Capítulo 1: Los infiltrados

HARLAN

―¡Detengan esta boda!

El tiempo parece congelarse. La novia me mira fijamente. Todo está en silencio, nadie dice nada. De repente todo vuelve a su curso normal.

―¿Esto es un broma, Elinor?―El novio toma la iniciativa mientras yo doy una mirada a mi amigo, Allan.

¿Por qué reacciona así?

―Claro que no. No entiendo qué sucede.

○●○●

Un año antes.

―¿Despedido?

―Sí, estoy en la ruina amigo. ―Allan está de pie frente a mi comiendo una barra de chocolate que según él lo mantiene tranquilo―. Necesito un trabajo.

Allan llevaba casi un año trabajando en una empresa muy importante, es ingeniero informático. Y hace todo lo que su jefe le dice, por lo que me parece injusto que lo despida como si fuera alguien reemplazable.

―Pero si eres muy capacitado. ¿Por qué te despidio?

―Según él doy mala imagen a la empresa.

―¿A que te refieres con mala imagen?

―Recuerdas la propuesta que me hizo sobre participar con el grupo de marketing. ―dice ignorando mi anterior pregunta―. Bueno, pues la gano alguien más con "buena imagen"

Enarco una ceja esperando a que continúe.

Allan se señala a sí mismo. Al principio no entiendo hasta que añade:

―Estoy gordo, Har. A ese hombre no le agrado desde el inicio, si me contrato fue porque estaba desesperado.

Me levanto de la silla del escritorio y lo tomo de los hombros.
―Tu no estás gordo, Allan

Mi amigo me mira exhausto, no quiere hablar de eso. Pero debe hacerlo

―¿Qué?¿Ahora te volviste nutricionista?
―No, ¿Tu jefe si?

Niega y suspira cansado de mi actitud. Le fastidia que yo haga eso. Siempre lo he defendido de quiénes se burlan de sus kilos de más, nunca ha sido un problema para mi porque yo siempre intento priorizar la personalidad sobre el físico.
―Hablando en serio, Allan. ¿Quién lo necesita? No necesitas su trabajo.

Mi amigo camina dando vueltas por mi pequeña habitación.

―Claro que lo necesito, Harlan. ¿De dónde sacaré dinero para pagar la renta?

―Está bien, necesitas un trabajo. Pero no ese trabajo. Te voy a ayudar.

Allan detiene sus pasos inquietos y se deja caer en mi cama.

―Si tú lo dices. ―suspira y vuelve a verme―. Según tú, ¿cómo vas a conseguirme trabajo?

―No lo he pensado.

―Lo sabía.

Sí, siempre propongo cosas sin saber realmente si van a resultar bien.

―Quizá puedes trabajar conmigo en la playa.

―¿Haciendo qué?

―Tú no sabes surfear, así que no podrías dar clases. ―me acerco al calendario pegado en la puerta de la habitación―. Podrías trabajar con Dave vendiendo tablas.

―¿Con el loco Dave?

―Por favor, ya nadie le dice así.

Su mirada se clava en mí.

―Bueno, algunas personas le dicen así―admito.

―¿Ese es el grandioso plan en el que estabas pensando?

―No.―Tomo un marcador negro y encierro uno de los eventos que tengo anotado en el calendario―. Este es mi plan.

Escucho a mi amigo levantarse y acercarse para leer lo que señalo.

―¿La feria laboral es tu plan?

●○●○

―Esto es lo que vamos a hacer―murmuro a Allan.

Estamos en la playa de Mainefild, a unos kilómetros del hotel donde se lleva a cabo la feria, escondidos bajo una palmera aguardando a que la multitud de gente invitada baje de los buses designados. Aquí habrán muchos empresarios en busca de empleados calificados para su trabajo.

El problema es como vamos a entrar. No estamos inscritos en ninguna parte, tendremos que infiltrarnos.

―¿Estás seguro que esto no es ilegal?

―Claro que no.

Espero realmente que no lo sea.

―No lo es si no...tengo una idea.

Nos mantenemos ocultos gracias a la vegetación y caminamos hasta llegar a la fila de personas a la entrada del hotel. Hay un puesto donde al parecer seleccionas el papel con tu nombre e ingresas sin molestia. Creo que es un poco mala la seguridad del hotel, en fin ese problema es del señor Mitchell.

