Capítulo 19


¡Hola! Aquí reportándome. He estado ocupada, ocupada, ocupada. Y ahora estoy cansada, cansada, cansada XD. Vine a festejar que me liberé de un parcial (anda a saber cómo me fue... De eso no se habla, shhh :v). Espero que les guste. ¡Ah! Y  veré si hoy subo el otro, porque este es muy corto. ¡Saludos desde mi rincón! :D.

Estuve dos días inconsciente, y hoy, el cuarto, me ha subido la fiebre casi al borde del delirio.

―Cincuenta y dos grados es demasiado...―Ariel moja mi frente― Ay, amigo. En serio lo siento.

Él dijo que su temperatura es superior por la energía que emanan, unos cuarenta, cuarenta y dos grados. Así que imaginen mi estado.

―No es tu culpa, espero ―me río sin ganas. No soy capaz de abrir los ojos, no he comido hace quién sabe cuánto. Ni siquiera me he levantado. Sé que el alado tiene miedo. No lo muestra, pero lo oigo susurrar cuando cree que estoy dormido. Por más que posea una fe ciega, la realidad está.

Es como si me estuviera muriendo de nuevo, lentamente. El alma se me escapa― oye... ¿Los ángeles fallecen?

― ¿Por qué preguntas? ―Se alarma― ¿A qué te refieres? ¿Qué sientes?

―Estoy cansado ―suspiro. Me duele respirar, desearía dejar de hacerlo, esto de estar en proceso de cambio es una basura―. Muy cansado, Ariel.

―No, no. No te duermas, Juan ―vaya, es la primera vez que me llama por mi nombre― no ahora, ¿de acuerdo? ¡Eh! ¡No, no,no! ―Sus heladas manos producen espasmos en mi piel, mientras soy tirado a un abismo misterioso y oscuro.

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― ¡SOMBRA!

Levanto los párpados. Ángel está a mi lado, preocupada. Su rostro es lo único que veo.

― ¿Áng? ¿Qué haces aquí? ―Me abraza con muchísima fuerza. Entonces, luego de pestañear un par de veces, reconozco su cuarto― Mejor dicho, ¿qué hago aquí?

―Ariel te trajo ―acaricia mi mejilla con suavidad― me tenías aterrada ―sonríe― me alegra mucho que estés conmigo –recuesta su frente con la mía.

― ¿Cómo has estado? ¿Qué tal el viejo? ¿Y Juan? Quiero...―pone un dedo sobre mis labios. Yo abro los ojos de par en par.

―Antes de que digas nada ―está muy cerca de mí, demasiado cerca. ¡Nuestros alientos se cruzan! ¿Acaso ella..? No, noooo, ¿sí? Mierda, tengo la garganta seca y ganas de arrojarme un vaso de agua a la cara.

Antes de que pueda alejarme, preguntarle qué le pasa, o alguna otra cosa, su boca roza la mía.

Ángel está besándome, y lo hace muy bien. Ya tengo el corazón al límite, a la mierda, me gusta. Me gusta, maldición. Pero algo no cuadra. Ella no es así, ella no haría esto, y lo más importante...su olor es distinto.

La empujo bruscamente, furioso.

―Ella huele a coco, bastardo. Así que muéstrame quien eres en realidad.

La desconocida que está delante de mí, ladea los labios y alza una ceja al notar que la descubrí.

―Qué hábil eres ―habla con la voz de Asrael, e inmediatamente se trasforma entre hilos de humo espeso.

¡¿Qué?!

―¡¿Me besaste tú, maldito?! ―Empiezo a escupir―¡Eres un asco!

Se encoge de hombros, serio.

―Beso de la muerte, ¿de qué otra forma podría dártelo? ―me observa con desdén y burla― Adquirí una forma más apetecible para ti. Yo diría que lo disfrutaste...

―¡Te mato! ―Salto a su cuerpo. Me importa una nada que sea un maldito ángel musculoso, lo voy a reventar.

