Capítulo 8: salvemos a los infiltrados
HARLAN
Viviette me dedico una mirada acusadora
―¿Por qué tanto interés en mi amiga?
Yo solo había preguntado como estaba, creo que solo exagera.
―Solo es curiosidad. Es que dijiste que era una emergencia.
Allan también me observa con la misma mirada, entrecierra sus ojos intentando descifrar si digo la verdad.
―¿Qué?―me quejo con los ojos puestos en él.
―Nada, nada.
―Bien. Ella está bien. Solo es una crisis ya sabes quizá por qué su boda se arruino, tu sabes como―explica, con un tono de voz que me dice que no le agrado nada lo que hice. Lo que es justo, ya que no sabe toda la verdad de los hechos.
Yo solo asiento algo intimidado, esa mujer parece querer asesinarme.
―En fin, me voy. Hasta luego.
Viviette sale algo furiosa. Volteo a ver a Allan quien niega repetidas veces.
―Algo paso, ¿verdad?
―Claro que no―afirmo―. ¿Acaso no confías en mi profesionalismo?
―Pues no.
―Pues yo no creo en el tuyo. ¿Qué me dices de ese coqueteo entre ustedes dos?―comento señalando la puerta por donde se marcho Viviette―. Eso es involucrarse.
Allan luce exasperado, se sienta en la camilla y dice: ―Es diferente, Harlan. Ella no es la novia a la que le arruinamos la boda.
―Está bien―suelto―. Le conté la verdad.
―¿Qué hiciste que?
Por poco y Allan se levanta de la camilla, pero no lo hace aunque si luce enojado.
―Ella vino a buscarme. Tuve que decirle.
―claro que no, no era tu deber decirle, pero siempre vas de boca suelta con todo.
―¡Oye! Es que no podía dejar que viviera en ignorancia, sufriendo por alguien que no la quiere.
No quiero que pase lo mismo que yo. Omito decir esto porque Allan ya debe estar cansado sobre mis menciones sobre Sally y su traición. Además ese tema ya está superado.
―Harlan, una de las políticas es esa no debes jamás involucrarte con los clientes ni con los afectados y mucho menos decirle acerca del trabajo.
―Lo sé, lo sé―murmuro empezando a caminar por la habitación.
―Sí no fueras socio estarías despedido―murmura enojado―. Dime que por lo menos no le dijiste el nombre de la agencia―pide
Yo solo niego.
―Llama al médico, quiero largarme de aquí―dice con un tono decepcionado.
―Allan, tu sabes que no lo hice con mala intención.
―Lo sé―Suspira y mira al piso.
―Iré a buscar a la enfermera―susurro y concluyó que la he cagado otra vez. Solo espero que nadie se enteré de esto, mucho menos algunos de los socios.
Entiendo el enojo de Allan, ya que sta ahora hemos logrado mantener cada uno de nuestros trabajos en secreto. Sin embargo puede que ahora no sea tan secreto. En fin cometí un error y no puedo arreglarlo.
Allan es dado de alta, salimos del hospital y no hablamos en el resto del camino rumbo a la agencia. Como el auto de Allan se encuentra ún en la calle donde arruinamos la boda tuvo que pedir a alguien que lo llevará a la agencia.
Así que vamos caminando, en completo silencio en medio de una mañana lluviosa. Por suerte y gracias a las constantes recordatorios de mi abuela traje una sombrilla. Sin embargo Allan está reticente a aceptarla.
―¿Qué no piensas volver a hablarme?
Nada. Silencio.
―Por lo menos acepta la sombrilla. Te va a dar un resfriado.
Él solo niega y sigue caminando dejándome atrás.
Dios, actúa como un niño pequeño. Tomo aire y suplico por paciencia.
Juro que Allan no ha cambiado desde que estábamos en primaria, sigue siendo el mismo. Y vaya que tuvimos muchas peleas cuando niños, en fin siempre acabábamos riendo y reconciliandonos en el recreo. Así que supongo que su enojo de hoy le durará hasta el almuerzo, puede que menos.
―Bueno, pero luego no vengas a suplicarme que vaya a tu casa a prepararte algún caldo de pollo para tu resfriado.
―Yo no. Jamás hago eso.
Comienzo a contar con los dedos de mi mano las veces que he hecho eso en el año.
―Cinco veces―digo mostrando mi mano―Y queda mucho para que se acabe el año.
―Debo conseguirme una novia.
