II - Ku-U-I-Po
El frescor de la madrugada se coló por la pequeña abertura de la puerta, los ojos de Emily siguen viéndome intensamente.
— ¿Puedo pasar? — Dudo por un momento, pero sinceramente la curiosidad me invade por completo. Así que quito el seguro de la puerta y la abro en su totalidad, encontrándome con aquella chica harapienta, cuyo lado izquierdo de su rostro estaba casi negro.
— ¿Qué demonios te pasó? — Se cruza de brazos y desvía su mirada, seguramente intentando explicar lo que le sucedió. Su piel luce más pálida de lo normal, sus nervios me están afectando y no entiendo nada.
— Me pasó algo, y no sabía a quién recurrir, Taiju no me contesta y lo necesito.
Entrecierro los ojos digiriendo aquel comentario que me suena a mera manipulación. No evité recordar años atrás las cosas que hacía por llamar su atención, aumentando la victimización que me empeñaba en reflejar haciendo que este grandulón siempre terminara de mi lado.
— Taiju no te contesta, ni te contestará. Son las seis de la mañana y está en casa de su novia.
— Oh..., sólo necesitaba verlo, pues necesito de su ayuda con eso... — Traga saliva con demasiada exageración y añade: —. ¿Puedo esperarlo aquí?
— Habla con él más tarde, seguro te recibe en casa.
— No, no puedo, no puedo estar sola, esta es mi última opción.
— ¿Última? — Cuestiono con ironía, pues esta imbécil cree que me puede envolver en sus mentiras —. Tu papá te protege, tienes dinero, una casa más protegida que los expedientes secretos del Vaticano, así que no entiendo.
— Olvídalo, contigo no se puede — Da media vuelta y se va dejándome con su extraña energía.
Cierro la puerta y miro el reloj, normalmente Taiju se levanta temprano, pero tengo entendido que hoy quería descansar con Hideki hasta tarde... Sacudo mi cabeza y me dirijo a mi habitación para seguir durmiendo un poco.
Escucho la respiración pesada de Taiju, aún sigo adormilada, así que giro mi cuerpo y me encuentro con aquel hombre de facciones relajadas que duerme profundamente, sus enormes brazos están destapados, así que deja a la luz la musculatura que siempre me atrajo de él.
Me tomo el tiempo para repasar todo de él, llegando a la conclusión de que es la perfección en persona. Su piel se ve brillosa, además es suave, sus facciones están demasiado definidas, aquellas pestañas también son bellas... Suspiro de puro regocijo al mirarlo.
Miro el reloj y son las seis de la mañana. Medito las palabras de Taiju para darme un descanso y pasar el día con él, así que entro en conflicto porque en todos estos años me he hecho una adicta al trabajo, pues encontré mi zona segura en ello, ya que fue una perfecta terapia para alejarme de los malos recuerdos que aún me gobernaban.
— ¿En qué piensas, amor?
Esa maldita voz ronca de recién despertado...
— Estoy debatiendo en si quedarme o ir a trabajar — Sigo mirando el techo, pero Taiju aprovecha para abrazarme por detrás.
— Quédate conmigo — Hunde su cara en mi cuello y me deja un beso suave en él.
— Me van a descontar el día — Me permito sentir el calor que emana su cuerpo, con cada roce me eriza todo mi ser.
— Te pago el triple, de eso no te preocupes — Una pequeña carcajada es la que escucha por su comentario lleno de humildad.
— Que humilde.
— Contigo siempre... — Su mano se posa en mi vientre, la mueve lentamente y se queda en silencio.
Los ojos se me cierran nuevamente y concluyo que este día me la pasaré con él, solo necesito avisarle a mi hermano y jefe.
— Le avisaré a mi jefe que no iré — Con los ojos cerrados tanteo la mesita de noche hasta que doy con aquel aparato infernal —. ¿Le mando mensaje o le marco?
— No seas indecente, habla por teléfono con él.
— Ush — Da tono miles de veces y no contesta, vuelvo a marcar más de tres veces y pasa lo mismo —. Un mensaje, será.
— Hideki...
— Pues no contesta — Rápidamente redacto el mensaje, uno donde no doy muchas explicaciones y solo le digo que me tomaré el día por cuestiones personales —. Vámonos a dormir otro rato.
— Me parece perfecto, corazón — Recibo un beso cariñoso en el hombro y me abandono al hombre que tengo metido en el cuello.
Duramos platicando unos cinco minutos y sin más me fue ganando poco a poco el sueño, pero antes de abandonarme suena el móvil de Taiju, pero no me importa porque mi cansancio es más grande.
