieron.

Y luego a la siguiente.

—¿Sabes por qué?

Ella se detuvo y se volteó para enfocar a la figura desde la penumbra. Él, por otro lado, esperó paciente por la respuesta.

—Porque se enamoraron de mí.

Suspiró, mientras recordaba todas las cosas que había hecho, aunque fuese en sueños, con ellos.

—Porque confiaron en mí.

Su voz descendió a un susurro.

—Y confiarán en mí hasta el final.

La figura dejó escapar un resoplido.

—Bueno. —Se cruzó de brazos—. Al menos están viviendo buenos sueños, ¿no?

Kiki no respondió. La figura prosiguió.

—Quiero decir, no es real, pero cumplirán todo aquello que desean... y con la persona que aman. —La figura le lanzó una mirada de soslayo—. No es tan negativo, si lo piensas bien.

Ella solo se encogió de hombros.

—¿Puedo preguntarte algo? —dijo repasando con la mirada cada una de las cápsulas, hasta que finalmente llegó a Eryon—. ¿Soy una mala persona?

La figura inclinó la cabeza, sin responder de inmediato. Volvió a mirar a los hombres colgados entre cables y ese horrible líquido rojo, prisioneros de un sueño del que nunca despertarían. Luego, volvió su mirada hacia ella.

—Bueno. La línea es muy difusa, ¿no? —Se acercó un poco más. Suspiró—. Entiendo lo que sientes, pero si te hace sentir mejor, para mí... —Se señaló a sí mismo—, y para nuestra hermandad, para todos aquí... tú eres esencial.

Su voz descendió levemente.

—Y yo creo que eres una excelente persona, Kiki.

Ella se quedó en silencio. La figura se dejó recostar de nuevo contra la pared.

—Si lo ves desde otro ángulo, a pesar de las circunstancias reales... ellos te aman.

Kiki pasó un dedo por la superficie de la cápsula, dibujando un círculo ausente.

—Supongo.

—Y les diste la oportunidad de cumplir sus sueños. A veces, créeme, me gustaría ser uno de los que están ahí colgando.

Kiki rio suavemente. Finalmente, una mínima sonrisa.

—Entonces... —La figura se separó de la pared con un suspiro—. ¿Qué sigue ahora?

Ella se giró hacia la compuerta entreabierta.

—No lo sé. Por lo que veo... el jefe querrá seguir con este método, ¿verdad?

—Nos estamos forrando con la mercancía de esas naves. —La figura se encogió de hombros—. Así que supongo que sí.

Ella asintió.

—Aunque puedo convencer al jefe de que te deje tomarte unas vacaciones. Las mereces, después de todo.

—¿En serio? —preguntó ella, alzando una ceja.

La figura le hizo un gesto con la cabeza.

—Claro. Vamos —Dio un paso fuera de la sala—. Sé de un planeta que te encantará.

Ella lo siguió y atravesó la puerta, pero justo antes de marcharse, se detuvo y volvió la vista una última vez hacia la sala.

Vio las cápsulas.

Vio las pantallas.

Vio a esos hombres atrapados.

Suspiró y sonrió con melancolía.

Vio a Eryon.

—Espero que sean felices, chicos. —No pudo evitar que una lágrima descendiera desde su ojo inferior izquierdo—. Por favor.

Y cerró la puerta.





Fin.

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