―Solo toma un nombre al azar y sígueme.
―Te juro que cada vez estás más loco.

Allan y yo logramos ingresar, pegamos la calcomanía con nuestro nombre falso y nos adentramos al salón donde se llevan a cabo los eventos.

―¿Cómo pretendes llamar la atención de uno de los empresarios para que me contrate?

Me detengo a mitad de camino. Por supuesto, necesitamos algo sorprendente que demuestre las verdaderas capacidades informáticas de mi amigo.

―¿Y?

―Amigo, estoy pensando.

―Lo tengo―susurra Allan entrando a al salón sin siquiera esperarme.

―¡Oye!

En el interior hay varias personas, sin embargo no es el ambiente de una feria laboral. De hecho, el ambiente está tan apagado que las pocas personas que quedan apenas hablan entre ellos.
Hay una mesas rectangulares a los costados con comida, donde la mayoría de personas se encuentran ahogando sus penas. Que lúgubre, parece un funeral. El resto del lugar se basa en un salón con serpentinas de papel y globos de colores por doquier en un intento por levantar el ánimo.

―Creo que te equivocaste de salón―murmuro al ver que en el fondo un letrero gigante dice fiesta de egresados año 1.992

―No me digas.

Allan y yo nos preparamos para irnos cuando una mujer de bastante edad se nos acerca, se sostiene con un bastón y camina con lentitud.

La mujer me pellizca los cachetes con sus manos trémulas. Miro de reojo a mi amigo quien se encoge de hombros.

―Oh, mi querido Samuel. Pensé que nunca ibas a llegar.

La mujer me observa a través de sus lentes esperando que diga algo.

―¿Acaso no me recuerdas?

De manera disimulada reviso el nombre falso que llevo conmigo. En efecto, soy Samuel Johns. Y la mujer frente a mí acaba de confundirme con él. Vaya, quién diría que varios eventos se llevaban a cabo en un solo lugar. Creo que es algo bastante obvio, en fin nuestro plan fracaso.

―No, señora. Lo lamento...

―Samuel, soy la profesora Carmell. Pero que bien te conservas, muchacho.

¿Será por qué tengo 25 años en lugar de 45?

―Sí, claro. Esa cremas antiarrugas si funcionan―Rio sintiéndome mal por engañar a la señora.

La profesora Carmell al parecer atrae las llamadas de los demás exalumnos pues a nuestro alrededor comienzan a surgir personas que no solo nos confunden con sus antiguos compañeros sino que fingen ante nosotros estar pasándola bien en este aburrido lugar.

Allan, quien ahora se llama Edmund Petit resulto ser el estudiante de intercambio que ahora nos deleita con su falso francés basado en frases inventadas con una mezcla de frases trilladas de películas. Como resultado, un cretino al que todos le creyeron. Sí, hasta yo estoy sorprendido.

Allan siempre ha adorado la atención por lo que no me extraña que se sienta como pez en el agua. Yo termino colocando una selección de música más moderna en un vago intento de que los exalumnos bailen. El dj contratado me ayuda con mi idea y la fiesta por fin recobra un aire alegre.

No puedo recordar con exactitud el momento exacto en que todo acabo. Simplemente la fiesta llego a su fin, y nosotros nos dimos cuenta de algo.

―Sé que ustedes no son Samuel ni Edmund―susurra un hombre bastante anciano. Debe ser otro maestro―. Pero les agradezco por animar la fiesta. La verdad que estaba siendo un desastre y este tipo de reencuentro no son hechos para eso.

Mi amigo y yo permanecemos callados.

―Deberían considerar hacer esto más seguido. Ya saben animar fiestas, armar uno que otro show digno de alegrar hasta el más amargado. Yo pagaría por ello.

El hombre estrecha su mano con la mí,y hace los mismo con Allan. Es un saludo corto pero que nos deja una extraña sensación de satisfacción.

Yo pagaría por ello. Sus palabras se repiten una y otra vez en mi mente.

Cuando ya todos se han marchado volteo a ver a mi amigo.

―¿Escuchaste lo que dijo?

Él asiente entusiasmado:―Esto se siente tan raro, nunca me había colado a una fiesta y mucho menos creí que fuera a ser tan espectacular.

―Allan, lo que dijo aquel hombre puede ser una señal.

