Perduellionis
— Están tocando la puerta, Hideki, ¿No piensas abrir? — Mi padre me consume con la mirada, y me quiero partir de risa ante su pregunta, él no está haciendo absolutamente nada y yo estoy haciendo tarea.
— Estoy ocupada.
— ¿Qué mierda dijiste? — Este se levanta furioso ante mi contestación, pero mi hermano siempre llega a mi rescate.
— Yo abro — Katsu levanta sus manos en modo de paz y se aproxima a la puerta —. Padre, te buscan.
— Ya voy hijo — Este se levanta para sonreírle a mi hermano y mirarme con desprecio. No hago más que reírme y sentirme un poco mal.
— Deki... Recuerda la reunión — Dice en tono bajo mi hermano.
— Sí, ya lo sé — Me lamento.
— Hermana...
— No, no me voy a salir.
— Eres un dolor de huevos.
— Y tú un imbécil que no piensa.
— ¡Hideki!, cállate y sigue comiendo — Miro a mi padre quien está en la puerta, pero veo a una persona que habla con él.
— Ay no, es una monja, ¡Esas madres me dan miedo! — Exclamo con ganas de salir corriendo.
— Literal, son madres, ¿Y por qué está aquí?
— No sé.
— Oye, ¿Me acompañas a comprar las cosas del super? — Estoy por asentir cuando mi padre me llama a la puerta. Reprimo mis ganas de llorar porque verdaderamente me dan miedo las monjas, es un maldito terror.
Y todo esto se deriva de las películas de terror que tanto me gusta consumir... Me levanto con duda y me acerco a ellos.
— Eres muy linda, me presento soy la madre superiora del convento que está a lado de tu universidad y estamos contentas de que te integres — Intento no reír ante su declaración que bien me ha dejado en blanco.
— Lo siento estoy un poco confundida... — De la nada siento un tirón por parte de mi progenitor.
— Discúlpela es torpe para entender las situaciones, pero agradecido por encontrarme con usted.
— Espero a su hija — Me despido con la mano y cierra la puerta.
— ¿Por qué demonios vas a meter a mi hermana a un convento? — Katsu lo cuestiona, se le ve ligeramente molesto.
— ¿Para qué le servirá seguir estudiando?, ella solo tiene que atender a su marido y hacer los deberes de la casa. Además, no quiero que sea como las del montón.
Si supiera que su hija está metida en una pandilla...
Aquel pensamiento intrusivo me hace sonreír y este me levanta la mano, haciendo que en cuestión de segundos mi rostro se torno serio. Mi padre muy pocas veces me ha golpeado en la cara, todo se resume en golpes con el cinto en mis piernas...
Y la primera vez que pasó eso fue cuando tenía ocho o nueve años... Donde fui arrinconada, y golpeada por el simple hecho de no contestar cuando me lo pedían y desde ahí he tenido que trabajar con ello, porque simplemente guardo silencio en situaciones complicadas o cuando me piden explicaciones a gritos.
— Vamos a comprar las cosas, hermana... — Katsu me toma del antebrazo y nos subimos a nuestras habitaciones para tomar lo necesario y salir seguido de unos minutos.
— No quiero salirme de la escuela...
— Sabes que discutir con mi papá es un asunto jodido.
— Ayúdame a hablar con él.
— Haré lo posible... — Este me abraza y nos dirigimos al super para tomar un carrito y entrar.
En los pasillos nos molestamos de vez en cuando o le aviento el carrito para hacerlo enojar. Tomamos las cosas de la lista y seguimos avanzando.
— Mierda... Nos falto esto — Doy media vuelta leyendo aquella nota para chocar con algo duro —. ¡Fíjate, animal!
Ay no.
Mis ojos se centran en aquella gabardina de color rojo y no quiero mirar... Ya que siento la pesada mirada de Taiju sobre mí. Inconscientemente doy un paso hacia atrás, pero este me toma fuertemente de la muñeca.
