08

Quizás despertar con los brazos de la persona que amo dejándome sin aliento sería una buena idea para vivir el resto de mi vida.

A estas alturas, Minho seguía teniendo miedo de que me fuera de su lado. Este idiota aún no es conciente de que lo amo con toda mi vida y que llevamos poco menos de dos años estando juntos.
Son pocas las veces que me quedo a dormir con él, pero cuando lo hago, me aprieta tan fuerte contra su cuerpo como si fuera a escapar.

Imbécil, ¿Cómo puedo irme si me tienes tan aferrado a ti?

—¿Te tienes que ir tan temprano? - pregunta con su voz adormilada cuando logro separarme de su agarre.

—Si no llegó al desayuno...

—Tu papá te encerrará en tu cuarto un día entero, lo sé. - completa lo que iba a decir.

Algunas veces que llegaba tarde, mi padre se enojaba tanto que me dejaba un día entero encerrado en mi cuarto sin poder salir. Pocas eran las veces que me llevaba de comer por lo que no quiero pasar por eso de nuevo.

Sin la comida no soy nada.

—Lo siento. - dejo un pequeño beso en su mejilla.

Eso hace que cambie su estado de ánimo porque ahora está sonriendo ampliamente.

—Está bien, ve.

Esto no se sentía nada bien, siempre odié las despedidas, y aunque sé que esto no es una despedida como tal, podrían pasar hasta semanas o meses para volver a vernos. Tenía miedo de que Minho llegara a hartarse, que un día simplemente mande todo a la mierda y me deje solo.

Siento sus manos en mi cara acercándome a él y deja un beso en mis labios.

—En serio está bien.

Su voz suave logra calmar mis nervios y su mirada que no logro decifrar hace que me sienta cálido.

Sé que no está bien, pero logro calmarme un poco.








Vuelvo a mi casa colandome por la ventana de mi cuarto, subiendo gracias a los ladrillos que están lo suficientemente salidos como para sostenerme de ellos y trepar un poco hasta mi habitación.

Cuando entro, me quito los zapatos sin percatarme de la presencia que me veía atentamente hasta que escucho su voz llamándome antes de quitarme la camisa.

—¿En dónde estabas? - por suerte era mi bb hermana, la mayor de todos. Pero aún así tiene sus cejas fruncidas y sus brazos cruzados sobre su pecho.

—Dios, me asustaste. - es lo primero que sale de mis labios que mis cuerdas vocales pueden emitir.

—Y tú a mí, pensé que eras un ladrón, estaba a punto de lanzarte esto. - señala su zapato de tacón y vuelve a colocarlo en su pie.

—¿No llego tarde, cierto?

—No, no llegas tarde. Mamá aún está preparando el desayuno. Diez minutos más tarde y realmente estás muerto.

—Lo sé, lo sé. No vuelve a suceder, lo juro.

Ella suspira, acomoda su largo cabello castaño detrás de su oreja haciendo que el olor de su shampoo llegue hasta mis rosas nasales debido al viento que se cuela por la ventana.

—¿De dónde vienes? Jisung, no es la primera vez que llegas así a casa. ¿Qué estás haciendo? ¿Con quién?

Sus preguntas llegan como cuchillos atacandome directamente al pecho, trago saliva tan fuerte y pesado que estoy seguro de que lo ha escuchado. Mis manos sudan y mis personas tiemblan. Por dios ¡Esto es tan estresante! ¡Muy angustiante! ¿Cómo dos simple preguntas fáciles de responder pueden provocar esto? Dios, dame fuerzas, y tráeme a Minho.

—Estoy saliendo con alguien. - suelto de la nada, rápido pero poco seguro.

Sus ojos se agrandan un poco y una sonrisa se forma pico a poco en su rostro. Su postura se relaja y ahora de pone tímida, siempre es así cuando hablamos de estas cosas.

—¿Con quién? ¿Es linda? ¿Ya le dijiste a papá? ¿Es de la iglesia? ¿La conozco? Si no la conozco, por favor presentamela, estoy segura de que seremos buenas amigas.

