II - Amare
Taiju regresó al manga, ¿Pero a qué costo? unu. Bueno, disfruten.
— Corazón, ¿Sigue nuestra salida en pie? — Miro a Emily, su gran sonrisa se ensancha cuando me acerco a ella —. Te extrañaba.
— Em... Necesito platicar unas cuantas cosas contigo, ¿Vamos a desayunar? — Ella entrecierra los ojos y toma su bonito bolso.
— ¿Es serio? — Pasa a mi lado y me mira —. Si quieres hablamos aquí en casa mientras que preparo algo.
Considero que es lo más correcto así que ambos nos dirigimos a la cocina, donde ella camina lentamente contándome sinfín de cosas que hizo en la semana, dado que su trabajo es demasiado demandante, pues es la mano derecha del gobernante, o mejor dicho... Es la hija del gobernador.
Sus cabellos borgoña se mueven de un lado a otro mientras busca fruta que picar y yo solamente busco las palabras adecuadas para terminar con esto, porque quiero hacer las cosas bien con Hideki, pasó mucho tiempo y esta oportunidad es única para hacer mi vida con ella.
Repaso el principio de mi adultez hasta llegar con aquella chica de índole rebelde, sumamente decidida a proteger a su etíope hermano, mismo que se arrojó al centro del mundo sin saber las consecuencias, mismas que arrastraron a su hermana a quedar en medio de todos nosotros.
Pero sinceramente estoy agradecido por como pasaron las cosas, ya no es tiempo de lamentarse, lo hecho pasó por algo, trajo nuevas sensaciones, experiencias, enseñanzas y todo tipo de cambios... No niego que tanto ella como yo cometimos errores atroces, siempre buscando aquella parte vengativa que gobierna dentro de todo nuestro oscuro ser, mismo que reluce cuando tocan algo preciado para nosotros.
— ¿Quieres café? — Arrastro la silla para sentarme y asiento pensativo, sumergido en mis deberes y en aquella conversación que urge que tengamos.
— Listo, no te veo con cara de hambre, ¿Qué haremos este fin de semana? — Tanteo con mis dedos aquella taza de porcelana, blanca, cruda y caliente.
— Em... — Comienzo, hago a un lado su taza y tomo su mano, la cual está caliente —. El momento del que te había platicado llegó.
— ¿Cuál de todos? — Suelta una risa nerviosa y sus ojos cerezas me trasmiten su confusión.
— El amor de mi vida volvió, Em — Ella relaja el rostro y apretuja mi mano cariñosamente.
— ¿Hideki? — Su pregunta meditabunda me hace afirmar lentamente —. Escuche muchas veces su nombre cuando estabas dormido, además de oír su historia infinitas veces.
— Nunca pensé que hubiese la oportunidad de volver a reencontrarme con ella y quiero hacer las cosas bien después de mucho tiempo, pues la vida se me está yendo de las manos y sabes que siempre he soñado con tener una familia.
— Lo sé — Aquella sonrisa ladina me hace interrogarme muchas cosas, ya que está tratando de ocultar su tristeza.
— Te extrañaré, entonces — Emily se levanta para rodear la isla y abrazarme efusivamente —. Pero yo soy feliz si tu eres feliz, no hay más.
— Cualquier cosa que necesites me puedes hablar — Deposita un beso en mi coronilla y asiente —. Tengo que irme a trabajar.
— Ve con cuidado, Tai.
Aquel hombre alto con demasiado porte se levantó para salir y dejar a Emily demasiado encriptada, con la cabeza pensando a mil por hora y con el ego destruido, pues pensó que siempre lo tendría a sus pies, a él y a su dinero que gastaba como si no hubiese un mañana.
La sonrisa con la que lo despidió desapareció poco a poco mientras Taiju subía a su auto. Una firme línea en sus labios se formó, y su mirada se perdió...
<< A buena hora te apareces, maldita pelirroja>>
No se dio cuenta que tenía las manos sobre el cuchillero, pues estaba demasiado cegada, ya que sus caprichos siempre tenían que ser cumplidos...
Pues al ser hija de un gobernador, creció en lujos, caprichos y órdenes de la hija perfecta, llevándola a desarrollar berrinches para conseguir lo que quisiese, rozando lo límites de su cordura y empatía, dando paso a la perspectiva más sádica de su ser.