―Después, ahora tienes que volver ―una fuerza invisible me detiene de golpearlo, y me arrastra hacia arriba con rapidez. Poco a poco, toda se torna blanco― ¡Dile a Ariel que pagué mi deuda!

―¡Desgraciado! ―Alcanzo a gritarle.

Y, nuevamente, Ariel está conmigo.

Sus facciones se reflejan alivio puro al verme despierto.

Él no va a besarme, ¿cierto?

―¡Gracias al Padre! ¡Has vuelto!

Voy a admitir que estoy mejor, no hay rastros de fiebre en mi organismo, ni debilidad.

Me levanto, empujándolo levemente para que me dé espacio personal. Necesito mucho, mucho espacio personal.

―Ese imbécil me besó, ¿puedes creerlo?

Busco algo con qué lavarme la cara. Encuentro una palangana de piedra en una de las paredes de la habitación. Se preguntarán cómo es que el destrozo que ocasioné se arregló... Pues con un chasquido por parte del chico de aquí, y ya. Fácil.

―¿Azrael?

―Sí ―arrugo la frente a más no poder y sumerjo la cabeza en el agua― dijo algo de que pagó una deuda tuya.

Él sacude la cabeza:

―Ese hermano...―escucho que se sienta en el colchón―Tienes que estar muy agradecido.

―¿Eh? ―Me doy la vuelta, arrojando gotas en todos los rincones― Mira, agradecido debe estar él de que no lo haya vuelto la Virgen María a los golpes.

―Mors Osculi ―me cuenta, fascinado― el beso capaz de dar muerte, o vida, a quien lo recibe. Sólo Azrael puede hacerlo.

Espera un segundo...

―¿Me morí?

―Sí ―su semblante se endurece― lo hiciste.

―¿Cómo es posible? Yo ya estoy muerto. 

―No...tú no estás muerto, pero tampoco estás vivo, ¿recuerdas?―Es cierto, a veces se me olvida con las brutas palizas que todo el mundo me quiere dar. Pero por más medio vivo que esté o lo que sea, no me puedo morir, ¿vedad?―Bajo ciertas circunstancias, como lo es esta, la muerte puede llegar a ti y devolverte al Infierno.

Abro la boca y dejo caer los brazos.

―O sea que, todo lo que hice hasta ahora...

―Hubiera sido en vano ―completa la oración.

Parpadeo un par de veces:

―Pues si me hubiera dicho eso, incluso me desnudaba para él.

Camino a la cama, noto la presencia de un espejo en el cuarto, pero extrañamente, este se encuentra tapado por una manta.

―¿Y esto? ―La tomo con la mano.

―¡No deberías...! ―Se levanta para detenerme.

Tiro de la tela y revelo el reflejo.

Oh, por todos los cielos.

―¡Hay dos jodidos huesos en mi espalda! ―Me pongo de costado. Tienen más de cuarenta centímetros, qué cosa tan perturbadora.

―No quería que te vieras así, puede asustar bastante.

―¡¿Tú crees?! ―Muevo mis brazos como loco, tratando de tocarlos― ¡Parecen espinillas mega desarrolladas! ¿Qué es esto?

―Alas.

―¿Alas?

―Alas.

Ah, genial.

Después de eso me dediqué a gritar entre desesperado y alegre. ¡Voy a volar! ¡Seré un tipo volador! ¡Un ángel! ¡Yo! Tráiganme a alguien para que lo juzgue. Qué genial.

Pero bueno, mejor me calmo, parezco un niño esperando su cumpleaños.

―¿Cuánto era que faltaba para que salieran? ―Es de noche. Ariel está intentando dormir. Pero no me importa, no cuando me estoy emplumando. Y lo mejor de todo es que mis hermosas bebés no me han molestado desde hace varias horas.

―Mañana quedarán dos días... ―le cuesta responder.

