Tribulatio


— No te lo puedo creer — Miraba el complejo de apartamentos meramente conocido. Para mi desgracia demasiado conocido.

Dejé pasar tiempo para que los golpes ya pasaran casi desapercibidos, así que me puse a investigar algún tipo de trabajo, pensé en una cafetería, pero desafortunadamente no soy buena atendiendo a la gente con una gran sonrisa, además aparece cada imbécil que me hace querer golpearlos.

Uno de mis compañeros de la universidad me informó de uno, y básicamente tendré que cuidar a una niña de siete años, sus padres no tienen el tiempo para hacerlo. Así que me apresuro en tomar el elevador y bajarme del mismo un piso antes de donde vive Taiju. Suspiro fuertemente para así avanzar, mis no tan altos tacones resuenan en las losetas marmoleadas y me dirijo a la puerta correcta, toco y en cuestión de segundos una chica de limpieza me abre.

— Usted es la señorita Hideki, ¿Verdad? — Asiento amablemente y esta me cede el paso para adentrarme al hogar donde también perteneceré no sé por cuanto tiempo.

El estilo es demasiado nórdico, pero trasmite mucha calma y paz. No tardo en escuchar una cálida voz, miro a mi izquierda y una mujer de cabellos negros me da los buenos días.

— Eres muy alta — Me regala una sonrisa —. Soy Avallone, ven conmigo para que hablemos los tres y conozcas a mi esposo.

La sigo y el sonido de las zapatillas altas es el único ruido que hay; al entrar a la otra parte del apartamento pude mirar al esposo, quien vestido formalmente se encontraba arreglando sus cosas, supongo que para irse a trabajar.

— Buenos días — Salude lo más alegre posible.

— Hola Hideki — Me sonríe y me mira con fijeza —. Seremos breves, se nos hace tarde para irnos al trabajo. Solamente te pedimos que trates bien a nuestra hija, Sully nos habló bien de ti, espero puedas seguir pagando tu universidad.

Sully es quien me encontró este trabajo.

— No se preocupe, sé que su hija es su tesoro más preciado.

— Lo es — Me estrecha su mano y se dirige a la salida del estudio —. Está dormida, entra a las ocho a la escuela, sale a la una de la tarde, ¿Sí sabes en dónde va?

— Sí, no está muy alejada la escuela.

— Perfecto, nos vemos Hideki — El matrimonio se despidió de mi y solamente me queda una incógnita por resolver y es si la niña sabrá que estoy aquí.

Miro el reloj y veo que en unos minutos serán las siete de la mañana. Entro en pánico porque ni siquiera me dijeron en qué habitación se encuentra la niña, así que salgo al pasillo para buscar las demás piezas. Hasta que mi visión capta a un infante de cabellos negros y tez blanca, la niña lleva un pijama rosa con nubes blancas y se talla sus ojos.

Me quedo mirándola hasta que termina su acción y me observa detenidamente, ella automáticamente me sonríe. Sus ojos mieles se ven soñolientos.

— ¿Tú serás mi nueva niñera? — Asiento con una enorme sonrisa.

— Así es — Le extiendo mi mano para que la tome y ella me dirige a la sala de estar —. Soy...

— Hideki — Su diminuto cuerpo se traslada al sofá y me mira —. Yo me llamo Bethany.

— Un gusto, señorita Bethany — Aquellas palabras le causan risa —. Creo que me vas a tener que decir que es lo que te gusta de desayunar.

Entablar una conversación con ella no fue difícil, en este caso, la niña es demasiado extrovertida y le encanta estar platicando de lo que sea. Me doy cuenta de que tiene modales y está muy educada. Tenía un poco de miedo que no me aceptara, pero siempre termina pasando lo contrario; al cuarto para las ocho estamos en camino para la escuela, me despido de ella y entra caminando tranquila, con su sonrisa.