— Oye, recuerda que yo hice lo mismo... Y siempre busqué joderlos — Greila se pasea con su bebé en brazos, vine directamente a su casa —. No sé, a lo mejor yo le tengo mala fé a la chica, pues siempre me desagradó.
— No hay que adelantarnos, Hideki sabe defenderse, siempre supo hacerlo.
— Pero no tendría por qué, ella debería estar tranquila no cuidándose de una loca como Emily.
— Aún no sabemos si está loca, Grei — Se queda plantada en medio de la sala de estar arrullando a su criatura, mira al techo y después mueve la cabeza negativamente —. No sé, mi sexto sentido me dice otra cosa.
— No seas loca.
— Sólo un poquito, ¿Y bien?, ¿Qué planes tienes para ella?, ¿Por qué no la traes a casa a cenar?, quiero platicar con ella — Su petición me extraña, pero debo entender que el tiempo pasa y además hacen que las personas cambien su actitud.
— ¿Hoy? — Ella mira el reloj y asiente —. Pero tu marido llega cansado de trabajar, y me odia.
— Yo también odio a su jefa y no por eso deja de ir a trabajar — Lanzo una carcajada ante su comentario tan burdo y fuera de lugar, pero termino aceptando, al parecer ellas dos se llevarán más que excelente.
— Te aviso, Hideki tiene un horario demasiado atropellado.
— Atropellados son los que ella levanta, que estómago tan duro tiene, además que miedo con los fantasmas.
— Cállate, Greila.
Me tomo la libertad de entrar a mi despacho a mis anchas, descansando un poco, cerrando los ojos mientras dejo el móvil marcando en altavoz, obteniendo dos posibles respuestas, una es que conteste y otra que rechace mi llamada porque está ocupada haciendo cosas que le encantan.
— Buenas tardes, señor Taiju alias el tiburón 3000 — Escucho a su hermano soltarse en risas y ella le dice que se calle.
— Me gustaría más que me digas mi amor — Ella carraspea y su tono normal vuelve en sí —. ¿No?
— ¿Cómo estás?
— ¿No me vas a decir mi amor? — Nuevamente su hermano le hace burla y escucho como lo saca de su oficina.
— Cállate — Me imagino a Hideki con las mejillas sonrojadas, volteando los ojos o levantado las cejas intentando dejar su nerviosismo a un lado —. A ver de nuevo, llámame otra vez.
Hideki me cuelga y no hago más que abrir los ojos y observar la pantalla con su nombre, así como escuchar el tono.
— Hola, corazón — Sonrió como un imbécil al escuchar sus cálidas palabras llenas de seguridad —. ¿Mejor?
— Mucho mejor, corazón — La necesidad de tenerla entre mis brazos es tanta que quiero salir hacia su trabajo y traerla conmigo —. ¿Tienes algo que hacer esta noche?
— No, afortunadamente me dieron un poco de descanso — Se queda unos momentos pensativa y pregunta lo siguiente: —. ¿Por qué?
— Greila quiere que vayamos a cenar a su casa — La puerta de mi despacho emite tres sonidos, me levanto para ver quien es y me encuentro a mis dos hermanos, quienes me sonríen.
Les hago una seña para que guarden silencio y me dejen seguir con mi llamada —. Claro, ¿A qué hora?
— Que buena pregunta, deja le marco y te aviso.
— Sip, iré a una necropsia.
— Que divertido — Comento.
— En realidad es asqueroso, pero me gusta, así como tú me gustas.
— Groserota, que tengas buena tarde.
— Tú igual...
— Te quiero.
— Yo no, Taiju... Yo te amo — Ella cuelga y me deja una vez más como estúpido.
Mis hermanos entrecierran sus ojos y Hakkai evade una carcajada que seguro quiere dejar escapar.
— Perdón hermanito, pero tienes una cara de tonto que hasta me das risa — Yuzuha se sincera conmigo, y Hakkai asiente frenéticamente.
— Hideki está de vuelta — Sus bocas se entreabren y toman asiento rápidamente.
— Cuéntanos.