Taiju
Quiero matar lentamente a Greila por interrumpir mi tiempo con mi pelirroja. Dudo en contestarle pero tomo la llamada.
— ¿Sí? — Salgo de la cama y abro la puerta para irme al pasillo. Aprovecho para estirar mi cuerpo.
— Buenos días, perdón por interrumpirte, pero vino Emily — Frunzo el ceño ante la extraña aparición de ella —. Vino a mi casa, golpeada...
— ¿Cómo qué golpeada? — Bajo las escaleras, pero lo considero mala idea al ver al perro de Hideki dormido profundamente, así que vuelvo arriba lentamente —. ¿No te dijo nada más?
— Pues preguntó por ti y quería esperarte en mi casa, pero hubo muchas cosas que no cuadraron.
— ¿Por qué?, dijo algo que mi hogar era su última opción, no se si estaba huyendo de alguien... Pero se me hace estúpido, porque ella está protegida, estamos hablando de la hija única del gobernador.
— Uno de sus ex novios está metido en la mafia... Misma que no cae por el hecho de estar unida con el gobierno, ellos los dejan trabajar y así no los matan. Así que si hay una probabilidad de que la estén siguiendo.
— Pero, ¿Por qué hasta ahorita? — Su frustración es perceptible en todo momento, aquel tono de voz a cambiado a uno más molesto —. No lo sé, deberías mandarla al carajo, además es su problema que tenga un ex loco.
— Hablaré con ella más tarde, hoy quiero pasar el día con Hideki.
— ¡No!, no le hables más, por favor — Me molesta un poco aquella orden tan directa, sinceramente siento que exagera —. Ya sé lo que estás pensando, sólo hazme caso.
— Te mantendré al tanto — Nos despedimos, miro por la ventana y como por arte de magia entra la llamada de Emily. Miro la pantalla que dice su nombre, además de sentir aquella vibración en mis manos.
— ¿Em?
— Taiju... — Su voz entrecortada me hace sentir algo en el estómago —. ¿Puedes venir?, necesito de tu ayuda.
— ¿Qué pasa?
— Sólo ven...
Hideki seguro estará dormida, no creo tardar mucho...
Hideki
Busco con mi tacto a Taiju, pero no lo encuentro. Abro los ojos y veo el otro lado de la cama vacío, ¿En qué momento salió y por qué mi perro no ladró?. Me quedo en silencio para escuchar algo que me anuncie su estadía, pero no... Nada, de nada.
Me quedo un rato mirando el techo, despertando poco a poco y tomo mi móvil, donde un mensaje de mi jefe me dice que está bien, que me tome más de dos días... Tremendo tonto. Por otro lado, mi hermano me reclama miles de veces, ya que se encuentra con un cadáver totalmente quemado... Pobre.
En mi momento de soledad y tranquilidad, escucho las patitas de mi perro subir las escaleras. Le hablo por su nombre y en cuestión de segundos se encuentra haciéndome fiestas, directamente saltando a mi cama, lamiendo mi cara y queriendo hacer miles de cosas, mismas que solo terminan rasguñándome.
— Ya, tranquilo — Lo acaricio de su cabeza y se recuesta a un lado mío —. Estás igual de loco que tu dueña.
Meto mi mano por debajo de las sábanas, para así molestarlo. Inmediatamente brinca y rasca con su patita, ladra y corre por todo el perímetro haciéndome reír por lo loco que se ha puesto.
Decido salir de la cama, bajo las escaleras corriendo con él detrás y le abro la puerta del jardín, donde felizmente sale a correr como alma que lleva el diablo, ¿Qué haré de desayunar?. Le marco a Taiju para que me facilite el menú, pero no me contesta, así que decido hablarle a Greila, donde toma la llamada al segundo timbre.
— ¡Grei!
— Hola, corazón, espérame tantito — Escucho como le llama la atención a su hijo por algo que claramente le advirtió —. No tengas hijos. Nunca. Jamás.
— Anotado — Me recargo en la isla de la cocina viendo a mi perro —. ¿No sabes en dónde está Taiju?
— Nop, pero mira. Recibe llamadas de improviso y es normal que tenga que atender ciertas situaciones, porque don restaurante llamativo tiene mucho que hacer.
— Lo olvidaba...
— Seguro no tarda, desayuna tú, corazón ¿O quieres venir a mi casa?
— Nop, lo espero aquí.
— Bueno, me avisas si quieres venir para hacer algo rico de comer.
— Gracias, Grei.
Mi perro mueve la cola de un ladro a otro para después ladrarme sonoramente, pidiéndome de comer. Voy por su plato para servirle croquetas y colocar otras cosas que le ayudan a que sea un perro sano.
