Capítulo 7: Continuación del Tercer Pecado


Sandra había estado todo el día en el hospital. No dejaba de estar observando a su hija, al tanto de su recuperación. No recordaba cuantas tazas de café había bebido, y sinceramente, no le importaba. Tampoco había dormido. Tenía que estar consciente por si algo le sucedía a la más chica de sus hijas, por si despertaba.

Horas más tarde, aproximadamente a las 2:40 pm, un hombre bien parecido y de elegante vestuario entró a la habitación.

—Sandra, dios santo... —mencionó al entrar, para después abrazar a la mujer. 

Ésta le correspondió el gesto.

―Dios, Mark. Me has tomado por sorpresa... ―dijo, limpiándose algunas lágrimas que había derramado. ―No tenías que venir...―finalizó el abrazo.

Mark Kerry era el jefe de Sandra. Siempre había sido muy amable con ella, e incluso se podría decir que entablaban una amistad, además de que él sabía lo que había pasado en el matrimonio de la castaña, así como ella del de él. Kerry era divorciado, y parecía tener una enorme apreciación por la viuda señora Adams.

―Por favor, Sandra. Tenía que venir a apoyarte. Tu sola, en un momento tan difícil...―Mark le acarició el brazo― todos en la empresa estamos muy preocupados por ti. Y por tu hija.

―Bueno...―suspiró― gracias. Pero no hay nada de qué preocuparse. Mi Alexa estará bien, lo estará...

―Por supuesto, por supuesto. Lo estará.―le dijo a su empleada, reconfortándola.

•●•

Olivia Weaver había sido una real arpía conmigo. Estuvimos juntas desde la primaria, y se dedicó a molestarme todos los años escolares. Todos y cada uno de ellos. Pero, para cuando estábamos en décimo grado, decidí no soportarlo más.

Olivia siempre fue la chica linda del colegio. Alta, rubia, delgada y de ojos azules. Llamaba la atención por donde fuera. Y nunca, nunca, fue amable conmigo. No era amable con nadie, en realidad; pero parecía tener algo contra mí.

En la primaria me estiraba del cabello y constantemente, me decía lo fea que yo era. Algunas veces incluso, llego a tomar mi almuerzo en el receso y tirarlo a la basura. Pero eso fue lo más lejos que llego, al menos en la primaria.

Para la secundaria, en noveno grado, las amenazas comenzaron a subir. Habíamos establecido, por así decirlo, una enemistad. Para ese entonces ya me defendía, por supuesto, pero era cansado tener que lidiar con ella todo el tiempo. Y lo peor, era que yo no sabía porque me odiaba tanto. Una que otra vez hubo golpes presentes, cosa que nos llevó a detención algunas otras veces. Recuerdo que en un momento (ya en décimo grado), de fastidio total, le cuestioné el motivo de tal desagrado hacia mí; a lo que respondió ''te odio como nunca he odiado a nadie, estúpida perra'', y se alejó. Me molesté infinitamente por tan absurda contestación. Así que decidí vengarme.

Faltaban aproximadamente dos semanas para su cumpleaños, y sabía que ella estaba locamente enamorada de Noah Smith, un chico de onceavo. Así que le envíe un regalo.

Esa fecha, el esperado día de Olivia, le deje un pastel que yo misma había preparado en la puerta de su casa. Digamos que tenía un ingrediente especial. Éste venía con una etiqueta que decía: ''De: Noah Smith. Para: Oli, la hermosa cumpleañera''. Sabía que ella era bastante estúpida y caería por completo en la trampa.

Entonces, esa noche, en la fiesta de Olivia (porque, obviamente, siendo ella tan genial haría una fiesta por la noche de viernes) comió del pastel. No fui invitada, por supuesto, pero lo supe porque toda la próxima semana siguiente había faltado a clases. Efectivamente, el veneno para ratas había hecho de su función. Supe que estaba internada, debido a una hemorragia. El pastel no tenía la cantidad suficiente de veneno para matarla, solo para tenerla enferma por un par de días. Y así fue.

Cuando llegó la semana próxima a esa, ya recuperada, se acercó y me dijo:

― ¡Se lo que hiciste, maldita perra! sé que fuiste tú, Noah jamás me haría algo así.―protestó. Se veía molesta, pero podía percibir más miedo que furia―. Estás demente, verdaderamente lo estás.

No hice más que sonreír.

―No te vuelvas a meter conmigo, zorra—respondí.

Sé que intentó quejarse con la policía, pero no hicieron nada al respecto, simplemente la ignoraron. Y desde ese día no volvió a molestarme. Aunque, nunca supe porque me había odiado tanto.

Hasta el día de hoy.

El ángel me estaba mostrando cosas, más bien, situaciones en las que había estado Olivia. Y eran verdaderamente lamentables.

Yo tenía los ojos cerrados y la mano entrelazada con la de mi guía. Podía ver a una Olivia destrozada, sentada en una orilla, llorando a mares y cubriéndose la cara. Había una chica de pie, al parecer gritándole cosas terribles y riéndose de ella, golpeándola una que otra vez. Entonces observé con mayor atención a la agresora, lo cual me hizo dar un respingo.

Era idéntica a mí.

― ¿Qué...?

Al no obtener alguna respuesta por parte de mi ángel, seguí observando.

Me mostraba más situaciones. Olivia llena de basura, la cual era lanzada por la otra chica. Olivia siendo golpeada por la otra chica. La otra chica riendo de Olivia. La otra chica gritándole a Olivia. Una Oliva de todas las edades, desde pequeña hasta la actualidad, siendo agredida por esa cruel persona. Era terrible, tanto así que llegue a sentirme mal por ella. Pero lo que más me sorprendía, era el increíble parecido que tenía yo con la agresora. Y entonces, comprendí su desprecio hacia mí.

―Abre tus ojos―pidió mi ángel. 

Obedecí.

Tenía los ojos llorosos después de haber visto tales escenas. Eso había sido extraño.

―Olivia Weaver es una chica acomplejada―habló ella―. Está destrozada y perdida. Espero que hayas entendido el mensaje después de haber visto eso.

Me limpié una lágrima.

―Sí, lo entiendo. Solo... tengo una pregunta.

Mi compañera me hizo un gesto, de modo que comprendí que debía explicarle mi cuestión.

― ¿Quién es esa chica?

―Esa joven, es lo que Olivia Weaver fue para ti; pero para ella, y de una manera mucho, mucho peor. Esa chica es lo peor que le ha pasado a tu enemiga. La molesta todo el tiempo, la tiene amenazada, y la pobre esta tan aterrorizada que no ha mencionado nada a nadie―respondió la rubia, para después hacer una pausa―. Es por eso su odio hacia ti. Que no es realmente odio, pues a quien realmente desprecia es a su agresora. Pero debido a su extraordinario parecido, lo manifiesta hacia ti.

Caí en cuenta. Comencé a pensar, y pensar. Entonces sentí una enorme lástima por Olivia Weaver, una pobre víctima del acoso. Jamás pensé que algo así podría estarle ocurriendo a quien era mi enemiga, la chica más bonita y popular de la escuela, la envidiada por todas y deseada por todos. Nunca sabes que se esconde detrás de una sonrisa.

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