— No tengo tiempo, Yuzu, ¿Qué pasa?
— Necesitamos tu restaurante, bueno ajá.
— ¿Para qué?
— Tú confía en nosotros — Discuto con ellos un rato mientras intento sacarles la verdad, pero es imposible, mendigos testarudos sin quehacer... Les digo que no y ellos siguen bombardeando.
Doy gracias al cielo cuando Hideki me dice que ya está lista, así que tomo mis cosas y salgo de mi despacho dejándolo intacto como de costumbre. Bajo las escaleras y salgo directamente a mi restaurante, donde los empleados y consumidores me saludan con afecto al verme.
— Te veo mañana, Maurice — El es mi mano derecha en todo este ambiente, no se trata más que de un chico de apenas 25 años, quien con su inteligencia me ayudó a muchas cosas —. Tengo una cena.
— No se preocupe, yo me encargo de lo que suceda — Estrecho su mano y salgo a la noche, donde la luna espolvorea el lugar donde me encuentro, misma que me sigue hasta que subo a mi auto y lo enciendo.
El trabajo de Hideki no me queda tan lejos, acaso media hora por lo mucho. Mientras avanzo no evito pensar en ella, en sus ojos, sus facciones, y su delicada voz, cuyo timbre es difícil de cambiar, pues a veces aunque esté enojada no se le escucha molesta en lo absoluto.
Definitivamente quiero estar con ella por el resto de mis días, porque algo muy dentro de mí me lo indica, me dice que esa mocosa rebelde, peleonera y contestona es y será el amor de mi vida, quien muchas veces estuvo a mi lado dejando su orgullo, haciendo más divertido el asunto, misma quien se ganó mi confianza con solamente unas palabras y actos acometidos.
Giro a la derecha y la veo ahí, pegándole a su hermano, ambos discuten sobre algo, se queda callados y quietos, para después reírse al grado de escuchar sus sonoras carcajadas.
Me detengo de frente a ellos y Hideki se despide de su hermano, mismo que le abre la puerta del copiloto, algo que yo iba hacer.
— Te encargo a la futura tía, me la traes a casa a las nueve de la noche — Ella se burla y entra conmigo al auto —. Nos vemos, tortolitos.
— Ya vete a cuidar a tu esposa — Se dan un fuerte abrazo y nos despedimos de él.
La puerta del coche se cierra y Hideki se gira para verme, su sonrisa me contagia y le correspondo ampliamente. No hace falta decirle algo, pues ella avanza hacia mí, sin despegar sus ojos de los míos, dejando que su cuerpo se acerque más. Retiro las manos del volante y acarició una de sus mejillas.
— Sinceramente te extrañé — Dice rozando mis labios, los suyos están pintados de un rosa muy bajito.
— Yo te extrañé el doble — Cierra los ojos y estampa con suavidad sus labios contra los míos. Ella me abraza por el cuello y yo la acerco un poco más hacia mí, dejando que esta vez tome el control del beso tan mantequilloso que me hace olvidarme de todo.
Nos separamos un poco y sonreímos a la par dejando ver la fina hilera de dientes blancos.
— ¿Te quedarás a dormir conmigo? — Pregunto.
— Tendría que pasar por mis cosas a casa, pero mi perro se quedará solo, mejor vente conmigo — Acepto su propuesta y nos dirigimos a casa de Greila.
De reojo observo como se pone cómoda, coloca música y me platica todo su día con detalle, hace comentarios graciosos, y se desvía a otros temas, simplemente porque se acordó de otra cosa. Habla hasta por los codos y eso me agrada, pues el camino se hace más corto, y sinceramente no quisiera llegar a casa de mi amiga, pues estoy disfrutando mucho el momento a solas con mi pelirroja.
— Su casa es muy linda — Ella baja del auto entusiasmada.
— Su marido me odia.
— ¿Por? — La tomo de la mano y me acerco a ella.
— Por nuestro pasado, ya sabes — Coloca los ojos en blanco y se burla diciendo que eso no fue más que cosas del pasado.
— En fin, que tonto.
— Me agrada verlos juntos de nuevo — Ambos sonreímos ante las palabras de ahora nuestra amiga —. De verdad deseo que seas felices juntos, se lo merecen.
