Pactum


Portada nueva de la historia gracias a Tsumi_Batsu_

Buenas, dos cosas. Una de ellas es que Taiju es un personaje demasiado complejo y puede que mi manera de manejarlo no les agrade a ciertxs lectxs y la verdad no me importa pero aviso de todos modos :v

Segundo, estaba buscando junto con dos besties conventos en Tokyo y así, y la neta no encontramos algo en sí oficial, así que recurriré al poder del guión y manejaré el convento con los conocimientos que tengo. 

— ¿Hermana?

— ¿Qué? — Sus ojos me miran fijamente —. No me hables.

— Hideki...

— Katsu, ya basta. Es más, olvida lo que ha pasado porque la que está entre la espada y la pared soy yo, pero afortunadamente me han dado lucidez y materia gris para poder salir de esto.

Bajo a las escaleras para encontrarme con mis padres, mi padre como siempre está en la mesa, en la cabecera de la misma como el mismo rey, mientras que mi madre se desgasta en servirle el maldito desayuno.

— ¿Por qué vas a la escuela?, te dije que te iba dar de baja, no tienes la necesidad de estudiar, aquí el único que puede tener una profesión y ganar poder es mi hijo.

— Lo que digas, papá, pero tengo que dejar unas cosas en orden.

— No te di permiso de que hablaras — Miro a mi mamá que solo baja la cabeza —. No me respondas, no cuestiones, no tienes voz aquí.

— Hija, ¿Quieres desayunar?

— No, mamá. Estoy bien.

— No tardes en llegar, que tienes que ir al convento — Solo asiento ante las palabras de mi padre.

Salgo de casa más que furiosa y con cara de querer matar a todos, pero he descubierto que si salgo aquí es más probable que me pasen cosas malas; así que respiro profundamente y sigo mi camino a paso lento, calmado y tratando de respirar.

Poco a poco la universidad aparece ante mis ojos y una melancolía me punza en lo más dentro de mi ser.

— Buenos días, señorita Hideki — El policía siempre me saluda alegre a lo que yo correspondo —. ¿Y su hermano?

— Creo que entra un poco más tarde el día de hoy — Nos sonreímos.

— Adelante, pequeña Hide — Entro a la universidad para ver los enormes pasillos adornados con plantas.

Así que subo las escaleras para ir directamente a control escolar, mientras voy subiendo busco unos papeles y mi rostro se palidece por reconocer a los tres personas que hablan con la chica que atiende control escolar.

— ¿Podrían dejarme atender a la chica?, en un momento les doy informes — Los tres seres me miran y el más alto enarca su ceja y coloca una sonrisa de puro desprecio.

— ¿En dónde está tu hermano? — Aquellas palabras tan graves me hacen sentir escalofríos.

— No lo sé, Taiju. En casa, supongo — La chica solo me mira pidiendo alguna explicación, la cual claramente no le daré.

— Necesitamos hablar con él, niña.

— Pues anda a buscarlo — Digo fastidiada mientras saco mis papeles y los coloco en el mostrador.

— ¿No entiendes que es urgente? — Taiju se recarga en el mostrado y me mira fijamente.

— Lo sé, pero por el momento no puedo ayudarte, hola Krista, vengo a tramitar mi baja temporal — Saco los papeles y ella me mira confusa —. Larga historia.

— Pero, Hideki, eres alumna destacada — Sonrió levemente y miro a Taiju quien ahora recarga su mentón en su mano y me mira detenidamente —. ¿Estás segura?

— No depende de mí, pero por el momento es oficial.

— Entonces lo del convento de monjas es cierto — Frunzo el ceño.

— ¿Vas a meterte de monja? — Pregunta Taiju —. No tienes pinta de monja.

— ¿Entonces de qué tengo pinta? — Lo miro con fijeza y levanto mis cejas —. Shiba, no te metas en lo que no te importa, si quieres que te lleve con mi hermano pues lo siento, posiblemente regrese hasta en la noche.

— Tengo todo el día, maldita.

— Maldita tu madre — Esas palabras salen de mi boca sin siquiera pensarlo, así que acto seguido la mano del Shiba me toma de la muñeca con demasiada fuerza mientras una vena se le salta.

— Iré por los papeles oficiales para que los firmes, Deki — La sangre se me congela cuando me llama así la chica de control escolar.

— ¿Deki? — Cuestiona el hombre enojado que tengo de frente —. ¿No se llama así tu hermano?