―¿Señal para qué?

―Para trabajar en esto

Allan por un momento parece confundido, yo también lo estoy aún. Pero mis pensamientos viajan a toda velocidad diciéndome que es el camino correcto.

―Nos pagarían por animar fiestas, arruinarlas o mejorarlas. Sería un éxito.

○●○●

Varios días después de que la idea de un nuevo negocio explotará en mi cabeza mi amigo y yo planeamos nuestra estrategia de venta. Yo dejé mi trabajo dando clases de surf, así que ya no hay marcha atrás.

Respiro profundo y miro a mi amigo. Estamos frente a un pequeño garaje en el que pensamos convertir en nuestro lugar de trabajo. No solo necesitaremos un lugar fijo, también un equipo que nos ayudé. Y lo más importante necesitamos ser conocidos.

Entramos al pequeño lugar. No es nada lujoso. Apenas cabe un escritorio y unas cuántas sillas. Colocamos un teléfono fijo, donde se supone recibiremos los encargos. Por ahora es lo único que necesitamos.

―¿Ya has pensado en quienes podrían ayudarnos?

De hecho, llevo tiempo pensando eso. Mi primera opción son mis compañeros de teatro, con los cuáles veía la carrera de artes escénicas y que dejé luego de que mi abuela enfermará.

―Hice algunas llamadas y los chicos del teatro nos ayudarán

―Actores, excelente elección.

Sí, esa es la intención. Las personas podrán hacer encargos de todo tipo, desde escándalos en una reunión familiar hasta escenas de celos. Allan y yo queremos ampliar nuestro negocio, claro por ahora la premisa inicial sigue en pie, pero algún día en un futuro no muy lejano los actores serán necesarios.

―Todo sale tal cual el plan―Le recuerdo a Allan y por fin me permito sentirme orgulloso.

Invertí todos mis ahorros en esto, así que espero no arrepentirme en lo absoluto.

Los chicos del teatro no tardan en llegar, algunos han traído otras personas por lo que tenemos a diez personas calificadas preparadas para trabajar.

Yo me encargo de tomar el mando y explicar punto por punto qué haremos hoy, ya que lo primero es darnos a conocer. Repartiremos folletos por toda la ciudad si así lo requerimos. Además Allan se encargará del logo de nuestra pequeña empresa y también realizará una aplicación para que los encargos sean de mayor accesibilidad.

―Solo hay un problema―agrego después de mi discurso―. Aún no hay nombre. Vamos a necesitar una lluvia de ideas para esto.

Allan cuelga el tablero mediano que hemos traído y lo coloca en la pared. Tomo uno de los marcadores y volteo a ver a los demás.

―¿Alguna idea?

―¿Qué tal los animadores?―propone Karen.

―Poco creativo―suelta alguien en el fondo.

―Los arregla fiestas.

―Poco original―intervengo aunque voy anotando las ideas.

―Decora eventos.

―Suena a decoradores y nosotros no somos eso. ―Esta vez es Allan quien responde.

―¿Qué les parece los infiltrados?

Es entonces que un bombillo en mi mente se enciende. Suena razonable y parece encajar con lo que hacemos.

―Me gusta.

―A mi igual. ―Un par de comentarios me secundan.

―¿Todos de acuerdo?

El voto es unánime.

○●○●

Los infiltrados toma forma cuando Allan nos muestra el logo. Tiene fondo negro y hay una siluetas de diferentes colores neón bailando, asemejando a un grupo de personas en una fiesta, entre ellas resalta una. Sobre él hay una lupa como si alguien lo hubieran descubierto entre el montón de siluetas. Posicionado sobre la lupa con una fuente que se ve borrosa como si se tratará de humo aparece el nombre de la empresa: Los infiltrados. Y el eslogan lo acompaña a la perfección: Si necesitas un infiltrado, llámanos. Atenderemos cualquier evento. Allan nos mira expectante. Es maravilloso como ha logrado plasmar cada una de nuestras ideas.

―Se ve genial.

―Los folletos los entregaremos hoy pero si la interfaz de la aplicación no falla en este momento podrían pedir nuestro servicio.

De pronto el teléfono fijo empieza a sonar. Decido tomar la iniciativa y contestar.

―Sí, somos los infiltrados. ¿En qué podemos servirle?

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