— Ve a comer — Lo dejo en la esquina de la cocina y subo las escaleras directamente al baño.
Taiju
Es la octava vez que Greila me llama por teléfono. Desvío las llamadas y escucho a Emily, misma que habla con confianza, sin trabarse, totalmente apenada, dándome explicaciones de más.
— Deberías irte de aquí un tiempo, considero que es sano — Desvía su mirada y observa la taza de café humeante.
— No quiero irme de aquí — Ella se levanta y camina por la alfombra, ha tenido un aura totalmente diferente desde que llegué aquí —. Te voy a ser sincera.
— Dime — Atrapo sus ojos cristalinos.
Camina hacia mí, se detiene un poco y sin más sube a mis piernas. Intento alejarla, pero se aferra a mi cuello. Intento ser prudente y tolerante con ella, pero simplemente me saca de mis casillas.
— Quédate conmigo — Busca mi cara, pero simplemente me alejo de ella lo más que puedo —. No quiero que te vayas.
— Lo siento, pero no puedo seguir contigo. Yo quiero hacer mi vida y eso lo sabes — Me levanto del sillón dejándola ahí —. Tengo que irme.
Nuevamente la pantalla se ilumina dejando ver el número de Greila. Salgo de su enorme casa y subo al auto para después tomar la llamada y dejar el altavoz.
— Eres un imbécil, no me digas que estás con ella.
— Sólo vine a dejar las cosas en claro — Giro las llaves y el motor cobra vida.
— Pues Hideki ya se despertó, sólo tengo una pregunta, ¿Le dirás algo?
— No lo sé... ¿Cómo crees que reaccione? — Suspira dándome a entender que soy un idiota por hacer aquella pregunta.
— Es obvio que se sentirá insegura, pero debes dejarle en claro que sólo fue parte de tu pasado y bla bla bla, ya sabes, juega con la semántica.
— Haré lo posible, te hablo más al rato.
— Bye, bye.
Hideki
Mi perro ladró como loco y corrí a cerrarle el ventanal antes de que mordiera a nuestro invitado de dos metros, mismo que se estira y me mira con una sonrisa ladina.
— Te esperaba, no sabía a donde habías ido — Avienta las llaves del auto a la mesita que tiene un florero y avanza hacia mi sin decir nada —. ¿Ahora tú eres mudo?
Cierro los ojos antes mi chiste, recordando aquellos momentos catastróficos. Taiju no dice nada y me arrincona contra la isla de la cocina, sus manos van directamente a mi cintura y pega su cuerpo contra el mío.
— ¿Qué planes tenemos para hoy?
— Hacerte el amor — Suspiro fuertemente —. Y cenar.
— Acepto — Sonríe al mismo tiempo que yo y nos damos un beso suave —. ¿Qué quieres de desayunar?
— Lo que quieras, corazón — Pongo cara de pocos amigos mientras le digo que eso no ayuda en nada —. Lo siento, improvisa.
Me dispongo a charlar con él mientras hago el desayuno, me gusta mi cocina porque es demasiado amplia y permite moverme a mi gusto. Sinceramente, con el único que hablaba antes de aquella manera era con mi hermano, justamente se sentaba y recargaba el rostro en su mano mirando atentamente todos mis movimientos, escuchando mis quejas, aventuras y peleas con algunos de mis ex's jefes que siempre intentaban sobrepasarse conmigo.
De vez en cuando lo acompañaba ahora su esposa, y éramos tres charlando de todo tipo de cosas... Ahora esto ha cambiado un poco, tengo a cierta persona que me ama con su corazón, contestando ante mis pésimos chistes, cuestionando ciertas cosas de mi trabajo por mera curiosidad y lanzando comentarios sarcásticos.
Muchas veces pensé en el futuro, me imaginé miles de escenarios con distinta gente, con distintas parejas, me imaginé sola con miles de perros y una tarántula como mascota, me imaginé siendo la solterona de mi equipo de trabajo hundiéndose más en el trabajo para sobrevivir en el mundo, porque la señorita aquí presente no se la pasaba más que trabajando, definitivamente me tengo que buscar una actividad recreativa para dejar a un lado el estrés laboral o el cansancio con el que suelo cargar ante las fuerte temporadas altas.
— Tengo que ir a mi casa por ropa, ¿Me acompañas? — Sirvo jugo de naranja y me quedo callada —. Que floja eres.
— Sip, ve y yo te espero — Tenía una flojera enorme, no quería ni siquiera salir de casa.
— Pero sí vas a cenar conmigo.