Ahora tengo que esperar a que pase el tiempo para ir a recogerla, así que mejor pierdo el tiempo en el departamento. La señora que hace la limpieza se ha ido, así que husmeo un poco, en una de las paredes del estudio existe un sinfín de reconocimientos y diplomas, inglés, francés, italiano... Maestrías y doctorados, así como demás licenciaturas.

Definitivamente esto es lo que quiero. Miro el reloj y mi chistecito de husmear se viene al suelo cuando faltan cinco minutos para la salida de Bethany. Tomo las llaves y salgo lo más rápido que puedo, pido el elevador, las puertas se abren.

Mi sonrisa desaparece cuando Taiju está delante de mí con su ceja levantada, acto seguido se cruza de brazos y sigue mirándome.

— Con permiso — Digo sin más.

— Buenos días.

— Tardes — Miro el reloj de mano y parece que el tiempo pasa más rápido.

— ¿Qué haces aquí? — Miro las puertas del elevador y el numero que desciende.

— Eso es lo de menos, tengo prisa — Las puertas se abren y salgo como alma que lleva el diablo, pero este me toma de la mano y me detiene —. Taiju, déjame ir o de lo contrario me quedaré sin trabajo.

— ¿Trabajo? — Me acerca más a él y entrecierro los ojos.

— Déjame ir, ahorita te explico.

— Te acompaño.

— No, ni se te ocurra — Inclina su cabeza ligeramente y se queda en silencio.

— Está bien, pero ya vamos — Ahora yo soy la que toma su mano y lo llevo caminando lo más rápido que puedo —. Tenemos un minuto.

Corro lo más rápido que puedo y poco a poco veo la escuela hacerse más grande, me siento aliviada cuando llego y las puertas aún no están abiertas. Llego casi arrastrándome respirando con dificultad, llevo mi mano izquierda a mi pecho mientras trato de recuperarme.

— Te estás desmayando, niña.

— No hago ejercicio, me la paso sentada o acostada procrastinando y de la nada tengo que correr como imbécil — Doy un suspiro largo y un poco más calmada me coloco erguida —. Tú estás como si nada, que envidia.

— Hago ejercicio.

— Ya lo sé — Me percato de que lo sigo tomando de la mano, la miro y es enorme a lado de la mía. Sonrió y la suelto —. Larga historia, pero tuve que meterme a trabajar, no preguntes por qué.

— ¿Por qué? — Me cruzo de brazos, las comisuras de Taiju se elevan divertidas y suelta una ligera carcajada —. ¿Y de qué trabajas?

— Niñera.

— Estás loca — Frunce el ceño y ahora el se cruza de brazos —. ¿Tienes la paciencia?

— Con los niños sí, con los adultos no — Escucho el timbre anunciando la salida —. Ya vengo, puedes irte...

— ¿Por qué me estás corriendo? — Este camina a lado mío, no es la primera vez.

— No lo hago, teniendo en cuenta tu aspecto, vas hacer que mi niña se espante.

— ¿Qué tratas de decir, Hideki?

— Eres alto, muy alto, demasiado musculoso y tienes una cara fea... — Me percato de mis últimas palabras y hablo más rápido —. O sea, no, no eres feo, eres guapo, a lo que me refiero es que siempre tienes cara de enojado e intimidas.

— ¿Guapo? — Su cuestionamiento divertido me hace bufar.

— Sí, pero no te subas al pedestal — Me burlo de él, y me acerco a la entrada donde rápidamente diviso a Bethany.

— Hola, hermosa, ¿Cómo te fue? — Me toma de la mano y comienza hablar de todo lo que hizo, yo le presto toda la atención del mundo hasta que su voz baja poco a poco quedándose en silencio una vez que estamos enfrente de Taiju.

— ¿Ya ves?, la asustas — Me mira fijamente para después viajar y observar a la niña, quien se pega a mi cuerpo.

— Tranquila, no muerdo — Dice en voz baja.

— Una sonrisa no te hará mal — Golpeo su pecho y me percato que esta vez no tiene su uniforme, sino ropa informal —. ¿Por qué no estás con tu uniforme?

— Que preguntona.