— ¿Podrías solo soltarme? — Intento zafarme, pero me toma con más fuerza y se acerca amenazante a mí.

Sus orbes dorados no hacen más que ponerme roja y querer salir de ahí, miro hacia mi derecha para evitar el contacto visual.

— Responde.

— ¿Qué quieres que te responda?

— Estoy teniendo mucha paciencia contigo, maldita niña del demonio.

— Te enojas porque quieres — Se me escapa una leve risilla —. Suéltame que estamos llamando demasiado la atención.

— ¿Y?

— Me caes mal.

— Y tú a mí.

— No te pregunté.

— Yo tampoco.

El me suelta y vuelve a su posición, Krista me tiende los papeles y los leo detenidamente. Un fuerte nudo se me forma en la garganta al leer los términos y condiciones, hasta abajo está la línea con mi nombre para que firme.

— ¿Por qué dudas tanto?

— Porque no es fácil, Taiju.

Así que finalmente me decido a firmar, pero una voz en mi cabeza me dice que no lo haga, me detengo al momento de haber puesto el bolígrafo en aquella fina línea donde debería plasmar mi firma.

— Krista, creo que lo dejamos para otro día.

— Me alegra escuchar eso, Deki, ve con cuidado a casa y vuelves a clases normales mañana a primera hora.

— Nos vemos — Doy media vuelta y bajo las escaleras, haciendo caso omiso de los tres chicos que tengo atrás de mí.

— Hey, maldita niña, ¿Entonces? — Taiju me alcanza y camina a mi paso.

— No los puedo llevar a casa.

— ¿Por qué?

— Porque no.

— Maldita, ven acá — Me toma de los hombros y me sacude con un poco de violencia —. Estás colmando mi paciencia, así que llévanos a donde tu hermano y que sea rápido, de buena manera.

— Taiju, están mis papás en casa y ellos no pueden darse el lujo de tener a unos pandilleros como ustedes, si quieren ver a mi hermano se esperan y yo le paso el recado.

— A las ocho en mi departamento.

Dice sin más y se da la vuelta para irse con sus dos pulgas, ahora no sé para que me quiere. Suspiro pesadamente para irme al maldito convento, donde soy bien recibida, pero las monjas me dan un terrible miedo que me hacen quedarme estática, la madre superiora solamente me explica cosas que ni siquiera entiendo bien y hace demás cosas para yo ser una monja, todos sin excepción alguna se encuentran rezando y eso me da más miedo.

— Te esperamos mañana, Hideki — Me estrecha la mano y salgo de ahí con mi nueva vestimenta entre las manos.

— Maldita suerte que tengo — Digo en voz baja mientras salgo, porque tengo que quedarme aquí.

Llego a casa para encontrarme a mi hermoso padre discutiendo con mamá de algo de lo que no me quiero siquiera enterar; me quedo en la puerta tratando se escuchar un poco más, pero solo oigo la inconformidad de mi padre al decirle a mi progenitora que no puede hacer la comida bien, que estaba frío y salado.

Todo lo que siento se arremolina en mi cerebro y mi estómago siente un nudo, acto reflejo de los nervios pero también del enojo que estoy sintiendo; así que abro la puerta.

— ¿Y por qué no lo haces tú mejor?, deja de molestar a mi mamá — No me había atrevido a encarar a mi papá, pero ya me tiene harta.

— Hideki, sube a tu cuarto.

— No mamá, ¿Por qué dejas que éste zángano siga consumiendo tu vida? — Aviento las cosas que tenía en las manos y caen en el sofá. Mi padre se pasa la mano por su cabello, más rojo que nada debido a su ira en aumento.

— Hideki, no te metas — Le hago caso omiso a mi madre, quien se coloca enfrente de mí, ya que mi papá viene hacia acá.

— Maldita mocosa, ¿No te cansas de joder? — Avienta a mi madre a un lado.

— ¿Y tú?, ¿No te cansas de ser tan maldito machista? — Hace la finta de querer golpearme, a lo que yo me cubro, pero recibo el golpe a otra dirección.

Cierro los ojos ante el dolor que me provoca tal acto, ni siquiera me dan ganas de gritarle, ya que me concentro en el punzante dolor que me hace respirar entrecortadamente.

— Yo no te dije que te metieras, Hideki, te lo has ganado — Zanja mi madre y me siento más que traicionada.

— En la vida vuelvo a meter las manos por ti — Digo con total enojo para subir a mi habitación y correr por papel, ya que la sangre no duda en aparecer.