Bueno, dudo mucho que a Minho le gusten los temas de moda y maquillaje, muy apenas sabe que tiene ropa en su armario, y casi toda es negra, parce que no le gusta otro color que no sea ese.

—No vive en la ciudad. A lo que me refiero, vive muy lejos, demasiado, pero viene seguido aquí a visitar a sus abuelos. Nos conocimos en... el centro comercial, ella estaba buscando tiendas en dónde vendieran cosas para fiestas, ya sabes.

¿Qué mierda estoy diciendo?

No lo sé, pero mi hermana parece contenta.

Ella me abraza casi colgándose de mi cuello y con una amplia sonrisa se separa seguido de un chillido.

—Asegurate de traerla pronto a casa, estoy segura de que a papá y mamá les encantará conocerla.

Un nudo se formaba en mi garganta apretándome las cuerdas vocales haciendo que solamente pueda emitir un sonido de afirmación a su propuesta.

Me tragué mis palabras junto al dolor que se formaba en mi pecho creciendo hasta la cabeza y mis lágrimas fueron succionadas por mis ojos impidiendo salir por completo y delatarme como el peor ser humano que ha existido en el mundo.

Mis rodillas temblando ante el retumbe de la puerta al cerrarse y mi corazón latiendo fuerte ante saber lo que estoy ocasionando sólo me hace desear morirme en este instante.

—¡Ya está el desayuno! - avisa su madre desde la planta baja, escucha como todos sus hermanos corren por los pasillos bajando las escaleras, como las puertas son azotadas con fuerza y el olor de la comida llegando hasta mis fosas nasales.

Salí de mi cuarto y bajé a desayunar con mi familia, al sentarme y que mi padre se asegurara de que todos estuviéramos en la mesa cerró sus ojos y extendió sus manos, una del lado de mi madre y otra de mi segunda hermana mayor. Los demás nos tomamos de las manos y cerramos igualmente los ojos, y entonces, comenzó a hablar.

—Señor, te agradecemos por la comida que pones en nuestra mesa todos los días y los sustentos que nos das para poder consumirla. Bendice las manos de mi sagrada esposa para que siga haciendo estos alimentos y a mis queridos hijos para que puedan comerla con gusto. Te damos gracias por todo lo que pones en nuestra mesa y por darnos el placer de ingerirla. Amén.

—Amén. - decimos todos al final.
Ahora sí, nos soltamos de las manos, abrimos nuestros ojos y empezamos a comer.

Y en este momento, cuando estoy rodeado de mis padres y hermanos, cuando estoy acabo de agradecer por los alimentos. Sólo puedo pensar.
¿Minho ya habrá desyuando? ¿Si quiera se habrá levantado ya?









Pasaron unas cuantas semanas. Era ya casi noche cuando mi hermano menor entra a mi cuarto con el teléfono, ese que parece un enorme ladrillo, en sus manos.

—Es para ti.

Tomo el teléfono y lo saco empujandolo un poco del cuarto ya que me imagino quien puede ser.

—¿Quién?

Dios, como extrañé tu voz.

Aunque no lo diga, yo también extrañé la suya.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?

Eran pocas las veces que me llamaba, cuando mi hacía era porque realmente era urgente o se sentía mal. Aunque comienzo a creer que realmente no se sentía mal.

Simplemente, quería llamarte.

—Sabes que no puedes simplemente llamarme. Alguien podría sospechar.

Lo sé, lo sé. Sólo quería darme este gran lujo

—Idiota.

Rio cuando él ríe del otro lado del teléfono.

Debes de dejar de decirme idiota, hiere mis sentimientos. Eres un mal novio.

—Sí, claro, idiota. Soy el peor novio.

De hecho, lo eres, tanto que no estás aquí conmigo en la cama descansando.

—¿Quieres que vaya? No tengo problema en ir, puedo decir que mis amigos de la universidad organizaron una cena, así yo podría...

Me veo interrumpido por su voz llamándome.

Jisung... ¿Y si escapamos?

Probablemente esto vaya para largo.

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