— Me haces daño... — Chillo bajamente.
— ¿Quién te crees para decirme así?, maldita niña — La presión que está ejerciendo me está doliendo demasiado, así que intento quitarme, pero es imposible.
— Taiju... Basta — Me encuentro con sus orbes dorados y este levanta la ceja amenazante.
— ¿Cómo mierda sabes mi nombre?
— ¿Quién no conoce al líder de los black dragons? — Digo sin más, intentando disipar mis nervios.
Cállate, Hideki.
¡Cállate!
— ¿Hermana? — La voz de mi hermano me hace suspirar de puro alivio.
Pero ahora tengo dos problemas.
— ¿Es tú hermana? — Taiju se muestra burlón ante la situación, sigue sin soltarme.
— Sí... Por favor no le hagas daño.
— Me insultó.
— ¡No se fija por donde camina! — Katsu me dice que me calle y aquel gigante se inclina lo suficiente para mirarme más cerca a los ojos.
— Da gracias al cielo que estoy de buenas o de lo contrario ya estarías en el piso pidiendo clemencia — Lo tengo demasiado cerca y susurrando aquella amenaza. Intento alejar mi rostro pero su mano viaja a mi nuca para acercarme más a él —. Primera y última vez mocosa.
— Sí... — Digo automáticamente.
El calor de sus manos está afectando a mi nuca, la cual es sometida. Comienza a dolerme ya que estoy demasiado tensa. Son tantas las cosas que se me presentan que apenas me doy cuenta que estoy enfrente de alguien jodidamente atractivo, cuyos orbes me están perforando hasta el alma.
— ¿Por qué te sonrojas? — Es demasiado directo que me incomoda —. Me gusta que respondan a la brevedad cuando pregunto algo, niña idiota.
— Me incomodas... — Digo desviando la mirada con los ojos llorosos de la vergüenza que siento.
— ¿Y tú hermano? — Se aleja de mi y me deja libre. Respiro profundamente y una parte de mi reclama su lejanía.
Yo intento seguir en lo mío y ahora voy a buscar lo que nos falta, pero veo a sus dos gatos mirando desde lejos, los cuales no despegan sus orbes de mí.
Y eso me jode hasta los ovarios.
Me molesta de sobremanera que me miran directamente.
— ¿Y ustedes que ven? — Digo sin más al pasar a su lado y escucho la risa del más osado. — Idiotas...
Al momento de regresar solo estaba mi hermano hundido en el carrito de metal maldiciendo, me coloco detrás de él mientras espero que note mi presencia, pero es hombre e idiota, así que no se da cuenta.
— ¿Todo bien?
— ¿Te parece bien tener que robarle a alguien? — Nuestros ojos se encuentran, frunzo el ceño e intento procesar la información.
— ¿Qué vas hacer qué?
— Vamos... Mi querida hermana, vamos... — Miro en derredor al mismo tiempo que suspiro, donde nuevamente Taiju abarca mi vista comprando cosas, lo miro, analizo sus movimientos.
— ¿Deki? — Añade —. ¿Si me escuchaste?
— Sí... Ni modo, hermanito, no tenemos opción — Digo sin despegar mi vista.
¿Cómo alguien tan monstruoso puede estar realizando actividades de gente norma?, además, ¿Cómo se atreve a caminar con su maldito pecho descubierto?, lo sigo mirando, se ríe de algo, lo sé porque sus facciones muestran esa sonrisa jodida. Pero de un momento a otro gira su cabeza y me atrapa mirándolo. Le aguanto la mirada para después verlo de arriba abajo y zanjar con los ojos en blanco y quitarle importancia.
Miro a Katsu, quien se lamenta. Pero siento su mirada pesada y fría sobre mí.
Infló los cachetes e intento darle ánimos a mi hermano.
— Solo debemos cubrirnos la cara, amenazarlo, quitarle sus cosas y correr.
— Hideki... ¿No te sientes mal por esa persona?