―Y...¿de qué tamaño van a ser? ―me las arreglo para hablar contra la almohada― Podré volar enseguida, ¿verdad? ¿Qué velocidad alcanzan? Uy,uy, no que digas, quiero probarlo yo. ¿Qué tal el ángulo de giro? ¿Qué tan arriesgadas logran ser las maniobras? Y, ¿hay que mantenerlas con algo?

―Amigo ―sonríe― soy un ser casi inmortal, y no necesito comer. ¿Sabes cómo recargo energía? ―no me da oportunidad de preguntar― Descansando, perdiéndome en otro plano espiritual, cerca de mi Padre. Meditación, siesta, o como quieras llamarlo. Realmente, amigo mío, ¡realmente! Lo necesito. El efecto revitalizador de la manzana, así como lo que Azrael hizo en ti, no dura mucho tiempo. Además, mañana debo reunirme con los demás. Ellos desconocen que estás aquí, y no querrás que sospechen al verme tan mal parado, ¿cierto?

―Ok, no me trates como tarado ―gruño― ya entendí que te rompí las pelotas.

―Debemos trabajar urgentemente en tu vocabulario ―se acomoda en su cama (tuvo que crearse otra por mi condición) ― Rafael se encargará de eso.

Tras relajarse, una aureola dorada se forma sobre su cabeza y levita, estática. Es como un mini portal brillante.

―Alucino ―alzo las cejas― así que lo místico no era invento.

Intento hacer lo mismo (bah, dormir en mi caso, no me gustaría tener una molesta lamparita alumbrándome la cara). Cambio de posición, acomodo las cosas, intento pensar en nada...

Imposible. Estoy ansioso. ¿Cómo no estarlo? Mi existencia entera cambió totalmente. ¡Parece sacado de una película! Caí en el Infierno, conocí a mis amigos y cometí grandes locuras. Luego volví a la Tierra, conocí a Ángel, al Viejo, al gato... Y ahora estoy aquí, esperando en alguna dimensión que me venga el sueño, mientras realizo un patético y absurdo resumen de mis aventuras.

Cierro los ojos. En el silencio y la oscuridad, el recuerdo del beso regresa. Mi mente se repite a sí misma que no fue real, y que nunca lo será. Me explica a zarandeos que no sea estúpido, que ella no es para mí, que a una amiga no se la lastima. A un corazón bueno no se lo lastima. Ha sufrido mucho, y por más que yo sea un egoísta innato, me niego a dañarla todavía más. Ella confía en mí, ¿qué clase de hombre sería, si usara eso a mi favor? A pesar de que sé que tiene el carácter suficiente como para no permitirlo, las cosas acabarían mezclándose. Tal vez ya se estén mezclando. ¿Qué tiene de malo ser amigos? Nada, no tiene nada de malo. Nos divertimos, de una forma diferente que con Rex, Bryan o Tom, pero lo hacemos. Es agradable tener a una chica a tu lado que no busca pasar el rato, sino pasarla contigo. Es agradable tener a una chica a la que puedo ver en ropa interior y partirme de risa, porque no sabe dónde oculté sus pantalones. ¡Maldita sea! Se siente genial tener una amiga. No quiero perder eso. ¿Es especial? Claro que sí, como ninguna otra, porque siento que soy capaz de abrirme y ser yo. ¡Y no importa! No tengo que hacerme el macho protector, no tengo que hacerme el interesante.

Cuando su figura hizo aquello...me gustó, y llegué a pensar que ella me gustaba de la misma forma. Pero, ¿qué tal si no es así? ¿Qué tal si no es ella, sino la posibilidad de qué hubiera sido?

Maldición, tal vez besarla se sintió así porque era alguien diferente a lo que estoy acostumbrado. Después de tanto labial, tanto sabor agrio, tantas mentas... ¡Como al probar un sabor nuevo! Fue la emoción de probar algo nuevo, eso mismo.

Estoy dispuesto a olvidar todo este asunto cuando regrese.

Pero el problema es que una parte de mí también está dispuesta a sentirlo otra vez.

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