Capítulo 9


Eran las 8:00 AM, y el clima se encontraba templado. El cielo estaba despejado, y una fresca brisa de viento tocaba las mejillas de Sandra. La castaña bebía su café con prisa, sentía la necesidad de estar en el hospital; aunque a la vez estaba un tanto relajada.

Mark siempre había sido gentil con Sandra. Era comprensivo y amable, y ese día no era la excepción. El día anterior la había convencido de que durmiera un poco, pues estaba sumamente cansada y desvelada. Y en la mañana, la mujer lo había encontrado en la sala principal de su hogar, esperándola para invitarle un café. Allison se había dado cuenta, pues se estaba preparando para ir a la universidad, y había sido ella quien le había abierto la puerta al señor Kerry.

A la mayor de las hermanas Adams le agradaba Mark. Pensaba que era un hombre atractivo, inteligente y generoso; por lo que no se negaba a la amistosa relación que tenía con su madre.

Sandra pensaba en eso. Sabía que su hija deseaba que tuviera una pareja, alguien con quien compartir su vida. Y de hecho, se lo había planteado anteriormente. Tal vez debía darle una nueva oportunidad al amor, y Mark era perfecto. Sabía que su jefe tenía una apreciación mayor por ella, lo notaba. Pero era complicado.

—Espero que un poco de sueño te haya ayudado—comentó Kerry.

La morena dio un sorbo a su taza de café, para posterior dejar ver una pequeña sonrisa.

—Sí, de hecho ayudo. Estaba muy cansada, no había dormido nada—confesó, con la mirada perdida. Después situó sus ojos con los del hombre y le dijo: —Gracias, Mark. Por todo, en serio, has sido tan amable conmigo y eso lo aprecio muchísimo...

El también castaño puso su mano sobre la de Sandra, mirándola fijamente con sus pequeños ojos azules.

—Sandra, sabes que puedes contar conmigo en lo que sea—declaró.

La mujer se sentía protegida con él. Se sentía a salvo.

•●•

Pensaba. Intentaba desconectarme de la realidad, aunque, no estaba muy segura de ella. ¿Qué era la realidad en esos momentos? Lo único que podía hacer era mantener mis ojos cerrados, con la intención de enfocarme en los buenos momentos; tal como el ángel me había sugerido. Casi podía saborear el chocolate caliente que me preparaba mi abuela por las mañanas, y el sonido de la guitarra de mi abuelo. Bellas melodías y dulces aromas, momentos que había disfrutado en mi niñez y ya no estaban ahí. Habían desaparecido en algún punto, y yo estaba enojada debido a ello. Enojada por la manera en que las cosas habían sucedido, por como todo empezó a cambiar. Cambió todo a mí alrededor, incluida yo. Porque la vida cambia, y las personas también. Las situaciones te destruyen, te hacen añicos y no hay reparación. No la hay.

No sabía que día era, ni qué hora era, ni absolutamente nada sobre mi madre y mi hermana. Me preguntaba qué pensarían mis amigos –o ex amigos- sobre mí, me preguntaba si estarían preocupados o simplemente no les importaba tanto. Y sobre todo, me sentía angustiada en cuanto a Tony. Tenía miedo de no despertar, de no verlo una última vez. O tal vez lo haría, pero no de la manera en que yo deseaba. Lo necesitaba. Quería pedirle disculpas por las veces en que lo defraude, y también quería yo perdonarlo por las veces en que el me defraudo a mí. Porque nunca fuimos una pareja normal. No, nosotros teníamos problemas. Porque yo era un desastre, al igual que él. Pero lo amaba, y el a mí también. De una manera caótica y problemática, pero lo hacía. Y la posibilidad de que no pudiera besarlo una vez más, me estaba matando. Lenta y dolorosamente. ¿Desearía el verme, besarme, sentirme?, ¿seguiría amándome? Eran preguntas que hacían a mi cabeza explotar.

—Alexa...—una voz me hizo salir de mis pensamientos.

Era, por supuesto, el ángel que me había acompañado desde el primer día. Tenía tantas interrogantes sobre ella, pero no me atreví a preguntar nada. Ni desde el primer día en que la había visto.

Caminé hacia ella a paso lento, me sentía cansada por alguna razón. Cuando me acerqué lo suficiente, el lugar se tornó blanco. Jamás me había proporcionado tanto alivio aquel color.

El ángel no decía nada, tan solo me observaba. Parecía esperar algo de mí.

Yo tenía la mirada perdida, a la vez que inhalaba y exhalaba. Estaba en una absoluta crisis, y cada minuto me parecía una eternidad en aquel horrible lugar. Porque, a pesar de que no había dolor como tal, yo lo sentía. Y era horroroso.

—Realmente quisiera ayudarte, ¿sabes? —habló ella, con voz apagada, pero dulce.

Fije mi mirada en ella. Sus ojos reflejaban angustia, parecía estar diciéndomelo sinceramente. Tuve de pronto la necesidad de sollozar, pero no lo hice.

— ¿Y por qué no lo haces? —pregunté, con la voz entre cortada.

La rubia suspiró, mirando hacia abajo.

—Es complicado, Alexa. Simplemente no puedo ayudarte así como así—explicó, ahora con voz segura y autoritaria— pero créeme que si pudiera, lo haría. Porque veo en ti algo distinto.

El deseo de llorar aumentaba, pero me limité a morder mi labio inferior para sustituir esa necesidad.

—Está bien—susurré— ¿puedo arreglar ahora mi siguiente pecado?

El ángel me sonrió.

•●•

Olivia caminaba entre las calles. Reía falsamente, intentando parecer divertida. Las otras dos chicas estaban a su lado, una en la izquierda y la otra a la derecha, haciéndola a ella resaltar. Sus rubios cabellos se movían de un lado a otro debido al viento, a la vez que los rayos de luz del sol chocaban en su rostro, proyectándose en el celeste de su iris. Probablemente, cualquier persona que la viera pensaría que Olivia era una chica feliz y popular, con amigos y vida geniales. Pero ella sabía que no era así. Era un secreto, un oscurísimo secreto que únicamente ella podía saber.

Cuando pararon en su casa, la chica observó que el buzón estaba entre abierto; así que recogió los sobres que había en él sin prestarle mucha atención.

—Chicas, mis padres no están en casa—declaró ella, con una sonrisa pícara.

Sus acompañantes rieron a la par, para después entrar a la casa de Olivia.

La casa de Olivia era hermosa. Tenía mucho espacio, además de que la decoración era exquisita, sumamente elegante. Había sido escogida por su madre, pues era diseñadora. Las ganancias de la familia eran debido al trabajo de su padre, quien era gerente de producto; por lo cual ganaba bien y podía satisfacer cualquier capricho de su esposa y de su hija única.

—Pónganse cómodas, volveré en un minuto—indicó, para después dirigirse hacia la cocina, la cual estaba unos pasillos adelante.

Cuando llego ahí, dejó los sobres del buzón en la barra, para posterior tomar una botella de Vodka y tres vasos. Para cuando estaba a punto de salir, observó algo extraño. Había un papel que no tenía sobre, parecía solo estar doblado. Sonrió, seguramente era de algún ''fan secreto'', como le había sucedido anteriormente. Dejó la botella y los vasos en la barra, y con arrogancia, abrió el papel. 

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