— Aprendo del mejor — Caminamos los tres, Bethany poco a poco se muestra como la niña que es, pero en este momento tiene un grande helado de chocolate.

— Entonces te veré por aquí más seguido.

— Desafortunadamente — Bromeo.

— ¿Y tú hermano?

— Y vas con lo mismo... Katsu no sé qué hace, y el mudo soy... — Me aclaro la garganta con fuerza —. No sé en donde está.

— ¿Estás enojada con tu hermano?

— Es qué es un idiota — El insulto lo digo en voz baja —. Ya no sé que esperar de él, sinceramente. Creo que se aprovecha del privilegio que tiene en la casa.

— ¿Tú hermano el estúpido tiene privilegios? — Su pregunta con tono irónico me hace reír.

— En la casa sí... Mi papá es una cosa demasiado complicada — Rasco mi cabeza —. Pero nada fuera de lo normal, supongo.

— Lo normal es no ser complicado — Suspiro —. Eres muy intrigante, siempre cuentas las cosas a medias y eso me hace enfadar.

— Pero vaya, vaya, el señor Shiba se enoja porque no le cuentan el chisme completo.

— ¿A quién le gusta las cosas a medias? — Subimos al ascensor —. ¿A dónde ibas?

— Al supermercado... Pero me has distraído — Me burlo, las puertas se abren y me dirijo al hogar de Bethany, abro la puerta y la niña se adentra dando pequeños saltos. La miro unos segundos y cierro un poco la puerta.

— Bien, nos vemos luego — Me encojo de hombros, este trata de reprimir su sonrisa.

— Tú me debes algo.

— Dinero no tengo, al rato te mando al mudo para que te pague — Mientras este se pone serio, yo intento adentrarme al departamento, pero es casi imposible hacerlo.

Su gran cuerpo se acerca a mí, poco a poco. Coloca una de sus manos a lado de mi cara y siento sus dedos en mi mentón, suavemente me obliga a mirarlo a los ojos. Lentamente recorro mi vista desde su garganta hasta sus orbes dorados, mismos que demandan una fuerte atención, no puedo evitar observar todo su rostro.

— Taiju... Estoy en el trabajo — Susurro y miro por encima de su hombro tratando de calmar mis nervios.

— Aún no — Sus labios cerca de mi oreja me hacen cerrar los ojos —. No me voy a ir de aquí hasta que termines lo que empezaste la otra vez.

— Yo no... — Una ronca risa es lo que escucho y me hace callarme —. Debo volver.

— Podrías volver si tan solo te apuraras — Enderezo mi rostro y me acerco al suyo un tanto insegura de lo que estoy por hacer.

El mira mis labios, hasta que el toma la iniciativa al verme tan calmada. Ahora nuestras respiraciones se mezclan y un olor a menta fresca me es agradable. Mis nervios me hacen estampar mis labios contra los suyos de una manera un tanto brusca para mi gusto, pero son bien recibidos ya que mi contrario me corresponde al mismo tiempo que me toma de la cintura. No tarda en dominar aquel beso que poco a poco me deja sin respiración, su saliva sabe más dulce y sus movimientos me hacen solo dejarme llevar, sin permiso alguno, su lengua aparece, formando un beso francés. Coloco una de mis manos en su pecho para detenerlo, pero ese intento fue arrebatado al tomarme de la muñeca y querer empotrarme.

— Taiju, necesito volver — Coloca su frente con la mía mientras me recupero de aquello —. Nos vemos más tarde.

Me escabullo lo más rápido que puedo y entro al departamento, me siento caliente del rostro, y aún respiro con dificultad. Veo a Bethany acercarse a mí.

— Oye, ¿Me ayudas hacer mi tarea?

— Claro, corazón.

Corazón es el que casi se me sale hace unos momentos.

La tarde pasa agradable, y mientras los minutos siguen avanzando una fuerte cruda moral me ataca, sí, es guapo, pero ¿Por qué tuve que hacer eso?, las ganas de proteger a mi hermano me llevaron hasta esto y poco a poco se complicará todo, de por sí es cansado fingir una persona que no soy. Las diez de la noche anuncian me retirada ya que los padres han llegado de su larga jornada de trabajo.