— Gracias, Greila — Se toman su última copa de vino —. No pensé hacerme amiga de la persona que me hizo sufrir años atrás, por culpa de este tonto.
— Ni yo, pero la vida da muchas vueltas.
Nos despedimos. Son las diez de la noche y observo a Hideki más apagada por el cansancio de su trabajo, sus rostro luce más relajado, la sonrisa no le borra pero su energía ha desaparecido por completo, indicando que está a dos por ciento de que se e agote toda su batería, yo me apresuro a llegar a su casa y así lo hago.
Escucho a su perro ladrar y ella le da la atención necesaria mientras que Hideki me tiene en la esquina escondiéndome de su perro, pues al parecer aún no le caigo demasiado bien que digamos.
— Vamos, ¿Te bañas conmigo? — La cierro el ojo ante su propuesta y subo con ella a su baño.
Nos despojamos de nuestras ropas para quedar totalmente desnudos y entrar a la bañera. Mojamos nuestras cabezas para limpiar todo nuestro cuerpo y darnos frescor al salir, Hideki me regala un beso antes de salir del baño y comienza a buscar su pijama, cepillo y miles de cremas para el rostro.
— ¿Y esta para qué es? — Cuestiono lleno de curiosidad, y me dice que es para evitar acné —. ¿Y esa?
— Para preguntones, ¿Te la pongo? — Ella está de frente a su espejo, tiene la toalla enredada en la cabeza y está sumamente concentrada en lo suyo.
Me levanto de la cama para abrazarla por detrás, metiendo mi cara en su delicioso cuello para después hacer contacto visual por medio del espejo, mismo que refleja nuestras miradas envueltas en cariño. Ella me guiña el ojo y sigue con lo suyo, cabe resaltar que está sentada en una cómoda silla.
— No vayas a trabajar mañana, quédate conmigo.
— No puedo, corazón, tengo unas cosas pendientes por hacer, pero te lo juro que el fin de semana seré toda tuya las 24 horas — Dejo besos por su cuello —. ¿Sí?
— Quiero estar contigo — Me sincero, me siento como un niño pequeño reclamando atención —. ¿Sí?
— Nop, ¿Me cepillas el cabello? ¿Y después me lo secas?
— Como diga mi princesa — Ella se pone roja como un tomate y sigue en lo suyo.
Con delicadeza me deshago de la toalla púrpura y dejo que sus cabellos caigan en mechones gruesos, pues están enredados, Hideki me pasa el cepillo y comienzo a desenredar primero las puntas, algo que se me hace demasiado fácil. Después subo poco a poco, cepillando gentilmente, el aroma que trasmite es tan agradable que no quiero irme de ahí por nada del mundo.
Me pasa la secadora y aquel ruido espantoso me aturde los oídos, pero todo sea por ayudar a mi princesa, quien se ha relajado con el pequeño masaje que le doy en su cuero cabelludo. Ella me hace una señal y apago la secadora.
— Vamos a dormir, estoy muy cansada.
— Vamos.
Destendemos la cama y apago las luces, dejando que solo la luz de la luna atravesara las cortinas. Hideki y yo quedamos de frente, ella pasa sus dedos por mi rostro y yo de paso beso su delgada mano.
— Ese dedo se vería mejor con un anillo de compromiso.
— Pues te estás tardando — La abrazo y la acomodo sobre mi pecho.
— Hideki...
— ¿Qué pasa? — Busca mis labios nuevamente y yo se los doy.
— Te amo.
— Yo te amo más — Era imposible no pensar en algo más estando tan cerca de ella, me cegaba por completo y solamente quería tenerla gimiendo para mí.
Ella se levanta y se coloca a horcajadas, se inclina y deja que sus cabellos me hagan cosquillas por mi rostro. No evito tomarla de la cintura y plantarle un beso pausado.
— No puedo estar sin ti, quiero que me hagas el amor — Siento como mi piel se eriza ante su petición, no evito sentir cosquillas en mi entrepierna al escucharla segura.