— Hermana..., ¿Tienes que ir con el líder?

— Es correcto — Trato de maquillar mi golpe, pero creo que será totalmente innecesario.

— Yo también tengo que ir con ellos.

— Supongo que para que te digan tu precio, maldito malagradecido.

— Me preocupas.

— Esos idiotas no me harán nada, por lo que escuché, me necesitan.

— ¿Qué pasa si te meten en negocios turbios? — Me coloco la hoodie y me miro al espejo, el golpe está negro.

— Lo mismo te pregunto, hermanito lindo.

— Yo si aguanto.

— ¿Y crees que yo no?, literalmente huiste y me dejaste sola.

— Me dio miedo.

— A mí también, idiota, tengo que salir yo primero, nos vemos más tarde.

— Corre, aprovecha que mis papás están encerrados en su cuarto.

Salgo de la casa bajando las escaleras sin hacer un mínimo ruido, abro la puerta y observo la noche fría que me espera. Camino a paso neutro, ni tan tranquilo ni tan rápido. Verdaderamente la vestimenta que uso me hace sudar como los mil demonios, pero tengo que aguantarme; recuerdo básicamente la dirección a tomar para llegar con el Shiba, y lo logro, tomo el elevador hasta el piso indicado. Toco y espero.

Veo una sonrisa que me toca los ovarios.

— Jefe ya llegó el mudito — Kokonoi se burla de la última palabra y evito rodar los ojos —. Pásate.

— Te estuvimos buscando en toda la maldita universidad y tu hermana nos dijo que no estabas, pero que bueno que llegaste — Agrega el de cabellos negros.

Entro al departamento y veo a Taiju de espaldas, en la terraza, pero aquella espalda desnuda me aterriza a pensamientos de otro tipo, tanto que me he quedado varada sin siquiera avanzar. Mirando detalladamente los tatuajes; su espalda se tensa y suspiro delicadamente.

Para mi buena suerte nadie me está viendo, así que avanzo hacia él haciendo el menor ruido posible, hasta que salgo a la terraza, donde las luces de los demás edificios me llenan de puro gusto ante la vista, me coloco a su lado, y de reojo lo miro; tiene la mirada perdida, y sus facciones están más tensas.

— Qué bueno que llegas, tienes trabajo — Nos miramos con fijeza, y yo solo asiento.

— Me encontré a tu hermana, es un dolor de huevos, pero se nota que tiene carácter. ¿Por qué tiene que ir a un convento de monjas?

Sólo me encojo de hombros.

— Bien enclenque, solo dime que documentos si son oficiales — Me lleva al estudio y veo una pila pequeña —. Terminando te puedes ir.

Supuse que se iría pero se queda a lado mío, mirando detenidamente todo lo que yo hago y no me hace más que ponerme nerviosa.

— ¿Por qué tienes las manos tan cuidadas? — Su estrepitosa risa me asusta —. ¿Eres gay?

Niego.

— ¿Qué me ocultas?

Suspiro pesadamente dando a notar mi desagrado ante la pregunta, pero en realidad es pánico a ser descubierta, ya que no tengo ni la más mínima idea de lo que puede pasarme. Solo sigo negando, hasta que queda un último documento y le enseño los pulgares para indicarle que todo está en orden.

— La primera parte de tu sueldo — Me tiende un sobre —. Ahora ya vete.

Iba decir <<Gracias>>, pero me golpeé mentalmente, sonrío débilmente y me encamino a la salida. Veo al rubio y azabache, quienes me miran de pies a cabeza, pero solo me hacen sentir más incómoda.

Salgo en dirección a mi casa y no tardo ni cinco minutos cuando veo a mi hermano sentado en los columpios, este alza la mirada y veo el desastre que trae en su rostro. Sólo sonríe mientras me acerco.

— Al final tocó hacer un trabajo sucio — Miro su ojo más rojo que nada y su cara hinchada.

— Tienes suerte de que papá no te regañe — Agregué con un poco de burla.

— Pero mi mamá...

— Sin comentarios.

— ¿Qué estuviste haciendo?

— Revisando unos documentos, nada del otro mundo.

— ¿Por qué te toca lo más fácil?

— No es fácil, un error y me matan.

Caminamos hacia casa, entramos con sumo cuidado, tomamos hielos y un paño  para finalmente adentramos a mi habitación; donde no tardo en curar a Katsu, y a su vez colocar hielos en su rostro para tratar de baja la inflamación.