Mi móvil comienza vibrar, miro la pantalla y es mi hermano.

— ¿Qué quieres? — Salgo a las calles oscuras.

— Tienes que venir rápido — Susurra.

— ¿Por?

— Taiju está aquí — Me detengo de golpe sintiendo un escalofrío.

— Pues distráelo — Camino más rápido —. Llego en un momento, ¿Qué le has dicho?

— Qué el mudo se estaba bañando, pero esta vez nos quiere a los dos.

— Maldita sea.

No tardo en echarme a correr para divisar mi casa y entrar por la ventana. Mi pie se resbala y casi caigo. Me tomo de alfeizar y me impulso, para entrar rápidamente a mi habitación. Repito mis acciones para que en menos de cinco minutos me convierta en la otra persona que salva traseros de la pandilla de Taiju. Abro lentamente mi puerta y desciendo las escaleras hasta que ese uniforme demasiado familiar me hace clavarme enfrente de ellos.

— Vámonos — Anuncia el más alto.

Koko e Inui me regalan de nuevo unas miradas que considero burlonas. No hago nada y espero a mi hermano para caminar detrás de los demás.

— Mis papás salieron, regresan más tarde, ¿Cuánto te pagarán en ese asqueroso trabajo?

— ¿Qué te importa? Trabaja tú, sirve de algo — Digo en voz baja.

— Me da miedo.

— No seas imbécil — Su comentario me molesta —. ¿Si ubicas que soy yo la que está tratando con gente loca?

— Yo también, Hideki.

— No, tú solo estás de adorno.

— ¿Y tú escuela?

— No soy mago para atender todo al mismo tiempo, tuve que volver a faltar.

— Ya salta de la universidad.

— Deja de hablar desde tus privilegios.

Entre nuestra amarga conversación llegamos al punto de reunión, pero lo desconcertante fue que del otro lado nos esperaba gente. Y comprendí todo, los nervios me hinundaron, miré a mi hermano, también estaba nervioso. Poco a poco toda pandilla de Taiju se aproximó a nosotros, formando así dos bandos.

Un intercambio de palabras, unas cuantas burlas y todo se torna violento. Mi instinto de supervivencia me hace alejarme de todos ellos. No pierdo de vista a mi hermano, desafortunadamente está siendo golpeado entre tres chicos, pero Katsu consigue por un momento levantarse y noquearlos. Mi vista se posó en Taiju, quien se movía con rapidez, parecía más que un monstruo. Básicamente Shiba los mandaba a volar.

Yo sabía perfectamente quien iba ganar la pelea. Solamente me mostraba preocupada por Katsu, Taiju queda sin gabardina, su rostro enloquecido en adrenalina me comunica que ha perdido los estribos de manera exuberante, para así rematar con todo a su paso hasta llegar con su líder, quien quiere defenderse a toda costa e irónicamente comienza a dar batalla, algo que a Taiju le divierte.

Contraataca, esquiva y golpea. Repite esa serie hasta que el líder cae totalmente noqueado, jodidamente sangrado del rostro. Cuando su débil cuerpo impacta sobre el suelo gris, todos los contrarios se quedan inertes.

Miro a mi izquierda, mis orbes captan a un chico que tiene sometido a otro, mientras que su compañero avanza hacia él. Mis piernas tiemblan demasiado, pero por inercia corro hacia ellos dos, ya que mi hermano se encuentra totalmente desprotegido.

Sigo observando como uno de ellos saca un puñal, y se dirige a Katsu, todo me parece jodidamente inalcanzable; a mitad del camino veo como aquella arma blanca se hunde en el estómago de mi mellizo.

— ¡HIJO DE PERRA! — No puedo evitar aquel grito que sale de mi garganta.

Mi hermano cae de rodillas, los demás se acercan a él, y yo siento como me toman violentamente de las muñecas para estamparme en una pared.

Es Taiju.  

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