―Aunque la tuvieras seguirías llamando, amas como cocino―digo entre risas pero él parece irritado.
―Está bien tú ganas.
No logro captar el momento exacto en que Allan me roba la sombrilla, me quedo parado en medio de la lluvia. Cuando por fin reacciono corro en su dirección.
―¡No me refería a eso!―grito.
―Necesitabas un baño.
―Sí me bañe, tonto. No como otros.
Mi ropa se empapa totalmente pero no me rindo. Sigo gritando y persiguiendo a Allan al mismo tiempo. Al no estar acostumbrado al ejercicio Allan se cansa rápido, yo por otro lado gracias al surf logro mantener el ritmo.
―¡Oye! Dame la sombrilla. ―me quejo y después de unos forcejeos con la sombrilla acepta que la compartamos, aunque es demasiado tarde para mí.
Llegamos minutos después a la agencia. Adentro hay demasiado ruido, parece que algo sucedió.
―¿Sucede algo?
―Alguien renunció―dice Alexa, la recepcionista, luego le da una mirada a mi ropa―. ¿Necesitas ropa seca?
―Te agradecería, afuera está diluviando.
Alexa va en busca de la ropa, que debe estar en uno de los cuartos de vestuario, ya que como en las obras de teatro cada uno de nuestros empleados usa esa ropa para ir a los encargos.
A los pocos minutos vuelve con una camisa manga corta de color blanco y estampado de mariposas rosas y un pantalón azul muy ajustado.
―Mira―me entrega la ropa y se va.
―Linda camisa―bromea Allan y le doy un codazo en el estómago para que se calle.
Toda la ropa en general es apretada, la camisa resulta ser más corta de lo que parecía así que está por encima del ombligo. Ignoro lo patético que me debo ver y camino rápido hacia la sala de juntas, ya que solicitaron una reunión urgente con todos lo socios.
―Es inaceptable ―dice Jimmy Templeton, el socio mayoritario a quien tuvimos que venderle la mayor parte cuando estuvimos en crisis económica, hace unos cuántos meses―. La competencia en este mercado está cada vez más fuerte―explica mientras camina alrededor de la mesa de juntas y de pronto detiene su mirada en mi ropa. Yo me encogo de hombros y finjo demencia.
―¿Cómo es eso posible si somos los únicos especialistas en esto?―pregunta uno de los socios. Esto afortunadamente distrae a Jimmy.
―Por esto.
Jimmy baja la pantalla para proyectar y coloca su presentación. La primera imagen es un logo de lo que parece ser una nueva aplicación.
―Los rescatistas―mascullo sin entender.
―Sí, ellos son la nueva competencia. De la noche a la mañana las descargas han ido aumentando y con ellas han disminuido nuestras ganancias.
Jimmy pasa otra imagen donde hay una gráfica en la que claramente se ven pérdidas en Agosto.
―¿Y que se supone que hacen?―inquiere Allan
―Rescatan a personas de situaciones incómodas, como citas con personas raras de tinder o cosas por el estilo.
―¿A quién le interesaría eso?―Río.
―A los 3 millones de personas que la han descargada en las 24 horas de su lanzamiento. Por cierto linda camisa.
Muchos ríen por lo bajo pero ante la seriedad del tema que habla Jimmy no dura mucho tiempo. Jimmy aprovecha cada maldito momento para fastidiarme la vida.
―Eso si es un problema―acota alguien
―Y grande.
―Por eso amigos necesitamos un plan o está empresa se va a la ruina.
―Quizá exageras un poco, hasta Amazon tiene competencia y míralo ahí está.
Volteo a ver al demente que acaba de decir eso:―¿Cómo vas a compararnos con Amazon?
Ni siquiera recibimos esa cantidad de ganancias, empresas tan grandes como esas son tiburones, nosotros aún somos un pez que navega perdido en el océano.
―Esta vez estoy de acuerdo con Harlan, estás loco Dave.
Vaya, eso es nuevo.
Jimmy vuelve a su explicación y cambia la diapositiva.
―Necesitamos un plan, por eso diseñe estas estrategias―apunta hacia ellas con su puntero láser, el cual siempre trae a las reuniones, es una obsesión suya―. La primera es la más lógica hacer descuentos eso atraerá más personas. La segunda ampliar nuestros horizontes, es decir, aceptar más trabajos. Por ejemplo, podemos implementar una especie de alquiler de personas para eventos importantes, ya saben hacerse pasar por novios, novias, padres, lo que sea.