— Ya es hora de dormir, ¿Tienes que irte al convento?

— Tengo qué, pero me daré el lujo de llegar tarde.

— ¿Te tienes que quedar allá todo el tiempo?

— Aún no lo sé con exactitud, pero que miedo con las monjas, además ni sé rezar.

— Aprendes.

— No quiero ir.

— Tienes, sólo aguanta unos meses.

— No me di de baja en la escuela, ya me las arreglaré.

— ¡¿Qué?!, mi papá te va matar.

— No me interesa, necesito estudiar.

Entre platicas y puntos de vista, nos ganó el sueño. Hasta que la alarma de mi hermano empezó a sonar, apago su móvil y comienzo a buscar el mío. No está debajo de la almohada, ni en el suelo, ni en la hoodie, tampoco en los jeans que usé ayer.

— ¡Katsu! — Lo muevo desesperadamente —. Perdí mi teléfono.

— ¿Qué?, ¿Quién está despierto?

— No, idiota. ¡Mi teléfono no está!

— ¿En dónde lo dejaste? — Lo miro con cara de pocos amigos ante su estúpida pregunta —. Ya, perdón, ¿Te marco?

— Sí...

Para nuestra sorpresa la llamada da tono, unos cuantos y responden.

— ¿Diga? — Aquella voz tan conocida me hace querer matarme mentalmente.

— Taiju... Mi hermano olvidó su móvil.

— Me di cuenta, que venga antes de las cuatro que me voy.

Y cuelga.

— Voy por él.

— ¿Te vas a ir así?

— ¿Cómo así?

— De mujer...

— No tengo tiempo, de arreglarme son las tres y media. Además, ¿Quién pone alarma a las tres y media de la tarde?

— Yo.

— Ush.

Salgo de ahí casi corriendo para hacer tiempo récord hacia el departamento de ese gigantón con dinero; tomo el ascensor, llego a su puerta y toco para encontrarme con Koko.

— Quítate — Le empujo y miro a Taiju —. Vengo por el móvil de mi hermano.

— ¿Y por qué tú? — Se levanta del sofá.

— Porque no tiene tiempo de venir y lo necesita — Estamos frente a frente, yo esquivo su mirada buscando mi maldito móvil y lo veo en la barra —. No te quito más el tiempo, ahí está.

— Ven acá, niña — Me toma del antebrazo deteniendo mi paso —. ¿Por qué entras a mi casa como si fuera tuya?

— Porque tengo prisa.

— Kokonoi e Inui, déjennos solos.

Trago en seco al escucharlo.

— ¿Qué gano yo si te lo doy? — Me da media vuelta para mirar sus orbes dorados —. Eres alguien muy osada, si por mi fuera ya te hubiese golpeado.

— No te vuelvo a molestar, pero déjame ir.

Camina hacia delante haciendo que yo camine de espaldas hasta que mi espalda toca la barra. Puedo observar su sonrisa y aquellas cejas enarcadas, ni se diga de su abdomen.

— Déjame ir, rey — Tomo el móvil y lo echo a mis jeans.

— Contéstame algo.

— ¿Qué?

— ¿Qué te pasó en la cara?, tu hermano tiene un golpe igual.

El alma se me va a los pies al escucharlo, mi corazón se acelera e inconscientemente comienzo a sudar de las palmas de mis manos. Sólo sonrió un poco y miro la puerta, analizando cuanto me tardaré en llegar si salgo corriendo, pero este maldito va atraparme.

— Mi padre nos golpeó, nada del otro mundo.

Su cara se ensombrece, pero puedo apuntar que no es rabia, sino ciertos recuerdos que le aterrizan. Se queda en silencio y suspira pesadamente.

— Me tengo que ir — Agrego.

— ¿Qué me das a cambio?

— ¿Qué quieres? — Coloca sus dos manos al lado de las mías para acorralarme, y vaya que sé lo que quiere. Nuestras narices quedan casi juntas y el aroma a menta me deleita un poco.

Sonríe con determinación, así que hago la finta de querer besarlo y quedo fuera de su agarre. Cuando mi cerebro reacciona corro a la puerta con el detrás.

— ¡Muy amable de tu parte darme el móvil del mudo! — Llego a la puerta, la abro y la cierro rápidamente.

Opto por tomar las escaleras y bajar corriendo, antes de llegar a la sala de espera me fijo en las personas que están ahí y para mi suerte no es Taiju ni sus hombres.

Ahora debo irme al maldito convento.

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