— No, porque no tenemos opción, debemos ser egoístas. Además que bueno que te sientes culpable, por tu culpa estamos aquí — Digo sin tentarme el corazón.
— Que perra — Se burla.
— Que estúpido eres, vamos a casa...
Nuestros padres estaban encerrados en su habitación y eso facilitó las cosas para nosotros, me tomé el tiempo de arreglarme y vendarme como se debe para salir de casa con mi hermano alrededor de las once de la noche. Hace un poco de frío pero el temblor se mezcla con los nervios que siento. Estamos siendo observados, lo sé porque aquella energía es difícil de no percibir, camino cabizbaja intentando no chocar con la gente.
Sigo a mi hermano. Por un momento me olvido de lo que vamos hacer, dado que la gente camina sobre los comercios, comprando y charlando, haciéndome sentir en su misma sintonía, alegrándome un poco la vida.
Pero aquello se termina mezclándose con una soledad fría como el metal, estamos ahora siguiendo a la persona que se nos señaló en un principio, al parecer no se trata de un ser humano común y corriente, nos dijeron que debíamos recuperar sus pertenencias, llámese cartera y portafolio... El aire mueve las hojas de los árboles, formando el característico sonido seco.
— Deki... Me iré por el otro lado... — Siento pánico ante su declaración, pero ni tiempo me da de protestar, solo me encuentro siguiendo a ese humanito.
Pero este se detiene en seco. Lo cual me hace detenerme a mí.
— ¿Qué mierda quieres? — Sacude su portafolio —. Esto, ¿Verdad?
Yo me quedo sin decir, nada y es que no puedo decir nada. Solo busco con los ojos a mi hermano.
Quien no está.
Hijo de perra.
¿En dónde te metiste?
— Ven, hijo de perra, pelea conmigo si es que quieres esto.
¡Me cago en mi hermano!
Se afloja su corbata, se quita sus lentes y me sonríe... Camino con paso decidido para atacarme y solo retrocedo más y más, hasta que me lanza a un callejón oscuro, me quiere dar un golpe pero gracias al cielo lo esquivo. Así que suelto una patada en su espinilla y en sus partes bajas, para rematar con un puñetazo mal dado en la cara, pero al parece funcionó.
De la adrenalina no siento el dolor de mi mano y solo tomo sus pertenencias y salgo de ahí corriendo, busco a Katsu y no lo veo... Y él sabe en donde será el punto de reunión con el líder...
Yo sigo corriendo, mirando hacia atrás, hasta que nuevamente mi cuerpo choca con algo duro... Miro hacia arriba y es él, esta vez cubierto... Ya sería mucho si saliese así.
— ¿Y tú hermano?, maldito gnomo — Me encojo de hombros —. ¿A dónde se fue?
Señalo hacia atrás.
— ¿Te dejó solo? — Asiento.
— ¿Por qué mierda hizo eso? — Me encojo de hombros nuevamente.
— ¿En serio no hablas?, me estás tocando los huevos.
Niego con la cabeza, pero quiero reírme de la situación tan tonta.
— Dame eso — Arrebata lo que le quité al hombre de quien milagrosamente logré golpear —. Ven conmigo.
Quiero preguntar a donde vamos pero eso me metería en un grave problema, así que solo lo sigo caminando sobre las calles levemente iluminadas por los faroles de luces naranjas. Aquel viento aún sigue soplando ahora con más fuerza, haciendo que las hojas caigan sobre el adoquín hexagonal. Desde atrás miro a Taiju quien camina firme, y sus cabellos se mueven con el viento.
— Caminas muy lento, maldito enano.
Sí, idiota, un paso tuyo son cincuenta míos.
— Lo s... — Cierro la boca al instante.
— ¿Dijiste algo? — Pregunta mientras se gira y queda de frente a unos pasos de distancia.
Muevo la cabeza negativamente.
Eres una estúpida Hideki.