―Oye pero esa no es la premisa de la empresa―manifiesto.
―Harlan, ¿acaso quieres perder la empresa que tanto esfuerzo te costó?
Trago saliva y miro a Allan, él se encoge de hombros. Claro que a él no le importa, pero esto ya es jugar con los sentimientos de las personas. No creo que sea buena idea...pero por otro lado tampoco puedo perder la empresa y mucho menos dejar que Jimmy compré las acciones que faltan para que sea dueño total.
―Está bien, hagamos lo que dices.
♤♡♤♤
En la tarde voy a la playa, allí trabajo enseñando surf. Es un trabajo de medio tiempo, bastante informal pero no lo hago por dinero ya que en serio amo el surf.
Amo la playa y ver el atardecer. Sentir la arena en mis pies, todo es mágico.
Esta vez no han nadie solicitando clases, de hecho la playa está vacía. Aprovecho la situación y voy a practicar un rato. Luego de casi una hora de intenso ejercicio alcanzando olas me detengo y tomo un descanso.
Hace algún tiempo, cuando tenía quince años logré ganar un concurso que hacía, sin embargo fue algo realizado en Mainefild, nada relacionado trofeos o premios importantes. Jamás quise ser reconocido en el surf, a pesar de que es un hobbie que amo. Sin embargo, mi verdadera pasión es el teatro. Por eso he luchado tanto para poder seguir estudiando.
Cuando retome mis estudios llegué a una academia nueva la cual se adapta bastante a mis expectativas. Por lo menos no hay profesores que te roban a tus novias.
Entonces recuerdo la aventura de ayer. Aquella venganza de verdad me hizo sentir feliz, sé que no debo alegrarme con las gracias ajenas, pero ese hombre se lo merecía. Después de todo el sabía que Sally era mi novia, pudo evitarlo aún así le siguió el juego y cayo en su trampa. Suspiro exhausto. Esa situación es bastante fastidiosa de recordar así que me centro en el atardecer.
Quizá debería escribirle a Elinor. O quizá mañana.
Tomo el celular en mis manos algo indeciso, abro su chat y me quedo pensativo.
Está bien lo voy a hacer. Igual no pierdo nada. Además me interesa saber cómo está, después de lo que dijo Viviette está mañana no me quedé muy tranquilo. No quiero sentirme culpable por ser el causante de su tristeza, puede que haya sido un error contarle la verdad.
Me levanto de la arena y tecleo rápido un saludo y pregunto como está. Guardo el celular en mi bolsillo y sacudo la arena que se ha pegado a mi pantalón corto.
Ya está anocheciendo así que el mar ya se vuelve peligroso. Contemplo el mar unos minutos antes de irme y emprendo mi camino rumbo a casa.
No tardo mucho en llegar, son casi las ocho de la noche. Elinor no ha respondido, muerdo mi labio algo arrepentido por lo que hice. Han pasado casi 30 minutos desde que envié el mensaje.
Puede que esté ocupada, ella no mencionó ningún trabajo, pero lo más probable es que esté trabajando ya que hoy es lunes. Pero Viviette mencionó que no estaba bien...es posible que haya faltado.
Detengo la tormenta de pensamientos ya que podría continuar así mucho tiempo, me concentro en otras cosas como ayudar a la abuela, limpiar y organizar mi cuarto.
Cuando ya son las 10 me siento frente al computador con la intención de investigar acerca de esa nueva aplicación, además necesito trabajar en las nuevas estrategias de Jimmy. Agradezco que me haya dejado revisarlas y aportar algo en ellas. Sé que Jimmy no es malo, es complicado ya que no nos llevamos bien solo por el hecho de que él compró parte de mi empresa.
Creo una presentación y dígito un título: Plan salvemos a los infiltrados.
Mi concentración dura poco porque mi celular que está sobre la mesa de noche vibra. Intento no parecer desesperado pero termino mirando quien es. No es Elinor. Es Jimmy.
Necesito que busques un nuevo empleado para el puesto al que renunció Fabian.
Respondo una respuesta afirmativa y bloqueo el celular. Me resigno a no recibir respuesta a mi mensaje y me dedico a trabajar.
Cuando mis ojos empiezan a cerrarse decido apagar todo y continuar mañana, casi es la medianoche y no soy muy bueno desvelandome, desde siempre he sido alguien madrugador. Lo mío no es la noche.
Cuando por fin ya me estoy durmiendo mi celular vuelve a vibrar.
Hola. Perdón por no responder antes.
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