No tengo la intensión de tener sexo con ella, sino realmente hacerle el amor. Dejaré a lado lo rudo que tanto nos gusta para probar algo tan suave como aquella unión tan delicada. Cruza sus brazos para tomar los bordes de su pijama superior y poco a poco se despoja de ella dejando sus preciosos senos al aire. Yo me siento en la cama y repito su acción.
— ¿Ya te dije lo preciosa que eres? — No dejo que me conteste porque la beso, ella sigue encima de mí, aceptando el roce de nuestros hambrientos labios.
Puedo recorrer mis manos por su espalda, trato de que mis dedos rocen aquella piel que se eriza al momento. Aquella piel blanca que no tardará en soltar gotitas de sudor por las acciones placenteras que nuestros cuerpos piden a gritos cada vez que estamos juntos.
Nuestras bocas buscan atención melodiosa, ahorita no nos importa nada más que tenernos. Ella se separa un momento para recobrar un poco de su respiración y en ese tiempo muerto juega con la punta de su nariz.
— No tienes idea de cuanto me encantas — Aquella oración entró a mi oído, se clavó muy bien en mi cerebro para quedarse ahí por siempre.
A pesar de estar a oscuras, puedo ver como sus ojos achocolatados brillan, la luz de la luna le ilumina parte de su cuello y pecho, haciendo que la estela plateada de la misma me incite a pasar mis labios por aquella zona, pero ella es más rápida, porque esconde su cara en mi cuello, dejando que su respiración caliente azote el mencionado.
Hago unos cuantos movimientos y ahora si me encuentro recargado en la cabecera de la cama con ella encima. Sus labios melosos me dejan un beso en mi manzana de Adán para después irse a un sitio más escondido donde se encuentra mi tatuaje, su fanatismo hacia ellos me hizo apreciarlos conforme pasaron los años, añorando precisamente aquellas acciones húmedas por parte de Hideki.
Las ansias entre mis piernas hinchaban un poco más mi miembro, pues era imposible mantenerlo quito con semejante mujer encima. Cuando estuvo satisfecha, comenzó a bajar lentamente, con aquel propósito presente.
Sus finos dedos tomaron los elásticos de mi pijama y de mis bóxers, para bajarlos al mismo tiempo. Levanto un poco las caderas para facilitar la salida y ella los desliza lentamente, provocando una fricción sobre mi piel con el algodón que se me estaba quitando. Con detención dejó mi miembro al aire libre, el cual ya luchaba por salir de aquel escondrijo que lo estaba matando.
— Ayúdame con el cabello — La hago una coleta improvisada, sus mechones llenan una de mis palmas al momento de cerrarlas y ella con toda confianza inclina su cuerpo para posar sus labios sobre mi miembro.
No puedo describir lo agradable que se siente al percibir el calor de su boca sobre mi zona tan sensible. Ella lo mima dejando besitos y después lo atrapa con dedicación, dejando salir un fino hilo de saliva, mismo que se pierde lentamente por mi tronco hasta llegar a la parte de mis testículos. Toma mi eje con su otra mano e inicia su recorrido, lento, dedicado y preciso.
El calor de su boca acuna mi pene, dejando una estela de sensación que mandan corrientes eléctricas por toda mi espalda. Baja un poco más acompañada de sus lengüetazos siempre circulares, logrando que tense mis mandíbulas, así como mis piernas.
No tarda en aparecer el sonido que produce su perfecta boquita contra mi falo, no excediendo lo brusco, simplemente lo necesario como para ya tenerme a otro nivel de éxtasis. La vista que tengo haría sentir celoso a cualquiera. Considero que es suficiente y que me toca a mi hacer los honores con ella, así que toco ligeramente su cabeza para dejarla debajo de mi con delicadeza.
Repito sus acciones, dejándola desnuda, dejando todo su cuerpo en exhibición, misma que deleita y dilata mis pupilas, pues sus finas y largas piernas se abren para mí lo suficiente como para proceder a inclinarme y dar con su intimidad, misma que chorrea ansiosa.
Paso un dedo por su entrada el cual es empapado al contacto, aquello me hace sonreír porque sé que solamente yo puedo lograr todas esas sensaciones que la hacen perder la cabeza. No pierdo ni un segundo más y saco mi lengua para saborear sus fluidos, los esparzo por toda su zona, me doy el tiempo de consentir a sus labios menores para después subir a su clítoris, sus manos cobraron vida y atraparon mi cabeza como acto desesperado por aquellos calambres de placer.