— Camina a mi lado, no tengo el tiempo para esperarte — Avanzo más rápido manteniendo su ritmo que para mi es acelerado. De vez en cuando lo miro discretamente para mirar su perfil y su mandíbula perfectamente delineada.
Eres demasiado ardiente.
Pero necesitas terapia.
Agradezco en silencio que ya no dice nada. Ahora solo me queda pensar en Katsu... Me las vas a pagar, cobarde de mierda, te odio. Mientras sigo insultándolo con la mente. Doblamos a la derecha y la iluminación es más placentera, ahora el color de las luces son blancas e iluminan un poco más. Lo sigo y entramos al enorme edificio, donde toma el elevador y subimos. Ante el concurrido espacio, no evito distinguir el aroma de este sujeto.
Miro los números que cambian conforme al piso que estamos y se detiene, el pasa primero, dejando su estela de mera autoridad. Llegamos a la puerta color chocolate, coloca su grande mano girándola y noto como sus huesillos resaltan.
Basta.
Al entrar miro a sus eternos acompañantes.
— Ese enano de ahí se encargo de todo — Me señala —. Ábrelo Hajime.
— A la orden, jefe — Los cuatro estamos rodeando la mesa de cristal.
A Taiju se le nota demasiado ansioso, Koko saca los papeles y se los enseña al líder, quien deja a la vista su dentadura más que perfecta. Está emocionado porque sus carcajadas retumban en aquel hogar, lanza los mismos a la mesita de cristal y los miro detenidamente, mientras Koko le tiende otros los cuales están siendo comparados.
— Más poder... Ese imbécil creyó que nos quedaríamos con las manos cruzadas.
— ¿Lo mataste, enano? — Cuestiona Inui.
Niego.
— Lo dejó inconsciente y su hermano huyó — Dice el Shiba con un rostro ensombrecido.
No quiero mirar a nadie así que sigo viendo los papeles, al parecer son contratos, frunzo el ceño e inconscientemente los tomo para verlos detalladamente. Los demás se quedan callados y los miro con una mueca.
— ¿Qué? — Cuestionan al unísono.
Les hago señas de que necesito una hoja y un bolígrafo.
Koko me tiende mi pedido y escribo:
<< Estos documentos son falsos, generalmente los originales poseen marcas de agua, fondo o fibrillas, además el grado y lisura tienden a ser diferentes, solo basta con mirar los dos contratos, toquenlos y diferencien el fondo que tienen>>
Ellos leen mi nota y me miran fijamente, para después hacerlo lo que les digo.
— Mierda es cierto — Suelta el pelinegro.
— ¿Cómo mierda sabes esto, enano?
<< Estoy estudiando>>
— ¿Qué estudias? — Cuestiona el de oribes dorados.
<< Criminalística>> Escribo.
— Mierda... Creo que el enano nos servirá de mucho apoyo...
Ante las palabras de Taiju mi cuerpo se estremece, dando cuenta del inmenso error que he cometido. Me maldigo internamente porque soy una cabezota, levanto la mirada y tres pares de ojos me miran con una sonrisa postrada.
— Te mantendremos vigilado, sabes mucho — Susurra Taiju y ante ello mi piel se eriza —. Puedes irte, dame tu número, estaremos al pendiente.
Sin ganas lo escribo en el papel blancuzco y salgo de ahí, aterrada, con frío e insegura.
— Deki... — La voz de mi hermano me saca de mis pensamientos y lo miro furiosa.
— No me hables, maldito cobarde.
— Deki... Discúlpame.
— No, no quiero escucharte.
— Hideki...
— Déjame en paz, Katsu — Me siento traicionada y mis lágrimas nublan mi vista.
Corro a casa, subo las escaleras y me encierro en mi cuarto.
No quiero saber nada de él.
Ahora tengo dos problemas.
Un convento de monjas.
Y ahora soy la sirvienta directa de Taiju.
Golpeo mi cama con rabia.
Espero solo atender el convento en los fines de semana o de lo contrario me mataré, con un demonio.
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