— Me gustaría que preparáramos algo aquí, ¿Te parece? — Alzo las cejas ante la propuesta improvisada que mi cerebro formuló —. Nos ponemos elegantes como si mi casa se tratara de un restaurante de alta gama y cenamos a nuestro antojo.
— Me gusta la idea — Acerco las demás cosas y me dispongo a ponerle miel y granola a la fruta picada —. ¿Qué vino quieres?
— Sabes que me encanta el blanco — Taiju se echa un trozo de manzana a la boca y me mira pensativo.
— ¿Qué haremos de cenar?
— Buena pregunta, lo que sea está bien.
— Después de las siete te quedarás encerrada en tu cuarto, no podrás salir hasta las nueve — Suena animado y yo no cuestiono —. Tengo dos regalos para ti.
— Espero sea un millón de dólares — Lanzo como broma, Taiju alza una ceja y sonríe.
— ¿Crees que no te lo puedo dar? — Me quedo sin habla analizando sus facciones. Habla en serio y por momentos olvido la suma de dinero que ha hecho con su restaurante —. Te pusiste roja.
Cubro mi rostro frustrada, estoy harta de que mi sonrojo me delate cuando estoy enojada, emocionada, excitada o cualquier cosa. Es imposible hacer a un lado aquellas reacciones de mi cuerpo, porque me siento vulnerable al ser interpretada por otras personas.
— Bueno, cambiando de tema, yo también tengo un regalo para ti.
— Bueno, entonces tenemos regalos para nosotros — Acaricia mi mejilla —. Me gusta cuando te sonrojas, me das ternura.
— Basta — Le regalo un beso y observo a mi perro mover la cola mientras me mira por el ventanal —. Bueno, tienes que convivir con mi perrhijo, y tiene que concocerte, sólo no te pongas nervioso.
Me levanto para ir por él, abro el ventanal y acaricio todo su pelo, después le doy un beso y poco a poco lo llevo con Taiju.
— Enséñale comida — Toma un pedazo de pan y estira su brazo —. Bien, lo soltaré, si te muerde ya no me hago responsable.
— Que miedo — Veo que se pone tenso y le digo que se relaje.
— Mira, deja que te huela toda la mano, y te conozca — Mi perrito toma aquel pedazo de pan y lame su mano —. Excelente, sonsácalo con comida y no te pongas nervioso o te muerde.
— Es como los niños, entre más dulces les compres mejor te reciben.
— Exacto, sólo que mi perro es más educado que los mocosos.
— Bueno, tengo que admitir que tienes razón — Me ofrece su mano y me acerco a él para sentarme en sus piernas y abrazarlo por el cuello, el sigue desayunando y me permito dejar un beso en su cuello.
— Te amo — Digo en voz sumamente baja.
— Yo te amo más — Besa mi frente y me quedo ahí, sintiéndome protegida por el hombre que siempre he amado.
Lo cumplió perfectamente, no me deja salir ni siquiera por un vaso de agua, me tiene aquí en mi habitación acostada dando vueltas por la cama o jugando con mi perrito, quien me ladra para que ya lo saque de ahí.
— Yo me quedo, tú te quedas, yo sufro, tú sufres — Este mueve su cabeza y baja sus orejas —. Ni modo, todos parejos.
— Hideki — La voz de Taiju le precede a la habitación —. Abre la puerta poco y toma esto.
— Bueno — Salto de mi cama y tomo una caja junto con una bolsa, ambas de color negro.
— Te veo en una hora y media, corazón — Cierra la puerta y me deja plantada con las dos cosas en mis manos, voy a mi cama y primero abro la bolsa.
Se trataba de un bonito vestido color negro, ajustado, con un escote tipo Bardot y asimétrico, los zapatos de Manolo Blink me arrancan una gran sonrisa y un suspiro que seguramente combina con mi rostro sonrojado, ya que siento el bochorno.
No respeto el tiempo para bajar a cenar, ciertos sonidos me cautivan y me hacen pegar la oreja a la puerta y centrarme en escuchar un poco más, faltan cinco minutos para la hora indicada. Abro la puerta y bajo lentamente, asomando mi cabeza para encontrarme a Taiju de rodillas colocándole una pajarita a mi perro, el otro está muy sentado observando que hace el hombre de dos metros que pasa sus manos por su cuello. Siento algo estallar en mi pecho al escucharlo cantar, él sigue el ritmo de Ku –U-I-Po, cuya canción la entona Elvis Presley tenuemente.
Definitivamente quiero grabar esta escena de por vida, llevándome a todos los lugares este recuerdo que seguro me quitara el enojo, la tristeza o demás emociones que me mantengan cegada. Siento unas ganas terribles de llorar, porque no puedo creerlo.
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