El ritmo de mi lengua varía, a veces me gusta arrancarle gemidos mientras lucha por no moverse tanto y en ocasiones me agrada ser lento para precisamente tenerla como ahorita, jadeando mínimamente, revolviendo mis cabellos y mirando fugazmente los movimientos de sus piernas.
Tanteo un poco más para meter dos de mis dedos en ella, los cuales fácilmente ingresan. Las yemas de los dedos buscan esa parte corrugada y presiono un poco.
— Taiju... — Eso es... Vamos mi linda princesa, retuércete bajo mis toques.
El entrar y salir de mis dedos se sincroniza con mi lengua, mi vista panorámica me advierte que Hideki está arrugando las sábanas. Se siente tan caliente adentro que no quiero sacar mis dedos.
Pronuncia mi nombre una y otra vez hasta que siento como aprieta, así que eso me incita a seguir en lo mío. Sé que está cerca, pues sus paredes se contraen anunciando solo una cosa que me encanta escuchar, donde sus labios forman una pequeña o, cierra los ojos y deja salir sus fluidos, gimiendo, sintiendo el nodo de placer casi contemporáneo.
— Me encantas, Hideki. — Me coloco nuevamente de rodillas y la observo desde arriba con una amplia sonrisa
— Me encantas más — Engancha sus brazos a mi cuello y me besa, probándose, deleitándose.
Tomo parte de mi miembro para dirigirla a su entrada, mojando la punta con sus fluidos, haciendo todo lo posible por no adentrarme en ella por completo. Acaricio una vez más sus preciosas piernas, camino hincado hacia ella haciendo que las abra para mi y poco a poco me inserto en ella, sintiendo el calor en todo mi falo, especialmente en mi punta.
El deslizar se hace más delicioso conforme aprieta y suelta, no evito apoyarme con mis manos a cada lado de su cara, pues aquella posición siempre me ha encantado, porque te permite memorizar cada facción de placer que tu pareja manifiesta, y esta es la ocasión perfecta, donde encajo con ella a la perfección, sintiendo ya su tacto sobre mi espalda que se tensa con el vaivén que le regalo.
Ahora mis antebrazos son apoyados con el objetivo de besar a Hideki mientras sigo penetrándola profundamente, busco sus labios y le arrebato aquellos gemidos que tanto me gusta escuchar.
Trato de que ella alcance su orgasmo estimulando con mis dedos su clítoris, y poco a poco lo consigo, pues aprieta lentamente. Coloco mis labios sobre su oído, sé que a ella le encanta sumergirse con mis jadeos y gemidos.
— Taiju... Voy a correrme — Susurra.
— Yo también, ¿Puedo? — Entiende mi pregunta de inmediato y me dice que sí.
Mientras Hideki clava sus uñas sobre mi piel ornamentada para correrse, todo es totalmente sensible al grado de sentir sus espasmos y sus fluidos. Yo sigo lo mío alcanzando el cosquilleo incesante. Doy unas tres estocadas más y me clavo en lo más profundo de ella, dejando salir mi semen, llenándola.
— Te amo, Taiju — Escondo mi cara en su cuello aún gruñendo por los latigazos de placer.
— Yo te amo más, corazón — Dejo un beso en su cuello y salgo lentamente de ella, no nos importa que nuestros fluidos mezclados caigan sobre sus sábanas —. No vayas a trabajar mañana.
— Tengo qué, amor.
Amor...
Me siento como un maldito hormonal.
La abrazo por detrás y nos quedamos así, poco a poco escucho como su respiración se vuelve pesada y su cuerpo pierde un cierta de tensión, yo también me abandono a sus brazos y quedamos profundamente dormidos.
— Maldita sea, ¿A quién se le ocurre despertarme tan temprano? — Bajo las escaleras dejando a mis hijos totalmente dormidos, así como a mi marido.
Mis pies descalzos resuenan en las baldosas y me acerco a la mirilla, donde sólo veo unos cabellos.
— ¿Si diga? — Abro la puerta solo un poco y asoma sus ojos —. ¿Emily?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top